Capítulo Quince: Recuperando al señor Thompson.
El sol anunció el inicio de un nuevo día. Me levanté muy temprano a pesar de que esta vez no habría reunión en la mañana. Quería llegar a tiempo para el trabajo, porque, además de que necesitaba pedir el permiso para faltar, también disfrutaba estar con mis adorados autos.
Desayuné en un santiamén y salí de la casa antes de que mis padres pudieran preguntarme algo sobre el berrinche de la noche anterior. Aún no le había contado a mi madre que había terminado con Dylan, es que yo sabía que, probablemente, ella me haría sentir como si hubiera tomado una mala decisión. En especial, después de saber lo que ella y papá pensaban sobre Sara Baxter.
Tomé la calle principal y una vez que me vi lejos de casa comencé a bajar la velocidad de mi paso.
Había estado toda la noche pensando en el asunto de Kevin. Tenía que considerar todo lo que me había hecho ver Donna. Él había cometido algo demasiado grave como para perdonarlo tan rápido, sin embargo, mis sentimientos por él eran algo difíciles de ocultar, incluso para mí misma.
Finalmente, había llegado a la resolución de esperar un tiempo antes de apresurar las cosas con el chico. Necesitaba atender, primeramente, todo este asunto del juicio y de la escuela cerrada.
Era indispensable que depositara todas mis fuerzas en este caso, a estas alturas no podía fallarle a la comunidad de estudiantes, ni a mis amigos, ni a mis padres, ni a mí misma. Esto no estaba en duda, yo debía estar concentrada en el juicio.
Llegué al taller y dejé mi mochila, como siempre, en la oficina, antes de dirigirme hacia la zona en donde se encontraban los autos.
—Buenos días —dije sorprendiendo a Chuck que barría el interior del taller.
—Llegas muy temprano —expresó sin voltear a verme.
—No quería estar mucho tiempo en mi casa —respondí y él soltó una risita—. ¿Qué tenemos para hoy?
—Haremos el servicio para dos autos que llegarán más tarde. Hoy también me ayudarás con un auto que nos han pedido restaurar —expresó al tiempo que levantaba el polvo de su negocio.
—¿En serio? —pregunté emocionada.
—Por supuesto —respondió Chuck haciendo una extraña mueca como si fuera una sonrisa—. Es un auto con el que he estado trabajado desde antes de que llegaras. Se encontraba en otro taller más grande para cubrir los últimos detalles mecánicos. Tienes que tomar en cuenta que este es un proyecto muy importante, debes tomarlo muy en serio.
—¡No te preocupes! Haré mi mejor esfuerzo —expresé emocionada.
—Iniciaremos con la planeación y poco a poco sacaremos el resto del proyecto adelante —explicó dejando la escoba a un lado para mirarme—.Tengo algo que preguntarte, Nicole.
—Dime.
—¿Qué tanto te interesa este trabajo? —cuestionó y yo lo miré confundida.
—¿A qué te refieres? ¿A diseñar el auto? —pregunté y él negó con la cabeza.
—Quiero decir, ¿qué tanto te interesaría dedicarte a este negocio? —dijo y yo me quedé sorprendida—. La persona que me encargó este trabajo es muy importante. Hablamos del mismo Edward Peters, dueño de la marca Solange Motors.
—¿Habla de los autos deportivos, los Solange? —pregunté estallando de emoción.
—Él es un viejo amigo mío. Le fue muy bien con su empresa de autos y siempre confía en mí para restaurar los vehículos que colecciona —explicó con tranquilidad—. Su empresa toma en cuenta a aquellos que vienen desde abajo, como tú y yo. Él creó un programa para jóvenes que quieren incursionar en el mundo de los autos. Si haces tu mejor esfuerzo en este trabajo, puede ser tu carta de presentación ante el hombre. El programa dura dos años y te permite tener las puertas abiertas para trabajar con las mejores marcas automotrices.
—No puedo creerlo —respondí abriendo la boca por la impresión—, ¿tú me ayudarías?
—Claro que no, yo te guiaría, pero el trabajo será solo tuyo —expresó él y yo sonreí—. ¿Qué me dices, aceptas el trato?
