Capítulo I

«Un viaje de mil millas comienza con un solo paso».

Lao Tsé.

Llevo más de tres años trabajando en una empresa de marketing y publicidad, a mis veintiocho años al fin he logrado hacerme socio. No fue fácil llegar hasta aquí y luchar contra mis propios prejuicios tampoco lo fue, pero lo logré. Aunque debo decir que sigo esperando la misericordia que pueda limpiar todos mis pecados. Necesitaba un poco de expiación en mi vida. 

Vivo en Central Park oeste, tengo una excelente vista todos los días por las mañanas, el dia de hoy había iniciado de lo más normal posible, hice mi rutina diaria de ejercicios, siempre me gustó cuidar mi cuerpo porque desde pequeño vi como mi padre sufrió debido a la obesidad; se volvió una condición de vida y le costó salir de ella, así que bueno soy propenso a ella y también sufrí bullying en la secundaria, pero eso, creo que ya lo superé y por sobre todas las cosas debo cuidar mi salud, pero debo reconocer que a veces podía resultar un tanto obsesivo.

Una familia algo disfuncional siempre me esperaba los fines de semana, ¿pero que familia no lo era?, todos tenemos una historia peculiar que contar. Gracias a Dios aún tengo a mis padres, ellos son descendientes irlandeses y a una de mis abuelas a quién adoro con mi vida, todos los fines de semana son sagrados para mí porque debo ir a verlos y principalmente a ella, si no lo hago debo estar preparado para los reclamos de la Sra. Gertrudis, de cariño le digo abue Gege, en realidad de niño me costaba decir su nombre y Gege fue lo único que me salía, así que se quedó así, todos en la familia la llamaban así hasta mi hermano menor Declan; el si que era un caso peculiar y casi siempre diferimos, a decir verdad era todo el tiempo una riña sin fin, no nos llevamos muchos años de diferencia, él está apunto de terminar la universidad he hizo aquí conmigo sus prácticas profesionales para la misma, es un chico bastante conflictivo y le ha traído líos a mis padres desde pequeño, hasta ahora que ha comenzado a recapacitar sobre sus acciones y a sentar cabeza, en realidad eso esperamos todos.

Como familia mis padres aún tratan de conservar las costumbres de sus raíces, Dublín es un lugar hermoso e increíble, cada año hacemos un viaje familiar para adentrarnos y conocer más de nuestros orígenes. Y espero algún día seguir manteniendo las costumbres intactas.

Bueno, sobre mi no hay mucho que decir, nunca he tenido una relación seria, jamás llevé a una mujer a presentarle a mi familia, ellos pueden ser un tanto abrumadores, pero ese no era el caso, el problema era que no había encontrado a la mujer digna de mi familia y que merezca que le entregue todo de mi. En mi vida debido a circunstancias que no pienso volver a repetir, todo se había vuelto más pasajero que un parpadeo.

Sentí que me había enamorado una vez antes de comenzar a trabajar en la empresa, pero no salió tan bien como esperaba, resultó que no éramos el uno para el otro y además se acostó con mi ex mejor amigo, creo que están apunto de casarse o eso había escuchado, ironías de la vida, mi mejor amigo y mi novia. Esa gota fue suficiente para llenar el vaso y aislarme de cualquier tipo de sentimientos cursis que puedan volver a dañarme y me enseñó a cuidarme de las amistades falsas.

Para pasar un buen rato siempre está Caitlin, una compañera de trabajo, ella está en el departamento de finanzas y habíamos llegado a un acuerdo, nada de sentimientos solo sexo. Aunque últimamente ha estado muy extraña, comienza a ser un tanto empalagosa a veces, creo que ha llegado el momento de cortar y suspender nuestros encuentros. Ya no deseaba complicarme la existencia.

Declan me había creado un perfil en una de esas aplicaciones de citas por internet, la cancele al cabo de unos días. No le veía el sentido de conversar con personas que ni siquiera conoces, me gusta que me miren a los ojos cuando me hablan. Conversar con personas extrañas por mensajes de texto nunca fue lo mío.

Estaba algo impaciente el día de hoy, la sangre se me calentaba con facilidad ya que supongo me encontraba más ansioso que de costumbre. Será un día particularmente interesante para la empresa, el nuevo socio se incorporaría y yo aún no tuve el placer de conversar con él. Prácticamente me encontraba desinformado, y eso me ponía de un humor fatal.

Siempre he sido muy creativo y hoy por hoy exploto esa habilidad encargándome del departamento de diseño así que la mayor parte del tiempo estoy con un montón de actividades. A veces ni siquiera tengo tiempo de almorzar y suelo volver a casa por las noches, sería poco decir que mi trabajo es mi casa y mi departamento un hotel, porque apenas y lo uso para dormir, con suerte.

