Veinte

Maratón 4/4

Konoha, 2 meses después...

La nieve caía del cielo inundando las calles de Konoha a primera hora de la mañana. Posiblemente el frío incitara a la pareja a quedarse recostados en la cama, abrazados el uno con el otro para darse calor. Pero tenían demasiadas cosas que hacer. Para Obito, aquel día iba a dar un cambio radical en su vida. Para Rin, era una nueva oportunidad de ayudar a los demás, de ayudar a la causa. Y para los dos, era el momento de actuar en pro de la Alianza Shinobi y aquella paz por la que Sakura, Sasuke y Naruto habían dado su vida.

—Despierta, dormilón. Hay que terminar de guardar las cosas de la mudanza.

—Cinco minutos más...

La Nohara sonrió con ternura y posó sus labios sobre la frente del Uchiha antes de darse la vuelta y levantarse, dispuesta a preparar el desayuno. Mientras estaba en ello, una voz habló en su cabeza.

Rin Nohara...

Debido al susto, dejó caer el plato de sus manos y este se rompió formando un gran escándalo. 

—¿I-Isobu?—preguntó sorprendida.

Unos pasos rápidos se escucharon por el pasillo antes de que la puerta se abriera de par en par. Un Obito muy preocupado la miraba de par en par.

—¿¡Estás bien!? ¿Qué ha pasado?

Rin suspiró y frotó su cabeza antes de sentarse.

—No es nada. Isobu me he hablado y me he sorprendido... Solo se me ha caído el plato de la impresión. Siento si te he asustado.

—No pasa nada. ¿Es la primera vez que... te habla?

Rin asintió, esperando alguna nueva palabra del bijuu, pero no sucedió. Con un suspiro, caminó para recoger el plato.

—Puede que los nervios del viaje te hayan hecho imaginarlo...

—No lo sé... No creo. Además, no sé si son nervios o... miedo—susurró finalmente con una mueca.

—¿Miedo?

Obito estaba desconcertado. Que su novia confesara que tenía miedo en el último momento lo preocupaba. Rin, con un gesto suave, cogió un mechón de pelo y lo recogió tras su oreja. Poco a poco fue contándole sus pensamientos. Tenía miedo de no dar la talla, de no ser capaz de seguir las enseñanzas que Sakura le dio, de no poder ayudar a los que la necesitaban. Tenía miedo del poder que albergaba en su interior. Hacía tres años ni siquiera podía pensar en crear jutsus potencialmente poderosos por su escaso chakra, pero ahora no quería saber cómo de poderoso podría ser un ataque suyo. ¿Y si se descontrolaba? ¿Y si por el descontrol del chakra de Isobu destrozaba aldeas y vidas inocentes?

Obito la abrazó mientras ella contaba todos sus pensamientos y secaba sus lágrimas, pasando sus dedos por sus mejillas. Ella no quería dejar Konoha, pero necesitaba hacerlo. Para demostrarse a sí misma que podía formar parte de algo grande, para saber que podía llegar a ser una gran kunoichi en un futuro.

Cuando terminó de hablar se quedaron abrazados durante unos minutos, hasta que supieron que era hora de ponerse a prepararlo todo para marcharse. Mientras Rin terminaba de hacer el desayuno, Obito metía la ropa en las maletas. Las cajas con todas sus cosas ya estaban dispuestas a la salida de la casa, esperando ser transportadas al carro que los llevaría hasta Ame.

El sonido de unos toques en la puerta alertó a la pareja. Cuando abrieron, todos sus compañeros de generación se encontraban allí, con ropa de invierno y esperando a que les dejaran pasar. Kakashi, Asuma, Kurenai, Gai... Todos estaban allí para ayudarles y brindarles el mejor apoyo.

—Chicos... Gracias por venir. Pasad—comentó Rin.

En cuanto todos estuvieron dentro, se abrazaron como método de despedida.

—¿Qué es lo que hay que llevarse?—preguntó Gai con una sonrisa, esperando demostrar cuántas cajas a la vez podía llevar hasta la entrada de la aldea.

—Todo lo que hay en la puerta y nuestras maletas... Pero hay cosas frágiles, así que agradecería que solo llevarais una por viaje. 

