Capítulo 4

Aquel iba a ser un buen día.

Jungkook, por alguna razón, se sentía más animado que en otras ocasiones, incluso trabajaba con más entusiasmo del habitual. Estaba revisando los pendientes de Young Mi para el día siguiente, y haciendo algunos arreglos, cuando su celular vibró por una llamada entrante.

—¿Señora Kim? —preguntó al contestar, luego de comprobar en el identificador de llamadas que se trataba de su jefa.

—Jungkook, cariño, necesito que me hagas un favor. Olvidé una carpeta con unos documentos que preciso para mi próxima reunión. El señor Park fue a recogerla, ¿puedes tenerla lista, por favor? Está en mi oficina, sobre el escritorio.

—Sí, por supuesto.

—Genial, gracias, nos vemos en unas horas. —La llamada fue terminada y Jungkook se apresuró en subir las escaleras para buscar la dichosa carpeta.

—Aléjate de ahí, Eric. —Escuchó la voz de Yuri proveniente del segundo piso—. Que no te vea el joven Jungkook. —Por instinto, el azabache se detuvo tras la mención de su nombre. ¿Qué era lo que no debía ver exactamente?

—Solo quería saber si podía escuchar algo. —Jungkook reconoció esa otra voz como la del jardinero, quien tenía un horario en el que solo iba a la casa Kim tres veces por semana.

—¿Qué vas a escuchar? No es como si hubiese alguien ahí dentro. Vamos, si el interruptor ya está arreglado hay que bajar ahora, no quiero que nos llame la atención.

—Pero ¿no te parece súper misterioso? Cada vez siento más curiosidad.

—Era la habitación de Taehyung, nada del otro mundo, pero la señora Kim no quiere que nadie toque ni mueva nada, es comprensible, yo también sería igual si estuviera en su lugar.

—Ah, es realmente triste. Tienes razón, vamos, merece respeto. —El azabache se enderezó de inmediato y continuó subiendo como si recién llegara, se cruzó con los otros dos empleados de frente y con una pequeña reverencia y una sonrisa los pasó de largo.

Recordando la razón por la que había subido, se apresuró en llegar a la oficina de Young Mi. No fue difícil encontrar la carpeta sobre el teclado del computador, pero sí fue difícil alejar la mirada del portarretratos que reposaba a un lado de la pantalla en cuanto lo vio. Esta vez, a diferencia de las anteriores, sonrió agradecido por cruzarse con otra foto suya, había extrañado verle.

Se detuvo unos segundos para apreciar la imagen desde lejos, con ambas manos en los bordes de la carpeta que seguía apoyada en la madera clara del escritorio. Se había quedado estático en esa posición, detallando la belleza genuina de Taehyung, que se había inmortalizado en esa y en el resto de sus fotografías.

Sus manos titubearon a la hora de soltar la carpeta y dirigirse al marco, con la inocente intención de observarle de cerca. Sonrió una vez más y se humedeció los labios, complacido con lo que veía, él lucía tan guapo. En ese instante realmente deseó haber sido la persona que tuvo el privilegio de plasmar ese momento.

La bocina del auto del señor Park fue lo que le obligó a volver al mundo real, miró hacia la ventana para comprobar que el chófer había llegado mientras dejaba el portarretratos de nuevo en el escritorio. Regresó la mirada a sus manos cuando lo soltó, justo a tiempo para ver cómo, debido a un fallo de cálculo, el marco caía a una velocidad alarmante y se estrellaba sin piedad contra el suelo. Solo tuvo tiempo de saltarse un latido.

—No... —Se arrodilló de inmediato, empujando lejos la silla giratoria para levantarlo. Había caído con la parte de la fotografía hacia abajo y en ese momento supo que lo había echado a perder—. Maldita sea. —Observó el cristal roto que amenazaba la figura de Taehyung, volviéndolo todavía más inalcanzable, y solo pudo sentir el deseo enorme de largarse a llorar ahí mismo.

