2- Detective
“Esa mañana transcurría como cualquier otra. Sin contratiempos, Douma llegaba a la cafetería “Rose Bakery” por su primer expreso del día, nada mejor que la cafeína para empezar bien. Al abrir la puerta del lugar el olor a pan recién salido del horno invadió sus sentidos, dibujando una sonrisa de satisfacción más amplia en sus ya curvados labios.
Sus orbes de arcoiris se detuvieron en aquella mesa para dos cerca del ventanal. Como un decreto no estipulado, ese era su lugar de costumbre, sin embargo, la figura femenina ya sentada ahí rompía su rutina. El hombre recorrió su apariencia, levemente interesado: era una chica joven, no pasaba de los veinte años, sus ojos lilas se encontraban fijos en el horizonte, denotando un rostro de finos rasgos, mas fue esa cabellera azabache la que terminó eclipsando a Douma en una nube de recuerdos nostálgicos que creía olvidados.
Sus pies se paralizaron al lado de la mesa, de forma inconsciente se había acercado hasta la muchacha.
—Buenos días, señorita —saludó Douma con un jovial tono mientras hacía una leve reverencia—. ¿Me permite hacerle compañía?
La azabache volvió la mirada y lo contempló por algunos segundos en silencio. Su apariencia amigable portadora de una sonrisa contagiosa no podía ser considerada como amenaza para ella. No parecía ser alguien con malas intenciones. Le sonrió de vuelta.
—Por supuesto, adelante —instó la joven al hombre señalando con un ademán el asiento libre frente a ella.
Sin perder tiempo Douma aceptó la invitación y se apresuró a presentarse ante su nueva acompañante.
—Es un nombre precioso —elogió él al conocer la identidad de la bella desconocida que tenía delante—. Encantado de conocerte, Kanae-chan.”
Con un elegante movimiento, Shinobu se deslizó hacia la silla vacía delante del hombre para acomodarse ahí y verse cara a cara. La colegiala le volvió a dirigir una sonrisa al rubio.
—Perdón por la demora, es que... —«No quería ver tu asquerosa cara», completó la mente de la azabache con agresividad mientras por fuera mantenía una total máscara de dulzura. Dio un respiro imperceptible y continuó con su excusa ya preparada, evitando dar luz a sus verdaderos pensamientos—: Me entretuve con un proyecto escolar.
Douma explayó una edulcorada sonrisa, tan típica de él. Parecía que la vaga explicación le había bastado para justificar su tardanza.
—¡Oh, así que eso fue! No te preocupes, Shinobu-chan, lo importante es que ya estás aquí —dijo comprensivo estirando su brazo a través de la mesa. Alcanzó una de las manos de Shinobu y entrelazó sus dedos con los de la chica.
El gesto espontáneo tomó desprevenida a Shinobu, quien sintió cómo su sonrisa se tensaba con incomodidad. Tuvo que retener el impulso de alejarse que la estaba enbargando.
—Ha sido un día agotador y la escuela me ha dejado hambriada, ¿te parece si vamos pidiendo? —preguntó Shinobu casi con súplica. Deseaba cortar el contacto lo antes que fuera posible, sentir sus pieles juntas le causaba irritación y la llenaba de un profundo asco. Al menos, si se enfocaba en comer podía olvidar esas desagradables emociones.
Douma, ignorando el sentir de ella, asintió y levantó una mano en el aire, atrayendo con el ademán la atención de una joven mesera que atendía a unos metros de donde ellos estaban sentados. La chica apenas se vio libre se dirigió hacia la mesa, sacando preventivamente su libreta para apuntar la orden.
—¿Listos para hacer su pedido? —preguntó la joven haciendo una pequeña reverencia ante sus comensales. Extendió hacia ellos un par de menús y esperó entre miradas furtivas a que se decidieran.
Para Shinobu fue imposible no darse cuenta de que la vista de la chica permanecía fija en su acompañante, por mucho que esta intentara disimularlo. Lo veía con fascinación mientras él se dedicaba a leer en silencio las opciones que le ofrecían.
—¿Shinobu-chan? —le preguntó Douma instando con el llamado de que ella fuera la primera en tomar palabra.
La joven se sobresaltó y volvió a ver la carta del restaurante, pensando su elección por unos segundos.
—Pediré un té verde y un partait de fresa, por favor —solicitó Shinobu con amabilidad señalando la sección de postres de su menú.
—¡Qué dulce, como se esperaría de Shinobu-chan! —exclamó Douma con una gran sonrisa, como si la elección de la joven le despertara emoción. Se giró a la mesera que esperaba el pedido de ambos y extendió su carta de menú hacia ella—. Será lo mismo para los dos.
