La suite
Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.
La suite
La distancia se había cerrado del todo y esperaba que de manera definitiva. Sentía el calor de la piel de Yumi en las palmas de las manos traspasando el jersey de lana, también el de las manos de ella en su espalda, la caricia suave de sus labios y delicado cosquilleo de su respiración en la mejilla. Casi había olvidado lo agradables que eran todas aquellas sensaciones y lo mucho que deseaba sentirlas.
Lo suyo, que nunca había llegado a despegar, no les había impedido compartir algunos besos en el pasado, pero ya no eran dos críos compartiendo besos torpes y tímidos, eran dos adultos que habían acumulado experiencia con el paso de los años y habían perdido parte de la timidez y candidez de entonces. Si no estuvieran donde estaban sería fácil dejarse llevar, sin embargo, Yumi no se sentiría cómoda y él tampoco. También podían esperar, no había prisa, esta vez no pensaba intentar correr antes de caminar; tampoco presionaría.
Un suave zumbido sonó en la habitación, Ulrich trató de ignorarlo, pero Yumi se apartó con suavidad, acariciando su mejilla. Descubrió que lo que emitía aquel sonido era el móvil de Yumi cuando ella lo sacó del bolsillo trasero de sus pantalones. Esperaba que no fuese Aelita otra vez dispuesta a interrumpir cualquier intento de avanzar, la quería, pero dos interrupciones seguidas serían demasiadas.
—Es Hiroki —susurró.
—Contesta.
Yumi cortó la llamada antes de volver a guardar el móvil en el bolsillo.
—Ya le llamaré más tarde.
—En serio, contesta.
—Ulrich, ya le llamaré luego.
Había sonado exasperada. No era una buena idea seguir por aquel camino, cagarla cuando parecía que las cosas, por fin, estaban avanzando.
—Cuando volvamos a la civilización, ¿qué vamos a hacer?
Ulrich seguía viviendo cerca de Kadic, en un pequeño apartamento que alquilaba a medias con un amigo. Yumi, en cambio, se había mudado a París al entrar en la universidad y allí se había quedado. La distancia no era tan grande, pero tendrían que recurrir al coche o al transporte público si querían verse y eso, a la larga, podría llegar a ser un problema. A Ulrich le preocupaba que el ir arriba y abajo desgastase la relación que trataban de hacer despegar.
—No lo sé —contestó ella—. No creo que dejar ahora París sea una buena idea. Acabo de matricularme, ir y venir cada día sería farragoso.
—No iba a pedírtelo, quiero decir, que no tienes que poner en pausa tu vida por mí ni por nadie.
—Pobre de ti si lo hicieras —soltó con tono divertido.
Ese error lo había cometido una vez y no pensaba repetirlo. Ya no era un crío, había madurado.
—Igual hablar de esto es un poco precipitado —musitó Ulrich, en realidad, buscar pensar en el futuro cuando lo único que habían compartido era un par de besos a escondidas en aquella suite, era correr demasiado—. Quiero decir que no hay prisa y podemos adaptarnos.
—Ulrich.
—Oye, voy en serio.
Yumi le dio un suave empujón.
—Eso ya me lo has dicho.
—Por si tenías alguna duda.
—Muy bien chico que va en serio, hablemos un poco, ¿de acuerdo?
Le invitó a sentarse en la cama. Necesitaban hablar, con darse un par de besos y decir que iba en serio no cambiaría nada, porque quedaban demasiadas cosas en el aire, muchas heridas por cerrar y muchos malos entendidos por aclarar.
—No vamos a presionarnos, ¿de acuerdo, Ulrich?
—Sí, claro. Quiero hacer las cosas bien esta vez.
—Vale.
—Seré paciente, nada de escenas absurdas de celos —continuó Ulrich, aunque aquello podían aplicárselo los dos—. Y, desde luego, no tengo ninguna intención de forzarte a hacer nada que no quieras.
—No es eso lo que me preocupa —susurró ella—. Ambos hemos crecido y somos conscientes de las consecuencias de lo que hacemos. Sé que no vas a presionarme.
—Entonces ¿qué es lo que te preocupa?
Yumi se dejó caer de espaldas sobre el colchón, suspiró como si estuviera muy cansada de repente.
—Si no funciona, no nos hagamos daño, ¿de acuerdo? Seamos sinceros con el otro, no dejemos que nada estropeé nuestra amistad.
—Vamos a hacer que funcione.
—Ulrich, nuestros antecedentes no son demasiado buenos.
—Creo que hemos mejorado un poco desde Kadic. Hemos logrado no discutir durante dos días seguidos, ni decirnos «pero oye, que tú y yo sólo somos amigos».
El colchón vibró con la risa de Yumi, apostaba a que lo último que quería era reírse mientras mantenían aquel tipo de conversación. Sus discusiones no eran a consecuencia, en exclusiva, de lo celos, también discutían porque ambos poseían caracteres fuertes que los hacían chocar en los momentos más inesperados y por las estupideces más variadas. Se habían herido sin intención real de hacerlo.
Ulrich se estiró a su lado mirando el techo como ella.
—¿Crees que hemos madurado lo suficiente?
Aunque Yumi se había incluido en la pregunta, Ulrich, sabía que se refería a él que había destacado en aquello de ser un mocoso testarudo incapaz de comprender que había momentos en los que ceder para llegar a un punto medio era lo más adecuado.
—Sin duda, ya lo verás.
—Está bien, intentémoslo, hagamos que funcione.
—¿Desde ya?
Yumi giró la cabeza para poder mirar su perfil. Entendía el significado real de la pregunta, así como lo que implicaba hacerlo estando allí encerrados con los demás, todas las miradas que se clavarían en ellos tratando de discernir si iban bien o no, los comentarios bien intencionados que surgirían y la presión que les haría sentir. No, no era una buena idea hacerlo oficial estando encerrados en el hotel de Odd rodeados de nieve y amigos, lo mejor sería continuar como si nada y dar los primeros pasos oficiales una vez en casa.
—No quiero tener a Odd preguntando cada dos minutos si estamos bien —musitó ella.
—Ni yo a Aelita haciendo planes de futuro como si el mundo estuviera a punto de acabarse —añadió él.
»Pero si nos pillan tendremos que explicárselo.
Continuará
Notas de la autora:
¡Hola! Ayer no pude actualizar porque estoy medio de mudanza, pero aquí vamos de nuevo acercándonos al final.
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