1- Encuentro
Hacía rato que las últimas campanadas habían resonado por todo el instituto, anunciando el final de la jornada escolar. Las aulas no tardaron en vaciarse casi por completo. Los alumnos estaban deseosos de volver a casa después de un largo día de estudio. Todos menos una persona: Shinobu Kochou.
Ella aún se encontraba pegada a su pupitre, viendo distraídamente por la ventana. Daba la impresión de que la azabache buscaba perder todo el tiempo que le fuera posible a fin de no tener el indeseable encuentro que le deparaba esa tarde.
La mente de la joven empezó a divagar, consideraba la posibilidad de quedarse en aquella aula, o ir al jardín botánico situado en el patio escolar para ayudar a Kanao con los arreglos florales del festival. Incluso llegó a contemplar la idea de escabullirse hasta la terraza de la escuela para pasar el resto del día ahí. Sin embargo un llamado la hizo volver a la realidad, desvaneciendo cualquier idea de huída.
─Kochou, no deberías seguir aquí.
La muchacha se giró sobresaltada. Encontró a su profesor de gimnasia, Tomioka Giyuu, recargado en el marco de la puerta, con su profunda mirada azul fija en ella. Confundida, Shinobu volteó hacia el reloj que se encontraba sobre el pizarrón, quedando incrédula por la hora que este marcaba.
«Mierda, es tardísimo», se reprendió mentalmente la chica. ¿En verdad había pasado tanto tiempo ahí, ensimismada en sus pensamientos? Por mucho que odiara la idea, tenía un compromiso al cual asistir y no podía darse el lujo de portarse como una caprichosa. Shinobu asintió y en silencio comenzó a guardar en su bolso las cosas que aún reposaban sobre el pupitre.
─Por cierto, Sensei, ¿Sabe si mi hermana sigue en la sala de maestros? ─indagó con diplomacia mientras terminaba de acomodar sus pertenencias.
─No he ido para allá en toda la tarde ─ contestó él tajante.
A ella no le extrañó su seca respuesta. Incluso si no hubiera convivido demasiado con el profesor, se podía deducir en él la sencillez de su vida. El tipo en realidad no solía pasar tiempo con sus compañeros de trabajo, de hecho ni siquiera parecía llevarse bien con ellos. Cuando Shinobu por fin terminó, se dirigió hacia la puerta.
─Entiendo. Muchas gracias, que le vaya bien, Sensei ─se despidió con una suave sonrisa pintada en los labios.
El hombre se limitó a asentir, pero justo cuando la estudiante pasó a su lado para salir del aula, sus instintos lo obligaron a detenerla. El azabache tenía un mal presentimiento, desde hacía unos días se había percatado de que esa molesta y sonriente chiquilla estaba actuando extraño. La notaba distraída, como si una persistente voz la estuviera llamando a lo lejos.
─¿Estás bien, Kochou? ─cuestionó Tomioka con la mirada fija en ella.
Él no acostumbraba a mostrar preocupación por otras personas, así que su gesto la tomó por sorpresa. La chica le dedicó una dulce sonrisa, encontraba encantador que aquel inexpresivo hombre se mostrara atento con ella. Sin embargo, la parte razonable en su cabeza pedía seguir manteniendo las cosas en secreto. Sin levantar sospecha.
─¡Vaya, Tomioka-Sensei! Es lindo ver que se preocupa por sus estudiantes ─la sonrisa en su rostro se tornó divertida y sus palabras salieron con un ligero tono cantarín ─. Si esta nueva faceta suya la combina con una linda sonrisa, seguramente todos dejarán de pensar que es un tirano.
Y ahí estaba, de nuevo burlándose de él. Tomioka debió haberlo esperado, no era una conducta nueva en la joven. Sin embargo, la irritación en él se hizo presente. Era algo que le molestaba no importaba cuantas veces la chica lo hiciera. Se llevó una mano a la cara, apretándose el puente de la nariz, luego soltó un bufido de exasperación.
─ ... Ya vete, Kochou ─pidió el azabache señalando la puerta.
─Como usted diga.
Y la muchacha salió, relajada y sonriente como de costumbre. A su manera, trataba de hacerle ver al profesor que no había nada de qué preocuparse, que ella estaba bien y seguía siendo la misma de siempre.
