Capítulo 7

Jungkook y Yuri permanecieron en ese tenso silencio hasta que la puerta detrás de ella se abrió con suavidad. Taehyung asomó la mitad de su cuerpo, mirándoles a los dos con una pequeña sonrisa nerviosa, como si les pidiera disculpas.

—Está bien, lo sabe —les dijo, cuatro palabras que iban dirigidas para ambas personas. Los trabajadores de su madre le miraron de inmediato.

—¿Cómo? —La voz de la mujer y el azabache se hicieron una con la pregunta, completamente perdidos en lo que estaba pasando.

—Bueno... La señora Yuri lo ha sabido desde el principio, ella nos ha ayudado —explicó, mirando al menor—. Seguro mi madre te dijo que es nueva como los demás, pero es para no levantar sospechas. Y Jungkook —dirigió la mirada a la mujer—, él lo descubrió. Ayer, mientras todos estaban en el jardín. Me descuidé y me vio, él... ha sido muy bueno conmigo.

—Ah —Yuri se llevó una mano a la frente, procesando lo que acababa de escuchar—, no lo veía venir. Está bien, esto es... Creo que debería hablarlo con la señora Kim.

—¡No! —exclamó Taehyung, abandonando por completo la habitación—. No quiero preocuparla más, ella va a entrar en pánico. Querrá despedir a todos y llevarme lejos.

—Tal vez eso sea lo mejor. —Yuri asintió con efusividad, aunque su voz estaba saliendo casi como un susurro—. Es peligroso.

—No lo es, esto no tiene por qué cambiar nada. Jungkook es de fiar, y sabes que si te lo digo es porque tengo razón —replicó, con una mirada intensa.

—El problema, Tae, es que no todos son como Jungkook —dijo ella, terminando de girarse hacia el pelirrojo, y el azabache sintió que habían olvidado su presencia ahí—. Así como él, podría enterarse alguien más, no debes olvidar que no somos los únicos en la casa. Si descubre que estás vivo volverá a buscarte. —Yuri se volvió hacia el otro muchacho, quien solo les observaba en silencio, y le miró con ojos suplicantes—. Él no es malo —le dijo, como si le rogara que comprendiera—. No es una amenaza, mi Taehyunggie realmente tiene un corazón precioso.

—Lo sé —musitó, él tenía esa certeza. No sabía lo que pasaba, no conocía la verdad, pero estaba seguro de que el alma de Taehyung era más linda que cualquiera. Porque era eso lo que le volvía tan especial.

Jungkook dejó la taza de café y el plato en el pequeño aparador del pasillo antes de decidir acercarse a ellos. Se detuvo junto a su mayor, frente a Yuri, y miró fijamente a esta última, expresándole su honestidad también con los ojos.

—Voy a guardar el secreto, porque no quiero que nada le ocurra a Taehyung —aseguró—. Señora Yuri, yo no sé por qué lo hacen, ¿bien? No sé por qué lo esconden, ni sé por qué piensa que yo podría creer que él es una amenaza. Solo sé que permaneceré en silencio también si esa es la manera de protegerle.

La mujer observó a ambos muchachos; Taehyung miraba a Jungkook, ensimismado por sus palabras, y Jungkook la miraba a ella, intentando demostrarle que no mentía, que lo que decía lo decía en serio. Pero seguía sintiéndose reacia, después de todo no era así como se suponía que debían ocurrir las cosas.

—Pero, la señora Kim...

—Mi mamá ya está sufriendo demasiado —intervino el pelirrojo—. Ustedes... no tienen idea de lo que es verla llorar todos los días porque cree que está haciéndome daño —musitó, con ojos brillantes—. Le recuerdo todo el tiempo que está protegiéndome, pero ella sigue pensando que solo me lastima. Por favor, noona, no quiero verla decaer, eso es lo que no podría soportar.

—Ah, ¿por qué tienes que ser tan bueno? —murmuró ella, se pasó ambas manos por el rostro y se enderezó, intentando recomponerse—. Está bien, le daremos un tiempo, pero tarde o temprano tendrá que enterarse. Por mientras... hay que ver el lado positivo de esto, cerraremos todo y podrás pasearte sin problema por toda la casa durante estos dos días.

Eso sonaba tan malditamente lamentable. Jungkook miró a Taehyung, el muchacho tenía esa hermosa sonrisa decorando su rostro, parecía feliz. Y él no merecía que su felicidad fuera tener unas jodidas cuarenta y ocho horas para moverse con libertad por su propia casa. Él era mucho más que eso.

