Capítulo VIII

"Dicen que no debemos temerle a la muerte pero yo creo que si, porque temiéndole a la muerte nos dedicaríamos a disfrutar más de nuestras vidas, viviríamos cada día como si fuera el último día"

El invierno había llegado mucho antes de lo que esperábamos, nunca me había costado tanto levantarme por las mañanas como hoy, el invierno trae consigo las lluvias constantes, la nevada, y hasta las tormentas vienen de la mano con el.

Mi departamento tenía una increíble vista a Central Park, que con cada estación siempre nos sorprende con sus encantos e increíbles paisajes. En invierno es un manto blanco combinado con árboles grises, su belleza es cautivante.

Unas desafinadas voces femeninas que provenían supongo de la cocina me obligaron a salir de mi tibia cama, a pesar de la calefacción estar en la cama era la mejor tirada para un sábado en la mañana y en pleno invierno.

De mala gana fui al baño, me di una ducha rápida para luego vestirme, me puse unos jeans y una camiseta negra de mangas largas de algodón. Mientras me vestía observé a mi alrededor y me percaté de que en todo este tiempo las cosas de Loana habían ocupado su lugar en mi habitación incluso en el guarda ropas, como cambian las cosas en un parpadeo, sin darme cuenta ella ya había invadido y perpetrado mi fortaleza volviéndose parte de ella.

Cuando entré en la cocina las encontré bailando "Take on me" de A - HA, Loana que tenía puesto mis pantalones de franela y una de mis camisetas blancas preparaba el sumo de naranjas y May que también se había apropiado de muchas de mis prendas para dormir preparaba huevos revueltos con tocino, Dios la cocina olía a gloria.

— Con razón no encontraba mis pantuflas.. — dije bajando la vista a los pies de Loana interrumpiendo la fiesta matutina que se estaban mandando en la cocina.

Las dos se detuvieron y las mejillas de Loana se colorearon de un suave color carmesí, May ignoró mi comentario y siguió de nuevo con su baile, me acerqué a Loana y la abracé por detrás, eso se había vuelto una costumbre, tenerla cerca y abrazarla era lo mejor de todos mis días.

— Será el mejor sumo de naranjas que hayas probado.. — dijo volteándose para darme un beso en la mejilla.

— Y que lo digas.. — le susurré cerquita del oído para que me pudiera oír sobre la música, la besé por todo el cuello y luego llegué hasta sus labios.

— ¡Oigan! — vociferó May — ¡Ya lo hicieron esta mañana! ¡¿Pueden calmarse?! — reclamó y pude sentir la diversión en su tono de vos.

— Envidiosa.. — murmuré por lo bajo para que solo ella puede leer mis labios.

— Me dan asco.. — dijo simulando arcadas — Por cierto, el desayuno está listo.. — informó mientras apagaba la música.

Luego de eso me encargué de poner la mesa y servirles el desayuno, algo debía hacer para compensar lo que ellas hicieron.

Entre risas disfrutamos del desayuno y Loana nos reprochó por estar hablando de trabajo con May, en este mes qué pasó May con nosotros Loana la contrató en la empresa como su asistente personal.

Loana era tan sensible y carismática que cuando le conté de la situación que estaba pasando May, ella no dudó en darle una oportunidad, me di cuenta de que su corazón era mucho más grande de lo que yo había percibido a pesar de todas esas cicatrices que la marcaron para toda la vida ella seguía teniendo esperanza en la vida misma.

[...]

La nevada era espesa y al costado de la carretera la nieve se acumulaba en grandes masas blancas, Los Hamptons no solo era increíble en verano, si no que también tenía sus encantos en invierno, el blanco manto cubre los hogares y le da un aire navideño a las fabulosas casas que pueblan el lugar.

— Es casi mágico.. — murmuró May que se encontraba detrás del asiento del acompañante mirando por la ventanilla como esas niñas pequeñas asombrada por la vista y de fondo sonaba lentamente una de las músicas de Loana "Forever" de Lewis Capaldi, la verdad me hacía sentir algo triste — No es difícil imaginarme cerca de la chimenea con una taza de chocolate caliente humeando entre mis manos.. — dijo suspirando y se recostó por el asiento.

— No entiendo como es que puede ser tan diferente.. — susurró Loana disfrutando también de la vista. Supongo qué tal vez se refería al clima.

En mi mente yo solo quería tomarla de la mano y así hacer de este un viaje más placentero, cuando me dispuse a tomarle de la mano ella lo apartó y me sentí extrañado por su reacción, siempre fue tan cariñosa que ese reaccionar suyo hizo que la bilis se me revolviera en mi estómago haciendo subir un sabor amargo y alcalino a mi boca.

