13. Devoción hacia El Oscuro
Sentía que mi travesía ya llegaba a su fin, que mi senda por el Averno, estaba cada vez más cerca a El Oscuro. No obstante, no poseía ningún tipo de conocimiento sobre su naturaleza vil y siniestra y si mi alma, no se corrompería al entrar en contacto con su malévola presencia. Dudé sobre mis decisiones, mas era demasiado tarde como para retroceder pues ahora, escuchaba los cánticos del cuarto y último pilar, el de grabados más claros y concisos, escrituras sobre un devoto al culto de esta maligna entidad. De igual modo, las voces de la estructura me arrullaban con la historia de un mortal preso del miedo a lo desconocido, un pobre infeliz quien, al igual que yo, había comulgado con El Oscuro en busca de respuestas.
En este punto, los destellos azulados del Averno me envolvían en una singular danza, pero mi mente no podía perderse en sus alucinaciones y recuerdos. Trataron fervientemente, de mostrarme las penurias de Raldaram o los traumas de mi infancia, mas mi cerebro solo podía concentrarse en el último adalid de la entidad, su último campeón que, con suerte, me mostrará la ubicación de mi destino o pasajes de mi vida que olvidé tiempo atrás. Introduje mi mano en el pilar y los cánticos, resonaron en un coro celestial pero maligno, una orquesta sectaria perteneciente al rito más oscuro de la humanidad.
Mis ojos ahora veían con claridad, percibían la oscuridad en la vida de un hombre de nombre Dominik Gasphert, el único adalid del cual conozco su apellido. Era una persona de edad avanzada, sobrepeso y de calvicie pronunciada. Su aspecto, a diferencia de las almas que corrieron su suerte, no se mostraba intimidante, por el contrario, me sorprende como El Oscuro vio a un valioso aliado en él. Era un clérigo panteonista, un surcador de conocimientos y curioso de los secretos de la religión. Es por ello, que no se me hizo muy difícil deducir a que apelaría la deidad para convencerlo. Al observarlo rezar en el monasterio, solo y con la iluminación de los ventanales cayendo sobre su túnica de tonalidades rojizas, supe que atravesaba el mismo dilema que padecí en combate. No importaban las horas de credos y plegarias sin sentido, no importaba cuanta devoción mostrara ante los dioses; nadie respondía a sus preguntas. Aquel hombre era solitario, un mortal que decidió casarse con su fe, no poseía una familia o amigos, siquiera una distracción banal; era un huérfano criado en una iglesia y que, en respuesta, entregó su vida a su oficio.
Lentamente, mi mente pudo despertar ciertos recuerdos suprimidos por el Averno. Ahora lo recordaba bien, aquel hombre fue uno de los más grandes sacerdotes de Inusha, un hombre de rectitud y valores que se había ganado un lugar en la élite religiosa de la región. Es por ello, que desconocía su malévola naturaleza y jamás hubiese sospechado que un personaje tan importante dentro de la política, fuese un fiel servidor de Aquel que Llora en los Avernos. Recordé el haber escuchado de él y, a su vez, mi mente suscitó el nombre de mi primer y único hijo, finalmente podía hablar y recordar un poco más de mi paternidad. Su nombre era brillante como el Sol pues fue él, el único rayo de luz que estuvo presente en la vida de Emma, el único gran acontecimiento que vivimos en Soriius; su nombre era Gisli, el rayo del Sol de nuestras vidas.
Lloré de alegría y nostalgia al recordar su suave piel reposar sobre mis brazos, no obstante, mi mente rápidamente me condujo a la vida de Dominik nuevamente, con una voz espectral. Lo escuché claramente, la voz de aquel que me condujo a este infierno, la criatura partícipe en mis memorias y que, por alguna razón, domina mis motivaciones y esperanzas. Juro que casi podía pronunciar su nombre, danzaba por la comisura de mis labios, pero era incapaz de salir por mi boca; lo recordaba, pero no lo suficiente como para discernir su enigmático rostro de facciones inhumanas.
-...Oh ser de luz, misericordioso y divino ser, concédeme entonces respuestas a las preguntas que tanto he estado buscando, aquel enigma que no logro responder.- Dijo el clérigo mientras su voz resonaba por las frías paredes de la capilla.
Debato si fue el resonar de su voz o el fervor de su petición lo que me paralizó en ese momento, pero el miedo que sentí fue vivido casi en carne propia.
-Las concederé si es eso lo que buscas, mas no puedo otorgarte tales dones.- Y finalmente la deidad se hizo presente.
Aquel ser era lo único difuso del recuerdo, como si mi mente no estuviese lista para mostrarme su identidad. Traté de poder distinguirlo pero desgraciadamente, El Oscuro continuaba siendo un enigma para mí.
-Eres un fiel siervo Dominik, pero lamento decirte que la senda que elegiste está lejos de darte respuestas sobre nosotros los dioses.- Añadió, mas aquello solo logró confundirme todavía más.
-¿Entonces no eres tú a quien tanto ando buscando? ¿Por qué has respondido a mi llamado entonces?-
-Los dioses no escuchan, solo son espectadores del juego que ustedes los mortales están dispuestos a jugar.- Y fue con esto que pude entender un poco más de mi situación.
