Llegar tarde

Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.

Llegar tarde

Cuando el taxi de Jérémie y Aelita llegó a la explanada del hotel no parecía haber ni un alma. El cuatro por cuatro y el coche de Yumi eran los únicos allí aparcados, así que, por lo menos, ella debía de estar allí. Nadie salió a recibirlos por lo que se dirigieron a la puerta de entrada y la empujaron en sincronía. La recepción estaba desierta.

—¿Hola? —murmuró Aelita al espacio vacío.

El interior estaba caldeado, las luces encendidas y olía un poco a comida. Debería de haber alguien.

—Hola —respondió Yumi levándose de la butaca en el rincón en el que leía.

Aelita, sorprendida, se pegó al brazo de Jérémie cuando la puerta del lateral se abrió con un suave quejido.

—Ah, sois vosotros.

—Ho-hola Sissi —saludó Jérémie al reconocer la cabeza que asomaba por la rendija—. Perdona, nos has sorprendido un poco.

Se encogió de hombros saliendo de la sala para reunirse con ellos en la recepción; no iba a ofenderse, no ganaría nada haciéndolo, además, ella también se había asustado la primera vez que Odd asomó la cabeza desde el espacio de servicio.

—Odd está por arriba enseñándole el lugar a los otros, bajará en seguida.

Sissi meneó la cabeza como si acabara de darse cuenta de algo transcendental y les sonrió.

—¿Cómo estáis?

Jérémie y Aelita intercambiaron miradas sorprendidas, sin embargo, Aelita se repuso primero devolviéndole la sonrisa.

—Bien, gracias. ¿Cómo estás tú?

—Bien —respondió incómoda.

Allí estaba su eterna rival y dos de las personas con las que más se había metido durante su época en Kadic. De repente le pareció una idea ridícula el haber aceptado estar allí con ellos toda una semana. Una cosa era verlos un rato juntos o por separado, otra hacerlo durante siete largos día. Tendría que haber puesto una excusa y haberse ido a donde fuera, ahora ya era tarde y no tenía escapatoria.

—El sitio es precioso —añadió Jérémie intentando romper el ambiente incómodo.

—Gracias, nos ha dado mucha faena.

Imprevistos, trabajos anteriores mal hechos, moho tras una pared y unas ventanas que no cerraban bien. Si aquel lugar desastroso tenía tan buen aspecto era gracias a Odd que no se había rendido y la había mantenido interesada en lo que hacían. Odd nunca había perdido la esperanza de conseguirlo y, al final, le había tenido que dar la razón.

—No se lo digáis muchas veces a Odd o se pondrá a fanfarronear.

Jérémie asintió despacio.

—¿Somos los últimos en llegar?

—No, Ulrich no ha llegado —contestó Yumi desviando la mirada hacia la puerta.

—Espero que no se eche atrás como la última vez —murmuró Aelita.

—Peor para él si lo hace —replicó Sissi con un suave toque de exasperación en su tono de voz—. La vida sigue con o sin él.

Aunque lo que decía era coherente les sorprendió, porque era Sissi y siempre había estado colgada de Ulrich, tanto era así que su mundo entero parecía girar en exclusiva a su alrededor.

—¡Aelita, Jérémie! —exclamó Odd desde lo más alto de la escalera—. Empezaba a pensar que nos daríais plantón.

—¡Odd! —Aelita esperó hasta que estuvo abajo para lanzarse a sus brazos—. Nunca haríamos algo así.

—Más os vale porque no os lo habría perdonado nunca —contestó riendo—. Pues ya sólo nos queda nuestro Mister Alegría.

Aelita y Jérémie saludaron con naturalidad a Emilie y William y, tras instalarse y el paseo turístico para enseñarles el edificio se reunieron todos en el comedor para hablar y ponerse al día.

La conversación durante los primeros minutos giró en torno a Kadic, los profesores y las amistades de entonces, después se desvió hacia el plano algo más personal, hablaron de trabajo, de la sorpresa que se habían llevado al descubrir que William y Emilie eran pareja y, finalmente, empezaron a pensar en qué iban a cenar preguntándose si Ulrich tenía intención de aparecer o no.

Odd, hastiado, salió a la explanada de la entrada y se dispuso a llamar a su amigo, si no pensaba ir, al menos, podría decirlo. Ya sabía que Ulrich estaba incómodo por su no-relación con Yumi, pero los demás no tenían la culpa de que fuesen un par de idiotas sin remedio. El móvil dio un tono, otro y uno más antes de que una maldición inundase la línea telefónica.

—Ya sé que llego tarde —farfulló molesto—. No me jodas, esto es una odisea, si lo llego a saber me quedo en mi maldita casa.

—¿Odisea? No es tan difícil llegar aquí.

—Mira, no me tires de la lengua. Me he pasado de parada, me han quitado el único taxi que había y tras cuatro horas esperando he conseguido uno que ¡no te lo vas a creer! Ha pinchado —explicó tan enfadado que Odd agradeció no tenerlo delante—. Así que estoy en mitad de la nada con el culo congelado esperando a una jodida grúa o al taxi que se suponía que tenía que aparecer para rescatarme hace como dos horas.

»Prefiero un millón de ataques de X.A.N.A. que volver a hacer esto.

Odd se mordió el carrillo para evitar echarse a reír, no le convenía alterarle más de lo que estaba.

—Envíame tu ubicación e iré a recogerte con el cuatro por cuatro del hotel.

—Espero que tu coche llegue antes que la pulmonía que voy a pillar.

Odd regresó al interior caldeado del hotel, se asomó al comedor y le explicó que iba a buscar a Ulrich, aunque evitó relatarles lo que le había ocurrido. Tomó las llaves del cajón de recepción, se enfundó su abrigo y revisó el móvil para comprobar que le había mandado la ubicación en la que se encontraba.

El cuatro por cuatro arrancó con facilidad, echó el asiento hacia adelante y salió del aparcamiento. Ulrich había tenido bastante suerte, no se había quedado tirado muy lejos, así que en menos de diez minutos podría ver aquella cara enfurruñada suya. Odd rió.

—Lo tuyo sí que es llegar tarde, amigo —musitó echándose a reír de nuevo.

La mala suerte de Ulrich era digna de estudio.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! Ya sólo falta Ulrich para que sea una reunión en condiciones.
Mañana más.

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