11- Envenenado
«A pesar de la intimidante apariencia que le daban las hermanas Kochou, la velada parecía transcurrir en un ambiente ameno, destrozando por completo las expectativas que se había formado. El curry que había preparado Kanae-Sensei era delicioso y la plática en la que se habían sumergido era tan agradable que había logrado acallar todas las dudas que no dejaban de atormentar su mente desde su llegada a esa casa. Seguía sin entender lo que estaba haciendo ahí, pero cada vez le costaba menos acostumbrarse.
Murata tomó un poco del arroz que estaba servido en su plato y se lo llevó a la boca para degustarlo. La combinación de sabores era simplemente deliciosa. Kanae al darse cuenta de lo que el chico había probado le dirigió una gran sonrisa.
—Oh, espero que te guste el arroz. Shinobu lo preparó exclusivamente para ti. No nos quiso dar ni un poco a nosotras —rio su maestra haciendo que el joven se percatara de que en ningún plato más en la mesa había arroz blanco.
Tragó con dificultad. Ese simple acto le caló la garganta, sentía como si el bocado le quemara cada milímetro que recorría dentro de él. Sus manos instintivamente se dirigieron hacia su cuello al percibir ese dolor que lo invadía y de forma instintiva comenzó a toser, tratando de sacarlo de su organismo. No dio resultado. El ardor se extendía por todo su cuerpo, causando un calvario que se apoderaba de él.
El chico en seguida intentó pedir ayuda a las jóvenes que estaban a su alrededor, sentadas en la misma mesa que él. Las palabras no salían de su boca. Solo daba bocanadas que no alcanzaban a llenar sus pulmones. Sus ojos recorrieron el lugar y pronto se encontraron con las orbes violetas de Shinobu. Sus pupilas brillaron con malicia mientras en sus labios se pintaba una sutil sonrisa de satisfacción al ver que su veneno recién creado causaba los efectos queridos en la rata que había escogido para experimentar.”
Murata parpadeó un par de veces regresando a la realidad y como inercia dio un largo suspiro, constatando de que el aire entraba sin ningún problema en sus pulmones. Sacudió la cabeza para despejarse. La alucinación había sido tan vívida que incluso sentía un leve hormigueo recorrerle la lengua. No terminó de entender la escena que acababa de vivir con su maestra, pero su sentido de supervivencia le exigía a gritos internos que no se involucrara con ninguna de sus hermanas.
Para él la belleza de Shinobu nunca lo había eximido de percatarse de su verdadera naturaleza. Percibía que detrás de sus sonrisas y palabras amables se escondía una chica venenosa cuyas acciones siempre eran motivadas por segundas intenciones. Lo que menos necesitaba Murata era convertirse en el blanco de alguno de sus planes que llegaba a considerar malévolos.
Sin perder tiempo el chico se apresuró a seguir a su maestra de biología, dispuesto a lavarse las manos del asunto aclarando las cosas. La encontró justo cuando entraba a la sala de maestros.
—¡Kochou-sensei! —la llamó haciéndola detener de golpe en el marco de la puerta. La azabache se volvió a él y espero a que la alcanzara—. Escuche, lo de Kochou-sempai y yo no es... Eso no es lo que parece... Digo, no sé siquiera que es lo que sepa o lo que le hayan dicho, pero no es...
Kanae, sin entender su verdadero nerviosismo, rio, colocando sobre su hombro una delicada mano.
—Tranquilo. Sé que era un secreto entre ustedes dos, pero ella ya me lo confesó todo. No tienes que seguir fingiendo y tampoco estoy enojada porque andes con mi hermana —explicó logrando que el chico enmudeciera por completo y la mirara con los ojos cada vez más abiertos. Kanae, ajena a su sentir, se inclinó hacia él, dirigiéndole una cómplice sonrisa—. Y si es por lo de la cena ya verás que a los dos nos terminará perdonando. Conozco a Shinobu-chan.