— ¡Las dos manos al volante señor conductor! — exclamó muy seria — Queremos llegar vivos hasta mi casa y luego a la casa de tus padres.. — espetó autoritaria.

Escuchar eso me tranquilizó, una sonrisa torcida se asomó por mis labios.

— Es obvio que llegaremos vivos.. — dije divertido — porque soy yo el que conduce.. — agregué en un tono confiado y engreído.

— Aún soy muy joven para morir. — musitó May desde el fondo — y mucho menos moriré por culpa tuya y de tu distracción, que te haz vuelto un romántico empedernido.. — dijo entre risas.

Loana no pudo contener la risa y yo no podía contenerme en obsérvala reír, se veía hermosa, y sobre todo me encantaba verla feliz. La verdad es que May tenía razón, muy en el fondo Loana me ha cambiado, despertó algo en mi que nunca antes había experimentado, pero creo que como hombres muchas veces nos cuesta admitir que podemos sentir, por ahora todo esto se quedará en mi mente, odiaría que May tuviera una razón más para burlarse y corroborar que tiene toda la razón.

Llegamos a la casa de Loana y Wallace que venía detrás de nosotros se bajó apresurado para abrirle la puerta, luego me ayudó con las maletas que trajeron May y Loana, la verdad no entiendo porque tanto alboroto con las ropas y todos esos cachivaches que usan las mujeres, solo nos quedaremos un día y medio pero ellas empacaron el mundo entero, yo me traje mi bolso de cuero negro, el de siempre.

Para el medio día ya estábamos en la casa de mis padres, mi abuela Gege preparó su postre más delicioso y que me encanta por cierto, tarta de arándanos y su aroma impregnado en todo el ambiente, la última vez me comí una tarta completa, es que uno no puede resistirse.

— ¡Al fin llegaron! — exclamó mi madre abrasándome para luego recibir a Loana con los brazos abiertos y también a May a quien le habían cogido mucho cariño.

Mi familia acogió y aceptó a Loana desde el primer momento, a pesar de que los dos habíamos dicho que éramos socios, cuando le revelamos a mis padres que salíamos de forma oficial ellos hicieron un festín.

Para mi fue algo un tanto difícil admitir ante mi familia que estaba enamorado, ellos hicieron una celebración escandalosa y la felicidad acaparó toda la casa. Declan por su parte no paró con sus bromas pesadas hasta qué logró fastidiarme aquel día, a veces pienso que no es mi hermano y que lo confundieron en el hospital con mi verdadero hermano. Declan por cierto aún no había llegado y me era bastante extraño porque ya eran pasadas las doce del medio día.

Más tarde salimos con Loana a caminar sobre la nieve y en una de esas me tira al suelo con una habilidad y fuerza que jamás imaginé podría tener.

— Hagamos ángeles de nieve.. — dijo y se acosto a mi lado.

Su abrigo rojo resaltaba sobre la blanca nieve y los copos se pegaban a el, ella comenzó a mover sus brazos y sus largas piernas en sincronía absoluta, parecía que revivía los momentos más felices de su infancia, su sonrisa era genuina y sus ojos tenían un brillo inexplicable, me vi como un estupido al seguirle la corriente pero la verdad es que se sentía bien, me sentí como un niño pequeño otra vez.

Ella volteó a verme y tenía una mirada dulce, sus mejillas eran de un color rosa pálido y su pequeña nariz estaba roja por el frío, tal vez la mía esté igual o peor.

— Te amo Dorian.. — susurró sorprendiéndome y una fina sonrisa se asomó por sus carnosos labios, sus ojos que estaban más azules que de costumbre se movían observándome como si intentaran descifrarme, pero la verdad es que jamás fue difícil de leerme, siempre he sido muy trasparente.

— Yo.. te amo Loana.. — confesé acariciando su mejilla.

Podía sentir el frío adentrarse a través de mi abrigo así que me acerqué más a ella y así sentir el calor de su cuerpo.

— No se a quien debo agradecerle.. — dijo abrazándose a mi.

— ¿Porque lo dices? — pregunté acomodándole un mechón de pelo detrás de la oreja.

— Porque supongo que la pérdida de uno es la ganancia de otro.. — justificó y era como si estuviera hablando de negocios o algo parecido.

— Amor, no estoy entendiendo nada de lo que estás diciendo.. — confesé riendo.

Ella se incorporó y me observo, su melena negra caía a los costados de su rostro, tenía copos de nieve por doquier y se veía adorable.

— Desearía poder agradecerle a esa mujer por sus errores, porque gracias a eso hoy te tengo aquí conmigo.. — musitó.

