Diecinueve

Maratón 3/4

Casa del patriarca Uchiha, Konoha

La marcha de la matriarca Uchiha desconcertó al pequeño Sasuke, quien no dejaba de preguntar por ella e Itachi no sabía qué decirle. No quería meter a su hermano en el mundo de la guerra tan temprano, y menos si su madre resultaba herida, así que simplemente respondía cambiando de tema con una sencilla pregunta.

—¿Quieres que te lleve a caballito al parque? Seguro que habrá muchos niños con los que jugar. Yo estaré contigo.

—¡Si!—contestó rápidamente con una gran sonrisa. Cogió su peluche de dinosaurio y extendió sus pequeños brazos para que Itachi se sentara para agarrarse a él.

Nada más lo alzó en su espalda, Itachi cerró la puerta de la casa tras él y se dirigieron al parque. Se sentía aliviado al notar que su pequeño hermano se divertía con él. Podía oír una leve risa tras su oreja y eso lo llenaba de paz.

Mientras iba caminando por las calles de la aldea, no podía evitar sentir algo de rencor por parte de los aldeanos. Era cierto que su padre se encargaba ahora de la aldea el tiempo que el Hokage participaba en la guerra, pero por lo que él entendía tampoco lo estaba haciendo tan mal. ¿Por qué los demás los observaban con tanta ira? ¿Acaso los envidiaban o simplemente los odiaban y ya?

Con un fuerte suspiro, siguió recorriendo las calles de la aldea en dirección al parque. Al llegar, pudo ver muchos niños de edades variadas jugando. Por lo que bajó al pequeño Sasuke de su espalda y lo animó a juntarse con los demás mientras él se sentaba en una de las bancas y lo vigilaba por si hubiera algún problema.

Sasuke miró de un lado hacia el otro, buscando algún juego que le interesara. Sin embargo, unos niños eran demasiado grandes para él y ya usaban chakra, cosa que él aún no había empezado a utilizar. Otros niños jugaban con los juguetes del parque. Un columpio, un tobogán o al juego de la lata y la rayuela. No sabía por cuál de ellos decidirse, así que volvió corriendo hacia su hermano cuando chocó con alguien.

Ambos niños cayeron al suelo, pero solo fue uno de ellos el que empezó a llorar. Sasuke, al abrir los ojos pudo ver que se trataba de una niña. Su pelo era de color rosado y le llegaba por los hombros, además de que dejaban ver una enorme frente. Pero al verla llorar por una herida en su rodilla, se preocupó.

—¿Etas bien?—preguntó algo tímido.

La niña lo miró parando de llorar y negó.

—Me duele...

—Nii-san te curará—habló el pelinegro tendiéndole la mano.

Sin embargo, Itachi ya estaba caminando hacia allí. Al principio se había asustado al verlos golpearse, pero cuando reconoció a la chica dejó que las cosas fluyeran entre ellos. Al parecer la pelirrosa se había hecho daño, pero quería ver cómo actuaba su pequeño hermano. Sonrió al verlos, y decidió que ya era hora de aparecer.

—Sasuke, ¿estáis bien?

—Ella se ha hecho pupa, nii-san.

—Vaya... Habrá que llevarla a que la curen. ¿Y tus papás?

—Mamá iba a comprar...—dijo la niña aún triste por la herida.

—¿Te parece si vamos a buscarla? Así podremos curarte esa herida.

Ella, algo tímida, secó sus lágrimas y asintió. Sasuke, preocupado, dejó que su hermano la llevara en su espalda, mientras que él agarraba su mano para no perderse. Se dirigieron así al mercado, buscando a la madre de la pelirrosa.

—Cuando veas a tu mamá, dilo. ¿Vale?

—Sí...

—Por cierto, ¿cuál es tu nombre?

—Sakura...

—Encantado, Sakura—sonrió Itachi—. Yo soy Itachi, y él es mi hermano Sasuke.

Sakura, algo más animada, asintió alegre. Había conocido a dos personas que habían sido buenas con ella. Y lo más importante, no habían mencionado su frente. Con una leve sonrisa, siguió mirando por el mercado, hasta que por fin vio a su madre. Era una mujer de cabellos rubios y ojos verdes, quien parecía muy activa. Estaba comprando fruta en el puesto cuando Sakura la encontró.

—Allí etá mi mamá—habló señalando el puesto de fruta.

—Bien. 

Poco a poco se fueron acercando a ella cuando la pequeña Sakura la llamó alertándola. La mujer rubia miró hacia ellos, y se preocupó al verla con unos desconocidos. Rápidamente, corrió hasta ellos y con un gruñido de impotencia, apretó las bolsas de la compra en sus puños y miró a su hija.