Me incliné un poco hacia adelante para soltar un gritito al tiempo que realizaba un pequeño baile.
—¡Sí! ¡Claro que sí! —respondí con una sonrisa de oreja a oreja.
—De acuerdo —contestó soltado una leve risa. Parecía que a él también le alegraba el hecho de que yo hubiera aceptado—. Entonces no hay tiempo que perder, vamos a arreglar todo para el primer servicio.
Chuck y yo recibimos el primer auto y dimos inicio a la revisión pertinente. Mientras revisaba el filtro del aceite comencé a pensar en lo que acababa de pasar. Yo había aceptado la oferta de mi jefe para comenzar a especializarme en autos. Lo cual significaba que... probablemente yo tendría que abandonar la escuela de leyes que tanto anhelaban mis padres.
Ya era demasiado tarde para retirar mis palabras, no me quedaba más opción que hablar con ellos, pero el simple hecho de pensar en ello me aterraba. Es decir, renunciaría a todos los planes que mis padres habían diseñado para mí con tal de entrar en este programa.
Cuando terminamos el primer servicio, mis manos ya habían comenzado a temblar considerablemente. Llegó el segundo coche y traté de vaciar mi cabeza para no cometer un error, no quería quedar mal con Chuck en el trabajo.
Mientras avanzábamos en los procesos, la hora de iniciar con el proyecto se aproximaba y yo no podía más que sentir todo el peso del mundo cayendo sobre mis hombros. Para cuando terminamos el segundo servicio y Chuck redactaba la nota para el cliente, decidí tomarme un pequeño respiro y le pedí a mi jefe un momento para ir a comprar una soda en lo que terminaba con el papeleo.
El minisúper no estaba muy lejos y como él también estaba cansado, aceptó a cambio de que le trajera una bolsa de frituras.
Elegir entre lo que quieres hacer tú solo y lo que ha sido planeado para ti durante toda tu vida es algo muy difícil. No es que no quisiera luchar por mis sueños, pero es que tampoco quería estar en malos términos con mis padres. Lo último que quería era volver esto una pelea familiar.
Entré al minisúper cabizbaja y me fui directo hacia las frituras. Tomé los productos que quería y me dirigí a la caja.
—Nicole —dijo alguien detrás de mí, cuando voltee encontré a Martin que me sonreía con unas gomitas en la mano.
—Hola —respondí sorprendida—. Hace mucho tiempo que no te veía.
—Lo mismo digo —expresó soltando una risa—. Hoy me levantaron el castigo.
—Me alegro mucho de eso —dije avanzando en la fila—. ¿Vas a ir al juicio?
—Por supuesto que sí. ¿Sabes quién nos representará? He estado ausente por mucho tiempo —señaló y yo asentí.
—Será Kevin Baxter —expresé y él me sonrió.
—¿Tu novio?
—Kevin no es mi novio, Martin —respondí sin evitar que una sonrisa se me escapara con solo pensar en el chico.
—Fuera de broma, creo que harían una excelente pareja —dijo y yo le regalé una sonrisa.
—Yo le he dicho lo mismo —expresó alguien que se había formado detrás de Martin sin que lo notáramos—. Deberían ser novios en cuanto se dé la oportunidad.
—Dylan —dije temblando—, ¿dónde has estado? Ayer todos te buscaron como locos.
—He estado ocupado —respondió asintiendo con lentitud. Tenía una apariencia lamentable, parecía que un equipo de futbol universitario lo hubiera golpeado en conjunto. Inclusive su vestimenta delataba que solo se había preparado para salir a comprar golosinas.
—Cooper —expresó Martin sin entender lo que sucedía—. Buenas noticias, me levantaron el castigo. Ya podré ir al juicio. ¿Tú irás?
—No me lo perdería —respondió casi sin mirarlo. Su expresión se notaba ausente y bastante melancólica.
En ese instante, la cajera se desocupó y yo coloqué mis productos frente a ella sin dejar de admirar al Dylan destruido que yacía frente a mí.
—Me alegra que vayas a venir —expresé con cautela y él dejó que sus labios se inclinaran un poco generando algo parecido a una sonrisa.
—Me sorprende —respondió estornudando con estruendo.