Sus pisadas apresuradas resonaban por los pasillos desiertos. Tras bajar las escaleras, finalmente se detuvo frente a un salón cuyo letrero informaba que era la Sala de Maestros.
Como en la mayoría de las ocasiones, las grandes puertas de madera se encontraban abiertas de par en par. Rara vez eran cerradas, a menos que hubiera una junta. Aprovechando esto, Shinobu asomó la cabeza dentro del aula, al mismo tiempo que anunciaba su llegada:
─Disculpen la intromisión.
Al igual que el resto de la escuela, no quedaba mucha gente en ese lugar. Apenas dos escritorios seguían siendo ocupados: uno perteneciente al profesor de educación cívica y, ¡bingo! El otro era el de su querida hermana, Kanae Kochou, profesora de biología.
Shinobu esbozó una sonrisa triunfante al verla. Como su llegada había pasado desapercibida por los docentes que se encontraban ahí, aprovechó la oportunidad para escabullirse hacia una azabache distraída, la cuál estaba acomodado unos papeles.
─¡Sigues trabajando duro, Nee-san! ─ exclamó alegremente, mientras la sorprendía con un efusivo abrazo por la espalda.
Kanae se sobresaltó ante el abrupto gesto, pero al ver que se trataba de su hermanita respondió al abrazo con la misma alegría.
─¡Shinobu! ¿Sigues aquí? Pensé que hoy no tenías actividades en ningún club.
Su hermana menor deshizo el agarre, y una vez libre la mujer se giró en su silla para mirarla cara a cara.
─Me entretuve con un proyecto y se me hizo tarde ─explicó Shinobu sin gran detalle.
─¡Oh, me alegra ver que estás comprometida con tus estudios! ─la animó Kanae con suavidad─. Pero si era tu día libre hubieras aprovechado para volver a casa temprano y descansar.
─Bueno, se vienen semanas ajetreadas en la escuela, supongo que no podemos darnos ese lujo.
Shinobu miró con recelo la montaña de papeles que se acumulaban en el escritorio de su hermana. Kanae, por su parte, soltó una ligera risa.
─Supongo que tienes razón, aunque yo ya casi acabo, así que... Podemos volver juntas ─ofreció Kanae con ilusión, tomando por las manos a la pequeña estudiante frente a ella.
Se podía entender que le emocionara la idea. Rara vez ambas hermanas podían compartir momentos. Desde el fallecimiento de sus padres, las cosas se habían vuelto muy dificiles para las hermanas Kochou. Kanae se había sumergido de lleno en su trabajo para poder sacar a flote a la familia y Shinobu no se quedaba atrás, consiguiendo empleos de medio tiempo para aportar a la casa mientras se encargaba de sus labores escolares.
─Me encantaría ─aprobó Shinobu dirigiendole una sonrisa cargada de dulzura. Sin embargo, los asuntos que tenía pendientes llegaron a su cabeza, recordándole que tendría que privarse de la tierna compañía de su hermana mayor. Su sonrisa se tiñó de un ligero abatimiento─. Pero me temo que hoy no se podrá.
Kanae se quedó extrañada por la negativa de su hermana, pero cuando Shinobu le lanzó una mirada cómplice lo recordó:
─¡Oh, cierto! Me dijiste que saldrías con Mitsuri-chan, ¿verdad? Deberías invitarla a comer a la casa un día de estos.
─Sus horarios no se le acomodan ─ intentó en seguida justificarse─ , y además, no creo que quieras alimentar a ese barril sin fondo.
─¿Me estás retando? ─cuestionó Kanae con un tono juguetón, cruzándose de brazos.
Shinobu rio al mismo tiempo que meneaba la cabeza.
─Para nada.
─De acuerdo ─cedió Kanae relajando su postura─. Estás a salvo de mí por hoy. Pero, por favor, prométeme que esta vez llegarás temprano.
─Lo de la última vez solo fue un contratiempo, no volverá a pasar ─le aseguró esbozando su mejor sonrisa─. En fin, se hace tarde, así que te dejo con tus papeleos o nunca terminarás.
