Nueve
Un nuevo día había comenzado en Amegakure. Yahiko había despertado temprano para empezar a trabajar, aunque estaba aún un poco cansado, bostezando al mirar al cielo. Éste estaba azul, con algunas nubes blancas pasando lentamente. Una sonrisa apareció en su rostro, recordando el día en el que Nagato había comenzado a hacer desaparecer las nubes grises y cambiarlas por un cielo azul. Venían a su mente malos pensamientos cuando veía aquellas nubes lluviosas, por lo que agradecía a su compañero que pudiese cambiarlo.
Caminó por las calles, saludando a los vecinos de Ame, en dirección a su oficina cuando vio a lo lejos un nuevo edificio. Curioso, se acercó para verlo, satisfecho de buen trabajo que habían conseguido.
Mientras caminaba hacia allí, divisó a una peliazul, hablando con los hombres que transportaban los muebles necesarios. Con una sonrisa, avanzó sus pasos hasta llegar a las espaldas de la chica, mientras ella observaba cómo los hombres metían la mesa.
—Buenos días—saludó asustándola.
—¡Yahiko!—saltó con una mano en el pecho, intentando controlar su respiración—. ¡Por kami-sama! ¡No me des esos sustos!
El pelinaranja comenzó a reír, divertido. No recordaba cuándo fue la última vez que lo hizo de aquella manera, pero se sentía bien. Konan, al verlo, notó cómo su enfado desaparecía dando paso a la alegría, sin tardar mucho en seguirlo.
—Me gusta verte reír, pero... ¡no lo vuelvas a hacer!—gritó mientras reía, como advertencia.
—Entonces me pondré triste... ¿quieres eso?—habló acercando su rostro al de ella, por lo que Konan se sonrojó.
—E-Etto... ¡No me hagas chantaje!—dijo después de todo, manteniendo la compostura.
Los dos se separaron al fin, Yahiko aún con la sonrisa en la cara y ella sonrojada, cuando un tercero apareció. Nagato se sentía feliz. Habían tenido una vida de penurias, y ahora parecía como si todo hubiese acabado. No podía negar que todo había mejorado mucho, pero aún faltaba mucho camino por recorrer.
Verlos a ellos tan alegres lo tranquilizaba, le hacía ver que todo estaba yendo bien. Un carraspeo de su parte llamó la atención de sus compañeros, que lo saludaron alegres de vuelta.
—¡Nagato! Ya has vuelto.
—Sí, ha sido un largo viaje—sonrió con cansancio—. ¿Cómo va la escuela?—preguntó.
—Ya está acabada—informó Konan con soltura—. Sólo falta terminar de colocar los muebles. Cuando esté todo listo, podremos llamar a los que se inscribieron como profesores e ir avisando a las familias de Ame por si quieren llevar a sus hijos.
Yahiko y Nagato asintieron contentos al escucharla y entonces fue el turno de Nagato hablar de su viaje ya que Konan le preguntó sobre ello. Al saber que eran temas privados, decidieron ir a la oficina de Yahiko antes de hablar sobre éste. Una vez que llegaron, los tres se sentaron dispuestos a escuchar.
—Fui por los diferentes países, como ya sabéis. El primero fue el Ichibi, en la Aldea Oculta de la Arena. Es un niño de dos años y su padre, el Kazekage, piensa que no es el momento. En la Aldea de la Cascada, el Nanabi sigue siendo un bijuu libre. El jefe de la aldea no me dejó acercarme, ya que pactaron una relación pacífica sin molestarse el uno al otro. En la aldea de la niebla, el Jinchuriki del Rokubi es aún un niño. Su maestro lo está educando ahora, y nos pidió que esperásemos unos años.
—¿Cómo es él?—preguntó Yahiko, curioso.
—Es un chico vivaz y alegre. Se llama Utakata. Es un buen chico y su maestro me dijo que avanza rápidamente en los entrenamientos—Yahiko asintió y dejó hablar a Nagato—. Luego fui a Kumogakure. Killer B y Yugito, los jinchuriki del Hachibi y el Nibi, se unieron a nosotros. Aunque prefirieron quedarse en Kumo y ayudar cuando los necesitemos.
—Hablaremos de las ayudas y las misiones cuando Rin-san llegue a Amegakure. ¿Cómo fue con los jinchuriki del País de la Tierra?