[...]

Me gusta como luce mi oficina por las mañanas, grandes ventanales de cristal me separaban de los primeros rayos del sol, me gusta estar temprano aquí así organizo algunas cosas pendientes para que luego no me lleve ninguna sorpresa. Me gusta tener todo en orden y bajo control.

—Buenos días Sr. Wilde —el acento británico de Caitlin me sacó de mis pensamientos.

—Buenos días Srta, Bogaerde —saludé volteando a verla.

Ella llevaba puesto unos de esos trajes sastre para mujeres de color negro, que por cierto le quedaba perfecto, ella es de esas mujeres que siempre están bien vestidas, no importa el lugar, su imagen para ella siempre es importante, su larga melena rubia siempre estaba bien alisada; es tres años menor que yo pero siempre luce mayor por la exuverante cantidad de maquillaje que se echa encima, me gusta más cuando no se carga el rostro de tanto polvo, siento que puedo borrarle una ceja.

—Deberías afeitarte —dijo acercándose a mí y pasó sus finos dedos por mi rostro.

—Me gusta, no me la voy a quitar —confesé alejando sus manos de mi rostro.

—Aún no hay nadie en la empresa, es muy temprano —dijo con una voz insidiosa y contoneándose de una forma seductora se acercó, inundando más mi espacio personal con su embriagador perfume.

—Aún así no voy a arriesgarme a que nos vean juntos —bramé algo molesto por su impertinencia, en realidad en el pasado no me hubiera molestado para nada montarla sobre mi escritorio y darle el mejor sexo de su vida, pero me estaba cansando mas de la cuenta.

—Todo es mejor cuando sabe a peligro —agregó obligándome a que me sentara en mi sofá cuyo cuero se quejo bajo mi peso.

—Caitlin —espeté intentando detenerla pero fue inutil, ella se sentó a horcajadas sobre mí y con mucha agilidad empezó a desabotonar mi camisa blanca.

—Me deseas, lo sé —murmuró rozando sus labios muy cerca de mi oreja y pasó una de sus manos por mi entrepierna provocando cierta reacción.

—Cortemos con esto Caitlin —dije tomándola de la cintura para apartarla de mis piernas y la dejé en el sofá alborotada, no es que yo no lo estuviera, es solo que a mi parecer ella se está enamorando de mi y no quiero una resentida persiguiéndome después a pesar de mis advertencias.

—¿A qué te refieres con esto? —preguntó mientras fruncía el ceño y su mirada se oscurecía —. ¿Quieres cortar con lo nuestro?.

Su voz entrecortada sonó preocupada y un tanto afligida.

—Nunca hubo un nosotros Caitlin, siempre fui sincero y directo contigo —defendí mi postura mientras me abotonaba la camisa.

—¿Cómo hago para que te enamores? —inquirió dolida con los ojos cristalizados por lágrimas no derramadas.

—No hay manera, te lo dije.. mierda esto se salió de control —dije pasando mis manos por mi pelo en señal de frustración, la situación me comenzaba a enervar.

—No sabes cuanto lamento haberme enamorado de ti —soltó en un susurro mientras recogía una de sus lágrimas —. Y siento pena por ti, porque nunca sabrás lo que es el amor —dijo con hastío, se levantó resoplando por la nariz como esas fieras.

—No lo estoy buscando, te lo advertí Caitlin. Lo siento mucho, pero te lo advertí —dije fríamente, a veces podía ser muy insensible y eso no me gustaba del todo, era algo que necesitaba cambiar.

—Solo no vuelvas a cruzarte en mi camino —espetó y algunas lágrimas se le escaparon haciendo correr su maquillaje —. Te odio, eres un idiota —sostuvo con rabia y se marchó a zancadas de mi oficina.

Creo que lo de no cruzarme en su camino será un tanto complicado, aunque trabajamos en departamentos distintos, pero es la misma compañía, seré siempre como un maldito fantasma que la atormentará hasta que logre olvidarme.

Mis palabras y mis advertencias quedaron flotando en mi mente, se lo advertí antes pero no sirvió de nada, como si no se lo hubiera dicho, no quería nada serio y resultó que ella ya se hacía ideas sobre nosotros juntos, nunca hubo un nosotros, creí que lo tenía claro. No quería lastimarla, solo quería que ambos pudiéramos divertirnos y ya, sin compromisos.

Mi mente y mi alma estaban tan contaminadas, me habían dañado lo suficiente como para tener siempre presente que el amor termina en traición en cada ocasión, es lo que pienso después de haber creído en el.

[...]