Le guiñó un ojo y desapareció dentro de la sala de profesores, cerrando la puerta justo en las narices de Murata, dejándolo solo en medio del pasillo, más aterrado y confundido que nunca. El chico golpeó su cabeza contra la superficie de madera profiriendo entre dientes una maldición. ¿Qué era lo que estaba pasando? ¿Cuáles eran los sucios planes de Shinobu y cómo encajaba él en ellos? Y más importante aún ¿cómo podía librarse?
—¿Murata-kun?
Y como si sus pensamientos se hubieran materializado ahí estaba esa inconfundible voz melosa surgiendo de sus espaldas. Temiendo a esa presencia, el chico lentamente fue girándose hacia ella para darle la cara. Con lo primero que se encontró fue con esa cínica sonrisa apenas perceptible pintada en su rostro. El recuerdo de su alucinación le puso le erizó la piel en un desagradable escalofrío. Nunca había imaginado algo con tanta vividez como esa sonrisa.
—¡Kochou-sempai! —exclamó sorprendido retrocediendo hasta que su cuerpo pegó con el muro detrás de él—. Yo... Eh... ¿Podemos hablar?
Los analíticos ojos de Shinobu no tardaron en darse cuenta de que algo estaba mal. Había ido a entregarle unos papeles a Kanae, por lo que no esperaba encontrarse al joven y menos en un estado tan nervioso que solo podía ser augurio de malas noticias. Una punzada recorrió el cuerpo de Shinobu acelerando el palpitar de su corazón. ¿Acaso estaba relacionado con la "confesión" que había hecho la noche anterior? Su rostro permaneció impasible. Lo mejor era no demostrar su culpabilidad hasta dar por hecho que sí iban por ahí las cosas, aunque todo apuntara a ello.
—¿Qué sucede? —preguntó con actitud despreocupada, sorprendiendo todavía más a Murata con su cinismo.
—Es que yo... Eh... Tu hermana cree que salimos, pero no sé porqué si yo apenas te hablo y en realidad tú me das mucho miedo... Pero ella piensa eso y me invitó a comer a tu casa, pero no quiero ir porque sé que me vas a envenenar... Te lo pido, Kochou-sempai, no me envenenes... Tengo mucho que vivir todavía —explicó Murata a una velocidad apenas entendible.
Shinobu no respondió nada. Se llevó una mano a la barbilla y pensó cada una de las palabras que salían de la boca de Murata. Finalmente decidió lo que tenía que hacer.
—Quédate aquí. Ni se te ocurra irte —ordenó avanzando un par de metros hasta la puerta de la sala de profesores. Apenas abrieron la puerta la azabache pidió la presencia de su hermana y la condujo hasta el lugar donde Murata seguía moqueando, producto de sus sollozos—. Murata no podrá acompañarnos esta noche. Los dos ya teníamos planes, ¿verdad?
Shinobu había cambiado por completo su actitud autoritaria, mostrando a una chica risueña y cariñosa que no había tardado en entrelazar su brazo con el del joven, quien se sonrojó por lo que le parecía un repentino gesto de parte de ella. Actuaba como si de verdad fueran una pareja.
Los dedos de Shinobu no tardaron en pellizcar sus costillas al ver que no parecía reaccionar a su pregunta. Murata de inmediato volteó hacia Kanae y asintió casi de forma compulsiva. Kanae los miró por unos instantes que a Shinobu le parecieron eternos. Le daba terror que su hermana se diera cuenta de toda su farsa montada en contra de la voluntad de Murata. Sin embargo, la azabache sacó de su bolso su celular y les tomó una foto sin previo aviso.
—Se ven tan lindos juntos. Tengo que tener el recuerdo. Ya organizaremos algo después del festival cultural, pueden irse —accedió guardando nuevamente su móvil. Antes de que se retiraran tomó el hombro de Murata y lo obligó a mirarla cara a cara—. Ey, se acabaron las llegadas tarde, ¿de acuerdo? Nos vemos en casa.
El chico solo atinó a un nervioso asentir y se alejó al lado de Shinobu, quien lo estaba asiendo cada vez más fuerte del brazo. Ambos caminaron agarrados hasta dar vuelta al final del pasillo, donde la chica se apartó de él.