—¡Sakura! ¿¡Qué te dije de irte con desconocidos!?

Gomene... —susurró con voz tímida.

—Lo lamento, señora. Ella se tropezó con mi hermano y se hizo daño en la rodilla. Vinimos a buscarla para que pudieran curarla...—habló Itachi con un leve tono enfadado por el trato que aquella mujer le daba a su hija.

—No te preocupes, yo la llevaré al hospital para que la curen... Arigatô por traerla. Ahora, si nos disculpan... Me gustaría llevarme a mi hija.

Itachi, asintió no muy convencido y bajó a la pequeña de su espalda antes de ver cómo las dos se marchaban. Incluso pudo ver que la pelirrosa miraba hacia atrás con rostro de culpabilidad.

—Su oka-san es mala, nii-san...—dijo el pequeño Sasuke molesto y con los mofletes hinchados.

"Siento que esta sea tu futura suegra, Sasuke...", pensó el mayor formando una mueca. Finalmente, agarró la mano de su pequeño hermano y siguieron caminando por el mercado. Sin embargo, al ver la Torre Hokage, decidió pasarse para ver a su padre y preguntarle a él por su madre.

No tardaron mucho en llegar a la Torre, por lo que entraron e Itachi pidió ver a Fugaku. La mujer les comentó que ahora mismo estaba libre, por lo que podían verlo. Tras las indicaciones que le había dado, subió a Sasuke a su espalda y comenzó a subir las escaleras en dirección a su despacho. Tocó a la puerta y la voz de su padre le permitió el paso. 

—Itachi... Sasuke. ¿Por qué estáis aquí? ¿Ha sucedido algo en casa?—pregunto preocupado.

—No. Sólo hemos venido a saludar—mencionó Itachi cerrando la puerta tras él.

Fugaku se sorprendió por ello, ya que era la primera vez que el joven Uchiha iba a visitarlo a su trabajo. El pequeño Sasuke sacudió su mano para saludarlo alegre.

—Qué grata sorpresa... Anda, sentaros aquí conmigo—dijo el patriarca Uchiha colocando un par de sillas a su lado—. Lamento no pasar por casa estos dos últimos días, hay mucho trabajo aquí.

—No te preocupes, oto-sama—comentó el mayor con indiferencia—. Oka-san ya me dijo que tendría que ocuparme de todo... ¿Cuándo... Cuándo volverán?

—Estoy esperando noticias de Amegakure. Pero las últimas ya aseguraron que todo había acabado. Estarán preparando todo para volver, así que seguramente volverán hoy o posiblemente mañana.

Itachi asintió, observando a su hermano jugar con su dinosaurio de peluche. Al escuchar que posiblemente Mikoto llegara al día siguiente, el pequeño sonrió ampliamente con ilusión. Itachi, sin embargo sabía que aunque había acabado, seguramente habría bajas. ¿Y si su madre había resultado herida? O incluso peor... No quería pensar en eso. No quería perder a nadie más.

Alguien tocó a la puerta y Fugaku permitió el paso. Hiruzen acompañado de un ANBU apareció tras ella descubriendo con sorpresa a los dos niños a los lados del Uchiha. Con una sonrisa, juntó sus manos a la espalda y caminó hacia ellos.

—Buenas tardes, Fugaku-san. Ya veo que estás acompañado. Qué mayores estáis ya... Itachi, Sasuke.

—Sandaime Hokage-sama...—susurró Itachi antes de levantarse y hacer una reverencia.

El viejo Sarutobi rió por la gran educación que tenía el joven Uchiha y soltando sus manos, negó con una de ellas. Admitía que se sorprendía por la madurez que demostraba aún siendo tan pequeño, y aunque le parecía triste que aquel niño no disfrutara de su infancia como un niño normal, también le alegraba saber que podían contar con un genio como él en el futuro.

—No hace falta que te inclines, Itachi. Me alegra saber que estáis bien. Fugaku, me gustaría hablar en privado contigo. ¿Sería posible?

Fugaku se sorprendió por ello, pero asintió. No hizo falta que le dijera nada a su hijo mayor, ya que él ya estaba cargando a su hermano en brazos para marcharse.

—Itachi, cuida un poco más de Sasuke. ¿De acuerdo?

—Sí, oto-sama...

Sin más que decir, los dos niños volvieron a casa. Que el Sandaime Hokage tuviera que hablar de algo privado con su padre no hacía más que preocuparle. ¿Y si había malas noticias de la guerra en Ame? ¿Y si se trataba de ese rencor hacia los Uchiha que había estado apareciendo entre los aldeanos desde hacía un tiempo? No sólo lo había visto en las miradas de los demás, sino también recordaba los comentarios de los niños de la academia hacia él. Un golpe de estado... ¿cómo había surgido esa idea? ¿Era cierto que su padre había pensado en esa posibilidad contra la aldea de Konoha? Según ellos, no era verdad...