—Ustedes dos deberían permanecer juntos —dijo Yuri—. No son conscientes del bien que se hacen. Es como si estuvieran ayudándose a brillar, puedo verlo. Voy a... Voy a cerrar todas las ventanas —informó, de manera atropellada, tal vez sin terminar de asimilar las últimas confesiones, y se retiró. Jungkook y Taehyung se miraron entre ellos, el mayor con una sonrisa ladeada.

—Así que vas a protegerme, ¿eh? Tengo mucha suerte de que estés bien ejercitado.

—¿Te estás burlando? —El menor enarcó una ceja, mientras el pelirrojo sonreía grandemente, haciendo que sus ojos casi se cerraran por completo—. Ah, realmente estás burlándote. —Jungkook le volteó por los hombros para rodear su cintura y atraer su espalda hasta su propio pecho, elevando los pies del mayor del suelo—. Ya veremos si vuelves a dudar de mis músculos —le dijo, mientras Taehyung reía y se removía en sus brazos. Caminó con él al interior de la habitación y le soltó cuando estuvieron dentro. Sin embargo, fue cuestión de que el pelirrojo pisara el suelo de nuevo para que se girara en su dirección y le empujara hacia la puerta, haciendo que se cerrara con el impacto. Se acercó y solo se detuvo cuando casi no había distancia de por medio, manteniéndole acorralado con su cuerpo.

—Ya no tienes esa sonrisa de suficiencia, Jungkook, ¿qué pasó con ella? —El azabache apenas y escuchó lo que decía por estar concentrado en el movimiento de sus labios. La cercanía de Taehyung por poco tenía sus piernas temblando y su mano cosquilleaba por el deseo de acariciar la tersa y suave piel de su rostro. Ugh, pero no iba a darle ese gusto.

Le dedicó una pequeña sonrisa ladeada y se acercó como si fuera a contarle un secreto, el pelirrojo se tensó al sentir el cosquilleo del aliento del menor en su oreja, pero no se alejó, a la espera de lo que tenía por decir.

—Estás demasiado cerca, así que puedo sentir tu cuerpo tensarse. Que rápido se invierten los papeles, ¿no? —Regresó a como estaba antes, de modo que podían mirarse a la cara. Taehyung seguía con mucha atención hasta el más mínimo de sus movimientos, observando con detalle todas las expresiones de su rostro, y Jungkook se preguntó si seguiría intentando memorizarle. Finalmente, el pelirrojo sonrió.

—Cierto. —Se inclinó sin titubear y dejó un beso en su mejilla antes de retroceder para darle espacio. El azabache le miró con los ojos bien abiertos—. ¿Qué? Te lo estaba debiendo, es un uno por uno —le dijo, con un despreocupado encogimiento de hombros—. Ahora, ¿no tenías algo para mí?

—Umh, sí, sí, claro. —Jungkook se separó de la puerta para abrirla y buscar en el pasillo el desayuno para Taehyung. Regresó a la habitación, pero frunció el ceño cuando le vio sentado en el sofá con otra taza de café y otro plato de panecillos en frente—. Pero...

—Oh, esto es lo que me trajo Yuri. —El pelirrojo sonrió en grande, de esa manera que le hacía temblar las piernas.

—Ah, bien, estoy sintiéndome muy celoso ahora.

—¿Bromeas? Ven aquí, más comida después de todo. —Palmeó el espacio a su lado, Jungkook negó con la cabeza riendo y se acercó para sentarse junto a él, dejando lo que traía en la mesita.

—¿No prefieres desayunar abajo? No sé, aprovechar que la casa está sola para salir de aquí —le dijo, mirándole mientras él parecía feliz bebiendo de su café, el que probablemente ya no estaba tan caliente.

—Contigo aquí ni siquiera lo noto, haces que no me sienta encerrado —respondió con simpleza, y dio un mordisco a uno de los panecillos—. Come, estoy seguro de que tampoco has desayunado.

No lo demostraba, pero en la cabeza de Jungkook se aglomeraban demasiadas dudas, por más que le mirara no podía encontrar en él algo que le hubiese hecho tener que fingir su muerte. No había una razón visible para que estuviese encerrado, para que tuviese que mantener oculto. Pero teniendo o no respuestas para esas preguntas no dudaría de él, porque estaba seguro de que un ser tan bueno no era motivo de temer.

