9._Insolito
Un momento. Un miserable momento valia más que todas las horas que paso con él. Ese instante era absoluto. Era el único real. Bills estaba ahí. Dormido, pero estaba ahí y ella también estaba ahí. Mary era solo Mary en ese momento. De Whiss no había nada más que un cuerpo cuyos sentidos eran un filtro al sentimiento desbordado de la mujer en su interior, que experimento algo parecido a presenciar el momento en que la lluvia se vuelve nieve. Primero escuchas el agua caer, golpear tu paraguas, produciendo un canto incesante que te acompaña en tu camino y de pronto... silencio. Un silencio súbito que parece envuelve al mundo entero. Ese instante de transición es mágico, como lo era poder observar a esa criatura que despertó en ella un sentimiento genuino de amor, por más ridículo que pudiera parecer a ella misma.
Callada al punto de no producir sonido alguno ni con el movimiento que hizo para sentarse en el borde de la cama, Mary se quedó allí contemplando al dios dormir. El tiempo se extinguió, el mundo más allá de ese espacio se desvaneció y de Mary solo habían un conjunto de sentidos en su más alta recepción. Casi sin darse cuenta de lo que hacía acercó la mano al rostro de Bills, pero estuvo su avance al contemplar esos largos dedos azules con púrpuras uñas. Esa piel no era suya, ese cuerpo no le pertenecía por lo que hacerle una caricia vistiendo esa carne se le hacia inapropiado. Cerró la mano y la llevó hacia ella para contener el impulso de tocar lo que creía era imposible.
Silente, agitada, pero paciente, Mary permaneció allí unas horas en absoluta contemplación.
Whiss se metió en la cama después de cenar. Cocinó algo con lo que había en la despensa. El proceso fue un tanto más lento que de costumbre y más intenso también. El olor de algunos vegetales se le quedó impregnado en los dedos pese a que lavo esas manos varias veces. La primera noche simplemente cayó dormido, en esa oportunidad experimentó lo que era tenderse en una cama y esperar a que el sueño llegará a por él. Era un proceso muy pacífico, que brindaba oportunidad de repasar algunas cosas. Se parecía a ese instante en que su señor y el Pez oráculo se iban a descansar. Un momento de transición donde él se entregaba a sus propios asuntos. Sin embargo, ser apretado por las mantas era algo nuevo. Cambió las sábanas antes de acostarse, por lo que la cama tenía aroma a suavizante para telas. Olía a flores. Ese cuerpo irradiaba calor. Pronto toda la cama estaba tibia y él se sintió un tanto confortado por esa sensación, sin embargo, cuando se estaba sumiendo en la vigilia lo asalto una idea desagradable: dormir lo hacía todavía más vulnerable. No era conciente de su cuerpo, no podía defenderse si alguien llegaba a atacarlo. Los sentidos de ese cuerpo eran atolondrados en comparación a los suyos, pero su cuerpo le exigía dormir. Sus ojos se cerraban y pese a su lucha terminó profundamente dormido.
Soñó. Whiss tuvo un sueño mezcla de recuerdos y añoranzas que al despertar lo dejaron con una boba expresión. Se sentó en la cama rascándose el cuero cabelludo. Le dió comezón no supo porque. Tenía unos granitos de arena en los ojos y un hilo de saliva marcado desde la comisura de su boca hasta la barbilla. Despertar era desagradable. Por lo menos lo era hacerlo en ese cuerpo. Miró aquellas pálidas manos un rato. Se hubiera quedado así más tiempo de no ser porque tenía ganas de ir al baño. Aquel proceso era tan embarazoso y empeoraba al imaginar que esa mujer tenía que pasar por exactamente lo mismo en el cuerpo de él.
-Espero no tener que verla jamás, Mary- dijo el ángel cuando dejó el baño para ir a buscar que ponerse.
Reviso todas las prendas de Mary dos veces en busca de algo que ponerse. De haber tenido tiempo y ánimo hubiera modificado algunos vestidos, pero terminó por quedarse con los más "aceptable" que encontró. Una vez terminó con eso salió al jardín. No había tenido la oportunidad de apreciar ese mundo, aunque si era honesto no le llamaba la atención de manera particular. Whiss había visto tantos, pero tantos planetas que poco de ellos le impresionaba. A cualquiera que fuera siempre era un forastero. Alguien cuya mirada estaba desprovisto de cualquier subjetividad, alguien cuyo juicio era simplemente ecuánime. No hay mirada más limpia que la de los ojos de un extraño en un nuevo mundo y así era la mirada de Whiss. Así era toda su estirpe.