—Deberías decirle a tus abuelos que te revisen —sugirió Martin despreocupado.
—Son cuatro dólares —expresó la cajera sin interesarse demasiado por nuestra conversación.
—Gracias —respondí entregando el importe exacto a la mujer—. Cuando puedas, llama a los chicos, están angustiados.
—Lo intentaré —dijo al tiempo que Martin colocaba sus gomitas frente a la cajera.
—Nos vemos —concluí y empecé a caminar de regreso al taller.
Vaya que aquel encuentro había sido muy incómodo, sin embargo, a pesar de que solo había pasado un día en que no habíamos tenido noticias de Dylan, me tranquilizaba encontrar que estaba bien, bueno, dentro de lo que cabía. Cada que pensaba en el tema me sentía mal por haber terminado esa relación; esta vez era diferente, ahora tenía demasiadas preocupaciones en mi interior como para detenerme demasiado en el asunto, aunque pareciera un poco cruel.
Retorné a mi trabajo lo más rápido que pude y encontré a Chuck acomodando unos papeles en la oficina.
—¿Estás lista, niña? —preguntó el hombre terminando de guardar las notas.
—Sí —respondí dejando las frituras a su lado—. ¿Qué es lo primero que haremos?
—Vamos a hacer una revisión general del auto. Primero tenemos que arreglar todos los detalles antes de comenzar a pintarlo —explicó con calma—. Así que manos a la obra. Intentaremos reparar todo lo posible antes de que te vayas.
—De acuerdo —dije dejando la soda a mi lado para soltar un suspiro.
—¿Te encuentras bien? —cuestionó el hombre admirando la preocupación en mi rostro.
—Sí —dije de inmediato—, solo... tengo un par de problemas.
—Nicole, recuerda que prometiste estar totalmente comprometida con tu trabajo —respondió con firmeza—. Olvida todas esas preocupaciones cuando estés en el taller.
—Lo haré, Chuck —expresé tomando una gran bocanada de aire—. Vamos a trabajar.
Asintió mientras se levantaba y acto seguido, comenzó a guiarme hacia la parte trasera del taller.
Nunca había conocido esa parte del lugar, parecía mucho más decorada que el resto del recinto. Los pasillos relucientes lucían cuadros de autos clásicos y de fotografía antiguas. Mientras que el piso recordaba a las fuentes de soda de los cincuentas.
Cuando alcanzamos el fondo del taller, Chuck abrió la última puerta para poder ingresar hacia donde estaba el auto de Edward. Aun cuando el vehículo no estaba reparado seguía siendo impresionante. Parecía realmente antiguo, incluso más de lo que jamás hubiera trabajado en el taller.
—Es increíble, Chuck —comenté impresionada al tiempo que rodeaba el auto para admirar su figura.
—Uno de los mejores —respondió el hombre soltando una pequeña risa.
—¿Qué modelo es? —pregunté acercándome con interés.
—Es un Duesenberg SJ Convertible de 1935 —expresó él con suficiencia.
—Creo que nunca olvidaré este auto.
Parecía que los dos estábamos hipnotizados por el automóvil. Recorrimos todos los puntos posibles antes de comenzar a escudriñar los detalles de la carrocería.
Estar junto a Chuck revisando el convertible para detectar las zonas a reparar, me hizo recordar lo magnífico que era estar en ese mundo que había conocido por coincidencia.
Trabajar en el taller era lo mejor que jamás me hubiera sucedido. No había nada en el mundo que me diera la sensación que me brindaba estar trabajando entre motores y brillantes pinturas. Fue ahí cuando recordé las palabras de Kevin y sonreí al pensar que, efectivamente, había encontrado mi verdadera pasión en este tiempo.
Un extraño sentimiento de valentía me invadió, era momento de enfrentar todo para defender aquello que yo quería en realidad. Era definitivo, aquel día en la noche yo hablaría con mis padres sobre el asunto.
En cuanto terminamos de hacer la evaluación total, Chuck y yo nos dedicamos a arreglar la mayoría de las imperfecciones que presentaba la carrocería. Había muchas que requerían de más tiempo, así que comenzamos a hacer una planeación estratégica para concluir con todas las reparaciones.