Si el comentario de Rin molestó a Gai, éste no lo demostró, por lo que Rin suspiró y miró a todos. Aquellos chicos eran sus amigos, sus compañeros, sus camaradas, y sabía que si ella u Obito estuvieran en problemas, no dudarían en ayudarles, al igual que lo haría por ellos. Sin más dilación, los 6 más un clon de Kakashi, llevaron las cajas y las maletas en dirección a la entrada. Obito, sin poder evitarlo, giró la cabeza y observó su casa. Sólo esperaba que en un futuro pudiera volver.

—¡Obito! ¡Te estás quedando atrás!—lo llamó Kakashi.

—¡Sí! ¡Ya voy!

Corriendo con las maletas en las manos, alcanzó a los demás y por fin dejaron todo atrás. Tras unos minutos recorriendo las calles de Konoha, por fin llegaron a las puertas de la aldea, donde la familia Namikaze-Uzumaki los esperaba. Kushina, quien había dejado a Menma a cargo de Minato, se lanzó a la pareja y los abrazó con fuerza.

—Os voy a echar mucho de menos...—habló antes de separarse. Ambos pudieron notar que tenía los ojos llorosos—. Sé que allí en Ame seréis de gran ayuda para la Alianza y aprenderéis mucho. Aunque ya sabéis que cualquier cosa que necesitéis estamos para ayudaros—la pareja asintió convencida.

—Nosotros también os vamos a echar mucho de menos, Kushina-san—le respondió Obito con una sonrisa. 

—Os escribiremos cada cierto tiempo para informaros de las novedades. Sobre todo con los jinchuriki...

—Bien—estuvo de acuerdo Minato, quien se acercó con Menma para despedirse—. Nosotros también os mandaremos noticias. Cualquier cosa os la haremos saber... Espero que tengáis un buen viaje y tened mucho cuidado, chicos.

Los dos asintieron y miraron a sus amigos, que ya habían metido las cajas en el carro. Ahora le tocaba al pequeño Naruto, quien estaba muy callado, agarrado al pantalón de su padre. Obito se agachó a su altura y sacudió su pelo.

—Naruto... ¿Me vas a dar un abrazo?

El rubio apretó su camiseta y bajó la cabeza. Todos se preocuparon al verlo.

—No te vayas...—susurró triste, sorbiendo los mocos de su nariz.

—Pero tenemos que hacerlo, vamos a ayudar a mucha gente que lo necesita... Tienes que entender que hay gente fuera que necesita comida, alguien que cure sus heridas... y alguien que les ayude a construir un nuevo hogar. ¿No quieres que la gente esté contenta y feliz?

Naruto asintió, pero al momento saltó hacia él y lo abrazó con fuerza mientras lloraba. Obito lo subió en brazos y dejó que se desahogara. Minato y Kushina sonrieron con ternura al ver cómo su hijo quería a Obito y a Rin. Cuando Naruto vio a Rin estiró sus brazos para que lo abrazara también, antes de que pidiera estar con su madre, quien lo cargó seguido de un suave beso en la frente.

De nuevo, volvieron a despedirse. Rin se abrazó a Kurenai, mientras que Obito lo hacía con unas palmadas en el hombro. Sin embargo, cuando vieron a Kakashi, un sentimiento de culpabilidad se instaló en sus pechos.

—Kakashi...—susurró Rin, algo afectada.

—No os preocupéis... Sé que os vais para aprender mucho más y a ayudar. Solo que... bueno, da igual...

—Nosotros también te echaremos de menos—sonrió Obito sabiendo lo que sentía Kakashi y lo agarró del cuello sin mucha fuerza para sacudir su pelo mientras reía—. De todas formas, tu eres el que más nos vas a ver. Cuando vayáis a Ame para las reuniones con Yahiko, estaremos allí. Así que no te preocupes.

El resto los observaron alegres al ver la gran amistad que unía a aquel equipo. Y por fin, los dos caminaron hacia el carro, dispuestos a marcharse. Los demás se quedaron atrás viéndolos y cuando ambos alzaron la mano por última vez, subieron al carro para que los caballos comenzaran a andar. 

Amegakure, tres días después.