¿Qué podía ofrecer un planeta tan básico a alguien como él? ¿Un respiro como lo fue salir de la casa al jardín? Tal vez un poco más. No se sentía particularmente ansioso por experimentar alguna cosa en especial y no es que estuviera hastiado o a causa de estar en un cuerpo que no era el suyo se mantuviera apático, era otra cosa. Algo en su naturaleza que difícilmente alguien ordinario podría entender.
Cerca de las nueve apareció Esteban. El muchacho llevaba una chaqueta algo gruesa y es que hacía bastante frío. Whiss lo sentía, pero la idea de ponerse demasiada ropa a cuestas era un tanto molesta, aun así terminó por tomar la recomendación del chico y cogio uno de los abrigos en el perchero.
-¿Y a dónde quieres ir?- le preguntó Esteban mientras caminaban por la acera.
-No lo sé- respondió Whiss mirando al cielo- El aire está bastante contaminado- comentó sin ninguna intención.
-Sí- murmuró Esteban y soltó una risa un tanto nerviosa- Quizá este planeta es muy simple para tí. Y sobretodo... primitivo.
-De uno a diez...tres- exclamó el ángel.
-Me recordaste a mi maestro de matemáticas- comentó Esteban- Lo siento. Es solo que... Olvídalo.
Whiss lo miró de reojo. A ratos Esteban parecía bastante distraído, incluso un poco torpe, pero era muy listo y muy amable también, pero no era la clase de individuo que hubiera podido obtener la atención de alguien como él. Whiss estaba habituado a otro tipo de mortales.
-¿No hay algo que siempre hayas querido hacer?- le preguntó Esteban súbitamente y viéndolo a la cara- Es que... Sé que eres muy poderoso, pero debido a tu postura...
El chico calló prematuramente y no volvió a hablar.
-Ciertamente hay cosas que siempre he querido hacer, sin embargo, en estos momentos no tengo las facultades para llevarlas a cabo- le confesó Whiss- Deberé conformarme con que me indique una manera de conseguir atuendos con más clase y estilo. Salir así en público es casi un reto.
-¿No te gusta la ropa de Mary? A mí me gusta su estilo- declaró el muchacho, pero en voz baja.
Callaron otro rato, pero en ese lapso y a raíz de las palabras de Whiss, Esteban cayó en cuenta de que ese sujeto tenía acceso al cuerpo de la mujer en primera persona.
-¿Por qué me mira así?- le consultó el ángel con cierta suspicacia y buscando la mirada de aquel muchacho- ¿Acaso cree que podría aprovecharme del hecho de estar en el cuerpo de esta mujer?
-No, no, por supuesto que no- exclamó Esteban cuando Whiss se le paró en frente para cuestionarlo, obligandolo a detenerse.
-¿O es que está pensando en conseguir tener acceso a ella a través de mí?- continúo el ángel.
-¡Claro que no, jamás haría eso! ¡Yo no soy ningún depravado!
Algunas personas los miraron con cierta curiosidad. Es que para el resto de la gente Whiss era una mujer nada más. De modo que aquello podía ser solo una discusión de pareja.
-Solo estoy intentando ser amable- agregó Esteban.
-Yo diría que lo que intenta es evitar que Mary sufra algún castigo de mi parte- le señaló Whiss quien corroboro su teoría al ver la expresión del muchacho- Ese carácter suyo tan gentil puede ser motivo de más de un problema, Esteban.
-Lo admito. No quiero que le pase nada malo a ella, pero tampoco es que no tenga consideración por ti- le dijo Esteban- Debe ser extraño, de un momento a otro, perder todo tu poder. Volverte frágil. Debiste asustarte mucho ayer cuando...
Esteban se interrumpió. La mirada de Whiss le advirtió que era mejor guardar silencio. El ángel apartó sus ojos de él como buscando algo con que terminar ese momento. Su espontáneo carácter sufrió un pequeño cambio al estar en ese cuerpo. Esa carne lo afectaba aunque prefería no pensar en ello.
Cuando vio a su derecha, Whiss observó una pared de cristal, del otro lado de la calle, que llamó su atención e imprudentemente cruzo para ir hacia allá. Esteban apenas tuvo tiempo de tomarlo por el brazo y echarlo hacia atrás evitando que un automóvil lo colisionara.
-Ten más cuidado. No puedes cruzar la calle si el semáforo está en rojo ni hacerlo en cualquier parte- le advirtió Esteban.
-¿Semáforo?- repitió Whiss y el muchacho le señaló la señal en la otra acera.
Esteban lució un tanto molesto por su descuido y tomándolo por el brazo lo llevo del otro lado, mientras le explicaba que tenía que cruzar cuando la luz estuviera en verde. A Whiss que ese chico se tomará la libertad de andarlo toqueteando no le gustaba nada, pero no protesto porque le hacia cierta gracia que Esteban se medio responsabilizará de él. Y por supuesto podía sacar provecho de esa situación, aunque al llegar al local con paredes de cristal, se soltó de él para ir a pegar las manos y el rostro al vidrio con un entusiasmo casi infantil.