Las hermanas se despidieron con un cálido abrazo. En el suave agarre que las unía era palpable el profundo amor que compartían la una por la otra.
─Cuídate mucho, Shinobu, y ten cuidado.
─ Por supuesto ─contestó la menor hundiendo su rostro en el hombro de la azabache─. Y tú no te sobreexijas con el trabajo.
En cuanto salió de la habitación el rostro de Shinobu sufrió una metamorfosis. La sonrisa había desaparecido de sus labios, dando paso a una expresión de total pesadumbre.
"Iré con una amiga, volveré temprano..." Mentira sobre mentira. Le dolía profundamente engañar de esa manera a su querida hermana, pero se trataba de convencer a sí misma de que era por un bien mayor.
Tragó el nudo que tenía en la garganta y se sacudió en un vano intento por despejar su mente. Debía darse prisa si quería llegar a tiempo a su encuentro.
Shinobu se encaminó a la salida del instituto, donde el conserje escolar seguía despidiendo a los pocos alumnos que se habían rezagado en sus actividades extracurriculares.
─Regrese con cuidado, señorita Kochou.
─Muchas gracias, Urokodaki-San. Hasta mañana ─correspondió la joven al mayor haciendo una leve reverencia.
Una vez fuera de la institución, se dirigió a la estación del metro más cercana. Contrario a lo solitaria que lucía la escuela y las cuadras aledañas, la estación estaba muy concurrida. Estudiantes que salían de clase y empleados que volvían a casa después de una larga jornada de trabajo se aglomeraban en el lugar.
El tren no tardó en hacer acto de presencia y todos pasaron a llenar sus vagones. Conforme se acercaba a su destino, el corazón de Shinobu latía con más fuerza y el estómago se le encogía en el abdomen. ¿Sería eso producto de los nervios...? ¿O quizá de su ira? No podía deducirlo con exactitud, pero como fuera, la sensación le resultaba profundamente desagradable. Pocas cosas en la vida lograban hacerle perder la compostura como esos encuentros. Dio un suspiro intentando recuperar la tranquilidad, no era momento para retractarse.
Deseando distraer su mente se atrevió a mirar su teléfono. La hora indicaba que faltaban apenas unos minutos para el anochecer y como era de esperarse, tenía un par de llamadas perdidas de su cita. Mala decisión haber sacado el móvil. Lejos de cumplir su objetivo solo había pasado a irritarse más. Dejó el aparato en su bolsillo y se dedicó a esperar. No pasó mucho para que la femenina voz que salía de los intercomunicadores le anunciara que por fin había llegado a su destino.
Salió del vagón y caminó varias cuadras, intentando regular su agitada respiración. Finalmente la joven se detuvo frente a la entrada de una pintoresca cafetería, la cual hacía un gran contraste con los modernos edificios que la rodeaban. Era un establecimiento muy bonito y animado, sin mencionar que los aperitivos que servían eran deliciosos.
De haberlo conocido en otras circunstancias, se habría convertido en uno de sus lugares favoritos y estaba segura de que a sus hermanas también les habría encantado. Pero no era el caso y lejos de llevarlas a ese lugar, una vez terminado todo, buscaría evitar cualquier cosa que se lo recordara.
La azabache inhaló profundamente. «Solo las personas inmaduras no son capaces de controlar sus emociones», se recordó a sí misma tratando de recobrar la compostura. Acto seguido la máscara de felicidad cubrió sus verdaderas emociones y abrió la puerta del local.
Sus ojos violetas pasearon por todos los comensales hasta que finalmente lo encontró: al fondo del local, cerca del ventanal, en una mesa con dos sillas, estaba de espaldas el rubicundo hombre. Daba la apariencia de estar entretenido con su teléfono.
─¿Me extrañaste, Douma? ─lo interrumpió Shinobu llegando detrás de él y hablándole al oído con voz melosa.
El mencionado giró su rostro, encontrando a escasos centimetros el de Shinobu. Esta le dirigió una suave sonrisa apenas sus ojos se encontraron.
─¡Ah, Shinobu- chan! ─exclamó él con júbilo, sin ocultar la alegría que le provocaba su presencia.
El telón se había levantado, dando paso a la obra de teatro que protagonizaría la pequeña mariposa.
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