Capítulo 8


Tal y como lo prometió, Hermes regresa al día siguiente en busca de más dibujos que repartir a lo largo del olimpo, asegurando que ya ha corrido la voz de la existencia de Noris y mi presencia en el inframundo. Con gran detalle, describe sus conversaciones con Zeus, Poseidón, Deméter, Afrodita y tantos otros dioses que se mostraron tan sorprendidos como él, ya que desconocían la existencia de una entidad dedicada única y exclusivamente a las almas de quienes fallecen antes de tiempo.

—Con esto en mano seguiré haciéndote propaganda —anuncia Hermes antes de marcharse volando al igual que el día anterior.

Ver a Noris con una sonrisa en el rostro me alivia, ya que es signo de que no tendré que lidiar con su mal humor ni exigencias tan altas, al menos de momento. De hecho, anoto mentalmente que en algún momento tendré que agradecerle a Hermes, no solo el haberme encontrado cuando me perdí, sino que la ayuda que nos está dando, ya que con eso Noris se siente mucho más satisfecho y alivia mis preocupaciones. Cuando el dios mensajero ya no es visible en el cielo, volvemos a entrar a la cabaña para almorzar la comida que preparé con ingredientes traídos desde mi mundo, y luego prepararnos para ir al centro del inframundo. Debemos cumplir con las promesas que Noris hizo el día anterior lo antes posible, mientras los habitantes aún tienen fresca la información.

Salimos de la cabaña asegurándonos de llevar todo lo necesario, para luego caminar hacia nuestro destino. A diferencia de otros días, ahora caminamos uno al lado del otro, es como si de a poco ya nos tuviéramos un poco más de confianza, aunque sospecho que también se debe al temor de que me pierda nuevamente. Mientras caminamos por el bosque, de reojo alcanzo a notar el nerviosismo de mi acompañante, quien juega con sus dedos y en su rostro deja entrever su preocupación, a pesar de que la noche anterior practicamos hasta tarde las respuestas que daría frente a cualquier escenario. Yo ejercí el papel de habitante del inframundo y le hice preguntas desde sus labores como dios griego, hasta temas más personales que, dependiendo del interés del pueblo, pueden salir de bocas especialmente amarillistas, todo con el fin de entrenarlo lo mejor posible.

Gracias a eso, ahora no solo sé quién es su madre, también sé que tiene hermanos cuyas labores se relacionan con la muerte y el sueño, que él es el menor de todos, que su modelo a seguir es Hades a quien admira de sobremanera, que ha intentado ejercitar su cuerpo para tener buenos músculos y fuerza como los héroes, pero que por más que lo intenta nada le da resultado y que las palabras cariñosas no surgen espontáneamente al hablar de su familia. Sin embargo, al tocar temas relacionados a sus motivos para hacerse conocido, se cierra y cambia de tema, repitiendo constantemente la frase "siguiente pregunta". Comprendo que aquel es un tema complicado y personal, por lo que no quise insistir y guardé mis inquietudes, esperando que nadie más las hiciera.

El silencio que nos rodea comienza a molestarme, no solo porque estoy acostumbrada a un ambiente más ruidoso en la ciudad, sino porque esta situación favorece a que mi mente vague por los recuerdos de Evan, cuando ayer huyó de mí como si de la muerte se tratara. Además, la información facilitada por Hermes no ayudó en nada a calmar mis preocupaciones, pues su afirmación de que soy la única humana viva en el inframundo me lleva a generar cientos de hipótesis sobre el estado de mi amigo, ninguno positivo. Así, para romper con el silencio, inicio una conversación amena con Noris, en primera instancia para calmar sus nervios, en segunda instancia para obtener más información respecto al tema.

Le cuento un poco de mi vida en el mundo de los mortales, la profesión que estudio, el caos que hay producto de la pandemia, entre tantas otras cosas. Ante su curiosidad, poco a poco tomo confianza y converso también de lo que espero para mi vida en un futuro, mis sueños y metas a cumplir, lo mucho que deseo poder egresar de la universidad para trabajar con personas con la misma condición que Evan, abogar por su inclusión y comprensión por parte de la sociedad. Quiero decirle que, para lograrlas necesito que me deje marchar, pero ello desencadenaría una discusión para la que no tengo ánimos después de tantas negativas por su parte. Asique, de a poco desvío la charla al presente, una zona temporal más segura, hasta que finalmente me atrevo a corroborar la información.

—A todo esto, he visto con mis propios ojos a seres mitológicos que creí que no existían, pero no he visto a otros humanos.

—¿Cómo que no? Los viste en las orillas del río Aqueronte —responde confuso, visiblemente más tranquilo en comparación a cuando salimos de la cabaña y bastante más receptivo que en otras ocasiones.

—Me refiero a humanos vivos. ¿Hay alguien más aparte de mí?

—No, que yo sepa.