— No mi cielo, soy yo el que debe agradecerte a ti por sanar mi alma.. — susurré y le di un suave beso, sus labios estaban fríos pero aún así eran los más deliciosos que había probado jamás. — Vayamos adentro, estas helada, podrías enfermarte.. — agregué y nos pusimos de pie y comenzamos a sacudir nuestros abrigos.

— No te prometo que esto dure para siempre, pero si te prometo que daré todo de mi para que así sea.. — dijo mientras caminábamos de la mano.

Sus palabras me tomaron por sorpresa, la verdad no sabía que responderle, claro que si quiero que dure para siempre y por fin estoy disfrutando el lado bueno de la vida.

— Haré todo lo que esté en mis manos para llegar hasta allí.. — agregué besando sus manos.

Ella me miró y en sus ojos pude encontrar el amor más puro, de esos que te elevan hasta el cielo y te inflan como el helio, cada momento los voy guardando en mi memoria, cada gesto suyo lo tatúo en mi mente para conservarlos para siempre.

[...]

Era de noche y la nevada hacía imposible transitar la negra carretera que ya era más blanca que negra, cuándo llegamos con Loana a casa, mi madre y mi abuela desesperadas me atacaron porque Declan se había quedado varado a mitad de la carretera de camino aquí y la temperatura iba descendiendo cada vez más.

Me había tomado mi tiempo para salir y Loana me había reprendido por hacer esperar a mi hermano con este clima, eso le pasa a Declan por andar perdiendo el tiempo por allí y lo que más me molestaba era que lo había invitado para que viniese con nosotros, pero no, él tenía muchos asuntos importantes que atender que seguro eran líos de falda.

Wallace trajo a las chicas a la casa de Loana y yo me estaba yendo a buscar a mi hermano, no podía conducir rápido debido al clima así que esto me tomará más de lo debido.

La carretera estaba desolada, húmeda y muy resbalosa, con este clima todo cambia, la visibilidad y las horas de luz natural se reducen considerablemente rápido, aún no he tenido tiempo de cambiar los neumáticos y están más que resbalosos, en estas condiciones es muy importante ver bien y sobre todo ser visto.

Mientras conducía mi teléfono sonó y pude fijarme que Declan estaba llamando. Tomé mi teléfono y contesté la llamada.

— ¿Ya estás por llegar? — preguntó del otro lado con su voz entrecortada.

— Si, según la dirección que me enviaste ya estoy cerca.. — dije entrecerrando los ojos para así poder ver mejor pero era imposible.

— Apúrate porque estoy a unos minutos de una hipotermia.. — espetó tiritando.

— Espérame en el auto y pon la calefacción.. — ordene mientras intentaba conducir con una mano.

— Recuerdas que no tengo combustible, ¿verdad? — inquirió con hastío.

— Lo que recuerdo es que eres un idiota. — bramé fastidiado, de haber venido con nosotros yo estaría con Loana acurrucándola entre mis brazos y no aquí a punto de congelarme.

De la rabia corte la llamada y dejé mi teléfono en el asiento del acompañante, cuando volví la vista hacia la carretera dos faros me cegaron y me quitaron la visibilidad, por instinto hice una maniobra para evitar la colisión y el asfalto congelado hizo que los neumáticos pierdan fricción.

La colisión fue inevitable, el impacto me sacó de la carretera y mi cabeza fue a parar por el volante ganándome una terrible contusión que me dejó casi desorientado, ya que el choque fue por el costado del conductor la bolsa de aire salió después de que un árbol haya aparecido incrustándose por la parte delantera, me dolía ver cómo el único recuerdo de mi abuelo se hacía añicos.

No pude quietarme el cinturón de seguridad, mi cabeza dolía y la sangre tibia que brotaba deslizándose a un costado de mi rostro humedecía mi chaqueta, un sabor metálico invadió mis papilas gustativas, intenté moverme pero mis piernas estaban atoradas. Quise alcanzar mi teléfono pero no logré siquiera extender mi brazo porque al intentar moverlo un dolor intenso me invadió, traté de mantener la calma y estar sereno intentando regular mi respiración, pero cada vez que corría el tiempo sentía que mis latidos iban disminuyendo, solté una bocanada de aire que salió como si fuera humo, como si la vida se estuviera escapando de mi.

No sabía a ciencia cierta si alguien vendría a mi ayuda, pero el calor de mi cuerpo poco a poco me abandonaba, dicen que no debemos temerle a la muerte pero yo creo que si, porque temiéndole a la muerte nos dedicaríamos a disfrutar más de nuestras vidas, viviríamos cada día como si fuera el último día. Amaríamos con más entrega y reiríamos más a menudo, aprovecharíamos cada segundo de vida.

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Nota de la autora: Al fin llegó el día de actualizar 🎉
Espero disfruten de este capítulo ❤️❤️
Gracias por todo el apoyo para con esta historia 🤩🥰

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