—En seguida —asintió la muchacha recogió sus menús y se dirigió hacia la cocina.
Ambos la observaron hasta que se perdió entre la barra del restaurante. Quedaron unos segundos en silencio, hasta que Douma carraspeó, pidiendo de regreso la atención de Shinobu. Ella lo miró levantando las cejas, expectante.
—¡Ey! ¿Entonces un proyecto escolar? —indagó el rubio, tratando de romper el áspero ambiente—. ¿Te toma mucho tiempo después de tus clases? ¿Es complicado?
—Más que complicado yo diría tedioso —contestó Shinobu con un suspiro—. El festival cultural será pronto y como soy la delegada en mí recae la organización del proyecto de mi clase y mi club.
—¡¿Festival cultural?! —cuestionó Douma con una exclamacion de alegría. Se inclinó hacia delante, permitiendo que Shinobu percibiera sus brillantes orbes de arcoiris que se iluminaban de la emoción—. Hey, Shinobu-chan, ¿cuándo será? Será abierto al público, ¿verdad? ¡Me encantaría ir a verte!
Al percatarse del error que había sido mencionarlo, Shinobu se tensó. No esperaba que pidiera asistir. Su reacción le despertaba un mal presentimiento.
—Ah, lo siento, parece que solo será para tutores y maestros..., pero te mantendré informado —le mintió usando un tono aún más dulce del que solía utilizar.
Por nada del mundo quería verlo presentarse en su escuela, el solo pensarlo le revolvía el estómago. Shinobu no sabía si seguiría insistiendo y tampoco quería averiguarlo. Acomodó uno de sus mechones insurrectos detrás de su oreja mientras pensaba cómo cambiar el tema.
—En cualquier caso ni siquiera nos han dado la fecha de cuándo será. —Shinobu ladeó la cabeza, intentando aparentar inocencia—. ¿Y qué hay de ti? ¿Cómo estuvo tu semana? ¿interesante?
—Veamos... —El rubio se puso a pensar por unos segundos. Intentando recordar lo vivido en su semana—. Hace unos días pasó algo en el trabajo...
Como si esas palabras fueran clave, los ojos de Shinobu se agrandaron más y de forma inconsciente acercó su torso al del joven apoyándose sobre la mesa para acortar la distancia que los separaba. Estaba atenta a absorber cada dicho que saliera de su boca. Desde su primer encuentro Douma se había mostrado un tanto esquivo al hablar de su trabajo. Daba largas o sencillamente no respondía ante las cuestiones que la chica solía lanzar, aumentando las sospechas de Shinobu. Algo se sabía que él no estaba en labores del todo legales y la joven había aprendido a moverse con cuidado en sus palabras para sacarle la mayor información posible.
Pero esa cita daba un giro distinto, el rubio rompía esa barrera que él mismo había impuesto. Tal vez no contaría nada crucial, pero Shinobu se hallaba segura de que sería lo suficientemente charlatán como para dejar escapar uno que otro detalle “inocente” ante el oído distraído.
—No la he tenido fácil, el jefe se ha enojado conmigo —platicó Douma ajeno a las deducciones de la azabache frente a él. Su voz se había teñido de un inusual tono desanimado. Sin embargo, para Shinobu parecía un gesto carente de verdadero pesar—. Al parecer no he cumplido con sus expectativas.
—Siempre causando problemas —bromeó Shinobu soltando una dulce risa completando su burla—. ¿Ahora qué hiciste?
—¡Oh, Shinobu-chan, no seas tan dura conmigo! —contestó Douma regresando a su tono divertido—. En realidad no fue del todo mi culpa. El hombre me asigna tareas en las que sabe que soy malísimo.
—¿Tú? ¿Malísimo? Me cuesta creerlo de alguien tan habilidoso —lo halagó Shinobu perfectamente complementada en su papel.
Por mucho que odiase decir esas palabras, estaba segura de que podría aflojar a Douma a base de elogios. Había estudiado al chico y se daba cuenta de que su ego parecía tan grande que se abría con facilidad ante el reconocimiento ajeno.
Las observaciones de Shinobu pocas veces fallaban y como resultado había un rubio engrandecido ante ella que empezaba a parlotear sobre cómo desde la infancia había mostrado gran habilidad para un sinfín de actividades y cómo, para su desgracia, también tenía su propio talón de alquiles.
