Epílogo
"Las cicatrices que no ves son las más difíciles de sanar."
Astrid Alauda.
La vida pasó en un parpadeo para muchas personas a mi alrededor, pero para mi, cada día fue un constante recuerdo de lo que había perdido.
Han pasado cinco años desde aquel momento más doloroso de mi vida, a cinco años de su partida y aún la tengo más que viva en cada uno de mis recuerdos, en cada uno de mis sueños. No pasaba un solo día en el que no pensara en ella, imaginándola a mi lado cada mañana, regalándome su sonrisa y esos ojos que jamás olvidaría.
La imaginaba caminando por los pasillos de la casa, leyendo su libro favorito en la terraza o jugando con Margot y corriendo por toda la casa, no pasaba un solo día en el que no me perdiera en mis pensamientos, pero tenía que dejar de pensar en lo que hubiera sido, debía enfocarme en lo que ahora tenía, una hermosa niña que estaba a unos días de cumplir años.
Acabábamos de llegar de Irlanda, una de nuestras vacaciones que tomamos como costumbre y lo hacíamos cada treinta de mayo. También teníamos una pequeña fiesta que organizar para la que se convirtió en el centro de nuestro universo, era la niña más amorosa y dulce, a todos nos compraba con su pequeña y hermosa sonrisa, que iluminaba cada uno de nuestros días. Pero debíamos tener cuidado cuando el silencio rondaba la enorme casa porque algo terrible estaba tramando esa pequeña, en una ocasión se encerró en el estudio y la encontré jugando a la repostería sobre mi laptop, la rabia me invadió al ver aquel desastre pero cuando me sonrió cualquier mala energía acumulada en mi, dejo de existir. No había manera de estar molesto con ella porque con solo sonreír ella se llevaba cada una de mis penas.
Había retomado mi lugar en la empresa y logré ponerme al día con los demás negocios que Loana había dejado, todo eso algún día sería de Margot, no había dudas de que un gran futuro le esperaba.
No es que iba constantemente de Los Hamptons a Manhattan, no, eso era imposible, solo iba los días que realmente requerían de mi presencia. En fin manejaba todos mis asuntos desde la casa, era la única manera en la que pasaría el mayor tiempo posible con mi pequeña oruga.
Trudy y Margot subieron a desempacar las maletas y yo me había metido al estudio para revisar algunas cosas más que nada mis correos electrónicos. Trudy se había encargado de Margot, la cuidaba y la amaba como si fuera suya, tal como lo hizo con su madre. Hace unos días Margot comenzó a quejarse en francés y me quedé bastante sorprendido, luego le pregunté a Trudy cómo era eso posible y terminó confesando que le daba algunas clases de francés, sentí cierto regocijo dentro mío al saber eso. Margot ya tenía la edad para asistir al kínder pero tomé la decisión de que por el momento aún era muy pequeña y que podría estudiar en casa, más adelante veríamos ese tema. Pero muy en el fondo sabía que Margot ya estaba lista para abrir sus alas y aprender a volar, tener otras experiencias de vida, socializar con otros niños y aprender a compartir, pero yo aún no estaba listo para alejarme de ella, no estaba listo para compartirla. Y se que eso es muy egoísta de mi parte y trabajo en ello todos los días.
Mientras respondía los correos de May sobre asuntos de la empresa me llevé un susto terrible cuando la puerta del estudio se abrió de un golpe, Trudy estaba en el umbral con un sobre amarillento en las manos y algunas lágrimas se escaparon de sus ojos cuando soltó las siguientes palabras —: ¿Porqué no dijiste nada? ¿Porqué la ocultaste? — reclamó dolida mientras observaba aquel desgastado sobre, no entendí el porqué de sus reclamos y me quedé estupefacto mirándola por unos segundos.
— ¿A que te refieres Trudy? — pregunté levantándome para rodear mi escritorio y acercarme a ella. — ¿Que es lo que traes en la mano? — insistí porque ella seguía callada.