Después de tres días viajando, Obito pudo ver al fin las puertas de Amegakure. Sonrió y observó a Rin, quien dormía a su lado apoyada en su hombro. Esperó a llegar para despertarla. Mientras tanto, los recuerdos le invadieron. Recordó hacía dos meses lo poco que habían estado de perder a Naruto. Había jurado en su mente que estaría siempre a su lado para que él le contara todos sus problemas, y pudiera ayudarlo. Se lo debía por todo lo que hizo por él. Pero luego se acordó de su viaje a Amegakure, por lo que no pudo cumplir su promesa hacia sí mismo. 

Minutos después, posó sus labios en la frente de Rin en un dulce beso para despertarla. La castaña remoloneó agarrando la manta que llevaba por encima y siguió durmiendo, por lo que Obito rió divertido.

—¿Quién es ahora la dormilona?—preguntó en alto mientras reía—. Venga, Rin. Ya hemos llegado. No querrás que el Amekage te vea así, ¿no?

—Aguafiestas...

Obito se carcajeó ante el intento de insulto y volvió a besarla en la frente. Rin fue incorporándose lentamente hasta que por fin se despertó y se preparó para ser atendida por Yahiko, Nagato y Konan. En cuanto llegaron, dos shinobi de Ame los recibieron en la entrada y los acompañaron hasta la Torre Amekage, donde los tres akatsuki los esperaban con alegría.

—Bienvenidos a Amegakure. Obito, Rin—los recibió Yahiko—. ¿Cómo fue el viaje?

—Bastante tranquilo. Sólo encontramos bandidos una vez, pero pudimos con ellos sin mucho esfuerzo. No hay de qué preocuparse—habló Obito rodeando el cuello de Rin con su brazo sonriente.

—Me alegro. Nosotros estábamos impacientes por que llegarais. Queríamos enseñaros las nuevas instalaciones de la aldea y acompañaros a buscar vuestra nueva casa.

—Muchas gracias—dijo esta vez Rin haciendo una leve reverencia—. Esperamos no ser una molestia.

—¡Para nada! Estamos contentos de que estéis aquí—la peliazul posó sus manos sobre los hombros de la castaña en señal de confianza y comprensión—. Entendemos que será difícil adaptarse a un nuevo lugar y que echareis de menos a vuestros compañeros. Así que os agradecemos que estéis aquí.

Rin asintió agradecida y los cinco comenzaron a dar un paseo por la ciudad. Hablaron de las obras de restauración de algunas viviendas y locales, de cómo Nagato y Yahiko combinaban sus habilidades para evitar que lloviera más de lo necesario, también el asunto sobre la división de los shinobi entre ellos y Hanzo Salamandra, el anterior jefe de Ame; luego les enseñaron la nueva escuela y les hablaron de algunos chicos que querían ser parte de la nueva fuerza shinobi; y por último llegaron al barrio residencial donde la pareja elegiría su nuevo hogar.

Una a una, fueron visitando las casas que aún seguían vacías. Algunas estaban amuebladas y otras estaban preparadas para estarlo en un futuro. Rin y Obito se emocionaron viendo cada una de ellas, pero decidieron elegir una sin muebles y poder decorar a su gusto el que sería su hogar durante un largo tiempo.

—Entonces... ¿Está decidido?

—¡Sí! Nos quedamos con esta. Muchas gracias por acompañarnos—dijeron al unísono y, al darse cuenta, rieron entre todos.

—Aquí tenéis la llave entonces—Nagato les dio la llave y los felicitó—. ¿Formaréis parte de las filas de Amegakure o trabajareis en otra cosa? Digo, a parte de ser parte del Escuadrón Jinchuriki.

Rin y Obito se miraron entre sí ya que no lo habían pensado. Ellos sabían que serían fieles a Konoha por siempre, pero ser shinobi era lo único que sabían hacer. Al ver el desconcierto de la pareja, a Yahiko se le ocurrió algo.

—Tengo una propuesta que a lo mejor os puede interesar...

******

Bueno... ¡Último capítulo de la maratón! Espero que os haya gustado y, como os dije, os despido hasta que tenga un poco de tiempo para escribir (otra vez...)

Eso es todo (tenerme un poco de paciencia...).
Aquí se despide, Luthien.

Nota de autor: ¡PERDONADME! Pensaba que lo había publicado antes y me acabo de dar cuenta de que seguía en borradores *lloro*. Lo siento mucho. Espero que esta vez haya podido publicarse...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top