1-Una noche mágica

-Venga David hazlo tu yo tengo que seguir haciendo el desayuno para la señora.- rodé lo ojos.

-Pero mamá.- sin que yo pudiera moverme me entregó la bandeja del desayuno.

-¡No hay peros que valgan!.- puso una flor en la bandeja.- No sé ni cómo no te puede caer bien la señorita Natalie.

Natalie… tiene incluso nombre de pija.

Me echó de la cocina y miré las enormes escaleras que me conducían a la segunda planta. O como la llamábamos todos los empleados.

La planta del infierno.

Di algunos pasos pero antes de poder subir tan siquiera un peldaño una señora cuarentona con un enorme libro entre sus manos me empujó.

Hice unas maniobras increíbles para mantener todo en su sitio pero sin querer pisé la flor que estaba en la bandeja.

-Oh eres tú David, bueno vete.- sujeté con fuerza la bandeja.

-Claro señora, tenga cuidado.- y con usted la señora de la casa. Una mujer cuarentona que siempre estaba por casa con algún libro de magia negra.

Aunque suene irreal, era la verdad.

Subí las escaleras y llegué al segundo piso.

Desde la entrada se oía una música horribles. Busqué la única habitación de todo el piso que fuera totalmente rosa.

Después de estar cinco minutos buscando la dichosa puerta la encontré.
Toqué la puerta y nada.

-Pues nada, si la niñata no quiere salir.- susurré.

Abrí la puerta.

Natalie estaba sentada en la cama como si nada. Como si no la hubiera llamado mil veces.

Esa idiota..tan solo eran las seis de la mañana y su cara estaba completamente perf…¡horrible!.

Dejé el desayuno al lado de su cama.

Me iba a ir pero escuché como algo caía.
Me di la vuelta y vi como todo el desayuno estaba derramado por la cama.

-¡¿Por qué lo has hecho?!.- vi como sonreí maliciosamente.

-No estaba mi flor de todos los días.

-¡¿Por esa idiotez lo has tirado todo?!.- asintió.- Tu nivel de idiotez no tiene límite.- abrió los ojos de par en par.

-¡¿David que le has dicho?!.- mierda.

Mi madre me había pillado.

-Limpialo ya.- le ordenó a mi madre.

-Voy señorita.- la detuve antes de que se fuera a por los productos de limpieza.

-¡Ella es la que lo hizo, que lo limpie ella!.- apartó mi mano con fuerza y se fue.

-Tu madre es una buena máquina de limpieza, ¿eh?.- apreté mis puños y reprimi toda la rabia que estaba sintiendo ahora mismo.- ¿No me vas a responder mi querido David?.

Me largué antes de que sucediera algo peor. Por el camino me encontré a mi madre agachando la cabeza y en sus manos unos guantes, una trapo y un cubo.

-Mama yo..- pasó directamente de mí.

Llegué al único sitio donde me sentía agusto. A la casa de los empleados. Estaba al lado de la gigantesca mansión donde trabajaba mi madre.

Era una mini casa donde vivíamos algunos de los empleados. Yo era el único adolescente que vivía ahí los demás pasaban los treinta años.

Me acosté en mi cama agarré la almohada y empecé a gritar de ira.

¿Como la gente rica podía burlarse así de la gente pobre? Nos veían como títeres a su merced, que lo único que podía decir es “sí” y un “no” era prohibido.

Su mirada..la mirada de Natalie era asquerosa. Desde que tengo uso de razón, ya que yo me crié aquí, he visto como ella, la heredera de la empresa Empire se iba convirtiendo en un monstruo poco a poco.

Dejé todo eso de lado y me centré en ducharme y ponerme el uniforme para ir a la escuela.

Gracias a todos mis esfuerzos por ser el primero en la clase pude entrar en un buen instituto becado.

¿Lo malo?, ¡Sí, Natalie también iba ahí!.

Salí de la casa antes de que ella saliera ya que tenía prohibido salir después que ella ya que nos podrían ver sus amigas y descubrirían que vive con “el pobre becado”

Aunque no me importaría permitirme una pequeña venganza aún tengo decencia. Aparte que no quiero que junte con ella.

Ya está llegando al instituto cuando pude ir su voz detrás mío.