Su negación tan rápida, sin un ápice de duda me descoloca y desespera a la vez al ver las palabras de Hermes confirmadas. Siento cómo mis piernas tiemblan mientras camino, amenazando con fallar en cualquier momento y mi visión se vuelve nublada por las lágrimas que en cualquier momento caerán. Es como perder a Evan por segunda vez, volver a pasar por lo mismo y revivir el pasado. Tengo tantas preguntas al respecto, miles de dudas que quiero aclarar ahora mismo, sin embargo, nuestra llegada al pueblo antes de lo pensado me lleva a mantener silencio, guardando por el día mis preocupaciones para cumplir con lo que Noris quiere, para salir pronto de aquí.

—Vamos a dividirnos hoy para ser más eficientes —anuncia mientras me entrega las copias del dibujo—. Tú irás a la plaza a dar tu discurso mágico de nuevo, cuidando no irte de nuevo a lo caperucita roja por el bosque hasta perderte —advierte en tono serio.

—¿Y tú qué harás?

—Ayer me pidieron ir al mercado a ayudar con algunas cosas. No sé qué será, pero se correrá mi nombre.

Paso el día de pie sobre un cajón de fruta a modo de podio, hablando a las multitudes sobres las cualidades de Noris, destacando habilidades que desconozco si posee o no y dando lugar también a sus tareas como entidad dedicada a las muertes antes de tiempo. No tardo mucho en notar, que cuando toco este último tema, más de una persona me devuelve al tema anterior, preguntando si es cierto que ese es el dios dedicado a hacer favores a los habitantes del inframundo, insistiendo en la pregunta para obligarme a responder "sí". Al finalizar la tarde espero que Noris tenga mejores experiencias que contar en el mercado, pero su silencio me lleva a comprender lo equivocada que estoy. A pesar de esto, durante los siguientes cinco días continuamos poniendo énfasis al pueblo en lugar del río Aqueronte donde las almas vagan buscando monedas de plata y sin atrevernos a aventurarnos hacia el olimpo donde, según Hermes, se empieza a hablar de Noris.

Lo único que nos libra de esta rutina, es cuando tenemos que viajar a mi mundo en busca de algún alma, situación a la que no acabo de acostumbrarme. Aunque, a pesar de lo duro que es ver morir a alguien solo en medio de la angustia, me alivia ver cómo Noris los recibe con palabras de consuelo, dándoles silencio cuando lo requieren y frases de ánimo cuando se precisan. Desconozco si se debe a que ahora soy más receptiva en comparación a la primera vez con Jandiara y su madre, pero poco a poco mejora mi percepción de Noris en relación con sus labores de dios, las que realmente debe hacer. Cada vez que dejamos a los nuevos en la orilla del río Aqueronte, él se da su tiempo de explicarles qué deben hacer para ser registrados y les advierte lo que les espera, siempre con paciencia para responder sus preguntas, aunque después tengamos que correr de regreso a la ciudad a cumplir con las promesas hechas.

En relación a la ciudad, aquí las cosas siguen su curso sin cambios. Día tras día se repite la misma historia: llegamos al pueblo agitados de tanto correr desde el río Aqueronte, nos dividimos y trabajamos cada uno en su lugar. En la plaza cada día me escuchan al menos quince personas y todas sin falta tienen la errónea concepción de Noris siendo un dios que le hace los favores a todos en lugar de su trabajo real. Por otro lado, en el mercado tanto vendedores como clientes lo llaman repetida y persistentemente para que haga las labores de otros, ya cansados del trabajo físico de acarrear carretones, cajas y bolsas. Para los habitantes, Noris pasó de ser el dios de las muertes prematuras a uno abnegado, trabajólico y sumiso que hace las labores de otros. La situación lo molesta, es obvio en su rostro, sin embargo, continúa y le sigue el juego a la gente para no arriesgar su fama mientras busca una solución que llega antes de lo imaginado en manos de su madre.

Luego de cinco días repitiendo la rutina, terminamos después de lo previsto por el aumento de gente que escucha sobre Noris. Al reunirnos la luna ya está en lo alto en compañía de las estrellas y en medio de ese paisaje veo aparecer a lo lejos a Hermes en compañía de una mujer, con quien aterriza justo frente a nosotros. A mi lado, Noris permanece estático, aunque en su rostro alcanzo a ver la sorpresa ante esta visita en medio de la plaza.

—Por fin te encuentro, hijo mío —exclama la mujer de cabello rizado de un negro tan oscuro como el de Noris, mientras abre sus brazos para envolverlo en un abrazo tan apretado que imagino que le quitó hasta el último suspiro de aire antes de soltarlo—. Y tú debes ser la humana que esparce rumores de mi hijo —dice en cuanto suelta al joven y se gira hacia mí, con una mirada escrutadora que me analiza de pies a cabeza.

—Así como rumores, no Nix, Sofi solo intenta ayudar a tu hijo a que todos lo reconozcan —me defiende Hermes—. Y vamos, que ni yo, que me sé todos los chismes del mundo, tenía idea de su existencia.

—Debí darle más oportunidades a mi bebé en lugar de centrarme tanto en sus hermanos mayores —admite la diosa mientras se abriga con su chaleco negro, el cual viste por sobre un vestido del mismo color que le llega hasta los pies, recordándome a Morticia—. Si lo hubiera hecho así, no necesitarías de... ella.