-Pero... tú has respondido, estás aquí ¿Por qué?-
-Tal vez porque soy diferente, tal vez solo me da curiosidad el uso que le darás a la información que me exiges. Sin embargo, para ello necesito algo más que solo palabras.-
-Soy un fiel devoto a los dioses del Panteón: Darkun, Dimenu, Justine...-
-Lo sé, pero no es a ellos a quien debes servirle.- Interrumpió. -Te ofrezco el poder que siempre anhelaste, aquel conocimiento que buscas sobre seres que son incluso superiores a mí... te ofrezco ser mi siervo y prometerte siempre mi vigilancia.-
Y fue ahí que entendí que no era muy diferente a este adalid, sin embargo, a diferencia de mi ingenua decisión, el clérigo sospechó y desconfió de tal acto.
-Pero sería perder mi humanidad... mi libertad-
-Aquellos que buscan la verdad deben de mostrar una voluntad inquebrantable, un espíritu capaz de soportar el regalo que ofrezco.- Y extendió su larga zarpa esperando la aprobación de su oyente.
Dominik dudó por unos largos instantes, mas reconocí su hambre de poder y conocimiento, su necesidad de hurgar en lo desconocido. El clérigo aceptó perdiendo su humanidad ante su desesperación, no obstante, su apariencia mortal pudo preservarse dándole la oportunidad de conservar su puesto dentro del clero de Inusha. Fue tras su transformación, que entendí la elección del sacerdote como adalid y es que, con dicha posición política, El Oscuro podría mover los hilos de los poderosos a su favor, una artimaña de la cual desconozco su propósito pues aquella deidad, solo convive dentro del Averno ¿Sería posible entonces, que El Oscuro planea un ataque contra todo el continente? O por el contrario ¿Será solo un ataque arbitrario para desequilibrar el orden y sembrar el caos en el mundo mortal?
-Me servirás en la vida y en la muerte pues es ahora, que tu alma y la mía danzan en un baile eterno ajeno al mismísimo vacío.- Dijo El Oscuro interrumpiendo mis pensamientos.
-Pero... ¿Quiere decir que nunca se me presentará mi descanso en la muerte? Esto es una condena.- Replicó Dominik con una voz temerosa.
-Al contrario, te ofrezco mi conocimientos sobre los dioses, los eternos y aquellos que tu mente es incapaz de comprender; los secretos que siempre buscaste.-
-Pero el precio es alto...-
-Y placentero pues el mundo que conoces, pronto llegará a su fin y el cataclismo caerá sobre aquellos que tanto nos subyugaron. Te ofrezco ser parte de los cambios, cambios que deberían ser ajenos a tu especie pero que formarán ahora, parte de tu naturaleza.- Y las piernas de Dominik acogieron una apariencia más insectil así como su sombra, la cual no concordaba con su figura robusta y pequeña. -Álzate en gracia y sírveme hasta el fin de tus días, forma parte de mí y nuestras almas nunca conocerán el vacío eterno.-
-Acepto... acepto ser tu adalid en la vida y la muerte.- Respondió temeroso de su nueva apariencia.
Y comprendí que, a pesar de nuestras naturalezas tan diferentes, poseíamos una cualidad en común, la marginación. Fuimos víctimas de un mundo desigual nadando en un mar que nos ahoga con cada ola que nos abraza; éramos los villanos en un mundo que nos designó como tal, los monstruos del mundo mortal. Desconozco como ocurrió el descenso de aquella deidad hasta los Avernos pues, si como él dice, es un dios ¿Por qué entonces se encuentra rodeado de los demonios? ¿Y por qué su presencia cautiva tanto a estas criaturas?
Deseaba continuar debatiendo, mas el recuerdo se alejaba de mi vista. Me resistí lo más que pude pero la vida de Dominik, ya me había mostrado todo lo que podía saber. Y en un pestañar, estaba frente al pilar de nuevo, solo en el Averno junto a los destellos azules que ahora, solo me observaban estáticos, sin emoción, sin intenciones; solo me contemplaban inertes. De igual modo, me encontraba atónito frente al monolito de amalgama negra el cual, solo guardaba silencio. Los demás obeliscos también se mantenían callados junto a los dominios inferiores del Tártaro. Estaba solo con mis pensamientos que me obligaban a analizar las decisiones de Aquel que Llora en los Avernos porque la verdad que tenía concebida sobre él, flaquea con las intenciones que manifestó frente a su adalid.
Ahora no sabía a donde ir, qué hacer o siquiera, dónde estaba exactamente pues mis ojos, se desviaban a las imágenes que los destellos querían mostrarme. Me susurraban en una lengua que conozco, aunque no fuese pronunciable por los mortales, un lenguaje que me llamaba por más terror que me produjese. Entonces volteé... y lo vi detrás de mí, una silueta oscura, enorme y espectral con un brillo azulado. Su figura humanoide me indicaba que no era El Oscuro, pero recordaba bien su presencia. No era un humano y para este punto, mucho menos un mortal; era siniestro y curioso y por ello, debí de haber llamado su atención. Me mantuve paralizado mientras que los destellos, viajaban y se ocultaban tras su espalda.
-Admito que estoy fascinado.- Rompió el silencio con una voz inhumana y ronca. -Ningún mortal ha llegado tan lejos o ha mantenido su humanidad tras pasar las puertas del Averno...-
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