Capítulo 8
Jungkook no podía evitar la sonrisa que estaba decorando su rostro mientras miraba en silencio el blanco techo de su habitación. Pensar en los últimos acontecimientos, y en Taehyung, hacía que algo dentro suyo se removiera agradablemente. Ni siquiera le disgustaba el hecho de no poder conciliar el sueño, solo porque era debido a la emoción.
O así fue hasta que el apenas perceptible pitido de su celular llegó a sus oídos, se sentó en la cama con el ceño fruncido, intentando recordar en dónde lo había dejado. Fue gracias a la pantalla que se había iluminado con el nuevo mensaje que lo encontró conectado a la toma de corriente.
—Maldición, lo dejé cargando desde la mañana. —Chasqueó la lengua y se acercó para desconectarlo y revisar quién le escribía. Tenía varios mensajes de sus amigos de la universidad, pero los pasó por alto como había venido haciendo, su mente estaba demasiado llena de otras cosas como para sentarse a chatear.
La reciente notificación era de un único mensaje de un remitente diferente, Hyun Bin, quien solo le escribía cuando era debidamente necesario o cuando tenía ganas de joderle el buen ánimo.
[2:27 a.m., 25/7/2016] Hyun Bin: Tu mamá se levanta cada vez más tarde... Supongo q prefiere dormir para no pensar todo el rato en el bastardo de su hijo... No decías q ibas a trabajar para ayudarla? Xq no has mandado dinero entonces?
Jungkook se sintió arder de impotencia, cuántas ganas tenía de hacer que se callara con un buen puñetazo. Él no era nadie para hablarle de esa manera, su padrastro no tenía ningún derecho, pero nadie parecía dispuesto a detenerle después de todo, ni siquiera él mismo. Tecleó rápido en respuesta y lanzó el celular con fuerza a la cama, ocultó su rostro con ambas manos, suspirando pesadamente sin que le importara en lo más mínimo que el aparato hubiese rebotado en el colchón e impactado en el suelo del otro lado.
[2:31 a.m., 25/7/2016] Jungkook: Mhm, parece que a usted sí le encanta pensar en mí.
Salió de la habitación, ansiando un poco de la tranquilidad que Taehyung le entregaba sin siquiera saberlo. Bajó al segundo piso y se encaminó a la puerta cerrada, donde pensaba recostarse como había estado haciendo durante tantas noches. De esa manera podría descansar.
A medio metro de su objetivo, la puerta se abrió. El pelirrojo le observó con ojos curiosos y Jungkook solo pudo regresarle una mirada anhelante. Taehyung se sentó en el suelo con las piernas cruzadas y extendió ambos brazos en su dirección, instándole a acercarse. El menor se sentó también y se recostó de espaldas en el pecho del contrario, descansando la cabeza en su hombro izquierdo.
—Lo siento —susurró, no había querido molestarle, pero su corazón se sentía feliz de que hubiese salido a su encuentro y de que sus tiernos dedos estuvieran acariciando sus cabellos, como si ya supiera que estaba buscando consuelo. Taehyung hizo un sonidito con el que le pedía silencio y habló en un tono bajo.
—Te ayudaré a dormir, puedo hacer eso.
Jungkook cerró los ojos y se dejó consentir, poco a poco su mente se despejó de todas las preocupaciones. Todavía recordaba a la perfección el mensaje de su padrastro, pero ya no le importaba. La calma estaba adormeciendo sus músculos, la burbuja en la que Taehyung le había sumergido estaba llena de esperanza, ahí dentro no había razones para tener miedo.
No sabía cómo lo hacía, no sabía si eran sus caricias, su presencia o su silencio, pero el pelirrojo estaba consiguiendo que se sintiera bien, de una manera mucho más profunda de lo que es fácil de imaginar. Estaba haciendo que se quisiera, que se percibiera suficiente, y él no tenía idea de lo que eso significaba para Jungkook, quien ya se había acostumbrado a menospreciarse.
Miró hacia arriba, hacia él, quería agradecerle, quería que fuera consciente del bien que estaba haciéndole y quería que supiera que, si podía, estaba dispuesto a hacer lo mismo por él. Taehyung no le dio tiempo de hablar, se inclinó para dejar un inocente beso en la punta de su nariz y repartió algunos más en todo su rostro. El azabache cerró los ojos para inundarse de las sensaciones.
—Te los estaba debiendo —murmuró el pelirrojo, observando al menor formar una pequeña sonrisa, que fue borrándose a medida que su cuerpo se entregaba al cansancio y se sumía en un sueño del que solo tenía permitido despertar feliz.