-¿Qué lugar es este?- preguntó observando con atención al interior.
-Un salon de belleza- contestó Esteban- Es dónde las mujeres combaten a la naturaleza, dice Mary...Es un sitio donde las mujeres vienen a arreglar su cabello, las uñas y todas esas cosas.
Aquello terminó por cautivar el interés de Whiss que tomó un mechón de ese caballo que tanto le disgustaba.
-¿Podemos entrar?
-Tienes que pagar para que...- decía Esteban, pero cuando vio la expresión de Whiss comprendió el sentido de la pregunta.
-Solo no pidas cosas demasiado extravagantes...ni costosas- le pidió el muchacho casi en tono de súplica.
-Esta bien- exclamó el ángel, pero no sonó convincente.
Esteban se le quedó viendo. Parecía un niño o una niña o ambos. Whiss era un tipo muy raro. Pero la forma en que se movía dentro del cuerpo de Mary no dejaba de llamar su atención. Antes de entrar al salón de belleza miró su cartera para ver cuánto dinero tenía, luego vio al cielo preguntándose si ella estaría bien.
Mary estaba tan quieta que parecía una escultura. Ella siempre pensó que si él existiera, que de ser así y tuviera la oportunidad de conocerlo, Bills pasaría de ella como lo hace alguien de una piedra en la orilla del camino. Simplemente ella era demasiado vulgar para él. Bills podía tener muchos defectos, pero era un dios en esa dimensión. Un ser muy por encima de lo humano, para quien no debían existir muchas cosas capaces de sorprenderlo y menos de cautivarlo. Tenía acceso a decenas de planetas en el universo, en ellos debían haber miles mujeres mejores que ella. Más hermosas, más inteligentes, más fuertes y más poderosas. Reinas, princesas, emperatrices, guerreras ¿Qué era ella en comparación? Nada. Ni la mejor de sus hazañas podía compararse con la más pequeña de las proeza de esas criaturas.
Tal vez por capricho, al él darse cuenta de lo que ella sentía, le podía conceder un noche de su atención. Nada trascendental para un dios. Y aunque aquel escenario parecía cruel, era lo mejor y más realista que Mary podía imaginar con Bills. En tal caso ella lo rechazaría porque una jornada así, para ella sería irrelevante. No buscaba esa parte de él, sino otras que no hubiera podido demandar jamás por lo que verlo así: dormido, era para ella la más hermosa de las opciones.
De haber podido, de haber tenido su consentimiento, se hubiera recostado a su lado sin ninguna otra ambición que verle. De haber estado en su cuerpo se hubiese arriesgado a tocar aquellas manos, pero así en esa otra piel no tenía sentido para ella. Súbitamente sintió un fuerte calambre en su abdomen. Se cubrió la boca con la mano y se apartó de la cama conteniendo el dolor y dandole al dios una última mirada antes de buscar dejar ese lugar para no volver más.
Volando llegó al jardín donde apoyó una rodilla en el suelo mientras la mano en su boca se humedecia con sus lágrimas. Whiss era capaz de llorar, pensó y por un momento se preguntó si lo habría hecho alguna vez. Le costaba imaginar a Whiss llorando. Pero así, en la absoluta soledad en que estaba en ese planeta, mientras el dios y el adivino dormían, en medio de ese silencio abismante y con alguna aflicción a cuestas podía ser posible ¿Por qué estaba pensando en el ángel? Se cuestinó. Tal vez quería huir de la verdad que acaba de enfrentar: ella era insignificante. Podía estar en el cuerpo del ser más poderoso de ese universo, mas seguía siendo un ser humano vulgar, temeroso y frágil para quien todo lo que rodeaba en ese momento era demasiado grande.
Se cubrió el rostro con ambas manos intentando recuperar la compostura, pues no tenía tiempo que perder si lo que quería era volver a casa pronto. Pero cuando estaba por levantarse una voz, a su espalda, la hizo ver atrás.
-Usted me ha brindado los espectáculos más insólitos que he presenciado en mucho tiempo- le dijo él, apoyando los pies en el suelo- Pero este es, sin duda, el más inaudito de todos.
-Daishinkan...- murmuró Mary y aunque ver allí a esa criatura no fue para ella una sorpresa, si fue otro golpe a su ego, aunque ese lado optimista que tenía o bien pretencioso la hizo ponerse de pie para soltar una frase irreverente- Premio doble...- murmuró.
Esas dos palabras y la sonrisa de la muchacha hicieron al Gran Sacerdote inclinar la cabeza a un
costado con aire ingenuo. Es que Daishinkan no sabía que a ella le gustaba él, aunque no del mismo modo que el dios en el palacio.
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