4- Confidente

Kanae sujetó la taza de café entre sus manos. Su vista quedó fija en el líquido oscuro mientras su lengua buscaba las palabras adecuadas para continuar. Dió un leve suspiro, decidiéndose a proseguir:

—Y... ha estado actuando muy extraño. Odio dudar de ella, pero temo que quizá me está mintiendo, ¿tú qué opinas? —preguntó la azabache con inquietud, buscando la mirada de su compañero de trabajo Shinazugawa Sanemi, quien hasta el momento había escuchado su plática con una marcada mueca de fastidio.

—No lo sé, Kochou. Los adolescentes son estúpidos —contestó con brusquedad el hombre desviando la vista, como si hubiera perdido el escaso interés que le quedaba en la conversación.

─Shinazugawa- san... —murmuró la joven contemplando como su receptor se atascaba la garganta con el café negro que quedaba en su taza.

Kanae se encogió ante la tosquedad de su comentario. Le dolió darse cuenta de la mentalidad que conservaba el hombre y más aún sabiendo que provenía de familia numerosa, con varios hermanos menores a su cuidado.

—¡Shinazugawa, no deberías expresarte así! —La potente voz de Kyouguro Rengoku resonó por toda la sala de maestros.

Los docentes que con anterioridad se encontraban conversando, se giraron sorprendidos ante la repentina intromisión del hombre a la plática. Ninguno se había percatado del momento en que había entrado a la habitación. El rubio, ignorando la confusión en los rostros de sus compañeros, se dirigió a la mujer, colocando entre sus hombros una de sus manos.

—¡No te preocupes, Kanae! Son solo cosas de la edad —aseguró Rengoku con una alegre sonrisa—. Todos hemos pasado por una etapa así.

La actitud positiva del rubio era imposible de rechazar y antes de poder evitarlo en los labios de Kanae se pintaba una sonrisa llena de alborozo.

—¿Eso crees? —preguntó ella con renovada ilusión.

—¡Por supuesto! Tu hermana Shinobu es una chica excelente. Dudo mucho que esté metida en problemas. Quizá sólo tiene hambre, deberías intentar alimentarla mejor. ¿Ha estado comiendo bien?

Kanae pensó por unos segundos. No recordaba cuándo había sido la última comida que su hermana tomaba completa. ¡Eso tenía que ser! Sin un buen alimento la energía no era la misma. La azabache asintió con vigor. Una parte de ella estaba tan desesperada que el consejo le parecía el mejor que había recibido hasta el momento.

—Yo también tengo un hermano menor —siguió parloteando Rengoku, sin perder la sonrisa de su rostro—. Créeme, sucede más seguido de lo que piensas. Los dejas sin comer y parece que se vuelven locos...

La plática siguió sin contratiempos hasta que llegó la hora de la salida. Kanae se sentía animada como no lo había estado en varios días. Incluso una melodia suave se escurría entre sus labios tomando forma de tarareo. La conversación con Rengoku la había renovado por completo.

«No, yo no creo que tenga hambre... Aquí hay algo más», concluyó para sí Tomioka, quien había escuchado la mayor parte de la conversación suscitada entre la azabache y el rubio.

Sentado en una de las bancas del patio el maestro se dedicaba a rememorar los acontecimientos de las últimas semanas. Todo parecía haber comenzado desde ese viaje escolar, cuando quedó encerrado en un elevador con Shinobu y ambos tuvieron un acercamiento más íntimo. La chica despertó su interés, no iba a negarlo. Dentro de él sabía que estaba mal, pero no podía evitarlo y darse cuenta de que era recíproco solo era pisar el acelerador... O al menos eso le parecía a Tomioka. Apenas avanzaban las cosas entre ellos cuando Shinobu se apartó de repente. Cortando todo lazo que hubieran tenido antes.

La parte sensata de Tomioka le impidió solicitar explicaciones. No eran nada, su relación debía limitarse a maestro - alumna. Así que lo dejó pasar, creyendo que Shinobu se había dado cuenta del error que cometió al intentar pasar una línea prohibida entre ambos. Él incluso podía llegar a perder su trabajo si se descubría que tenía un amorío con alguien del cuerpo estudiantil y creyó que a eso se debía la distancia que había tomado Shinobu... Pero las palabras de Kanae le hicieron darse cuenta de que había algo más detrás de su extraña actitud, algo que Shinobu arrastraba incluso en su ámbito familiar.