A la mañana siguiente, Jungkook se levantó en su habitación temprano. Luego de dormirse en los brazos de Taehyung, despertar solo en su cama hizo muy evidente la sensación de vacío, pero sabía que no era como que debiera acostumbrarse a su compañía todo el tiempo.
Suspiró al recordar que ese era el último día que le quedaba al mayor fuera de su habitación, al menos hasta que un viaje como ese volviera a surgirle a la señora Kim. Era tan ridículo, él debería aceptar que su madre despidiera a todos para tener la libertad de disfrutar tan siquiera de la inmensidad de su propia casa, pero en aquella conversación que había escuchado, el muchacho parecía muy reacio a la idea.
Esa vez se duchó antes de salir, se vistió tranquilamente y se revolvió el cabello húmedo con los dedos mientras bajaba las escaleras al primer piso. En la cocina ya estaba Yuri sirviendo el café recién hecho en tres tazas, además visualizó a Taehyung sentado en una de las sillas de la barra frente a donde estaba la mujer. Tenía esa gran sudadera blanca y la capucha puesta sobre su cabeza, por lo que no alcanzaba a ver su rostro. Ah, Jungkook en definitiva podría acostumbrarse a encontrarle todos los días nada más bajar.
—Buenos días —saludó, acercándose a ellos con una sonrisa. Yuri le miró y le sonrió de vuelta. Taehyung, entre tanto, se giró levemente para mirarle por poco tiempo y el azabache se percató del movimiento tal vez inconsciente que hizo su mano derecha, afirmando la capucha.
—Buenos días —le contestaron—. Aquí está su café, joven Jungkook —dijo su compañera, deslizando la taza por la barra hacia él.
—Gracias. —Se sentó al lado izquierdo de Taehyung y le miró con curiosidad, extrañado por su repentino comportamiento distante. El mayor estaba jugueteando con su taza de café, dándole vueltas entre sus manos; la capucha apenas y le permitía ver un poco de su perfil.
—Bueno, yo me voy a leer —informó Yuri, y Jungkook se percató de la rápida mirada que le lanzó al muchacho junto a él—. Llámenme si me necesitan.
La mujer salió de la cocina y el lugar se quedó en silencio, el azabache dio un sorbo a su café y no pudo soportarlo más. Se giró en el asiento para observar de frente el costado de Taehyung, quien no se molestó en inmutarse.
—Hyung —llamó—, ¿estás bien? Te noto raro, ¿es porque mañana ya regresan todos?
—Ah, no, Jungkook —respondió, mirándole de soslayo—. Ya estoy acostumbrado, ¿recuerdas?
—Umh, ¿quieres que veamos una película o algo? Hay que aprovechar el tiempo que-
—No, yo... Creo que estaré en mi habitación —interrumpió, y se giró en el asiento para irse, Jungkook le atajó por los hombros en cuanto le tuvo de pie en frente, pero Taehyung evitó mirarle.
—¿Hyung? —El aludido mantuvo la cabeza baja y la vista en el suelo, mientras el azabache intentaba escudriñar su rostro a través de las sombras de la capucha. Finalmente, alejó sus manos de él para dejarle ir, dispuesto a no hacer preguntas como tanto le había prometido.
—Lo siento —murmuró, pasó por su lado y se dirigió a las escaleras, pero Jungkook no pudo evitar romper su palabra ante la presión de que estuviera cada vez más lejos. Se levantó también y observó su espalda.
—¿No sería más fácil hablarlo conmigo? —preguntó, elevando la voz. El mayor se detuvo, pero no se giró.
—No sería más fácil de ninguna manera.
—¿Por qué? Puedes decirme si te ocurre algo o si simplemente ya no quieres que me acerque más. Sé que tal vez ahora estás seguro de que sí, pero el silencio no es bueno todo el tiempo, hyung.
—Lo que no entiendes es que prefiero mantener en silencio cuando sé que lo opuesto solo traerá caos.
—Pero ¿de qué caos estás hablando?
—Estoy hablando de mi maldita existencia, Jungkook. —Taehyung dio media vuelta para mirarle, esos cuatro metros de distancia estaban sintiéndose como mil dolorosos kilómetros—. Desde que nací solo he traído tantos jodidos problemas, nada de esto estaría pasando si le hubiese permitido a mi madre tener un hijo normal. Pero ahora que no puedo cambiarlo, todo lo que tengo que hacer es fingir que no existo, que estoy muerto. Así que déjame hacer eso. —Hizo una pequeña pausa, desviando la mirada de sus ojos oscuros al sentirse incapaz de seguir mirándolos—. Tú no debiste verme en primer lugar, no debí dejar que me vieras —musitó, llevando ambas manos a su cabeza y acomodando la capucha con firmeza sobre ella.
