Mujerzuela

—No hay que tocarlas para saber que siguen igual de firmes. Por eso te vistes con pantalones ajustados. 

—¿Así que me has estado mirando las nachas?

—No lo he hecho. 

—Muy tarde para arreglarlo. Significa que no todo está perdido. Al menos te atrae algo de mí. 

—Es imposible ganar contra ti. 

—Que días aquellos que no volverán— dejó escapar.

—¿De qué días hablas específicamente?

—De esos días que pasábamos a solas y hacíamos muchas travesuras. 

—A pesar de que fueron días donde nos divertíamos mucho, no quisiera ni pensar en eso. Gracias a esas travesuras y vida loca que teníamos, pasamos veinticuatro horas tras las rejas. Pasar la noche en un cuartel es nada, comparado a una cárcel. 

—Me tomó mucho tiempo mover las fichas a nuestro favor, pero te aseguro que a ese lugar no vuelves. Ya no hablemos de temas tristes, hablemos de ti y de mí. ¿Qué te parece si el viernes salimos y regresamos el domingo por la noche? 

—¿A dónde?

—Hay muchos lugares donde me gustaría llevarte. Tenemos toda una vida para cumplir con todos los planes que tengo anotados en esa larga lista. 

—Ahora me siento intrigada. 

La semana transcurrió a la velocidad del viento. Me sentía muy a gusto en el trabajo, con los pacientes, mis compañeras y mi jefa. No ha sido tan difícil caer en tiempo y desenvolverme. El conocimiento que adquirí en mi antiguo trabajo me sirvió de mucho. 

No hay un solo día que no deje de pensar en mi bebé. Daría todo por ver su carita, tenerlo entre mis brazos, poder cargarlo y abrazarlo con todas mis fuerzas. Quisiera que todo esto se tratara de una horrible pesadilla. 

Mi convivencia con Enzo ha sido magnífica. Es reconfortante su compañía, me agrada su buen trato y humor, pues me hace sentir cómoda. Aparte de eso, es bien atento, cariñoso, bromista, e incluso detallista. Mi bebé y él son las dos personas que me mantienen de pie, quienes me brindan la fuerza que necesito para salir adelante y esforzarme en todo lo que haga. 

Según Enzo, ya había planchado el viaje de mañana por la tarde. Mentiría si no admito que me siento curiosa por conocer sus planes, pues lo he visto bien emocionado. 

Hoy me tocó cerrar la oficina con Lara, una de mis compañeras. Ambas nos despedimos en la entrada y yo procedí a ir al estacionamiento, cuando alcancé a ver a Dominick recostado al frente del auto. Para mí fue un golpe muy duro, no tanto por su aspecto, sino por esa mirada llena de odio que me dedicó. Creí que sería capaz de superar esa opresión que siente mi pecho cuando me mira así, pero todo aquí dentro sigue intacto y duele mucho. 

De mi boca no salió ni una sola palabra, pese a que anhelaba decir muchas cosas. Tal vez porque estaba consciente de que nada de lo que diga le haría entrar en razón.

Mi atención estaba en su vestimenta y en las ojeras que delataban lo poco o nada que ha estado durmiendo. Los botones de su camisa estaban abiertos, por lo general siempre ha cuidado su apariencia, pero este Dominick que tengo enfrente, no parece en nada a ese hombre. Su cabello despeinado, la palidez en sus labios, la sonrisa que tanto amé se ha esfumado de su rostro. 

—¿Por qué será que no me sorprende que hayas encontrado un nuevo objetivo a quién arrimarte para que te saque de la miseria? Mira lo mucho que te consiente. Cuéntame, ¿tu nueva conquista sabe la clase de mujerzuela con la que se acuesta? 

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