Ignoro los ademanes despectivos de la mujer que no dejan lugar a que yo me presente y le aclare mis intenciones en mis labores. En lugar de ello, prefiero esperar a que Noris tome la palabra, que le deje claro a su madre que fue él quien me trajo hasta aquí para hacer estas cosas, sin embargo, permanece en silencio a mi lado. En todos los días que llevo en el inframundo, esta es la primera vez que lo veo tomar un papel pasivo, que acepta críticas sin mostrar su rabia. Porque, incluso con las personas a las que ha ayudado, cuando alguien le dice que está haciendo las cosas mal él responde en tono áspero "esta es mi forma de hacer las cosas, si te gusta, bien y si no, bien también". Asumo que este es el efecto que ejerce una madre sobre cualquiera, no importa si eres un dios, a la madre se le respeta y se le dice amén a todo lo que dice.

—Estaremos más cómodos en mi casa que aquí —propone finalmente Noris, invitación que tanto Hermes como Nix aceptan.

Así es como terminamos caminando de regreso a la cabaña, donde yo lo único que esperaba era descansar en la única habitación que tiene, la que Noris me cedió cuando llegué. No obstante, con las visitas deduzco que me espera una noche larga, considerando que Nix es una diosa que trabaja únicamente de noche. Mientras vamos de camino, se abraza a un brazo de su hijo mientras habla de, quienes creo que son, sus otros hijos, entre los que menciona a las Moiras, Keres, Hipnos, Geras, Némesis y tantos otros que pasan a segundo plano cuando llega a Tánatos o, como ella le dice, su querido Tani.

—De nuevo se peleó con Hipnos por los hombres que tendrá cada uno en las noches que vienen, hasta que logré calmarlos. Le dije a mi Tani que no se enoje con su gemelo, él tiene un gran e importante trabajo al servicio de Hades, que ese rey de cuarta no lo vea y se lleve todo el crédito ya es otra cosa.

—No hables así del maestro —le pide Noris con tono conciliador.

—¡Cómo no hablar así si mi querido Tani queda tan de lado por su culpa!

—Y por Tánatos yo quedo como desconocido... —se queja en no más que un susurro, el cual es ignorado por la madre que sigue enalteciendo las labores de su hijo mayor.

—Mi Tani, tan de lado que queda en los mitos que habla la gente... Si vieran lo hermoso de su trabajo, del arte que hace cuando toma las almas de quienes terminan su vida. "La muerte indolora", ¿quién no quiere morir así, en manos de mi Tani?

Camino unos pasos detrás de ellos, en compañía de Hermes que me ofrece su brazo para imitar a la madre y su hijo. No quiero inmiscuirme en temas familiares que no me incumben, pero el volumen de voz de Nix es lo suficientemente alto como para ser escuchada hasta las afueras del bosque. Es como si lo hiciera a propósito para que cualquiera oiga las maravillas de Tánatos, sin pensar en el más pequeño de su descendencia a su lado. Siento pena por él, que tanto lucha por hacerse conocido, por destacar por sus habilidades y siendo opacado por su hermano mayor, cuyo dominio se solapa con el suyo. Con todo este panorama, ya no me parece extraño tantas ansias de fama por parte de Noris y me pregunto si dentro de sus motivos no se encontrará el ser reconocido por su propia madre, quien tiene ojos solo para uno.

—Las familias son complejas ¿no? —Me conversa Hermes al verme incómoda ante las exclamaciones de Nix.

—Sí e imagino que más con hermanos.

—¿Tú no tienes hermanos?

—No, soy hija única. ¿Y tú?

—Tengo más hermanos de los que puedo contar y a algunos casi ni me acerco porque la esposa de mi padre me mataría de hacerlo.

Asiento comprendiendo la situación, recordando cómo Evan narraba las aventuras de Zeus con cualquiera que le moviera un poco las caderas, relaciones de las que nacieron decenas de hijos ilegítimos, entre los que se encuentra Hermes. Por otro lado, me asombra confirmar los mitos que rodean a Hera, la esposa del rey del olimpo, quien sigue a todo aquel que haya nacido de una de las infidelidades de su marido, como si ellos fueran los culpables y no el mismo Zeus. Agradezco mentalmente que mi padre nunca le fuera infiel a mi madre y que ella no tuviera una conducta vengativa.

El camino me parece más corto que de costumbre con la compañía de Hermes, quien me conversa de cualquier tema que se le ocurra con tal de distraerme de las exclamaciones de Nix. Me cuenta que ya ha distribuido todos los dibujos de Noris y los comentarios que recibió, la mayoría referentes a mi habilidad con el lápiz para representar a una persona.

—Me tendrás que dibujar a mí también, estoy interesado en este tipo de campaña.

Río ante sus bromas y disfruto los chismes del olimpo que narra con lujo de detalles, prometiendo que actualizará la información cada vez que nos visite. Así llegamos a la cabaña antes de darnos cuenta y es la misma Nix quien rompe con este aire jovial y amable entre Hermes y yo.

—Tú y yo tenemos mucho de qué hablar, humana.


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