Capítulo V

"Todos tenemos un pasado que nunca nos deja, siempre nos atormenta, errores que no pueden dejarnos vivir pero es eso lo que nos hace humanos, equivocarnos y aprender de ello".

A pesar de que pude obtener lo que más deseaba, que era tenerla, no me sentía satisfecho, quería más, mucho más.

Me había dejado un sabor amargo la manera en como terminó aquella noche, pero mi orgullo no me permitía hacer nada más, estaba estancado entre buscarla y no hacerlo, dejarla pasar, olvidarla, eso debía hacer.

Pero resulta que se había metido mucho más profundo, esto no iba a ser sencillo, me afectó tanto que estuve de mal humor toda la semana, era prácticamente intratable, tanto que Carol solo me dirigió la palabra en casos severamente necesarios, no recibía ninguna llamaba porque le había pedido estrictamente que no lo hiciera, ni siquiera de mi familia.

Era viernes por la noche y aún seguía en la oficina, me encerré en el trabajo para escapar de mi mismo, para no ser débil ante nadie, y por primera vez no tenía ganas de ir a casa, le fallaría a mi Gege por primera vez.

Seguramente ya nadie estaba en el edificio, así que decidí que ya era momento de ir a casa, me sentía cansado y agotado, no había nada que me motive para hacer algo interesante esta noche, después de ella todo cambió, ninguna podría compararse, ni siquiera Caitlin podría.

Baje al subsuelo donde tenía aparcado el coche, todo estaba en un profundo silencio, un silencio que le trajo paz a mi mente que estaba siendo triturada por miles de pensamientos, cuándo de repente la vi, estaba conversando con Wallace, ella se encontraba de espaldas y llevaba puesto un vestido verde selva que se ajustaba a su figura, su pelo negro caía en ondas sedosas. Wallace estaba vestido de traje negro y camisa blanca, siempre presentable, por lo que veo están discutiendo por algo.

De repente Loana le da una patada a la llanta de su BMW negro polarizado, entonces pude percatarme de que se había pinchado un neumático, no pude evitar sonreír cuando la vi hacer tal cosa.

— Buenas noches. — salude con una voz ronca.

— Buenas noches Señor Wilde. — saludó Wallace con su porte de gladiador asesino.

Ella volteó a verme y se cruzó los brazos debajo de sus pechos haciéndolos resaltar eso fue como un dejavú, no pude evitar bajar la mirada para contemplarlos otra vez.

— ¿Señor Wilde nunca le habían dicho que es un acto de mala educación no mirar a las personas a la cara cuando se está saludando? — dijo con desdén.

Levante la vista y media sonrisa estaba dibujada en su rostro, cualquier tipo de mal humor se ha esfumado, estaba tan equivocado al pensar que intentando olvidarla o no buscarla solucionarían las cosas, ella me podía de una manera en la que ninguna otra ha logrado hacerlo.

— Discúlpame, pero no pude evitar distraerme.. — justifiqué mi actuar, sus mejillas se colorearon porque Wallace nos observaba con determinación a dos pasos de distancia — En fin.. ¿Necesitan que les de una mano? — pregunté señalando el neumático pinchado.

— La verdad es que no, estamos bien, la grúa llegará pronto.. ¿No es así Wallace? — inquirió y se giró hacia su guarda espaldas.

— Señorita.. la grúa tardará mucho tiempo en llegar.. y no es conveniente que se quede aquí.. — musitó un tanto preocupado — ¿Porque no acepta la ayuda del Señor Wilde y me deja a cargo de todo esto? — dijo señalando el vehículo.

— Wallace tiene razón.. — agregué — puedo llevarte a tu casa.. — dije metiendo mis manos en mis bolsillos aparentando estar relajado cuando por primera vez en mi vida me sentía nervioso y expectante a lo que pueda suceder con una mujer.

— No creo que sea lo más conveniente.. — dijo dudosa.

— Solo es un favor, no tienes porque armar tanto lío ni pensarlo demasiado.. — musité — Un favor por otro favor.. — espeté y apreté los labios formando una fina línea recordando aquella noche que me dio refugio para protegerme de la tormenta y sin quererlo también fue un refugio para mi alma.

— Acepto, pero solo porque ya quiero irme a casa.. — confesó vencida al fin.

