La cena
Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.
La cena
Cuando Ulrich entró en el comedor, tras la visita de rigor al hotel, sólo hubo miradas, pero ninguna broma al respecto de su gran demora. Le sorprendió encontrarse a Emilie, pero recordó que Odd le había dicho que William estaba acompañado. De acuerdo, nunca habría imaginado a aquellos dos juntos, pero él no tenía derecho a opinar sobre quién se relacionaba con quién. Además, si se entendían bien y se querían pues perfecto, no sería él quien se quejase.
Saludos, abrazos, el batiburrillo habitual de preguntas y comentarios llenos de familiaridad pusieron fin al debate que había mencionado Odd sobre la cena. Sissi se levantó de la silla, meneó la mano con desgana y se fue hacia su cocina decidida a preparar lo que fuera o acabarían muriéndose de hambre el primer día.
Emilie parecía incómoda, fuera de lugar, ella no había sido parte del grupo en ningún momento, aunque se hubiese llevado bien con todos y en el último año, Yumi y ella hubieran entablado algo así como una amistad, no podía evitar sentirse como la tostadora roja que destacaba y rompía la armonía de una cocina llena de muebles blancos y electrodomésticos de acero. William la rodeó con el brazo, le plantó un beso en la sien y la ayudó a colarse en el tema de conversación de los demás.
Era raro, pero también cómodo. Habían pasado los años, sin embargo, en cierto sentido era como si nunca se hubieran separado.
Yumi apuró lo que le restaba de su bebida y suspiró.
—¿Os acordáis de aquel hueco extraño junto a la sala de calderas en Kadic? —preguntó haciendo un esfuerzo por hablar de cosas neutras y alejadas de Lyoko para que Emilie dejara de sentirse fuera del grupo—. ¿Qué demonios debía de ser aquel lugar?
—Tal vez era el rincón de ligue de Jim —bromeó Odd.
—Creo que Jim era más del invernadero —contestó William.
—¿Estáis hablando en serio? —inquirió Emilie.
—Una vez le vi salir de allí con la Hertz —añadió William—. Y ya sabéis que tenían un rollo extraño, tema del que Jim prefería no hablar.
—Seguro que era un simple almacén —soltó Ulrich a quien la idea de imaginar a Jim usando aquel espacio como nidito de amor le daba un poco de repelús.
—La verdad es que había un montón de recovecos extraños en el edificio —musitó Odd. Algunos los habían encontrado huyendo de ataques de X.A.N.A., otros por casualidad y de algunos le había hablado Sissi—. Tenéis que admitir que era un sitio un poco raro.
Jérémie se encogió de hombros, pero pareció animarse de repente.
—Encontré unos archivos en el sótano cuando buscaba piezas para hacer a Kiwi2 —explicó dando un par de golpecitos sobre la mesa con la yema del dedo—. Parece que el edificio fue una especie de sanatorio antes que una escuela.
—¿Te lo estás inventando? —preguntó Aelita sorprendida, a pesar de que su marido no era hombre de gastar ese tipo de bromas, no sonaba como algo real.
—No, lo digo en serio.
—Seguro que Sissi sabe alguna cosa más. ¿Sabíais que, en la planta de los profesores, al lado de la salida de emergencia, hay una trampilla con una escalerilla que baja a un sótano tapiado? —Odd les sonrió orgulloso por descubrirles un detalle que no conocían—. Un día bajamos juntos para ver qué había. Era enorme, pero estaba completamente vacío.
—A lo mejor era un refugio antiaéreo de la guerra —aventuró Aelita, había varios desperdigados por todo el país.
—Podría ser —continuó Yumi—. Está cerca del río y del bosque, habría sido un buen lugar para esconderse.
El móvil de Odd vibró sobre a mesa, lo tomó y miró el nombre de la pantalla. Sonrió y se puso en pie.
—El deber me reclama, ya podéis ir a lavaros las manos porque os chuparéis los dedos.
Sissi estaba acabando de emplatar la cena cuando Odd cruzó la puerta de vaivén que, oculta de la vista, comunicaba el comedor con la cocina.
—Eso huele de maravilla.
—Odd, espero que mañana me eches una mano con esto de la comida, porque si son incapaces de ponerse de acuerdo con algo tan sencillo me va a dar algo.
No podía decir que no la comprendiera, ni que no simpatizase con su problema, pero Sissi parecía haberse olvidado de algo importante.
—Cariño, eres la chef, cocina lo que quieras y se lo comerán —musitó moviendo las manos con delicadeza—. En Kadic nos comíamos lo que Rosa preparaba sin rechistar. —Ella le lanzó una mirada enfurruñada—. No me mires así, tu comida es deliciosa, no habrá ninguna queja al respecto y si la hay los dejamos fuera refrescándose.
—No serías capaz de hacerle eso a tus amigos.
—¡Claro que sí! Tú eres mi familia, y la familia es la familia —pronunció forzando el acento italiano al máximo.
—Eres un payaso —replicó sin poder aguantarse la risa.
Odd cargó con varios platos a la vez, haciendo gala de lo que había aprendido trabajando de camarero un par de veranos para ganar algo de dinero con lo que financiar unos proyectos audiovisuales que no había salido como esperaba. Sirvió la mesa con elegancia, dejándolo todo perfectamente colocado y al alcance de todos.
Ante la comida y con un par de botellas de vino la conversación fluyó con más facilidad, Emilie no dudó en alabar a Sissi por lo delicioso que estaba todo, algo con lo que los demás estuvieron de acuerdo.
Retomaron el tema de Kadic y sus recovecos a lo que Sissi añadió algo más de información. Su padre había aceptado el trabajo como director porque la historia del complejo le había fascinado, así que ella había crecido oyéndole hablar de sus múltiples usos y etapas. Su derrumbe parcial, su reconstrucción y su reconversión en internado. Jérémie la escuchó con tanta atención que, incluso Aelita, se sorprendió. Allí había dos historias entremezclándose la del complejo de Kadic y la del superordenador en la fábrica. Era evidente que algo así le interesaría, también que quería preguntar muchas cosas, pero que no lo haría para no revelar el mayor secreto de sus vidas.
Continuará
Notas de la autora:
¡Hola! Kadic, el tema de conversación más simple para arrancar y que, seguro, traerá alguna consecuencia.
Mañana más.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top