Si antes había tenido una leve sospecha, ahora se volvía una confirmación: Kochou ocultaba algo.

La mente de Tomioka se debatía si valía la pena volver a preguntarle a la joven directamente lo que estaba sucediendo, cuando de pronto una maraña de cabellos rubios lograron sacarlo del mar de pensamientos en los que estaba sumergido. El hombre se llevó a la boca el silbato que le colgaba del cuello y lo hizo sonar, causando un gran estruendo.

—¡Agatsuma! —exclamó al momento que emprendía carrera detrás del pobre estudiante, quien había tenido el infortunio de pasarle por enfrente.

El pitido que soltó su reloj de mano avisó a Shinobu que era el momento de irse.

La joven se quitó las gafas protectoras que cubrían sus orbes violetas y se levantó del banco de trabajo en el que estaba, aprovechando la levantada para desengarrotar sus miembros entumidos por pasar tanto tiempo sentada. Se sentía energiza, había sido un día muy productivo en el club de investigaciones farmacéuticas. La princesa venenosa había sido capaz de crear un compuesto que le ayudaría en la producción de una droga que actuaría como fuerte sedante, tan efectiva que sería capaz de dormir en tan solo un par de minutos a un caballo adulto.

Con una sonrisa de satisfacción ornamentando sus labios, Shinobu se retiró la bata de laboratorio y procedió a guardarla dentro del pequeño casillero que se le había asignado. Una vez lista, portando su bolsa en la mano, salió del lugar para dirigirse al jardín botánico de la escuela.

Apenas entró la corriente de aire fresco combinada con el agradable aroma de las flores la envolvió. Shinobu aspiró con profundidad, le encantaba el perfume tan refrescante que desprendía el lugar. Estar ahí lograba que su mente se aislara de todo. Era lo que más le gustaba, disfrutar de la naturaleza luego de un día estresante.

Con pasos ligeros se encaminó hacia la grácil figura que se dedicaba a retocar uno de los arreglos florales dispuestos ahí en el club.

—¡Vaya, es precioso! —elogió Shinobu contemplando el desfile de colores que se entremezclaban en el ramo.  A pesar de sentir que todas las chicas pertenecientes al club tenían un don para ello, eran los ramos provenientes de Kanao los que siempre lograban despertar su admiración.

—Gracias. Es el prototipo que presentaremos para el festival —informó la menor con su característico tono apacible.

—Estoy segura de que a todos les encantará —aseguró Shinobu dedicándole a su hermana una cálida sonrisa. Sus ojos se despegaron de las flores y pasearon por todo el lugar. La ausencia de los demás integrantes era notoria—. ¿Aoi no está contigo?

Kanao levantó la mirada de su labor al escuchar la interrogante y examinó a su hermana.

—Ella se tuvo que ir antes para ayudar a sus padres en la cafetería. Parece que estarán bastante ocupados durante unas semanas, así que tiene permiso de ausentarse.

—Oh, ¿y te encargaras de todo tú sola? —cuestiono de vuelta Shinobu al sentir que tal vez era demasiada presión para colocar en los hombros de su hermana menor.

Como si sus palabras fueran un accionar, Kanao volvió su vista hacia el ramo que estaba preparando.

—No te preocupes. Puedo hacerlo —le garantizó esbozando una confiada sonrisa, buscando tranquilizar a su hermana con ese gesto, a pesar de que esta no podía recibirlo con claridad.

—¿Por qué no le pides ayuda a Kamado-kun? —sugirió Shinobu sin ocultar el tono juguetón que acompañaba sus palabras.

Era bien conocido por ella que la menor tenía sentimientos hacia el mayor de los Kamado. Sin embargo, Kanao era tan tímida que apenas podía cruzar una que otra frase coherente con el chico. Para Shinobu aquella situación era la perfecta para que su hermana lograra por fin entablar una relación con su anhelado. O al menos compartir más tiempo juntos.