— Se que no es fácil, lo que has tenido que pasar Dorian y yo más que nadie te comprendo, porque también lo he vivido y sigo soportándolo todos los días, pero no tenías derecho a ocultarme algo así. — dijo con repudio entregándome el sobre.
Me quedé estático mirando el remitente de aquella carta, la había olvidado, más bien la había dejado pasar porque cuando llego aún no estaba preparado, no estaba preparado para conocerla.
— Lo siento Trudy, pero en ese entonces no era yo mismo, no estaba listo aún.. — me justifique sosteniendo el sobre con mis temblorosas manos.
— Quiero conocerla Dorian, por favor encuéntrala.. — suplicó con su voz quebrada y sus ojos llenos de lágrimas apuntó de surcar sus rosadas mejillas. — Porque si tú no lo haces, lo haré yo.. — advirtió para luego retirarse de mi estudio.
Trudy era una mujer muy dulce, siempre estaba para cuidarnos a Margot y a mi, me sentí decepcionado de mí mismo al caer en cuenta de lo que le había ocultado, por aquel tiempo estaba tan perdido en esa bruma de dolor que solo pensé en mí y no en lo que ella podría estar sufriendo. Solo espero que esta carta pueda ayudarme a encontrarla, hoy más que nunca necesito responder a esta carta para conocer a la mujer que recibió el corazón de Loana, era un capítulo que ambos necesitábamos cerrar y creo que Margot también podría conocerla.
[...]
Aquel día lo había pasado moviendo a todos mis contactos para encontrarla, en la carta estaba la dirección pero fue hace ya casi cuatro años, era mucho tiempo, lo suficiente como para que ella haya cambiado de domicilio. Efectivamente así fue, se había mudado a Boston con su familia, la mujer era una chelista y según investigué ya se había vuelto un tanto reconocida, tenía su familia y estaba casada, bueno eso decía en la carta. En ella no mencionó mucho sobre su vida, solo que estaba muy agradecida por esta segunda oportunidad y que deseaba saber más sobre su ángel donante.
Mis agentes la habían localizado y le explicaron sobre la situación, le dieron mis razones y le consultaron si aún seguía en pie su propuesta después de todos estos años, a lo que ella dio una respuesta más que positiva.
Habíamos fijado fecha hasta dos días después del aniversario de Loana y el cumpleaños de Margot, quien por cierto tuvo una pequeña pero muy hermosa y acogedora fiesta.
Frederick conducía y Wallace era su copiloto, era un viaje de aproximadamente tres horas y media, no creía prudente que condujera solo así que también le pedí a Wallace que viniera. Trudy, Margot y yo íbamos atrás, me volví muy sobre protector desde que intentaron asaltar a Trudy, nos llevamos un susto terrible y ella mucho más.
Habíamos salido muy temprano y debíamos llegar a Boston dentro de unos minutos, Charlotte me había enviado la dirección de su domicilio y en el gps pude ver qué vivía a unas cuantas cuadras del Symphony Hall, sede de la Orquesta Sinfónica de Boston. Loana siempre había disfrutado de este tipo de espectáculos y alguna vez habría sido una gran benefactora de estas orquestas.
A medida que nos acercábamos mi corazón latía con mayor fuerza, supongo que me gustaba la manera en que el dolor se había adormecido, pero ahora volvía a revivir aquellos sentimientos que hacía tiempo los había guardado. Mis manos estaban frías y sudorosas, no sabía si lo mismo le estaba pasando a Trudy, todo el camino permaneció callada y Margot estaba dormida, para ser una niña muy pequeña comprendía muy bien las cosas, ella sabía a que veníamos y en cierto punto me preocupaba su reacción.