El diseño del auto lo iniciaríamos al día siguiente, a pesar de no estar seguros de haber terminado todos los detalles.
Chuck me había dicho que sería solo un boceto para poder iniciar con los trabajos, pero que era mi responsabilidad estudiar el diseño original del auto para poder apegarnos a él, así que con toda la emoción del mundo, di por terminado ese día de trabajo y me despedí de mi jefe.
Hacer ese auto sería el primer proyecto que dependería casi totalmente de mí. No podía caber en la emoción de estar viviendo todo eso.
Comencé a caminar hacia la casa de Fred con una enorme sonrisa en mi rostro. En cuanto llegara, todos partiríamos hacia la vivienda del señor Thompson para poder hablar con él. Esto estaba a punto de terminar.
Llamé al timbre de Fred y fui recibida por todos mis amigos en la entrada. Había un clima bastante bueno, a comparación del día en que habíamos ido a recuperar a Donna, por lo tanto, las chamarras terminaban sobrando para todos, el viaje dio inicio de inmediato.
—Kevin y Fred nos guiarán —expresó Mónica al tiempo que todos avanzábamos por las calles del pueblo—. Ellos son los que tienen idea de dónde está la casa.
—De acuerdo, espero que no nos perdamos —dije soltando una risa y Kevin volteó para mirarme con alegría. Parecía que había olvidado todo lo sucedido la noche anterior.
—¿Ya has sabido algo de Dylan? —preguntó la chica con angustia.
—Lo encontré hace un rato —respondí mirando un poco hacia abajo—. No tuvimos una conversación demasiado larga, pero creo que él está bien.
—Me preocupa —dijo ella soltando un suspiro—, honestamente, creo que nos ha bloqueado de su teléfono. No contesta los mensajes, ni las llamadas.
—Personalmente —interrumpió Fred con aquel gesto serio que siempre portaba—, creo que el pequeño Dylan está exagerando. Digo, no es por ofender, Nicole, pero no eras, precisamente, el amor de su vida.
—Bueno, todos reaccionamos diferente —expresó Kevin con las manos en los bolsillos—. Además, no sabes qué tanto pudo llegar a enamorarse de Nicole.
—Por favor, ¿qué tanto puedes interesarte por una persona en tan poco tiempo? —cuestionó Fred girando los ojos.
Todos nos quedamos un segundo callados reflexionando hacia nosotros hasta que Mónica rompió el silencio.
—De cualquier forma... ¿Creen que vaya al juicio? —preguntó con angustia y los chicos subieron los hombros.
—A mí me dijo que lo haría —comenté sin demasiada confianza—, aunque, si les soy muy honesta, parecía que estaba siendo un poco irónico.
—No puede ser que justo en este punto se desaparezca —expresó Mónica mirándonos a todos.
—¿Tú crees? —dijo Fred y ella le sonrió con pesar.
El camino se hizo más largo para todos al cargar aquel pensamiento en la mente. No queríamos perder a Dylan, era parte indispensable de nuestro equipo, inclusive había llegado mucho antes que yo y me parecía una injusticia que fuera despojado de sus amigos por una decisión mía.
Intenté no mirar demasiado a Kevin durante el trayecto, sin embargo, no podía evitar coincidir con sus ojos de vez en cuando y aquella sensación que me hacía dudar entre perdonarlo o no me volvía loca.
Comenzábamos a acercarnos al final del pueblo, el cansancio nos empezaba a abordar a todos sin compasión. El sol, que al inicio parecía perfecto, se convirtió en una molestia general que nos acompañó hasta que notamos una casa diferente a todas las demás.
El borde del pueblo albergaba las viviendas más pequeñas de todo el lugar. La gente que solía vivir ahí no ponía demasiada atención en su mantenimiento, sin embargo, esa casa que yacía frente a nosotros lucía un cuidado minucioso.
La fachada estaba pintada con un tono marfil que combinaba perfecto con los detalles en verde oliva y las enredaderas que caían como cascadas a los costados de la misma.
El camino que conducía desde la calle hasta la puerta de entrada tenía detalles con piedra de río y el timbre, color oro, relucía invitándonos a tocarlo.