Estaba ordenando las presentaciones para las reuniones de la semana cuando mi asistente Carol una mujer joven recién contratada me habló por el teléfono, era una muy extraña mujer pero fue la única que encajó con lo que necesitaba, es muy eficiente y me gustaba que fuera siempre puntual, todas las mañanas me recibía con un humeante café. Pequeñita y voluptuosa, su aspecto intelectual combinado con su pelo negro le daban un estilo muy interesante y debajo de esas gafas se escondian los ojos de bambi, siempre le intimida mi presencia razón por la cual casi no me dirige la palabra a no ser de que sea estrictamnete necesario.

—Dime Carol —respondí mientras oía su respiración a través de la bocina.

—Señor lo esperan en la sala de juntas, para la reunión con el nuevo socio —informó.

—Voy para allá, gracias Carol —dije y colgué el teléfono.

Tomé algunas cosas esenciales para la reunión y salí disparado de mi oficina que quedaba un piso debajo de la sala de juntas,estaba emocionado por este nuevo cierre para la compañía y era consciente de los grandes cambios que se avecinan; la sala de reuniones era prácticamente de cristal, cuando hacíamos presentaciones con unos interruptores las gigantescas cortinas se accionaban oscureciendo toda la sala para una mejor apreciación.

Bajé del elevador y me dirigí a la sala, por el camino me alcanzó Charles, el más antiguo de todos, el accionista mayoritario y fundador, era un hombre caucásico con una barba muy poblada,y yo por centímetros lo superaba en estatura. Lo respetaba y admiraba más que a cualquiera en esta compañía, él fue mi mentor y lo seguirá siendo por mucho más tiempo porque nunca terminamos de aprender y menos en este mundo repleto de sorpresas.

—¿Estás listo para conocer a nuestra socia? —preguntó poniéndose a la par conmigo. Y me paré en seco.

—¿Qué has dicho? ¿Escuché bien? —pregunté estupefacto.

—¿Qué? —inquirió —¿Te refieres a lo de socia? —me escudriño con la vista algo sorprendido por mi reacción.

—¿Por qué nadie mencionó algo como eso? —brame algo irritado por no haber sido informado sobre ese pequeño pero no menos importante detallito.

—Bueno es que andas muy ocupado en tus asuntos —defendió en un tono sospechoso y se encogió de hombros como si no le importara.

—Como todos aquí tengo mis asuntos, pero me encantaría que a la próxima no se olviden de comentar hasta el más mínimo detalle —a veces yo podría resultar un tanto agrio y antipático, estaba en mi serlo y él me conocía bien.

—Tranquilo muchacho, en esta compañía no hacemos diferencias, tal vez se le olvidó a los muchachos darte esa información, se lo había solicitado a Evan pero veo que no lo hizo. Ya no te calientes la sangre por algo tan insignificante
—me palmeó el hombro con gentileza intentando calmar mi mal humor que iba empeorando más con lo que me ha dicho. Evan y yo teníamos nuestra historia, asperezas muy grandes que son muy difíciles de limar.

Traté de ignorar todo eso y puse mi mejor sonrisa, la verdad es que después de mi conversación con Caitlin mi humor había cambiado, estaba que reventaba por lo que sea y ahora con esta bajeza de Evan ocultandome un detalle asi se me revolvía la sangre, porque se que lo hizo a propósito y ahora resulta que no es un socio si no que una socia.

Joder, involucrar a una mujer lo complica todo, ellas son todas muy dramáticas y crean líos innecesarios. Lo he comprobado varias veces, esta vez me mantendría a raya con mis antojos de libertinaje y lujuria.

Nick y Evan ya se encontraban sentados listos para la oleada de cambios que se avecinaba, ellos son los demás socios y ambos eran muy buenos en sus funciones y yo soy el más nuevo era igual de bueno si no es que más, bueno después de hoy ya no seré el más nuevo. Charles y yo entramos para acomodarnos en nuestros respectivos asientos, Charles se sentó a la cabeza por obvias razones y cuando dirigí la mirada hacia Evan este sonrió de forma burlona con la sola intención de provocarme, pero estaba muy equivocado, no le daría el gusto jamás.

—¿Qué cuentas Wilde? —preguntó Nick acomodando su melena castaña.

—Nada nuevo —respondí cortante, a pesar de que él era lo más próximo a un amigo que podía tener aquí no pude evitar responder de esa manera. Mi mal humor se filtraba hasta por mis poros.

—Al parecer alguien está teniendo un mal día —Evan opino escudriñando con sus ojos cafés ocultos bajo sus lentes, como si intentara descifrar mi mal humor. Los dos se estaban comportando como tarados.

—No pregunten si no les va a gustar la respuesta —escupí, estaba consciente de que debía tranquilizarme porque no debía dar una primera mala impresión a nuestra nueva socia que cuyo nombre ignoraba. 

—Líos de falda, siempre lo ponen así —murmuró Charles en tono burlón haciendo que me hierva la sangre nuevamente.