—De repente estás diciendo todas estas cosas... —masculló Jungkook, comenzando a acercarse despacio, pero el mayor retrocedía los mismos pasos que él avanzaba—. No puedo decirte nada del mundo, no puedo prometer que algún día te aceptarán o dejarán de perseguirte, pero puedo hablar por mí, y te aseguro, hyung, que desde que te conozco solo me has generado buenas sensaciones —le dijo, asegurándose de transmitirle con la mirada toda su honestidad, sin saber que Taehyung no estaba percibiéndola únicamente de sus ojos—. Has hecho que me sienta tranquilo, que me sienta bien, que se me olviden mis preocupaciones de vez en cuando y que pueda dormir correctamente. Y estás haciendo, además, que pueda comenzar a hacerlo por mi propia cuenta. Así que, si es a eso a lo que te refieres, entonces no quiero que dejes de traerme tantos jodidos problemas.
—Jungkook —Taehyung negó con la cabeza—, no sé...
Ese movimiento bastó para que un mechón rebelde de su cabello se escapara del interior de la sudadera, el azabache lo observó anonadado y el muchacho se percató de ello. Miró a Jungkook con ojos desbordantes de emociones, antes de levantar sus manos temblorosas y empujar la capucha hacia atrás.
El menor admiró entonces la perfección del joven frente a él, quien parecía no darse cuenta de que lo que tanto había intentado ocultar solo le hacía más puro y etéreo. Taehyung era una jodida obra de arte, y la mayoría de ellas son pintadas con una enorme paleta de colores.
—¿Era esto? ¿No querías que te viera? —preguntó, en un tono bajo, incapaz de comprender por qué el hecho de que su cabello ahora estuviera rubio, cuando tan solo en la madrugada era rojo, sería una razón para querer huir de él. Está bien, sabía que no había manera de que el muchacho hubiese utilizado un tinte, pero eso no le volvía un fenómeno de ninguna manera, ni era algo por lo que poner en duda quién era—. Sé que no puedo decir algo ahora que ayude a cambiar la forma en la que el mundo ha hecho que te veas —dio un par de lentos pasos en su dirección, diciéndole en silencio que no quería que retrocediera. Taehyung no se movió esa vez, se mantuvo quieto en su lugar, escuchando sus confortantes palabras—, pero yo realmente espero que entiendas que ser único no es malo y no es razón para temer. Hyung, tú... me encantas así como eres. Me gusta no estar seguro de cómo te veré mañana, me gusta que siempre puedo esperar algo diferente. Así que, por favor, no intentes huir de mí otra vez —pidió, observando con cariño sus preciosos ojos.
—Pero... ¿no te importa? ¿Ni siquiera te preguntas cómo es posible?
—Claro que me lo pregunto, pero eso es lo que menos me importa. A decir verdad... lo que más me afecta es lo bien que te ves.
—Ah, es que de verdad —masculló, negando con la cabeza, sin poder evitar la sonrisa divertida. Jungkook se sintió tranquilo al verle de esa manera, agradecía que hubiesen aclarado las cosas.
—Hyung, si algo te molesta o preocupa, háblalo conmigo, ¿sí?
—Lo siento, Jungkookie. —Terminó por avanzar hacia él, acercando la mano a su cabeza para acariciar sus cabellos azabaches—. Sé que no debería dudar de ti, así como tampoco de tus músculos.
—Ah, basta, ¿seguirás burlándote de eso? —Taehyung rio estrepitosamente, observando con adoración sus mejillas sonrosadas.
—Por supuesto que sí. —El menor chasqueó la lengua y se cruzó de brazos antes de darle la espalda. El rubio se acercó con una risita y le abrazó desde atrás.
—Jungkookie, no puedes enojarte conmigo, conozco la fórmula para evitarlo, ¿recuerdas? Tú me la enseñaste.
—Olvídalo, ya es tarde, así que no funciona.
—Claro que funciona —rebatió, y le soltó para girarle y hacer que le mirara—. Pero podrás decirlo tú. —Con una hermosa sonrisa cuadrada adornando su perfecto rostro, se inclinó para repartir pequeños besos en la frente y mejillas del menor. A Taehyung le gustaba hacer eso y a Jungkook le gustaba que lo hiciera. La manera en la que se sentían más cerca era sensacional y el ambiente que ellos creaban estando juntos era por mucho mejor que cualquier otra cosa. En momentos así ni siquiera importaba el tiempo que llevaban de conocerse, no cuando ya sentían que la presencia del contrario era tan valiosa.