—Eres el elegido, amigo —dijo Fred dándole un pequeño empujoncito a Kevin para que se adentrara al hermoso camino.
El chico dudó un segundo, pero casi de inmediato comenzó a avanzar hacia el timbre dorado con expresión debilitada. Una hermosa melodía inundó el ambiente y los pasos de una persona se escucharon fuertes hasta topar con la puerta del frente.
—¿Sí? —dijo el señor Thompson. El hombre portaba un impresionantemente pulcro traje y, a pesar de su prominente calva, el poco cabello que poseía estaba perfectamente arreglado.
—Señor Thompson, ¿tiene un minuto para nosotros? —preguntó el chico mirando al hombre—. Yo soy Kevin Baxter, alumno de la preparatoria.
—Te conozco, chico. Tantas veces en mi oficina, sería difícil olvidarte —expresó él soltando una ligera risa—. ¿Qué es lo que necesitan?
—Queremos hablar con usted. Ellos son mis amigos, Mónica, Fred y Nicole —dijo el muchacho señalándonos—. Nos gustaría que fuera en privado, ¿podríamos pasar a la casa?
—Por supuesto —expresó abriendo más la puerta al tiempo que hacía una seña para que nos acercáramos.
Todos empezamos a tomar el camino hacia su entrada, mientras reflexionábamos sobre lo que sucedía. Realmente estábamos ahí para ayudar a ese hombre que nosotros mismos habíamos destruido. Cómo es que teníamos el descaro de presentarnos como sus héroes en ese momento.
El interior de la casa del director estaba tan estratégicamente acomodada como el resto de la morada, el hombre nos guio hacia su hermosa sala en color café y señaló uno de los sillones para que tomáramos asiento.
—¿Se les ofrece algo de tomar? —dijo el hombre al tiempo que tomaba asiento frente a nosotros.
—No —dijo Mónica y todos asentimos excepto Kevin.
—Yo quiero un té —expresó y todos lo miramos con reproche.
El señor Thompson soltó una risa y se retiró a la cocina para comenzar a preparar el té.
—Gracias, señor inglés. Por tu culpa tendremos que esperar —reclamó Mónica dándole un empujón.
—¡Tenía sed! —dijo Kevin y todos lo golpeamos con los cojines que decoraban la sala.
El chico soltó una pequeña risita y al final todos cedimos ante su tontería con una sonrisa.
No pasó mucho para que el señor Thompson regresara con una bandeja de té y una expresión de satisfacción en el rostro. Le entregó una taza a Kevin y ofreció más a los demás. Todos aceptamos por cortesía y nos acomodamos para comenzar a hablar.
—Debo admitir que, no importa el asunto que los traiga, me alegra tener visitas, por fin —dijo el hombre regalándonos una sonrisa.
—¿Nadie más ha venido a visitarlo? —pregunté preocupada—. ¿Ningún alumno?
—Ni uno solo —expresó él suspirando—. Desde que sucedió lo de la filmación... Vaya ha sido complicado —confesó con pesar—. No me dejan en ningún lugar.
—¿A qué se refiere? —preguntó Mónica confundida—. Lo que lo arruinó solo fue ese video, ¿cierto?
—Fue quien lo subió a internet, claro, pero... después de todo eso, me han estado siguiendo para asegurarse que mi reputación quede en la ruina —expresó y todos nos quedamos asombrados—. Precisamente ayer fui al lago y me atacó una banda de chicos encapuchados. Trataron de hacerme caer de la barca; pero llevo años pescando, no lo lograron.
—Eso es horrendo —dijo Fred levantando las cejas.
—Un momento, ¿dijo internet? —preguntó Mónica inclinándose hacia adelante.
—Teníamos entendido que la filmación solo quedó en la sala de cine del pueblo más próximo —expresé con cautela
—No, claro que no —aclaró soltando una risa amarga—. Ojalá hubiera sido así. Alguien lo ha subido a internet. Además, lo envió a mis superiores y a los medios de comunicación locales.
—Eso —dijo Kevin con los ojos muy abiertos—... es algo que nadie sabía.
