La escalera
Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.
La escalera
El muñeco de nieve de Aelita se alzaba orgulloso en un lateral de la entrada como si siempre hubiera estado allí y aquel fuese su lugar natural. Era algo infantil, pero también algo que pegaba con Aelita porque ella veía el mundo de una manera diferente. Aelita tenía aquel punto infantil e inocente que contrastaba con el resto de su carácter; así era Aelita y así estaba bien. A Ulrich le gustaba, le hacía sentirse cómodo a su lado, también le permitía confiar en ella sin tener que medir cada palabra que decía.
Ulrich esquivó a Odd, subiendo las escaleras a toda prisa como si le persiguiera el diablo en persona. Quería ahorrarse el predecible interrogatorio sobre qué habían estado haciendo tanto rato los dos solos, también quería evitar que notase que sabía qué había ocurrido con Emilie y William, aún estaba un poco alterado por imaginarse a la pobre Emilie tirada en el suelo mientras aquel cabrón conducía como un loco siendo un peligro público. Menudo cabronazo, ojalá se pudriese en la cárcel para siempre.
A pesar de aquello, habían pasado un buen rato. Tanto la ida a solas con Yumi, la conversación en el banco, como la vuelta a solas de nuevo. Igual era su imaginación, o las ansias de cruzar la trinchera del "sólo amigos", pero lo cierto era que la sensación de que Yumi le dejaba la puerta abierta a algo más le había invadido. No se atrevía a preguntarle. No quería quedar en ridículo al descubrir que su imaginación le jugaba una mala pasada de nuevo. Yumi podía rechazarle y él lo aceptaría como ya había hecho antes. También podía corresponderle y estaría preparado para estar a la altura. Pero ¿qué iba a hacer?
Suspiró y abrió la puerta de su suite, porque quedarse plantado en medio del pasillo sería absurdo. Se dejó caer en la cama, estaba un poco cansado, también tenía frío.
—¿Qué voy a hacer? Si meto la pata se acabó.
Pero merecía la pena correr el riesgo, o eso creía. Si lo suyo con Yumi tenía futuro, valía la pena. En Kadic lo habían aparcado de manera indefinida, por sus celos, Aelita, Lyoko, Franz Hopper y el bien del grupo. Merecían una segunda oportunidad, ¿verdad?
—Vale —susurró incorporándose—. Se acabaron las dudas. No seas cobarde, Ulrich.
Sin embargo, le daba miedo. La posibilidad de que Yumi aún le correspondiera le daba un poco de vértigo.
—Allá voy.
Quedarse allí plantado pensando en posibilidades no iba a ayudarle. Sólo tenía que salir, plantarse frente a Yumi y salir de dudas. No era tan difícil. Podía hacerlo. Iba a hacerlo. Y, para bien o para mal, rompería aquel limbo en el que llevaban atrapados demasiados años.
Abrió la puerta con seguridad, pero volvió a cerrarla, dejando una estrecha rendija abierta, al escuchar unos pasos subiendo por las escaleras. Si era Odd no quería verle, si era su cabellera rubia la que asomaba por el rellano cerraría discretamente y fingiría estar en la ducha. Contuvo la respiración, pero no fue Odd quien subió hasta el rellano.
Yumi se detuvo en lo alto de las escaleras, le echó un rápido vistazo a su puerta y abrió la suya. Se preguntó si habría notado que no estaba del todo cerrada o si le habría llegado a ver escondiéndose como un idiota.
—¿Qué estás haciendo? —se preguntó a sí mismo.
Después de decidir que le echaría valor, enfrentaría sus sentimientos y hablaría con ella iba y se quedaba escondido detrás de la puerta como si fuera un crío estúpido. Así no iba a avanzar nunca, seguiría en la trinchera, acabaría prolongando aquel punto muerto que le desesperaba. Ya no era un crío. No era un cobarde. Podía hacerlo e iba a hacerlo. En cuanto Yumi volviera a abrir aquella puerta la abordaría. Sí, lo haría.
Esperó inmóvil, animándose a sí mismo para no echarse atrás, repitiéndose mil veces que todo iba a ir bien. Hasta que Yumi volvió a abrir la puerta, se había cambiado de ropa, tenía que salir ya. Tiró de la puerta con decisión.
—Pensaba que ya estarías abajo —musitó Yumi con una sonrisa en los labios—. Estaba congelada, he aprovechado para darme una ducha caliente.
—Yo he hecho lo mismo, hemos estado demasiado rato en el banco.
—No me arrepiento de ello.
De acuerdo, no estaba siendo valiente, ni se estaba sincerando, ni aquella cháchara de rellano serviría de nada.
«Puedes hacerlo» se recordó a sí mismo.
—Oye, Yumi, quiero decirte algo.
—Te escucho.
Igual era una mala idea, tal vez sería mejor esperar al último día para así evitar que el ambiente se volviera raro, quedaba demasiado tiempo para estar allí arriba y no podría evitarla si no salía bien.
—Yo... lo de antes, las cosas de las que hemos hablado.
—¿Qué pasa con eso?
—Bueno...
¿Por qué le estaba costando tanto decir aquellas pocas palabras? Si se había decidido a dar el paso ¿por qué estaba dudando? Suspiró.
—Yumi. Ahora ya no estamos en Kadic.
—Lo sé.
—No tenemos que seguir como en Kadic.
—Ulrich, ¿qué estás intentando decirme?
—Que no necesitamos poner nuestras vidas en pausa.
Yumi le miró confundida, no podía culparla, no estaba siendo muy claro, hasta él se sentía confundido.
—Podemos intentar seguir adelante —continuó sintiendo que no estaba llegando a ningún lado—. Tú y yo, podemos hacer nuestra vida.
—¿No es eso lo que estamos haciendo?
—Sí, no. Quiero decir... ya me entiendes.
—No, la verdad es que no te estoy entendiendo.
Resopló frustrado. Incluso cuando intentaba hacer bien las cosas le salía mal. Era un desastre, no iba a avanzar nunca. Si seguía así nunca llegaría a ningún lado.
—Yumi, ¿por qué no lo intentamos?
—¿El qué?
Hubo algo en el tono de voz de Yumi que le hizo preguntarse si no estaba jugando al despiste y, en realidad, sabía exactamente a lo que se refería, que sólo trataba de torturarle hasta que hablase claro.
Las palabras se negaban a salir de la manera correcta, de acuerdo, lo haría de otra manera. La sujetó por la muñeca y recortó la distancia con ella, lograría que le entendiera.
Continuará
Notas de la autora:
¡Hola! Vamos acercándonos al final, la historia iba a ser de 31 capítulos, pero tal vez lo alargue un poco más.
Mañana más.
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