Jungkook se había enamorado de la sublime esencia de Taehyung, de la delicadeza de sus gestos y lo confortante de su silencio. Sus fascinantes ojos marrones no solo estaban prometiéndole constantemente un lugar mejor, estaban dándoselo. Le gustaba la manera en la que estando con él podía olvidarse de todo lo demás, con él ya no tenía sentido el dolor y la insuficiencia era un sentimiento que pasaba a ser obsoleto. No sabía cómo, pero Taehyung estaba ayudándole a quererse, a que ningún comentario como los de su padrastro le afectara de manera dañina. Alguien a quien el mundo había herido y lastimado desde el principio y sin piedad, estaba enseñándole a sanar.
Taehyung, entre tanto, no podía encontrar más inefable la existencia del azabache. Su ser se mostraba ante él como el más digno y merecedor de todos, su alma valiosa debía ser protegida. Jungkook le había demostrado desde el principio que no era como las otras personas del mundo, que no buscaba dañar a los demás y que ni siquiera le interesaba conocer su historia para permanecer a su lado. Desde el momento en el que había llegado a aquella casa con el miedo de no conseguir el empleo, le había cautivado sobremanera y sentirle cada vez más cerca era lo emocionante de cada día. Taehyung también se había enamorado de su esencia, de esa tan inocente e inmarcesible.
Los dos significaban para el otro que el fin de su soledad había llegado, que ya no era necesario seguir temiendo y que podían ser ellos mismos sin importar qué tan marchita estuviera el resto de la humanidad. Y como el futuro es tan incierto, el tiempo para los dos era lo de menor relevancia, solo importaba una cosa: la intensidad. Y eso era algo que ambos tenían de sobra para aportar.
—Tienes razón, sí funciona —musitó, aunque hacía un rato que Taehyung se había apartado y los dos estaban mirándose a los ojos, que no mentían. Estaban tan rebosantes de emociones que sabían que podían mirarse por toda la vida.
Se sonrieron en silencio, sin apartar la mirada ni un segundo, y quienquiera que les viera podría testificar que no había nadie más para ellos en ese momento. Ni siquiera cuando era ya la tercera vez que el timbre de la casa se hacía oír.
—¿Chicos? —Yuri apareció por las escaleras y los dos muchachos salieron de su burbuja para mirarla—. ¿Están aquí en medio de la sala y no han escuchado que están llamando a la puerta?
—¿Qué? ¡Ah! Lo siento, abriré de inmediato. —Jungkook corrió a la puerta de la entrada al reaccionar y lanzó una última mirada a Taehyung, asegurándose de que se hubiese ocultado bien. El rubio se había escondido detrás de la pared que llevaba a la cocina y Yuri se quedó en medio, donde podía mirarlos a los dos—. Buenos días —saludó en cuanto abrió y se encontró de frente con el mismo repartidor que había llevado el pedido la vez anterior.
—¡Hey, hola! Es bueno verte de nuevo. —El chico le sonrió grandemente y Jungkook llevó una mano a la parte posterior de su cabeza, regresándole una pequeña sonrisa.
—Pero... no he hecho ningún pedido.
—Tú no, pero la señora Kim sí.
—Ah, ¿de verdad? Bueno, está bien. Gracias, entraré las cosas. —Miró hacia el interior una última vez antes de salir al pórtico para recoger las cajas. El muchacho se precipitó a ayudarle.
—Descuida, es parte de mi trabajo —le dijo, inclinándose para sujetar la misma caja que él, se miraron y Jungkook intentó no parecer nervioso.
—No tengo problema, en serio, puedo entrarlas.
—Pero si me dejas ayudarte será más rápido, puedes estar tranquilo, no muerdo —dijo con una risita, y terminó por tirar de la caja que ambos sostenían para dirigirse con ella a la entrada y dejarla en el vestíbulo, como había hecho la última vez y como se solía hacer—. Buenos días —saludó a Yuri con amabilidad, ella hizo lo mismo y le dedicó una mirada significativa a Jungkook cuando el joven salió a por otra caja.
Las entraron todas y el muchacho le extendió la misma tabla de antes para que firmara la factura y, mientras lo hacía, el azabache sentía la mirada fija del chico en su rostro. Entonces, ese sentimiento de molestia que antes había sentido regresó, más evidente incluso que la primera vez. Pero es que él no tenía ninguna razón para sentirse molesto y dentro de sí, de hecho, sabía que no lo estaba. De modo que no podía comprenderlo. Le regresó todo luego de firmar y él le entregó su factura.
—Bien, eso es todo. Hasta la próxima, lindo. —Ah, de nuevo ese mote. Jungkook realmente estaba deseando decirle que le llamara por su nombre, pero no era la gran cosa después de todo.
—Sí, muchas gracias. —El repartidor volvió a dedicarle un guiño y salió luego de una pequeña reverencia a Yuri. El menor cerró la puerta y suspiró despacio, antes de escuchar el sonido de algo romperse, y a Taehyung maldecir por lo bajo.
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