—En fin, chicos, ¿qué es lo que los trae aquí hoy? —preguntó y todos recordamos nuestro cometido.
—Señor Thompson, Kevin representará a toda la comunidad en este juicio —comencé a explicar—. Hemos hablado entre nosotros y creemos que necesitamos de usted para recuperar la escuela.
—Tal vez pude haberlos ayudado hace un tiempo —dijo él suspirando—. Ahora toda mi credibilidad ha sido destruida.
—Es precisamente con relación a eso —expresó Kevin dejando su taza sobre la mesa de centro—. Queremos ayudarlo a recuperar su credibilidad.
—Pero... ¿cómo será posible? —preguntó el hombre mirándonos con duda—. No es algo fácil, muchachos.
—Lo sabemos, por eso vinimos hoy a hablar con usted —explicó Mónica con seriedad.
—¿Cómo puedo saber qué se necesita para recuperar mi reputación? —preguntó el señor Thompson afligido—. Si pudiera descubrirlo, no estaría aquí.
—No se preocupe por eso —dije con confianza—. Solamente necesitamos que nos hable un poco de usted. Nosotros somos expertos en hacer planes infalibles, ¿cierto Kevin?
—Claro —respondió soltando una risa y los demás asintieron.
—Está bien, los ayudaré —dijo el hombre suspirando—. No tengo nada que perder, ni siquiera tenía la idea de aparecerme en el juicio.
—Por supuesto que sí, señor Thompson —expresó Mónica—. Necesitamos de su presencia indiscutible para que triunfemos.
—Admiro su motivación, muchachos —comentó el director mirándonos paternalmente—. Bueno, pueden preguntarme lo que quieran.
—¿Cómo comenzó a ser director? —preguntó Kevin interesado.
—Esa es una historia muy larga —respondió él mirando hacia arriba con nostalgia—. Yo siempre adoré ir a la escuela. Era lo que más me gustaba. Recuerdo una vez que mis padres me llevaron a conocer a unos primos míos. Tenían una escuela horrible, todos eran demasiado estrictos y ellos odiaban estudiar en serio. Desde ese día me propuse ser el director de una escuela que los jóvenes disfrutaran. Así como lo fue la mía.
—Quería evitar que fuera como una cárcel —concluyó Kevin y él asintió.
—Si lo hace sentir mejor, señor Thompson —opinó Mónica—, eso era justo lo que yo sentía.
—Y yo —secundé sonriendo.
—La escuela fue mi verdadero hogar, señor Thompson —comentó Kevin recordando—. Era mi refugio.
—Yo también sentí lo mismo —expresó Fred y los ojos del director se humedecieron.
El hombre siguió relatando todo aquello que lo había conducido hacia su puesto como director. Cada uno de los pasos que nos iba relatando era realmente admirable, poco a poco, todo comenzó a ser cada vez más claro y entendimos con qué herramientas podríamos recuperar al señor Thompson.
Cuando cayó la noche, todos nos despedimos y le aseguramos al hombre que resolveríamos su problema lo más pronto posible. Regresamos a la casa de Fred para conectar los puntos y armar el plan para recuperar al director de nuestra amada escuela.
—Bueno, entonces qué haremos con Thompson —preguntó Fred lanzándose exhausto sobre uno de los sillones.
—Creo que todos tuvimos una idea parecida cuando estábamos con él —señaló Mónica caminando alrededor de la habitación con los brazos cruzados.
—Es increíble, ¿no? —exclamó Kevin sentado desde las escaleras que desembocaban en el sótano—. Cuando éramos estudiantes normales de la preparatoria, no podía ver al tonto Thompson como nada más que eso... un tonto.
—Yo igual —dijo Fred soltando una risa con los ojos cerrados.
—Creo que nadie supo apreciar lo fabulosa que era la escuela para nosotros —expresé suspirando—. Y nunca nos dimos a la tarea de conocerlo a él.
—Bueno, no es que vayas tratando de conocer a todos los directores que has tenido —dijo la chica deteniéndose junto al sillón en donde estaba su novio.
—Opino que Mónica tiene razón y todos pensamos en lo mismo —dije con decisión—. La mayor fortaleza del director es lo mucho que se interesa por los alumnos.