—¿En serio? ¿Y cuál es? —inquirió Kochou absorta en la conversación que Douma estaba manteniendo. La poca paciencia se le estaba acabando y quería romper ese monólogo donde contaba toda su vida. No encontraba relevancia en sus anécdotas infantiles.
—Varias cosas, en realidad. Veamos... —Douma se llevó una mano a la barbilla para pensarlo durante unos segundos—. No se me da la jardinería, no le agrado ni un poco a los animales y ¡ah! El trabajo que realizo como detective deja mucho qué desear.
—¿Detective? —cuestionó Shinobu atenta, juntando las manos—. Eso suena divertido. ¿Es lo que te han puesto a hacer? Porque dudo mucho que te hayan designado a ti, su asesor financiero, a arreglar el jardín.
Ambos rieron al unísono por el comentario. Douma meneó la cabeza y se apoyó contra el respaldo de la silla.
—¡Bingo! Mi trabajo actual es..., básicamente encontrar algo para el jefe, pero es difícil...
«Bien, parece que por fin nos dirigimos a algo interesante», pensó Shinobu tratando de ocultar la sonrisa de satisfacción que intentaba dibujarse entre sus labios. Mas el sentimiento de victoria que experimentó la chica fue efímero. Por las prisas de llegar a tiempo se había olvidado de encender la grabadora de su celular. No tenía prueba alguna de la conversación que se había llevado y si se soltaba un dato trascendente se perdería.
Justo cuando el rubio abría la boca para continuar con su parloteo, una ajena voz chillona lo interrumpió:
—Aquí están sus pedidos.
La mesera tomó una de las tazas de té sobre la bandeja e intentó dejarla en la mesa. No obstante tener los ojos de Douma sobre ella alborotaban sus nervios, haciendo que su mano temblara de forma involuntaria. Un poco de líquido se deslizó fuera de la taza. La chica se disculpó de inmediato y trató de limpiar el desastre que había causado, usando un pañuelo que tenía ya preparado en una de las bolsas del delantal. Shinobu aprovechó la distracción y debajo del mantel se apresuró a prender la grabadora del celular. Ahora estaba lista.
Aún no podía creer que un detalle tan importante se le hubiera olvidado. Era algo fundamental en sus salidas con el joven, si él llegaba a decir algo que pudiera inculparlo Shinobu iba a tener pruebas de ello por medio de esas grabaciones.
La mesera terminó su labor y se alejó deshaciéndose en disculpas. Douma, por su parte, restó importancia al inconveniente despidiéndola con un alegre ademán de su mano.
—Pobre chica, debe ser difícil ser tan tonta como para no poder efectuar bien un trabajo patético como este. —El comentario despectivo saliente de los labios de Douma sorprendió a Shinobu. En ningún momento la sonrisa había desaparecido de su rostro, ni por la crueldad de sus palabras—. Pero, aunque no lo creas, parece tradición de este lugar el contratar gente estúpida.
Era la primera vez que lo escuchaba dirigirse a alguien de esa forma y lograba despertar en la azabache un desagradable resquemor que subía desde su espina dorsal hasta propagarse por todo su cuerpo.
—Y, ¿entonces me decías que te pusieron a buscar algo? —preguntó de vuelta Shinobu, sin encontrar las palabras adecuadas para responder semejante grosería dicha por su acompañante.
Douma se giró a ella de vuelta y la contempló mientras revolvía el contenido en su taza.
—¡Ah, sí! Como te decía, tendré que ir al Distrito de Ginza. ¿Has ido alguna vez ahí? Es lindo, hay muchos restaurantes y boutiques... Deberíamos irlo a visitar juntos algún día, Shinobu-chan.
La propuesta le levantó un desagradable sabor que se propagó por su boca. Ginza quedaba lo suficientemente lejos como para un viaje de ida y vuelta. La sola idea de verse en la obligación de pasar la noche con él llegaba a causarle náuseas. Pero no iba a descartar que fuera de aquel desagradable detalle, había logrado picar su curiosidad.
—Claro, sería encantador que me dieras un tour. Al final debe ser un lugar muy interesante como para requerir de un detective —comentó la chica llevando magistralmente la conversación hacia el terreno donde le interesaba meterse.
La sonrisa de Douma se extendió más por su rostro.
—Es un secreto —contestó llevándose el dedo índice a los labios.
Kochou frunció el entrecejo al recibir esa tajante respuesta. Maldijo mentalmente al percatarse de que tal vez su comentario había sido más indiscreto de lo planeado. Habían vuelto a las conversaciones evasivas y Shinobu ya sabía que una vez entrando a ellas era difícil que el rubio volviera a abrirse. Tampoco veía prudente insistir demasiado, al final podía llegar a jugarle en contra el hostigarlo.