La bocina volvió a escucharse, por lo que no tuvo otra opción más que dejar el portarretratos por un momento y bajar a toda prisa con la carpeta verde de Young Mi. Se la entregó al señor Park y sostuvo con él una pequeña conversación, haciendo un esfuerzo desmedido para que no se le notara la angustia. No podía, no se atrevía a decirle a su jefa que había dañado el cuadro de una de las fotos de su hijo y todo por su jodido deseo de observarle a cada rato.

Tal vez podría buscar por Internet un portarretratos idéntico y cambiarlo sin que nadie lo notara, pero no sabía la importancia que tenía para la señora Kim y no quería faltarle al respeto, aunque ella nunca se enterara.

Ah, malditos principios que le impedían ser una mierda de persona.

Subió las escaleras a toda prisa de regreso a la oficina, sintiendo su corazón a mil mientras su cabeza intentaba idear un buen plan para remediar lo que acababa de hacer. Se detuvo en seco frente al escritorio, su cuerpo se tensó mientras respiraba pesadamente debido a la agitación, pasó una mano por sus oscuros cabellos, desordenándolos, sus labios estaban entreabiertos a la vez que observaba anonadado aquel objeto. El portarretratos estaba ahí, donde lo había dejado, y no tenía ni un solo jodido rasguño.

El cristal estaba intacto y la fotografía de Taehyung seguía tan pulcra como la recordaba. Él estaba seguro de lo que había pasado, había experimentado ese sentimiento de desesperación que para nada podría haber sido obra de su imaginación y había sentido con las yemas de los dedos el vidrio agrietado. No tenía sentido, es que no podía ser posible. Para colmo de todo, la silla del escritorio estaba perfectamente alineada con el mismo.

Negó y comenzó a retroceder para salir de ahí y no volver a entrar a menos que fuera absolutamente necesario. El caso era que el portarretratos estaba bien, así que ya no debía preocuparse por eso. Lanzó otro rápido vistazo a la foto y se sintió más tranquilo, de nuevo la sensación de paz, que hizo que dejara de darle tanta importancia a ese último acontecimiento.

Cerró la puerta de la oficina y miró en dirección a la habitación siete, la que ahora sabía con seguridad que había pertenecido a Taehyung. Con una nueva determinación se dirigió a la biblioteca, más exactamente al computador de mesa que había ahí y que había estado utilizando para ayudar a Young Mi en el trabajo. Abrió el navegador con la certeza de que, al ser su jefa una mujer bastante reconocida, algo tendría que haber sobre la muerte de su hijo en Internet. Y no se equivocó.

«La importante empresaria Kim Young Mi pierde a su hijo en un accidente de tránsito».

«La noticia salió a la luz un par de semanas después, cuando ella se había recuperado lo suficiente como para hablar del tema».

«La identidad de la persona que conducía el auto todavía es desconocida».

«No se han querido dar muchos detalles respecto a lo que ocurrió ese desafortunado veintiocho de junio».

«Durante el segundo aniversario de la muerte de Kim Taehyung (...)»

Jungkook suspiró, recostándose en el espaldar de la silla, y se frotó los ojos con los puños, sintiéndose agobiado. Tal vez ya era hora de dejar de indagar en ese asunto. Salió de ahí luego de asegurarse de borrar el historial y regresó a sus labores diarias.

Se suponía que iba a ser un buen día.

La señora Kim también llegó temprano en esa ocasión, ahora que el azabache se encargaba de sus horarios perdía menos tiempo entre cita y cita, por lo que incluso le quedaba más espacio para almorzar tranquilamente en casa y no tener que estar corriendo como solía hacer.

—Jungkook, me surgió un trabajo fuera de la ciudad, así que tendré que irme por dos días —le informó, tras encontrarle en la sala revisando las cuentas. El menor se giró hacia ella para darle toda su atención—. Me iré desde muy temprano mañana. Normalmente, cuando tengo días así de ocupados, le digo a los empleados que no vengan. Después de todo no voy a estar aquí y prefiero dejar toda la casa cerrada. Yuri es la única que suele quedarse, por lo que vive aquí, ya sabes. Así que, si quieres irte a tu casa a descansar puedes hacerlo.