—Tengo una idea —dijo mi amiga abriendo dejando notar una amplia sonrisa.
—Ahora no soy el único emocionado con la investigación —expresó Kevin burlón.
—Es la recta final, bobo, es lógico —defendió Mónica cruzando nuevamente los brazos—. Bueno, el punto es... creo que si Thompson diera un discurso sobre la importancia de la educación y propusiera nuevas estrategias para poder regresar a la escuela, todos lo verían como la persona perfecta para hacerse cargo de la escuela.
—Eso funcionaría —dije emocionada—. Estoy segura de que preparará unas propuestas increíbles.
—Entonces está hecho, mañana se lo propondremos y comenzará la última fase —expresé y todos se levantaron para volver a nuestras respectivas casas.
Fred y Mónica, como siempre, se desviaron a la mitad del camino, mientras que Kevin volvió a ofrecerse para dejarme en mi hogar.
—Gracias por acompañarme —expresé con la mirada baja, me sentía apenada por nuestra última pelea.
—No tienes por qué agradecer —respondió tranquilamente—. Y... espero que ya no sigas enojada conmigo.
—Por más que quiera, Baxter, no puedo estar mucho tiempo enojada contigo —confesé y él sonrió.
—Me alegro porque no quisiera que dejáramos de hablarnos —dijo y yo lo miré. Aquel brillo que tanto me gustaba en sus ojos regresaba y se colaba en los míos.
—¿Por qué me miras así? —pregunté soltando una risa.
—No te estoy mirando de ninguna forma —expresó sonriente—, ¿por qué? ¿Te pongo nerviosa?
—¡En tus sueños! —dije empujándolo con suavidad al tiempo que él reía.
Continuamos bromeando por un rato y al ir avanzando nuestras manos se tomaron con fuerza. Cuando ya estábamos frente a la entrada de la casa, los dos caminábamos abrazados.
—¿Sabes, Nicole? —dijo mientras se colocaba frente a mí y acariciaba mi cabello—. Casi siempre me confunde lo que haces. Pareciera que hay un universo en ti que siempre va cambiando sin que uno se entere.
—No creas que con esto... las cosas cambian —respondí con una sonrisa.
—No me atrevería a imaginarlo —dijo y me acercó un poco más para poder darme uno de sus increíbles besos.
Mis brazos lo rodearon y me dejé llevar un instante por el momento. Tan, pero tan profundamente que no escuché el momento en que mi madre abrió la puerta de la entrada y salió hasta alcanzar el jardín.
—¡Nicole! —dijo ella con un tono de voz furioso. Ambos nos separamos sobresaltados y Kevin se tornó completamente rojo—. ¿Qué crees que estás haciendo?
—Buenas noches, señora Sadstone —dijo el chico tratando de ignorar su vergüenza—. Soy Kevin Baxter, es un placer.
—Entra a casa, Nicole. Es tarde —respondió mamá mirando con severidad al chico, quien bajó su mano después de notar que mi madre no tenía la intención de estrecharla.
Caminé hacia la entrada con apuro y mi madre me siguió, en cuanto alcanzó la puerta se volteó para otorgar a Kevin una mirada asesina y después cerró la puerta con fuerza.
—¿Qué estabas haciendo ahí afuera, Nicole? —preguntó mamá furiosa. La tía Patty y papá miraban todo desde el desayunador con gesto asustado.
—Lo siento, mamá, yo...
—¡Eso no está bien, no es lo que te hemos enseñado! —expresó al tiempo que sus mejillas se tornaban coloradas.
—¿A qué te refieres, yo solo...?
—¡No está bien que te veas con ese chico cuando Dylan es tu novio! —reprendió mamá contundente haciéndome entender todo.
—No, mamá, no. Yo ya no soy novia de Dylan —aclaré y ella se quedó congelada un segundo.
—¿Cómo que ya no eres su novia? —preguntó mirándome con duda.
—Yo... terminé con él porque descubrí que no me gustaba en realidad —dije y todos los presentes, excepto mi tía, abrieron la boca de la impresión.
—¿De qué estás hablando? Ese chico era el más dulce que había conocido —expresó y mi padre se aclaró la garganta—. Bueno, después de tu padre.