Llegamos a la casa, esta era sencilla pero pintoresca, se notaba la dedicación y el cariño que le habían puesto a su hogar, el jardín en la entrada estaba poblado de hermosas y coloridas flores que impresionaban nuestros sentidos, en especial el de Margot que se quedó maravillada por la cantidad variada de mariposas que estas flores atraían. Mientras yo me acerqué a llamar a la puerta Margot y Trudy se quedaron a observar las mariposas.
Nervioso y más que nada abrumado por todos estos sentimientos encontrados, trague grueso y me tomé mi tiempo dejando mi puño suspendido en el aire a centímetros de la puerta. —: Solo hazlo.. — me exigí a mí mismo y entonces lo hice.
Unos minutos después se oyeron unos pasos del otro lado, atento y desazonado por mis pensamientos que se revolvían como un torbellino, un desastre, un manojo de nervios. La puerta se abrió y me encontré con una mujer castaña y pecosa de ojos cafés tan profundos que en definitiva podrías perderte en ellos. ¿Era ella? ¿Era Charlotte?.
— Buenos días, ¿en que puedo ayudarlo señor?— preguntó la castaña muy amablemente pero con cierta duda en su voz.
— Bue.. buenos días.. — salude nervioso y afligido, revivir todo ese momento y volver a caminar por ese sendero del duelo era más difícil que en aquel tiempo, porque estaba viviendo engañado, el dolor nunca se había ido, solo aprendí a vivir con el. — Soy Dorian Wilde, ¿Usted es Charlotte Williams? — pregunté dudoso, esperando no haberme equivocado de casa.
—Oh.. disculpe señor Wilde, no lo había reconocido, la barba lo hace lucir diferente a la imagen que tenia de usted.. Y si, soy Charlotte, un placer conocerlo al fin.. — dijo extendiendo su mano para saludarme.
Luego de devolverle el saludo le dije que no vine solo haciendo caso omiso al nudo que se había instalado en mi garganta, ella más que encantada recibió a Margot y a Trudy, nos hizo pasar a los tres y nos encontramos con un pequeño niño de rizos castaños y los ojos cafés, muy parecidos a los de Charlotte.
— El es mi hijo Landon, nació un año antes de esta cirugía, y fue una bendición debido a que ya no podré tener hijos.. — confesó tristemente. — Mi esposo Michael está en un viaje de negocios, a él le hubiera encantado conocerlos.. — dijo mientras juntaba los juguetes de su hijo.
Mientras Trudy hablaba con ella y Margot sorprendentemente empezó a socializar sin ningún inconveniente con Landon, yo intentaba distraerme observando la casa y sus arreglos, por dentro la casa tenía un estilo barroco y estaba todo muy bien diseñado, era muy agradable a la vista.
— Señor Wilde.. — la voz de Charlotte me obligó a voltear y me fijé que traía algo en las manos, era un estetoscopio y me quedé extrañando ante ello — ¿Quiere escucharlo? — preguntó algo nerviosa, lo noté en sus profundos ojos cafés.
Suspiré hondo, dudoso de hacerlo, mire a Trudy y esta con una media sonrisa, los ojos llenos de lágrimas no derramadas asintió, dándome a entender que era lo correcto, que esto era lo que debía hacer, hasta que logré decir las siguientes palabras. —: Si, claro..
Charlotte me indicó el sillón para que pudiera tomar asiento y esta última se sentó justo enfrente de mi, en un pequeño sillón para criaturas, me coloqué el estetoscopio y ella desabrochó su blusa hasta que pude ver la gruesa cicatriz, que estaba en cierto modo casi del mismo color que su piel.
Colocó el aparato sobre su caja torácica muy cerca de la cicatriz y entonces lo oí. Cerré los ojos y bajé la guardia, me hundí en el rítmico sonido y todos mis sentimientos comenzaron a salir a flote, las lagrimas comenzaron a picarme los ojos y los cerré con más fuerza para luego caer en los brazos de Loana, y me sentí a salvo al volver a escuchar su corazón, se que siempre estaré a salvo hasta que volvamos a encontrarnos.