—El Tsuchikage no me dejó hablar con ellos. Se niega a colaborar y básicamente me gritó en la cara que sólo queríamos robarles a los bijuu en la cara para alzar nuestro poder. Que el resto de aldeas habían sido idiotas por ofrecernos su ayuda y que si les quitábamos a sus Jinchuriki, tendríamos un enemigo que no desearíamos.
Todos pusieron una mueca de insatisfacción ante las palabras del Tsuchikage y el silencio reinó en la habitación. Esperaban llegar a buenos términos con él y que cambiara de opinión, hacerle ver que ellos no deseaban poder, sino paz. Que ellos buscaban la relación entre las aldeas ninjas de forma pacífica, que todos pudieran llevarse bien con el resto y pedirse ayuda entre sí.
Antes de poder decir nada, unos toques en la puerta los alertaron. Yahiko permitió el paso y entró un ninja bajo las órdenes del Amekage.
—Yahiko-sama. Dos hombres han llegado a la aldea. Dicen llamarse Han y Roshi, y provienen del País de la Tierra. ¿Qué hacemos?
Nagato abrió los ojos de par en par y miró a Yahiko. Inmediatamente, los dos se levantaron y corrieron hasta las puertas de la aldea, donde los dos esperaban pacientemente. Konan, preocupada, los siguió, curiosa por saber qué iba a pasar. Ambos eran adultos. Uno de pelo rojo recogido en una coleta y barba, y otro alto con la cara tapada por una máscara y un sombrero.
Yahiko se colocó el primero, quedando delante de ambos hombres con cara seria.
—Bienvenidos a Amegakure. Soy el Amekage, Yahiko. ¿A qué se debe vuestra visita?
—Yo soy Roshi, Jinchuriki del Yonbi, y él es Han, Jinchuriki del Gobi. Después de contactar con B-san, el Hachibi, decidimos unirnos a Akatsuki. Estamos hartos de que se nos trate como armas, que nos tengan al margen de la sociedad, por eso estamos aquí.
—Vamos a mi oficina. Esto es un asunto serio que tenemos que tratar.
Los dos jinchuriki asintieron y lo siguieron hasta la Torre. Nagato y Konan no podían creer que hubiesen llegado hasta Amegakure tan pronto. ¿Habían salido del País de la Tierra sin avisar? ¿El Tsuchikage sabía que ambos se habían marchado por voluntad propia?
Los cinco se encerraron en la oficina de Yahiko, los tres ninjas de Ame observaban a los jinchuriki con seriedad aunque en silencio, hasta que el pelinaranja carraspeó dispuesto a hablar.
—Nagato, el ahora líder de Akatsuki—dijo señalando al pelirrojo—, regresó esta mañana informándonos de que el Tsuchikage se negaba rotundamente a dejaros marchar. ¿Habéis hablado con él de esto?
—Nos fuimos sin decir nada. Si lo hubiéramos hecho, el Tsuchikage nos hubiera encerrado de por vida. ¿¡Es que no estáis ahí para protegernos!? ¿No es eso lo que predicáis?—rechistó Roshi con enfado.
—¡Por supuesto que estamos para proteger a los Jinchuriki, al igual que a todos en el mundo shinobi! Pero si fuimos a preguntar pacíficamente no fue por nada. ¡Estamos intentando evitar que nos tomen por obsesos del poder, Roshi-san! El Tsuchikage piensa eso de nosotros y está dispuesto a declararnos la guerra por quitarle a sus jinchuriki.
La tensión se fue acumulando, dejando sin palabras a Roshi. Yahiko enterró su cara entre sus manos con frustración y Nagato apoyó la mano en su hombro, en señal de consolación. Al parecer, Roshi no lo entendía y era igual de cabezota que su kage. No lo tenían nada fácil, mucho menos si Han lo apoyaba.
—Roshi-san. Entiéndalo—habló el pelirrojo—. Estamos comenzando, intentando hacer las cosas de la mejor manera para no causar una nueva guerra por reunir a los Jinchuriki. Nosotros no queremos vuestro poder, sólo que tengáis una mejor vida, una vida con gente a vuestro lado, como si somos Akatsuki como si son el resto de ninjas. Hacerles entender que no sois armas, sino una persona más, con sentimientos...
Roshi mostró una muesca de insatisfacción. Habían caminado por días para llegar a Amegakure y vivir la vida que deseaban, y ahora no querían que estuvieran ahí para evitar la guerra. Si sólo velaban por sus propios intereses prometiendo cosas que no iban a cumplir, no hacía falta seguir allí.