Dios a este paso me volvería loco.

-¿Ese es el becado?,

-¿El hijo de la sirvienta?

Me iba a dar la vuelta pero tampoco tenía ganas.

-Dejadle en paz.- abrí los ojos de par en par. ¿Me estaba protegiendo?.- Ya tiene suficiente con ser un pobretón.- su grupito empezó a reír.

-Ojala sintieras lo que yo siento.- susurré, mientras pasaban por mi lado.

Por culpa de esas idiota llegué tarde a clase. Así que siendo está una escuela tan prestigiosa y tan intolerante con la tardanza me dejaron fuera del salón.

-¡Papá no puedo hacer esto!.- de nuevo su voz.

Seguro era la voz de otra chica.

-¡Natalie me tienes harto!.- empezaron a temblarme las manos.

Era la voz del padre de Natalie sin duda. Ese hombre era considerado el diablo en persona. Miré a todos lados. Las voces se acercaban.

Sonriente vi el baño de chicas. Sin duda entré.

-¡En qué puesto estás de la clase Natalie!.

-En el treinta padre..- su voz sonaba a todos menos alegría.

-¡¿Y cuántos sois en clase?!.

-Treinta padre..- se escuchó un golpe.

Abrí los ojos. Siempre los había escuchado pelear. Pero nunca me habría imaginado que pegaba a su hija.

Sentí un poco de lástima.

-¡Hasta el hijo de la sirvienta es mucho más listo que tú!.- genial y ahora hablaban de mi.- Eres la humillación de la familia

-Padre...papá…

-Lárgate al baño a llorar, tu siendo mi hija no puedes verte así, ¿qué pensaría la gente si te ve en estas condiciones?.

-Papá yo…

-¡Deja de decirme así y vete!

Hoy unos pasos y ya después nada.

Salí del baño e intente buscarla con la mirada. Pero nada, se habían esfumado.

No entiendo cómo se pudo recomponer tan rápido. En la hora de comer hasta se reía con su grupito. Aunque yo seguía viendo una mancha roja en su cuello que intentaba esconder con una bufanda.

-¿por qué llevas bufanda Nat?.- le preguntaron

-Porque ,osea, es la nueva tendencia dah

Después de un día agotador por fin pude suspirar en mi cama de tranquilidad.

Mi madre como siempre seguro estaba en la mansión preparando la cena.

Decidí no entrar ya que seguramente estaba todavía enfadada conmigo.

Me acosté sin cenar y me quedé profundamente dormido en la cama.

Desperté abrumado por unos gritos. Froté mis ojos con las manos. Mierda había sido solo una pesadilla.

Como pude me levanté y salí de la mini casa. Lo malo de esta casa es que no había cocina así que me tenía que ir a la mansión e ir hasta la cocina de los millonarios.

Entré a la mansión sin ningún problema. Llegué a la cocina y me serví un poco de agua.

-¿Hay alguien ahí?.- escuché.

Todo estaba a oscura así que decidí pasar de desapercibido.

-Si eres un ladrón lárgate plis.- rodé los ojos.

Esta chica era tonta no, lo siguiente. Sonreí maliciosamente. ¿Darle un susto o no?

¡Obvio que sí!. Caminé hasta las escaleras para el segundo piso. Se notaba que estaba ahí.

-¡No te acerques estoy armada!.- reí.

Cómo pude vi donde estaba y la agarré la muñeca. Pego un chillido de los mil demonios.

-¡Sueltame!.- intenta forcejear.

-No te servirá de nada.

-¿Idiota?¿Qué haces aquí?.- mierda ya se había dado cuenta. Adiós a la diversión
- Eres patético.

-Tu sí que lo eres por dejarte pegar por tu padre.- mierda, no tenía que haber dicho eso.

-¡¿Qué has dicho bastardo?!.- me empujó.- ¡Repite lo de nuevo malnacido!.- cada vez me empujaba más a el filo de las escaleras.

-Oye tu para ¿no?.

-¡Te odio idiota!.- me empujó y yo perdí el equilibrio.- ¡David!.- chilló y me agarró de la mano.

Tardé, ella empeoró la situación cayó conmigo. Cómo pude la abracé y yo fui el que perdió el conocimiento. O eso creía..

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