Luego de eso me sentí ligero y fue como si el tiempo pasara más rápido, volver a escuchar ese sonido me hizo sentir bien conmigo mismo, sus latidos me hicieron sentir a salvo de nuevo.
Después de esa experiencia con Charlotte nos quedamos un rato más hasta que llegó el momento de irnos, la invitamos a ella y a su familia a Los Hamptons, para que algún día nos visitaran y así tomarse unos días de vacaciones, ademas Margot tenía cierta conexión con ese niño y la verdad me gustaría que ellos pasaran más tiempo juntos.
[...]
Los días después de aquella experiencia se fueron volando, de alguna manera hacerlo me devolvió esa tranquilidad que tanto necesitaba, el dolor estaba ahí casi palpable, pero mis heridas y ese vacío habían cicatrizado.
Era cuatro de julio y nos habíamos tomado el día libre para visitar a mis padres, a Margot le encantaba visitarlos porque ellos la consentían en todo lo que ella quería.
El jardín de su abuelo era su lugar favorito, siempre pasaba mucho tiempo allí y a mí me encantaba verla jugar y correr por todos lados. Pero esta vez estaba a cargo de Declan, su tío ya se había graduado hace cuatro años y hoy en día trabaja conmigo en la compañía. May era su jefa y todo el tiempo andaban hechando chispas por todos lados, en definitiva había algo entre ellos pero aún no he descubierto que es.
La dulce voz de Margot me obligó a dejar lo que estaba cocinando y apagar el fuego que calentaba la sartén.
— ¡Papi! ¡Papi! — venía gritando desde el jardín con un pequeño frasco de cristal en la mano — ¡Mira lo que el tío Declan atrapó para mí! — decía con su voz aguda mientras intentaba enseñarme lo que traía entre manos.
— Tranquila cielo.. — dije riendo porque se veía muy simpática con sus botas para lluvia de color rojo, eran sus favoritas, no se las quería quitar ni para dormir — A ver.. enséñame qué es lo que traes ahí amor.. — musité con cariño mientras la arropaba entre mis brazos para luego llevarla hacia la terraza.
— Un petit papillon.. — dijo en francés enseñándome el contenido.
— Que hermosa mariposa cielo, estás eran las favoritas de tu mami.. — confesé observando el contenido del frasco con cierta añoranza porque varios recuerdos resurgieron — Pero tú sabes que no puedes tenerla así, encerrada mi cielo.. ¿lo sabes verdad? — pregunté mirándola a los ojos color cielo.
— Lo sé papi.. lo sé.. — dijo cabizbaja haciendo pucheros.
— ¿Quieres ir al lugar favorito de tu mami para soltarla? — pregunté con sumo cuidado, no quería que se sintiera triste al tener que liberar a esa mariposa.
— Está bien.. — espetó con una media sonrisa algo triste.
La llevé en mis brazos hasta el muelle, justo en el lugar donde su madre y yo nos habíamos casado, el lugar donde había esparcido sus cenizas, el lugar donde la venia a recordar cada vez que la necesitaba, cada vez que necesitaba hablar con ella, ella era mi calma, mi salvación.
Entonces abrí el frasco y dejamos que la mariposa saliera volando, la dejamos libre y al hacerlo sentí que Loana estaba con nosotros, ella siempre estaría con nosotros, viva en nuestros recuerdos, acunada en un lugar en nuestros corazones.
Extrañar a alguien que se ha vuelto intangible no significa que nos hemos quedado vacíos. Sino que estamos llenos de esa persona que a pesar de su ausencia siempre estará presente.
Loana será siempre el amor de mi vida y por siempre nuestro ángel.
"Solo las personas capaces de amar intensamente pueden sufrir un gran dolor, pero esta misma necesidad de amar sirve para contrarrestar sus duelos y las cura"
Leo Tolstoy.
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