—Es que a mí me empezó a gustar alguien más, tenía que terminar con él —confesé y mamá apretó los labios como cuando estaba verdaderamente furiosa.
—Fue ese chico, ¿cierto? —preguntó y yo asentí—. Nicole, esa familia no te conviene para nada. No me gustaría que comenzaras a involucrarte con los Baxter.
—Mamá, él es diferente a su familia —expresé y ella negó con la cabeza.
—Ese muchacho no tiene ni pies ni cabeza, ¿qué pasará cuando comiences la universidad? ¿Crees que una estudiante de leyes quedaría bien con un chico como él? —cuestionó y sentí como si una espina se clavara cerca de mi corazón.
—Mamá, papá... ese es otro asunto —dije suspirando—. Yo... no estudiaré leyes como se había planeado.
—¡¿QUÉ?! —preguntaron los dos al mismo tiempo.
—No es lo que quiero hacer de verdad. Tomaré un curso para comenzar a adentrarme en el mundo de los autos, es lo que yo...
—Un segundo, ¿quieres dejar las leyes por dedicarte a los autos? —preguntó papá mirando a la tía Patty—. No te ofendas, hermana, pero creo que eso no tiene el mayor sentido.
—Seguro todo esto, Andy, es por Kevin Baxter —expresó mamá mirando a mi padre—. Me parece muy raro que todo sea justo ahora, cuando los encontré juntos.
—Mamá yo...
Comencé a sentir cómo las lágrimas empezaban a escaparse por la presión del momento y se desbordaron cuando la siguiente frase llegó a mis oídos.
—Nicole... te prohíbo que vuelvas a hablar con él. No puedes ver a Kevin Baxter nunca más —ordenó mamá y yo me quedé un segundo admirándola antes de correr a mi habitación.
¡No era justo! ¿Cómo pensaba que Kevin era una mala influencia para mí? Me lancé sobre la cama con las mejillas totalmente empapadas y la cabeza doliéndome.
La puerta de mi habitación se abrió y la tía Patty entró. Esta vez no me dijo nada, solo se acercó a mí para abrazarme en lo que yo soltaba todo el llanto que guardaba.
Fue la peor respuesta que pude recibir a todas las decisiones que acababa de tomar.
Me sentía de lo peor y lloré hasta que me quedé dormida.
💙💙💙💙💙💙💙💙
Cuando desperté me preparé lo más rápido que pude para no tener que hablar con mis padres, nuevamente. No quería siquiera verlos después de cómo me habían tratado. Lo único que deseaba era llegar al trabajo.
Justo en el momento en que alcanzaba la mitad del camino hacia el taller, mi celular comenzó a sonar.
—Hola, Mónica —dije mientras metía mis manos en las bolsas de la sudadera.
—Nicole, solo hablaba para decirte que iremos a visitar a Thompson para explicarle todo mientras estás en el trabajo —expresó la chica emocionada—, ¿te parece?
—Sí, sí, es genial —respondí desganada.
—¿Estás bien, Nicole? —preguntó mi amiga por el teléfono.
—No mucho, la verdad.
—¿Qué es lo que te pasa? —cuestionó ella con un tono de voz que dejaba notar su preocupación.
—Bueno... digamos que tengo problemas con mis padres —respondí mientras comenzaba a abordar la calle del taller.
—Ay, Nicole, es horrible escuchar eso. En cuanto salgas de tu turno podremos hablar —dijo y yo suspiré.
—Sí, de cualquier forma gracias por... —Me detuve en seco asombrada.
Frente a mí estaba el taller de Chuck, pero no se apreciaba como siempre, ahora estaba completamente cerrado y encima de él yacían montón de enormes estampas que recitaban: "Clausurado".
Corrí hacia la entrada y traté de observar por las ventanas que rodeaban el área de los coches, sin embargo, no pude cumplir mi cometido porque todas habían sido pintadas de negro.
Sentí cómo todo mi mundo se agitaba de repente, ¡¿por qué demonios el taller estaba cerrado?!
—¿Nicole, estás bien? —preguntó la chica a través del teléfono.
—Mónica, algo muy extraño está pasando.
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