Y es que no podía haber algo en Taehyung que no le gustara. No era solo su belleza innegable, se trataba de su esencia, tan pura y adictiva que solo le hacía querer más de él. Ah, realmente estaba tan agradecido de que estuviera vivo, de que existiera; y que hubiese alguien que quisiera acabar con él por esas mismas razones le hacía sentir malditamente impotente.

—¡Hyung! —Jungkook corría detrás de su risueño amigo, quien bajaba las escaleras hacia el primer piso a toda velocidad. Yuri, quien estaba en la cocina, salió al encuentro de ambos jóvenes tras escucharles.

—Hey, hey, ¿qué ocurre? —El pelirrojo se refugió detrás de ella, mientras veía con diversión al azabache cruzarse de brazos.

—¡Se comió mi panecillo! —acusó el menor, y Yuri intentó ocultar la gracia que le provocaba la situación.

—Ah, así que es eso.

—No lo entiendes, era el último y era mío.

—Hay más en la cocina, ¿por qué no lo repones con uno de esos?

—No, porque yo quería ese —refunfuñó.

—Pues ahora no podrás tenerlo —se burló Taehyung, y salió a correr en cuanto el azabache intentó alcanzarle de nuevo. Los dos muchachos salieron riendo al jardín trasero y Yuri negó con la cabeza.

—Como niños chiquitos —dijo, antes de volver a sus cosas.

—Jungkook-ah, ya perdiste ese panecillo así que esto no tiene sentido —le dijo Taehyung, mirándole mientras caminaba de espaldas, retrocediendo cada paso que él avanzaba.

—Ya, pero puedo vengarme. —Corrió de nuevo, por lo que el pelirrojo dio media vuelta para huir.

—No, no, ¡la venganza es mala! ¡Puedes arrepentirte, Jungkook! —El azabache terminó alcanzándole, le levantó del suelo, abrazándole desde atrás, y comenzó a caminar hacia la piscina—. Jungkook, espera, espera, ¡está bien! Lo siento, lo siento —le dijo riendo, a la vez que se removía para intentar liberarse—. Todos los panecillos serán para ti la próxima vez, de verdad. Jungkookie —giró la cabeza hacia atrás para mirarle cuando el azabache ya se había detenido en el borde—, deberías reconsiderarlo.

El menor sonrió y dejó un pequeño beso en la punta de su nariz antes de lanzarle al agua. Comenzó a reír estrepitosamente, hasta que observó a Taehyung salir a la superficie y sacudir la cabeza para quitarse el cabello de los ojos, entonces no pudo hacer otra cosa que admirarle anonadado, casi a punto de babear.

—Ah, bien, tú realmente lo has hecho —masculló el pelirrojo, se acercó a la orilla y le miró desde abajo—. Ven aquí.

—Olvídalo —le dijo, retrocediendo algunos pasos mientras reía.

—¿Entonces vas a dejarme aquí, muriendo de frío en el interior de esta piscina solitaria? Mhm, está bien, da igual, estoy acostumbrado. —Hizo un gesto con la mano, como si le restara importancia, y dio media vuelta para nadar hacia la esquina opuesta, donde apoyó los brazos en el borde y luego el mentón en sus brazos.

Fue cuestión de segundos para que se escuchara el chapuzón, sonrió victorioso y sintió a Jungkook llegar desde atrás, mas no se giró para mirarle.

—¿Hyung?

—No estoy.

—Claro que estás, me debes algo, es un uno por uno, ¿recuerdas? —Taehyung dio media vuelta para verle directamente a los ojos, Jungkook le dedicó una linda sonrisa.

—Tú me lanzaste a la piscina, no lo mereces.

—Ya, y tú te comiste mi último panecillo.

—¡Eh! Yo soy el que está indignado aquí. —El azabache volvió a reír y puso ambos brazos en el borde a cada costado del pelirrojo. Se acercó a su rostro para dejar un beso en su frente, en su mejilla derecha y luego en la izquierda, en su mandíbula y en su nariz—. ¿Qué haces? —musitó el mayor, cerrando los ojos por inercia mientras recibía sus mimos.

—Es para que ya no estés más indignado conmigo —respondió—. Mi mamá solía hacerlo cuando me sentía molesto por algo.

—Ah, creo que funciona.

—Antes me dijiste Jungkookie.

—¿Te molesta?

—No, suena lindo. —Se apartó un poco y le hizo una seña con la cabeza hacia atrás—. ¿Salimos? —Taehyung asintió, se sujetaron del borde y se impulsaron para dejar la piscina.

—Ah, esta es mi sudadera favorita —se quejó, observando su propia ropa escurrir agua por montones.