—Pensaba que iban a protegernos fueran cuales fueran las consecuencias, Yahiko-san, Nagato-san. Pero ya veo que nos vais a dejar en la estacada para huir de los problemas. Han, vámonos. No tenemos nada que hacer aquí.
Yahiko y Nagato los miraron sorprendidos. ¿Cómo podrían resolver aquello? Si llegaban a buen puerto con Iwagakure, su problema sería entonces el tener la confianza de Roshi y Han, que ahora se iban decepcionados. Había cambiado todo tan de repente que... se sentían abrumados. Sabían que Roshi tenía razón. Habían propuesto protegerlos de cualquier cosa, pero no esperaban que se creara tan tensa situación.
Un impulso de Yahiko llamó la atención de todos.
—¡Esperad!—gritó levantándose y haciendo que Roshi y Han giraran su mirada hacia él, observándolo de reojo—. Podéis quedaros, pero tenéis que enviar una carta al Tsuchikage que exprese que la decisión de venir hasta aquí ha sido vuestra. Una vez expresada vuestra voluntad, os protegeremos de lo que sea que venga. ¿Están de acuerdo?—preguntó con ojos cerrados y puños apretados, esperando una respuesta.
—Se nota que sois jóvenes sin experiencia. Está hecho. Enviaré una carta urgente a Onoki-sama con nuestra decisión. Si nos atacan, nosotros ayudaremos a combatirlos.
—¡Sora!—gritó Yahiko, haciendo llegar a un Jounin—. ¿Puedes acompañar a estos señores a un hostal? La cuenta va pagada por nosotros. Han-san, Roshi-san... cuando envíen la carta urgente, avísenme.
Los jinchuriki asintieron y salieron tras Sora antes de cerrar la puerta, justo cuando Yahiko se desvaneció quedando sentado en la silla. Enterró de nuevo su rostro entre las manos y respiró hondo, intentando asimilar lo que había ocurrido. Con ira, cogió el lapicero de encima de la mesa y lo lanzó con fuerza contra la pared.
—¿¡Por qué tiene que ser todo tan difícil!?—preguntó enfurecido—. ¿¡Por qué la gente no deja de pensar que todo el mundo conspira contra ellos!? ¿Acaso odian la paz? ¿Acaso se sienten bien matando a otras personas?
—Yahiko...—murmuró Konan con los ojos cristalizados, preocupada por sus compañeros.
—Hay que avisar a Minato-san y a Yagura-san. Al ser nuestros aliados, pueden perjudicarse si finalmente el Tsuchikage decide declararnos la guerra.
—Todo iba tan bien...
Un par de toques se escucharon tras la puerta, dando paso a un mensajero en cuanto Yahiko le permitió el paso. No tenían ganas ni ánimos para más noticias, fueran malas o buenas, pero tenían que seguir con su trabajo.
—¿Qué ocurre ahora?
—Ha llegado un mensaje de Suna, Amekage-sama.
Nagato y Yahiko se miraron, nerviosos.
—¿Qué dice?
—El Kazekage quiere hablar sobre la Alianza Shinobi. Si las condiciones le resultan llamativas, es posible que quiera unirse a la Alianza. Quiere tener una reunión pronto.
Yahiko suspiró con fuerza.
—Intentaremos encontrarle un hueco lo antes posible. Gracias.
En cuanto se fue, dejando la carta sobre la mesa del kage, los tras akatsuki se observaron.
—Seguiremos adelante, pase lo que pase. No podemos huir de los problemas que se interpongan en nuestro camino. Hay que hacerles frente—comentó Yahiko con seriedad—. Seremos grandes líderes, intentaremos velar por nuestra gente y por la de nuestros aliados... y los apoyaremos, sean cuales sean sus enemigos.
*********
Han pasado 84 años... desde que publiqué el anterior capítulo. Y de veras lo siento. Como ya os dije, pienso que es una total irresponsabilidad de mi parte, y lo entiendo, pero no he podido. No he tenido ni un poco de tiempo libre.
Pasé de hacer mi último examen final un viernes a empezar el siguiente cuatrimestre el lunes siguiente. Y no sólo eso, las nuevas asignaturas me dejan un horario de mierda. Estoy 12 horas todos los días de la semana encerrada en la universidad.
En fin, dejando de lado mis problemas, quiero deciros que voy a intentar escribir un capítulo semanal. INTENTAR, no prometo nada. Como ya sabéis, los estudios son lo primero.
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