—Escucha... Vamos a la estación juntos, ¿sí? Debo explicarte mejor la situación y porqué necesito de verdad que me ayudes con esto —suplicó Shinobu sorprendiendo por primera vez a Murata. Su tono de voz sonaba sincero, como si en serio estuviera en un problema donde solo él iba a ser capaz de ayudarla.
El azabache asintió levemente como afirmación y Shinobu le sonrió. De pronto la sonrisa en el rostro de la joven se congeló. Al fondo del pasillo una cabellera albina con puntas verdes resaltaba de su alrededor y los ojos de la dueña permanecían fijos en la pareja. Shinobu entrecerró los ojos con desconfianza, ¿acaso la estaba espiando o solo era su imaginación que la hacía estar paranoica?
—Kochou-sempai, ¿nos vamos? —preguntó el chico a su lado dándose cuenta de que se había detenido en su andar.
La joven de mechones morados salió de sus pensamientos y miró a su compañero, asintiendo. Luego se encargaría de averiguar qué era lo que sucedía con Ume.
—Estoy preparando algo, algo importante para Kanae y eso hace que muchas veces llegue tarde a casa sin poder darle una explicación precisa de lo que sucede —mintió Shinobu mientras ella y Murata caminaban hacia la estación—. Entonces se me ocurrió decirle que tú y yo estábamos saliendo para así despreocuparla y yo por mi parte seguir trabajando en mi sorpresa. Lo siento mucho por involucrarte, créeme que eras mi última opción, pero no se me vino más a la mente. Solo tienes que ayudarme en esto unas semanas, después serás libre, lo prometo.
—Eh... Si lo que haces es para Kanae-Sensei, ¿por qué no le pides ayuda a Kanao? —indagó el chico con lógica pensando por unos segundos lo que Shinobu le pedía. No sabía si creerse que era su única opción.
—No puede. Ya es bastante difícil con solo una de nosotras. Kanae se dará cuenta en seguida. —Al ver que seguía dudativo, Shinobu decidió seguir insistiendo. Sus poderes de persuasión nulas veces fallaban—. No es nada malo. Además, puedes aprovechar para probar por primera vez lo que es tener novia y una relación.
—Eh... No lo sé. Tú me das miedo, Kochou-sempai —confesó apenado el joven.
—Piénsalo bien, Murata. Ya no te queda mucho tiempo en el instituto y las chicas saben que no eres el más agraciado del curso. Pronto nos vamos a graduar. ¿Estarás bien pasando a la universidad sin tener un mínimo conocimiento de relaciones o al menos un mínimo conocimiento sobre mujeres? —cuestionó girándolo del hombro para que la mirara a la cara.
Su voz estaba plagada de una falsa preocupación que logró contagiar con ella a Murata, quien empezó a mostrar dudas ante lo que Shinobu le señalaba. El chico miró a su alrededor. Ya habían llegado a la estación y el tren de la azabache no tardaba en pasar. Tenía los minutos contados.
Shinobu dejó las preguntas al aire. Estaba por dar media vuelta y alejarse cuando la mano sudorosa de Murata tomó la suya, haciendo que frenara en seco.
—Está bien. Te voy a ayudar.
—Sabía que no ibas a desaprovechar la ocasión. Eres un chico listo —informó Shinobu dándole un pequeño beso en la mejilla antes de abordar su tren, que ya llegaba a la parada.
La azabache pasó al vagón y se despidió moviendo la mano del chico que seguía parado fuera, viéndola fijamente, sin poderse creer que ella lo había besado. El tren avanzó y poco a poco esa figura fue desapareciendo con el movimiento. Shinobu sacó su celular para mandar un mensaje. Avisaba a Douma que ya estaba en camino para su cita.
N.A: ¡Regresé! No sé si aún hay alguien interesado en la actualización de esta cosa. Pero ya quedó.
Y pido disculpas porqué mentí cuando dije que lo terminaría todo para fin de año. Logré avanzar, fue un poco, pero algo es algo. Así que esperen actualización constante hasta que se me acaben los capítulos de reserva y me vuelva a morir por medio año más. Byeeeeee
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top