— Bien, vaya tranquila y no se preocupe, en un par de horas ya estoy con usted. — dijo Wallace mientras sacaba su móvil para hacer supongo que una llamada.

Dejé de prestarle atención cuándo Loana abrió el coche y se inclinó para recoger sus cosas, no pude evitar mirarle el trasero.

— Estoy lista. — dijo sacándome de mi ensimismado estado.

— Mi coche está por allí.. — dije señalando hacia adelante. — El camaro negro.. — agregué.

— Si, ya lo vi. — musitó cortante y camino hacia mi coche — Nos vemos luego Wallace. — se despidió y continuó su camino.

También me despedí de Wallace y luego la seguí, como todo un caballero le abrí la puerta del pasajero para que pudiera subirse, ella me escudriño con la mirada, mostrándose muy incrédula ante mi actuar, y luego se subió.

— ¿Te llevo a los Hamptons o tienes algún departamento por aquí? — pregunté controlando la manecilla que marcaba el nivel de combustible.

— A los Hamptons, por favor. — dijo acomodándose mejor en el asiento del acompañante.

— Perfecto, solo que antes pasaremos por una gasolinera, es que no creo llegar y poder volver con lo qué hay en el tanque. — confesé poniendo en marcha el vehículo.

— Por mí está bien, realmente odiaría quedarme varada en medio de una carretera solitaria y sobre todo contigo. — espetó esquivando mi mirada de ofendido pero divertido.

— Lo siento por ti, pero soy tu mejor opción ahora. — dije divertido.

— ¿Sabes? Amo el drama, pero no este. — musitó con tono sarcástico.

— No se que tan mal estuvo lo qué pasó entre nosotros, solo quiero decir que lo siento ¿ok? — comencé a soltarlo todo, nunca había querido dar explicaciones de nada.

— ¿Tan malo fue? ¿Te arrepientes? — preguntó sorprendida y luego frunció el ceño. Eso me confundió más aún, me quedé desconcertado porque creí que me odiaba por la manera en que tuve que salir de su casa.

— Esto es un asco. — murmuré. — Y no, no me arrepiento, jamás lo haría, nunca quise intentarlo de nuevo, me vuelves loco, demonios ¿que esperabas que pensara? hasta me echaste de tu casa. — dije frustrado.

— Yo.. yo.. — empezó a tartamudear — Lo siento ¿ok? — confesó suspirando.

— Descuida, no tienes porque explicarme nada. — espeté algo molesto y frustrado, la verdad es que esto es más complicado de lo que esperaba.

— La verdad.. bueno lo cierto es que si, tú no hiciste nada malo.. solo tocaste donde no debías.. — dijo observándome otra vez con esos ojos dudosos y por un momento vi miedo.

¿De que tendría miedo? ¿De su pasado? ¿De que supiera la verdad y saliera corriendo lejos de ella?, la verdad todos tenemos un pasado que nunca nos deja, siempre nos atormenta, errores que no pueden dejarnos vivir pero es eso lo que nos hace humanos, equivocarnos y aprender de ello.

— No tienes porque pedirme disculpas, te entiendo.. — dije sin demostrarle que realmente si quería saberlo pero tampoco quería hurgar en algo que podría causarle algún dolor.

Ella me miró de nuevo pero esta vez ese miedo no estaba presente, sonrió formando una fina linea y parecía agradecida de que no haya preguntado sobre sus fantasmas.

Llegamos a la gasolinera y me bajé a llenar el tanque, ella se quedó sentada observando a la nada como varias veces ya lo había hecho.

Mientras estaba parado observándola empezó a sonar una melodía que me era familiar, una música que mi padre solía cantarle a mi madre cuando las cosas no iban tan bien entre ellos, Johnny Cash se abría paso a través de los alta voces de la gasolinera, "You are my sunshine" se comenzaba a escuchar.

Entonces por impulso abrí la puerta del lado de Loana a lo que ella reaccionó sorprendida y me miró con sus enormes ojos azules.

— Ven.. — musité extendiéndole una mano para ayudarla a salir.

— ¿Pero qué haces? — inquirió tomando mi mano de todos modos.

— Quiero bailar contigo.. — confesé sonriéndole.

— Estás loco ¿lo sabías verdad? — musitó divertida.

