El lago

Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.

El lago

El lago apareció tras un suave desvío a la izquierda, rodeado de altos árboles cuyas ramas desnudas estaban blancas por la nieve. Parecía un lugar perfecto para pasar una tarde de verano en familia, incluso había bancos en los que sentarse a descansar. La pequeña excursión había sido una buena idea.

Con los dedos entrelazados caminaron hasta la orilla. El agua estaba en calma, los pececillos nadaban imperturbables bajo la superficie cristalina y lo único que se oía eran algunos pájaros despistados. Un destello de Lyoko se superpuso con el paisaje ante sus ojos, otro lago en un paraje nevado, este siniestro y con la soledad al acecho. William sacudió la cabeza tratando de borrar aquella odiosa imagen. Cada vez ocurría con menos frecuencia, sin embargo, la sensación de soledad permanecía haciendo eco durante un buen rato.

—¿Estás bien, Will?

—Sí, perdona, estaba pensando en otra cosa.

Emilie se tragó el «puedes confiar en mí y explicarme lo que sea» que pendía de sus labios. Sabía que existía algo que no le explicaba, algo que guardaba en el fondo de su mente y que no quería soltar, también que no era por falta de confianza, pero le gustaría que se lo contase y aliviase su dolor.

—Este lugar es precioso, ¿no te lo parece?

—Creo que será mejor en verano que ahora —contestó él—. Pero la calma... se agradece.

—Sentémonos.

Los bancos, como las ramas, estaban cubiertos por una capa de nieve. William la empujó con la puntera de la bota haciéndola caer con un sonido sordo.

—La gente suele hacer eso con las manos. —Rió Emilie.

—¿Quieres que se me congelen los dedos? —preguntó divertido—. ¿Me vas a dejar calentar las manos bajo tu jersey?

—Ni hablar.

—Eres cruel, esto roza la tortura.

Ella se sentó en el espacio libre de nieve con una sonrisa inocente en los labios. Empujó más nieve con la bota y ocupó el lugar que acababa de limpiar.

—Cuanto me alegro de que te dieran los días libres.

—Estoy de acuerdo, esto es fantástico.

Emilie apoyó la cabeza en su hombro y respiró tranquila, estar a solas y sin problemas rondándoles. Ojalá pudieran repetirlo de nuevo, aunque fuera en otro lugar.

º º º

Caminar sola con Ulrich, después de tanto tiempo, era extraño. El primer kilómetro y medio lo habían pasado inmersos en el silencio, con el crujir de la nieve bajo las suelas de sus botas y el sonido de sus respiraciones acompasadas. El siguiente lo habían recorrido intentando sacar un tema de conversación que se perdía con demasiada facilidad.

—¿Cómo sabías lo del lago?

—Estuve curioseando en internet sobre la zona antes de venir.

—¿Buscando una manera de huir de nosotros? —inquirió Ulrich con aquel tono a caballo entre una broma y la preocupación.

—Bueno, no sabía qué planes tenía Odd exactamente, pero no tenía intención de pasarme el día encerrada ni pegada a vosotros —contestó ella con sinceridad—. Aproveché para comprobar si las pistas de senderismo estaban bien para hacerlas sola o no.

—Y aquí estás, conmigo.

—Me gusta caminar sola, pero no hay nada malo en hacerlo acompañada.

Y él se alegraba de ello, de poder pasar tiempo a su lado, aunque fuera sólo como amigos y sin expectativas de que fuese a más.

—Yo prefiero ir acompañado, aunque estaba dispuesto a ir solo.

—Siempre vamos al revés del otro —musitó hundiendo las manos en los bolsillos de su abrigo—. No sé ni cómo logramos entendernos.

—Aelita diría que es el destino o algo de eso.

—Aún no entiendo como alguien de ciencias como Aelita cree en el destino —asintió Yumi, era una de las contradicciones de su amiga que más le llamaba la atención—. Seguro que Jérémie se pasa el día explicándole porque el destino no existe.

—Seguro que sí. ¿Tú crees en el destino?

Se encogió de hombros y se detuvo a comprobar lo que marcaba el indicador del camino.

—Sí y no. No creo que haya nada escrito sobre piedra, pero sí que las cosas pasan por algo.

—Ya, yo tampoco es que crea mucho en ello.

—Es por ahí —señaló, aprovechando para cambiar de tema. Hablar del destino le resultaba incómodo—. El lago está a menos de quinientos metros.

—Genial.

El cambió de tema no había sido, precisamente, discreto; Ulrich había notado que empezaba a sentirse incómoda en el momento en el que la palabra "destino" abandonó su garganta, pero no la había podido retener. No sabía qué era eso suyo, si el destino o masoquismo, pero, de un modo u otro, siempre volvían al lado del otro, como si estuvieran condenados a tratar de comprenderse. Lo que había dicho Yumi era cierto, siempre iban al revés del otro, por eso chocaban tanto.

—¿Crees que habrá alguien más?

—Ni idea —farfulló Ulrich.

Yumi enfiló el desvío a la izquierda y él la siguió atento a sus propios pies, no quería resbalarse y acabar rodando por el suelo.

—Hay alguien —declaró deteniéndose tan de repente que Ulrich estuvo a punto de chocar con ella.

—¿Son Willian y Emilie?

—Sí, lo son. —Yumi podría reconocer aquella cabellera negra revuelta en cualquier lugar—. No hemos sido los únicos en pensar que venir aquí sería una buena idea.

Ulrich dudó al verla inmóvil, preguntándose si decidiría alcanzar o preferiría dar la vuelta y fungir que no habían llegado hasta allí. No llegó a formular la pregunta, los pies de Yumi se movieron de nuevo, dirigiéndose hacia la orilla del lago. La siguió de cerca, atento por si volvía a frenar de golpe.

—Ey —soltó William sin variar su posición ni un milímetro.

—Ey —replicó ella pasando de largo.

—¿Es así cómo os saludáis? —preguntó Ulrich plantándose a su lado.

—A veces, cuando nos encontramos y no deberíamos.

—Seguís siendo amigos.

La mirada de Yumi le atravesó, parecía dispuesta a lanzarle toda la caballería por encima si le soltaba algún comentario indebido.

—Sí, ¿tiene eso algo de malo?

—No, es que cuando pasó lo de Lyoko habíais dejado de llevaros bien y, bueno, parece que habéis vuelto al inicio.

—Somos amigos. No lo quería en Lyoko. Estaba enfadada con él y dejé de confiar en él una temporada, pero se acabó —declaró y no sonó tan molesta y a la defensiva como Ulrich había esperado—. Estanos bien así. Amigos. Punto.

De acuerdo, mejor no insistir por ahí.

Continuará

Notas de la autora;
¡Hola! Hoy ha sido un poco complicado, no he tenido mucho tiempo para escribir y menos para revisar. Siento si se me ha colado alguna falta.
Mañana más.

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