«Está bien, tranquila. Ni siquiera era algo relacionado con Kanae. Ya averiguaré más a la próxima salida... Si sobrevivo a esta», fue el pobre consuelo que se dio la azabache para no sucumbir a la frustración.
—Mírate, tratando de hacerte el misterioso. Eso no va con la imagen que da un efusivo conversador como tú —intentó bromear la joven sin hacer obvio su descontento.
—Puedo ser ambos sin problema. Es parte de mi encanto, ¿no lo crees, Shinobu-chan? —preguntó él con picardia, llevándose una cucharada de su postre a la boca.
Varias venas surgieron debajo de la piel en la sien de Shinobu. La chica se dedicó a tomar otro sorbo de su taza de té mientras se cuestionaba si era sano que una persona le provocara tanta repulsión.
El resto de la velada transcurrió sin mayor relevancia. Las trivialidades fueron tema de conversación recurrente durante las horas restantes, hasta que Shinobu decidió que ya había tenido suficiente y era momento para abandonar el lugar.
Las miradas que Douma cosechaba mientras ambos caminaban por las transitadas calles lograban despertar la incomodidad de Shinobu. Era imposible no percatarse de cómo la mayoría de chicas jóvenes admiraban al hombre a su lado. Por más que saliera con él, ella se sentía incapaz de acostumbrarse a la atención ajena. El porte alto y bien trabajado que mostraba el chico, haciendo juego con su atractivo rostro, pocas veces dejaba indiferente.
Shinobu lo analizó de forma furtiva. Ni siquiera todo el odio que le tenía había llegado a nublar su juicio para que ante sus ojos perdiera todo atisbo de belleza. Negarlo era negar la realidad, estaba frente a un hombre que era digno de ser admirado, principalmente por sus ojos. Esos ojos que habían logrado eclipsar a la chica apenas se topó con ellos. Tenía los colores del arcoiris peleando por abarcar lugar en sus orbes y cada tonalidad destellaba con figuras dignas del interior de un caleidoscopio.
—¿Segura que te quieres ir en tren? —cuestionó el chico sacándola de su ensimismamiento. Ambos se habían detenido frente la entrada de la estación—. No me molesta llevarte a tu casa siendo que fue por mi culpa que se nos hizo tan tarde.
«Soy consciente de eso, estúpido. Pero es preferible para mí dejar que el tren me ampute las piernas, antes de permitir que te acerques a mi casa», fue su agresiva contestación mental. Shinobu meneó la cabeza y se obligó a sonreírle.
—Has hecho tanto que no quiero convertirme en una carga y ya estoy acostumbrada a andar en metro. No lo parece, pero soy una chica fuerte. Pocas veces le pueden ganar a estos cuarenta kilos de destrucción pura.
Douma pareció dudativo, a pesar del intento de mofa que había efectuado Shinobu. Sin embargo, al verla esbozar una sonrisa más dulce que la anterior no pudo hacer más que ceder ante la petición.
—Bueno, bueno, pero algún día tendrás que dejar de rechazarme, Shinobu-chan —accedió al cabo de unos segundos, descendiendo para depositar en la mejilla de la joven un tierno beso.
El contacto que se dio entre su piel y los labios de Douma levantó un intenso resquemor que recorrió lo más recóndito de su cuerpo. Lo que en cualquier chica de su edad habría levantado mariposas y emoción, a Shinobu le causaba una profunda sensación de asco. No era ni remotamente similar a la reacción que en antaño esos gestos habían logrado despertar en Kanae.
Shinobu mordió sus labios, intentando retener las maldiciones que se formaban en su boca, deseosas de ser proferidas ante aquel indeseado hombre. Las tragó con pesadez y se giró hacia el rubio, dando un par de asentimientos con la cabeza, casi como un ademán hecho en automático.
—Quizá la siguiente cita sea la de la suerte.
N.A ¡Hola! Quiero agradecerles el apoyo que le han dado a mi fic en estás semanas, yo sé que no se trata un shipp muy querido, así que lo aprecio mucho (。┰ω┰。)
También quiero disculparme por haber tardado en la actualización, la verdad es que fue un capítulo que me costó mucho redactar, y solo pude terminarlo gracias al apoyo de mi grandiosa Correctora Bambirille, TKM 🥺💕
Bueno eso es todo por el día de hoy, espero que tengan un lindo día. Nos vemos en el siguiente capítulo ヽ(^。^)丿
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