— Solo desde que te conocí.. — afirmé mientras la tomaba de la cintura y la pegaba a mi cuerpo.

— ¿Sabes que es una gasolinera verdad? — inquirió pero esta vez más divertida, la tomé de la mano y le hice dar vueltas para pegarla de espaldas a mi pecho.

— Eres una bruja.. — dije pegando mis labios a su oreja — y no sé cuándo volveré a tenerte solo para mi.. así que debo aprovechar cada segundo.. — susurré rozando mis labios por su cuello, ella se inclinó cerrando los ojos como si estuviera disfrutando realmente de este pequeño momento.

— Yo seré una bruja.. pero tú.. tú eres un reverendo idiota.. — manifestó aún con los ojos cerrados y con su comentario me hizo sonreír.

Disfrute cada segundo, el calor de su piel, los latidos de su corazón que retumbaban cada vez que mis labios rozaban los suyos, cada suspiro suyo y cada caricia eran vitales para mi, no se cuánto podríamos durar estando así, pero de lo que si estoy seguro es de que jamás podré alejarme de ella, no importa lo que tenga que pasar, ella es la mujer con quien quiero estar.

[...]

Aquella noche la dejé en su casa en los Hamptons y aproveché para pasarme a la casa de mis padres, no quería agobiarla sabiendo lo difícil que es, ya habíamos tenido nuestro momento y no quería arruinar el hermoso recuerdo que guardamos en nuestras memorias.

No quería arruinar aquella noche, pero si la invité a cenar al día siguiente, nunca había llevado a una mujer a conocer a mis padres y mucho menos a mi Gege, así que bueno esa noche sería todo un desafío.

Mi padre me ayudó con la barbacoa peruana que iba a preparar y solo lo hacía en ocasiones especiales, y esta era una de ellas, no le había dicho a nadie que invité a mi socia a cenar, solo les dije que tendríamos un invitado especial.

Las especulaciones entre mi abuela y mi madre iban creciendo a medida que se acercaba la hora para cenar, andaban cuchicheando por toda la casa y Declan obviamente no podía quedarse atrás.

— Oye hermano, ¿porque no nos dices de una buena vez que te has enamorado? — inquirió en un tono divertido — Solo admítelo y te dejo en paz.. — masculló insistente.

— ¿Porque mejor no vas a ver cómo está el clima afuera? —inquirí con fastidio — Y así dejas de meter las narices donde no debes.. — agregué y me retiré de la cocina para ir a darme una ducha rápida.

— Agraviame todo lo que quieras hermano.. pero no puedes engañarme.. — lo oí elevar la voz cuando ya estaba subiendo las escaleras.

Me puse una camisa blanca y la remangue hasta mis codos, unos jeans negros que me quedaban bastante ajustados en la parte de mis glúteos, me puse un perfume no muy fuerte, no quería espantarla con uno de esos perfumes que te fastidian hasta la conciencia.

Cuando baje mi padre y mi madre ya habían dejado todo listo en la mesa, sólo faltaba que llegara ella, mi abuela estaba muy coqueta, le encantaba vestirse bien cuando la ocasión lo requería y hoy deslumbraba con su vestido color cielo y su cabello blanco como el algodón.

— Estás hermosa Gege.. — dije acercándome a ella abrazándola y dándole un beso en la frente.

— Y tú estás muy delgado.. — dijo devolviéndome el abrazo. — Si sigues así me matarás de la angustia.. — espetó.

— Abue.. no digas esas cosas, mira estoy perfecto ¿o quieres que sea un barrigón? — dije golpeando mis abdominales bien trabajados.

— Si, tienes razón, has trabajado muy duro para mantenerte en ese estado.. ¿y dime ya vendrá la visita tan especial? — preguntó pícaramente.

— Enseguida abue.. — dije volviéndola a abrazar.

Cuando nos disponíamos a sentarnos en el living el timbre sonó haciendo eco en toda la casa, todos me miraron expectantes e impacientes.

—  Ya voy.. — dije levantándome, no quise que vieran lo nervioso que estaba, traté de disimular lo mejor que pude.

— No engañas a nadie hermano.. — musitó Declan.

Lo fulminé con la mirada y él se echó a reír, a veces podía ser muy fastidioso, debido a eso ya le he propinado algunos puñetazos varías veces a lo largo de nuestra juventud.