—Q-quizá —balbuceó Kanao entre tartamudez mientras bajaba la mirada, intentando ocultar el color que había invadido sus pálidas mejillas.

Shinobu fue incapaz de retener la carcajada al ver la tierna reacción de su hermana.

—¡Muy bien, será bueno ir preparando la boda! No podrá resistirse apenas quede a tu merced —bromeó Shinobu aplaudiendo sin perder la risa—. Oh, antes de que se me olvide, vine porque voy camino al trabajo y quiero saber si te gustaría que fuéramos juntas a la estación ¿o te quedarás más tiempo aquí?

—Voy a esperar a Kanae —le respondió Kanao de inmediato.

El gesto conmovió a Shinobu. Sentía que le quitaba un gran peso de encima saber que la menor le ayudaría a cumplir el deseo de Kanae de no regresar sola a casa.

—Muchas gracias, Kanao. Entonces nos vemos en la noche, ¿si? Vuelvan con cuidado.

—Sí. Tú también cuídate mucho, Shinobu.

Y tras escuchar esas palabras, Shinobu se dirigió a la puerta de salida. Kanao la contempló indecisa, hasta que se decidió a detenerla con su llamado:

—Por cierto, ¿cómo te fue ayer en tu cita, Shinobu-nee? —Esa incógnita no había dejado de ametrallar su cabeza desde la noche anterior y no podía desperdiciar el momento a solas que compartía con su hermana para indagar más en lo sucedido.

Shinobu lanzó un suspiro y se giró para mirarla. Había estado evitando tocar ese tema con la menor, no quería enfrentar su fracaso. La endeble sonrisa que ornamentó su rostro le informó a Kanao que no traía buenas noticias.

—Sobre eso..., no pude averiguar nada importante. En verdad lamento haberlas preocupado tanto en vano.

Kanao asintió y permaneció en silencio durante algunos segundos sin apartar la mirada vacilante de su hermana mayor. Shinobu regresó sobre sus pasos y se colocó al lado de la azabache. No eran necesarias las palabras. En sus ojos notaba las incertidumbres a las que sus labios no eran capaces de dar sonido. Puso una mano sobre su hombro, instándola a que lo hiciera.

—Creo que deberías dejarlo —susurró Kanao con un hilo de voz apenas audible. Iba con cautela, sabiendo que el tema era muy complicado de tratar con Shinobu.

Su reacción no se hizo esperar, Kanao sintió como la mano de su hermana se ponía rígida.

—Creí que tú me apoyabas —comentó Shinobu con decepción dejando caer la mano que yacía sobre la menor. Un indeseado desasosiego empezaba a alojarse en su pecho. No quería perder a su única confidente.

—Y lo hago —se apresuró a refutar Kanao, temerosa de que sus palabras fueran malinterpretadas—. Pero después de lo que pasó ayer me pregunto si esto no será más contraproducente... Shinobu, estás lejos de ayudar a Kanae.

Esa dosis de verdad revolvió el estómago de la joven. No era ajena a ella, la atosigaba desde que había decidido involucrarse con Douma, pero era el escucharla de alguien más lo que la hacía sentir como una fría apuñalada clavándose con fiereza en su pecho. Y sobre todo que fuera dicha por alguien como Kanao, siempre tan ajena e indiferente con su propio entorno.

Shinobu le dio la espalda a su hermana, contemplando con mirada muerta las flores que yacían a su alrededor.

—Tal vez lo consideré... —«Pero no estoy lista para dejarlo», acompletó su mente la oración dejada al aire.

Ella no era indulgente como sus hermanas. No, su interior se carcomía con la podredumbre que era el rencor y no iba a dejarla tranquila hasta que hiciera justicia contra todo lo que Douma había hecho pasar a Kanae. Aunque, muy dentro de ella era desconocida una verdad que la obligaba a seguir adelante... Douma despertaba su recelo y su curiosidad. Su instinto lo dictaba, algo no estaba bien con ese hombre. Era capaz de percibir que detrás de él se ocultaba algo más grande que simples estafas y se negaba a renunciar hasta no saber con exactitud lo que era. Ignorando que el primer error que cometía era no alejarse a pesar de que sabía que tenía que hacerlo.

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