Prólogo

«El dolor silencioso es el más devastador».

Jean Baptiste Racine.

Uno no siempre tiene la suerte de estar con una mujer difícil, esas mujeres solo aparecen una vez en la vida y jamás esperé tener tanta suerte.

Suerte, sí, porque las mujeres difíciles son como el agua limpia de una cascada, son fuertes, brillantes, sinceras.
Ellas no se conforman, pueden ser tan devastadoras como un huracán y adorables como el más bello de los ángeles.

Saben amar con fuerza, saben amar duro, saben amar sin límites. A menudo huyen, se enfadan y a veces gritan sin control pero siempre te miran a los ojos, siempre.

Tuve la suerte de que ella me encontrara, me volvió loco, me llevó hasta el infinito y luego me trajo de vuelta, ella se convirtió en mi centro de gravedad, se volvió el sentido de mi vida.

Hay hombres que abandonan a este tipo de mujeres, porque no pueden ver lo increíbles que son y puedo asegurarles que nadie las olvida, porque son terriblemente hermosas, complicadas e irreemplazables, son edición limitada.

Después de ella aprendí el significado de extrañar cuándo la perdí, a la persona que más amé en mi vida, porque no se extraña al que no contesta los mensajes.
Sé extraña a la persona que no volverás a ver, ni escuchar su voz y que nunca más vas a poder abrazar y tenías tantas cosas que decirle.

Soy Dorian, un hombre que sin pedirlo lo tuvo todo y sin previo aviso la vida se lo quitó, no tuvimos suficiente tiempo, había tanto que teníamos para entregar el uno al otro, nuestros caminos se encontraron en un punto, pero no estábamos destinados a estar juntos por el resto de nuestras vidas.

Bienvenidos a nuestra historia.

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