La enajenación de Janvier

Janvier era un hombre de edad adulta. Con cabello largo, negro y sucio. Su mayor afición, la pintura. Era un hombre brillante, podía capturar la esencia de alguien con sólo mirarlo a los ojos.

Un día se despertó muy ansioso, había soñado con cuervos, lo perseguían durante horas, pero eso no le daba miedo, le gustaba soñar con ello. De alguna manera lo inspiraba.

Se levantó de la cama muy emocionado, con una idea en la cabeza. Una idea que estaba seguro cambiaría la forma de ver a las personas. Ni se molestó en cambiarse o desayunar, rápidamente corrió hasta la ventana más grande que tenía en casa. La abrió totalmente y se dispuso a ver lo que había afuera.

Era el día más hermoso del mundo. Lleno de colores y olores fantásticos. Su casa estaba en medio del bosque, odiaba a la gente de ciudad, a la única que podía soportar era a su hija, una pequeña niña de cabellos dorados ojos oscuros y piel blanca —la cuál le había dado su nombre, Blanche— que tenía dificultades para respirar. Admiró la vista una vez más, las flores crecían con vivos colores y los aromas... ¡Por Dios! ¡Los aromas eran fantásticos! Acababa de llover y el olor a tierra mojada se impregnaba en sus fosas nasales. Aspiró con fuerza. Pero sucedió algo que lo sorprendió, comenzó a toser.

—La pollution —pudo escuchar como su hija pequeña le decía aún dentro de casa. La niña era especial, no hablaba mucho el idioma de Janvier.

Blanche era francesa al igual que su madre. Janvier tenía una abuela francesa por ello su nombre. Ella había decidido su nombre, por el mes de su nacimiento. Enero. Pero estaba claro que él hablaba muy poco el idioma. Así que al escuchar las palabras de su pequeña no supo que responder, simplemente sonrió mientras la niña tosía con fuerza.

Janvier siguió mirando el paisaje, veía todo de un color diferente al del día anterior, como si alguien hubiera pintado el mundo. A lo lejos pudo distinguir un arco iris, pero se veía extraño, como si fuera gris, como si estuviera sucio...

No quiso preguntar porque el arco iris se veía tan extraño. Fue rápidamente a buscar sus acuarelas y comenzar su obra de arte. Ver el paisaje lo había dejado inspirado.

Estuvo ocho días pintando, ni un pedazo de pan entró por sus labios, se negó a comer a pesar de las insistencias de su hija. Pero bebía agua. No quería morir deshidratado.

Al terminar fue a buscar a su pequeña niña. No la encontró por ningún lado. Pensó que tal vez se había ido a jugar afuera, en el bosque, asustado porque ella corriera peligro fue a buscarla, pero al abrir la puerta vio a una mujer muy bien vestida al otro lado.

—¡Usted es un padre irresponsable! —gritó la mujer muy molesta.

—¿Dónde está Blanche? —preguntó Janvier ignorando el grito de la mujer.

La mirada de la mujer era de piedra, se veía molesta y parecía que nadie cambiaría su estado de ánimo.

—¿Dónde está? —preguntó molesta— ¡Pues muerta! —la mujer tomó aire y continuó un poco más calmada— Janvier, intentamos ayudarlo con su severo caso de depresión, pero usted se niega a mejorar. Mire las consecuencias, sus hija acaba de morir atropellada. Si no exagerara con la medicación quizá todo sería diferente.

Pero Janvier no entendía nada. Su casa estaba en medio de la nada, no habían autos a kilómetros, no podían atropellar a Blanche. No podía haber muerto así. Además él no tomaba medicación, estaba completamente sano.

De cualquier modo hizo que la mujer pasara, quería mostrarle su cuadro, necesitaba algún tipo de aprobación.

—El paisaje no es original —comentó Janvier mientras le mostraba su cuadro—. Lo vi hace ocho días en la mañana. No tiene ni idea de la buena vista que tengo desde mi ventana. Quise pintarlo porque no había visto algo así de bello el bosque en mucho tiempo.

—Usted debe dejar la medicación para la depresión —comentó la mujer—. No creo que sea normal pintar algo así —miraba con detalle las hojas verdes de los árboles en el cuadro.

Sacó su teléfono celular y llamó a alguien, a Janvier se le hizo gracioso porque en medio del bosque no había señal para celular. Pero dejó que hablara así. Esa mujer no estaba bien.

Diez minutos después tocaron a su puerta, eran dos hombres vestidos de blanco. Se acercaron a Janvier y le pidieron que los siguiera, él se negó y lo llevaron cargado a un lugar al que él llamaba "La ciudad blanca".

Poco después se enteró que era un manicomio y que nunca había vivido en el bosque, vivía en medio de la ciudad y el paisaje que había pintado sólo era producto de la medicación para la depresión que tomaba después de la muerte de su hija. Había muerto diez años antes de que creara el cuadro.

Pero hay que darle el crédito a Janvier, hizo un cuadro hermoso lleno de fantasía. Bueno no del todo fantasía, tenía algo real en él. El arco iris, lo había visto como era realmente a pesar de estar bajo el efecto de la medicación. Aún en el cuadro el arco iris estaba sucio, como era realmente.

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