—¿Qué? ¿Se pusieron todos de acuerdo o qué? —bufé algo irritado.

<<¿Qué les pasa? ¿Acaso nunca vieron a una persona molesta? Dios dame paciencia porque si me das fuerza los mato a todos>>

De repente el bullicio de de mis socios se vió cortado por la presencia de un hombre, este era mayor incluso mayor que Charles, llevaba puesto un traje gris que hacía juego con su melena grisácea y antes de decir una palabra colocó su portafolios de cuero negro sobre la mesa.

—Buenos días caballeros —comenzó a decir mientras los cuatro asentimos con la cabeza a modo de saludo —. Soy el representante legal de la Sra. Laforêt, de antemano me disculpo en el nombre de mi representada por la tardanza, llegará en un momento, tuvo un imprevisto que necesitaba de su atención con suma urgencia —informó mientras sacaba unos papeles de su portafolios.

—No se preocupe, podemos adelantar algunas cosas sobre el papeleo si no hay inconveniente alguno —sugirió Charles con un aire poderoso.

—La Sra. Laforêt ordenó explícitamente que no se tome ninguna decisión en su ausencia — musitó aquel abogado, esa respuesta no fue para nada agradable para los oídos de Charles quien estaba acostumbrado a tener el control absoluto de lo que aquí sucedía. Ya sabía yo que esa mujer sería un problema, sin siquiera estar ya estaba creando discordia.

—Esperaremos entonces —contestó Nick muy tranquilo, mientras que Charles se mordía la lengua.

El rostro de Charles pasó de poderoso a molesto, no le gusta esperar a nadie en lo más mínimo, y mucho menos que una mujer lo haga esperar; según Nick me estuvo comentando el vendió el cincuenta y un por ciento de sus acciones a esta nueva socia, ahora ella tendrían el voto decisivo a la hora de elegir al nuevo presidente de la compañía.

A Evan le corresponde el veinte por ciento, A Nick y a mi diez por ciento cada uno, no es mucho pero nuestros votos también cuentan a la hora de elegir un presidente para la compañía y también podemos presentarnos como candidatos. Tal vez algún día, cuando sea un hombre con más dominio y preparación yo podría lanzarme para ocupar ese puesto.

No se cual fue el motivo que habría tenido Charles para vender sus acciones, solo se que esto acarreará cambios muy drásticos a la compañía y no dejaba de sostener que tal vez no sean muy positivos.

—Caballeros permítanme presentarles a la Sra. Loana Laforêt, la nueva socia mayoritaria de la compañía —él anciano nos interrumpió de repente señalando hacia la gran puerta de cristal que se había abierto.

Todos nos levantamos como los caballeros que somos, yo bajé la vista para abotonar mi traje, <<costumbre que me enseñó mi padre para que luzca mejor el traje>> y cuando levanté la vista me quedé perplejo. Jamás había sentido tantos nervios innecesarios ante una persona y menos hacia una mujer, se me helo la sangre y el mal humor se suavizó al instante. 

Cuando la mire sentí su presencia ocupar por completo todo el lugar,me sentía desfallecer ante todo su ímpetu. Ella tenía un aire de mujer empoderada, la que se vale por ella misma. Tenía una actitud firme ante sus decisiones, comprendí que ella no permitiría que ser influenciada de forma negativa con respecto a sus elecciones.

—Buenos días caballeros —saludó con su voz fuerte y autoritaria, se me revolvió el estómago gracias a los nervios. Llevaba una camisa blanca de seda casi transparente y una falda de tubo negra ajustada a su cuerpo que le llegaba hasta las rodillas. No llevaba mucho maquillaje encima, solo lo necesario para resaltar su belleza. Era un ángel y desde ese mismo instante quise convertirme en un follaangeles.

Parecía reservada y distante, algo introvertida pero enigmática, que llamaba la atención a donde quiera que vaya de eso no habia duda, sobre todo sus ojos azules que resaltaban sobre su blanquecina piel, su melena castaña estirando al negro, era ondulada y parecía sedosa, era como un ángel que bajó del cielo para perturbar y revolver mi mente. Me sentía prisionero de mis más recónditos deseos y ese deseo de poseerla se fue incrementando a medida que ella movía sus carnosos labios. El tiempo se me hizo lento, ya había sucumbido a ella sin siquiera haberme dado cuenta.

Entonces entendí que este era el inicio de un largo viaje y ella sería mi destino. Porque todo de mi fue suyo desde el primer segundo.

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Nota de la autora: aquí les dejo el primer capítulo de En esta vida y en la otra, espero que lo disfruten, será el comienzo de un viaje increíble.
Espero que les guste ❤️

También les dejo las fotos de Dorian, Loana y Caitlin.

Loana Laforêt.

Dorian Wilde.

Caitlin Bogaerde.

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