—¡Nii-san! Es la niña de antes...—le dijo Sasuke señalando hacia un campo a la orilla del río.

Estaba tan absorto en sus pensamientos, que no se dio cuenta de ello. La pequeña pelirrosa estaba acompañada de más niñas, pero no parecía pasárselo bien. El resto de niñas parecían reírse de ella, y la pequeña Sakura intentaba tapar su frente con su pelo lo más rápido posible con los ojos aguados.

—Parece que va a llorar...—susurró el mayor.

Sasuke bajó de la espalda de su hermano para asombro de Itachi y dejándole a su dinosaurio, corrió hasta ellas. Itachi lo observó desde arriba sorprendido. ¿Acaso... la estaba protegiendo? Una sonrisa tierna apareció en su cara de nuevo. Amaba a su pequeño hermano por encima de todo, y no podía negar que estaba celoso. Poco después se sumó una niña rubia y ojos aguamarina que también estaba protegiéndola. 

—Sasuke... protégela siempre. No quiero verte llorar otra vez...—susurró recordando el día de la muerte de la Sakura del futuro. Su hermano estaba muy afectado. 

*********

Konoha, al día siguiente.

Itachi se levantó con nuevas energías. Estaba esperando que su madre volviera por fin de la guerra, necesitaba que volviera, y tenía un buen presentimiento. Miró a su lado. El pequeño Sasuke aún dormía agarrado a su peluche. Y sonrió, volviéndose a acostar. Esperaría a que se despertara para comenzar a hacer el desayuno. 

Sin embargo, no hizo falta esperar para levantarse. Unos ruidos en la casa lo alertaron y se encendió su estado de alarma. Sin despertar al pequeño, abrió uno de los cajones y sacó un kunai. Poco a poco, fue caminando por los pasillos hasta llegar a la cocina. ¿Y si era un ladrón? Se colocó en una postura de ataque y contando hasta tres, saltó hacia la cocina apuntando al desconocido con el kunai. El olor a quemado lo molestaba.

La situación se volvió estrepitosa. Por el susto, el hombre dejó caer la sartén e Itachi se sorprendió al descubrir de quién se trataba.

—¡Oto-sama!—lo llamó—. ¿Qué...?

—Itachi... Perdona, ¿te he despertado? Estaba intentando hacer el desayuno—dijo con algo de vergüenza.

Pero era Itachi quien lo miraba con una ceja alzada. Toda la comida que había intentado preparar, estaba quemada. Con un suspiro, cogió la sartén del suelo y tiró la tortilla de un color más negro que el carbón.

—Normal que mamá se ocupe de la comida...—comentó Itachi haciendo que su padre se molestara.

—Encima de que lo intento...

—Déjame a mí. Sasuke aún todavía está durmiendo...

—Eres igual que tu madre. Bien, yo vigilaré a Sasuke.

Cuando se marchó, Itachi sonrió. Ver a su padre intentando hacer el desayuno mientras ellos descansaban le había hecho muy feliz. Era cierto que había quemado la comida, pero la intención es lo que contaba.

En general, el día fue normal. Fugaku nada más desayunar los tres juntos, se había marchado de nuevo a la Torre Hokage y los dos niños se quedaron en casa. Itachi tenía que estar pendiente de su hermano y, aunque a veces necesitaba un poco de libertad para destensarse en el entrenamiento, no podía quejarse. Cuando jugaba con Sasuke, no paraba de correr y de atraparlo. Ese no solo era entrenamiento, algo leve, para él, sino que también era un leve entrenamiento para su pequeño hermano.

A la tarde, mientras jugaban, Itachi pudo oír el sonido de la puerta principal abrirse. El pequeño Sasuke también lo oyó y salió corriendo hacia allí.

—¡Oe! ¡Espera, Sasuke! —salió detrás de él.

Sin embargo, cuando vio a la persona que había llegado, sonrió. Mikoto había vuelto y parecía estar muy bien. Vio a su hermano abrazarla con fuerza y él se acercó también.

—Oka-san... Has vuelto. ¿E-Estás bien?

—Perfectamente, Itachi. Me quedé cuidando de Menma-kun. No te preocupes—sonrió ella—. ¿Cómo habéis estado por aquí?

Por fin había vuelto. Por fin podía respirar con facilidad.



***********

Perdonadme... Se borró el capítulo y tuve que rehacerlo *lloro*. No ha quedado igual... pero bueno. He intentado seguir lo que ya estaba escrito.

Mañana o pasado publicaré el último capítulo de la maratón. Espero que os esté gustando. Aquí se despide Luthien, ciao!

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