Abrí la puerta suspirando, ella levantó la vista porque se estaba mirando los zapatos, su pelo estaba recogido en un rodete desaliñado y llevaba puesto un vestido gris ajustado que resaltaba cada curva de su esbelta figura.

— Buenas noches.. — dijo tímidamente.

— Bienvenida.. estas.. hermosa.. — dije algo nervioso.

— Gracias, también te ves muy bien.. — musitó sonriendo.

— Adelante, pasa por favor.. — la invité a pasar haciendo un gesto con la mano.

Ella entró con sumo cuidado mirando de arriba a abajo, estaba maravillada por todo lo que estaba viendo, no es que nuestra casa fuera como a las que ella está acostumbrada, teníamos dinero pero no tanto como ella.

— Hace tiempo que no estaba en una casa cómo está.. — murmuró y luego volteó a verme, sus ojos tenían un brillo extraño uno que no había visto antes, podría decirse que se habían humedecido y que los fantasmas de su pasado tenían mucho que ver. — Es hermosa.. — agregó.

— ¿Te refieres a un hogar? — pregunté y luego me di cuenta de lo idiota que fui al preguntar algo así.

— Si, un hogar.. — susurró y volteó para que no la vea secarse algunas lágrimas que se habían escapado.

— Hey.. — dije acercándome a ella para abrazarla por detrás — nunca más estarás sola y ya verás que pronto te arrepentirás de haber entrado a esta casa.. — susurré muy cerca de su oreja, ella volteó y nuestras narices casi se tocan — mi familia puede ser un tanto abrumadora.. — confesé apenado.

Ella me miró y sus ojos estaban a punto de inundarse, me abrazó con tanta fuerza y era la primera vez que hacía algo así, me sentí lleno, ni todo el sexo del mundo podría compararse con este momento.

La llevé de la mano hasta el living donde todos estaban en un barullo impresionante, ellos eran solo cuatro personas pero valían por miles, hacían más ruido que en una autopista de carrera.

Carraspee con la garganta para llamar la atención de mis familiares, ellos se quedaron en silencio y nos voltearon a ver.

— Familia les presento a Loana Laforêt.. — musité mientras ella apartaba sus manos de mi.

— Buenas noches a todos.. — saludó ella gentilmente.

La primera en levantarse fue la abuela que la recibió con los brazos abiertos para darle un cálido abrazo y mi madre también. Luego las siguió mi padre quien la recibió con un apretón de manos fuertes y firmes pero a la vez gentil.

— Bienvenida a la familia Loana.. — saludó Declan con un aire de triunfador — Al fin conocemos a la mujer que trae chiflado a mi hermano.. — musitó divertido.

— Ah.. no, solo somos socios.. — dijo avergonzada.

— Si, claro que si mi cielo.. — espetó mi abue guiñándonos un ojo a modo de complicidad.

Loana se quedó roja y me miró buscando una respuesta mientras todos se levantaron para ir a la mesa, yo solo pude frotarme la nuca en señal de que tampoco sabía de qué hablaba mi abuela, aunque ella siempre me dijo que más sabe el diablo por viejo que por diablo, y jamás podría engañarla, había prometido no decir nada pero aunque no lo diga mi familia lo sabría con solo observarnos.

Invité a Loana a que se sentara con nosotros en la mesa mientras yo volvía a la cocina y por un momento sentí pena por ella porque mi familia comenzó a bombardearle con preguntas, pero también era una forma de hacerle ver que no soy un completo idiota.

Cada vez que acercaba lo que había preparado a la mesa ella me miraba con suplica, como diciéndome "Por favor sálvame", eso me hizo sonreír y ella entendió que no tenía escapatoria, ya no podría huir de mi y ahora mucho menos de mi familia.

Y antes de sentarme le susurré al oído "Ahora ya eres una parte de mi y de mi familia".

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Nota de la autora: siempre nos dicen que la familia no se elige, pero yo creo que si podemos elegir.
Esperemos que Loana tome la decisión correcta, y que no le tema a sus fantasmas, porque como pueden ver Dorian ya tomó su decisión.
Ojalá disfruten este capítulo, a mi me encantó escribirlo porque tiene momentos tan significativos por más pequeños que sean.

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