—Estás dramatizando, se secará. —Jungkook se sacudió el cabello para quitar el exceso de agua y le miró hacer un tierno puchero.

—Entonces no me la quitaré.

—¿Qué dices? Tienes que quitártela, si te la dejas vas a resfriarte.

—No, yo no me resfrío.

—Todos nos resfriamos alguna vez. —Se acercó a él para retirar los cabellos rojos de su rostro—. También deberías secarte el cabello. Vamos, hay que cambiarnos de ropa.

—No quiero.

—Hyung —Jungkook le lanzó una mirada severa—, eres mayor y estás comportándote como un niño. Esa sudadera además te queda grande, así que si no te la quitas yo te la quitaré.

—Ah, Jungkookie, pudiste decir desde el principio que lo que quieres es quitarme la ropa —bromeó, levantando ambas cejas de manera picara.

—¿Qué? P-pero... Huh... —Taehyung dio un paso hacia él riendo y le miró fijamente con una sonrisa divertida.

—Ya te sonrojaste.

—Claro que no. —El menor desvió la mirada y se dedicó a escurrir los pliegues de su ropa para evitar el contacto visual.

—Pues tú no deberías cambiarte.

—¿Por qué no? —le preguntó, mirándole con el ceño fruncido.

—Esa camiseta húmeda resalta tu buen cuerpo. Tienes razón, no puedo dudar de tus músculos. —Jungkook se volvió a pasar una mano por el cabello, sintiendo el calor subir por sus mejillas a una velocidad imposible—. Ah, estás buscando que me lance sobre ti ahora mismo.

—Deja de burlarte —se quejó, Taehyung negó con una risita y levantó la mirada para observar el cielo.

—Umh, qué bien se siente.

—¿Qué cosa? —El pelirrojo no abandonó la tarea de admirar las nubes y, todavía sumido en ello, sonrió grandemente.

—Sentir el sol directamente en el rostro, estar empapado por haber entrado a la piscina con ropa, poder apreciar las nubes sin el cristal de la ventana de por medio, y la buena compañía, claro.

Jungkook bajó la mirada, observando sus propios pies con el ceño fruncido. Otra vez esa sensación de impotencia. Taehyung acababa de regresarle al mundo real con una dolorosa bofetada, y le había recordado lo lamentable de su situación mientras mantenía una sonrisa feliz en su rostro.

No lo entendía, no podía comprender cómo él podía seguir sonriendo y siendo tan malditamente bueno cuando el mundo estaba dándole miles de razones para que dejara de hacerlo. Taehyung estaba lleno de dolor, pero no dejaba que le destruyera. Prefería utilizarlo y hacer arte con él, volverse perfecto.

—Jungkook, ¿estás bien? —El azabache volvió en sí para mirar al pelirrojo en frente suyo, quien le observaba con atención, intentando averiguar lo que le pasaba.

—Sí, sí, lo siento, es que-

—¿Es por lo que dije?

—Es solo que... recuerdo que tienes que estar todo el tiempo en esa habitación y, bien, yo-

—Jungkookie, no te preocupes por eso, ya no me afecta, de verdad. Me acostumbré hasta el punto de que no me importa. He aprendido a disfrutar del silencio y la soledad.

«—Pero no quiero que te vayas, no quiero seguir sintiéndome solo».

—Hyung, no deberías hablar así. —Negó con la cabeza, «más siendo que estoy seguro de que no es lo que piensas realmente». Dio un paso en su dirección y acarició sus húmedos cabellos con cariño—. No te conformes con tan poco, estás en todo tu derecho de exigirle mucho más al mundo. Puesto que eres demasiado, deberías recibir como tal.

Taehyung miró los ojos oscuros del menor con intensidad, percibiendo su propio pecho encogerse por lo bonito de sus sentimientos, él estaba siendo sincero, podía ver su aflicción y sabía que el azabache era auténtico, no mentía. «Sin importar qué, ¿seguirás pensando eso, Jungkook?»

—Chicos, está listo el almuerzo improvisado. Ah, pero deberían ducharse y cambiarse primero. —Yuri atrajo la atención de ambos, por lo que los muchachos le respondieron afirmativamente antes de regresar a su profundo contacto visual.

El pelirrojo acarició los cabellos azabaches del menor con una sonrisa triste. Era por personas como él que se convencía cada día de que el mundo no estaba del todo perdido. E incluso Taehyung, que tenía esa capacidad, tenía miedo de no poder conservar su corazón en calma, tenía miedo de no poder mantener su bonita alma a salvo.

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