—Ah... —La mente de Jungkook se llenó de Hyun Bin de manera automática. Había terminado por atribuir ese sentimiento de tranquilidad que a veces le embargaba a la distancia con su padrastro. Y tanta paz era adictiva—. Bueno..., yo realmente preferiría quedarme si no le molesta. No quiero atrasarme en mis tareas y puede que usted necesite mi ayuda para algo mientras está en su viaje.

—Oh..., está bien, no hay problema. Pero recuerda que puedes salir todo lo que quieras durante estos dos días, ¿bien? Yo me comunicaré contigo si te necesito, pero serán de descanso también para ti como para los demás.

—Está perfecto, gracias. —Le dedicó una sonrisa que Young Mi no dudó en corresponder y la mujer se retiró después de eso.

—Joven Jungkook —le llamó Yuri desde la cocina, por lo que se levantó de inmediato del sofá para acercarse a ella, quien estaba junto a los otros tres empleados, todos muy sonrientes—. La última vez que la señora Kim salió a un viaje de negocios por más de un día, le hicimos una cena especial como despedida de buena suerte. Esta vez pensamos hacer una parrillada en la piscina, ¿te apuntas?

—Sí, sí, claro —respondió, uniéndose a sus sonrisas.

Después de terminar con lo que había estado haciendo, Jungkook subió para cambiarse por algo más cómodo y colaborar con los preparativos. En el rellano del segundo piso se cruzó con Young Mi, quien aparentemente salía de la habitación siete con una evidente mueca de aflicción en el rostro, la que por supuesto cambió de inmediato a una sonrisa al ver al azabache.

—Ah, Jungkook, ¿todo bien?

—Sí, señora, solo iba a cambiarme de ropa. —Al menor no le gustaba la fachada que su jefa se esforzaba por mantener para sus empleados y, en general, para todas las personas. No le gustaba ver que ocultaba su sufrimiento, pero pensó que tal vez de esa manera dolía un poquito menos.

—Yo debería hacer lo mismo, en un rato bajo para ayudarles con esa parrillada —dijo, con una risita que la hizo ver muchos años más joven. El muchacho asintió, sonriente, y la observó dirigirse a las escaleras hasta perderla de vista en la tercera planta.

Miró aquella puerta que permanecía siempre cerrada, con las cejas fruncidas debido a la melancolía que extrañamente se respiraba en el aire, suspiró despacio y continuó el camino a su habitación, donde se cambió sin perder tiempo por un pantalón deportivo y una camiseta negra. Regresó al jardín trasero con los demás y compartieron agradablemente mientras la comida se preparaba sobre el carbón caliente. La señora Kim se permitió abrirse un poco con ellos por esa noche, terminó contando anécdotas divertidas del trabajo y de algunos noviazgos fracasados que tuvo en la adolescencia. Asimismo, los empleados hablaron de sus memorias también, acompañando las pláticas con cerveza en lata.

Jungkook, que a diferencia de los demás solo estaba bebiendo jugo de naranja por petición propia, se separó de ellos cuando recibió una llamada de su madre y entró a la casa para no molestarles.

—¿Mamá? —atendió, deteniéndose al pie de las escaleras.

—Jungkookie.

—Mamá, ¿estás bien? —preguntó con extrañeza—. Es casi media noche, ¿estás en el trabajo?

—No, Jungkookie~

—¿Estás tomando?

—Ya no, se terminó la botella. —El azabache llevó la mano libre a su cabeza en medio de un resoplido, despeinando sus cabellos con frustración.

—¿Por qué? ¿Por qué estás tomando? Dijiste que ibas a dejarlo, prometiste que ya no lo harías más.

—Lo sé, pero es que... no pude evitarlo. Jungkookie, ¿por qué no te agrada Hyun Bin?

—Ah, no, tú realmente no quieres hablar de esto ahora —masculló—. ¿Quieres que vaya a buscarte? ¿Tengo que llevarte a casa?

—No, no, si estoy cerquísima. Tal vez..., debería pedir otra botella... Pero, Jungkookie, ¿qué te ha hecho él? ¿Por qué no pueden llevarse bien?

—Mamá, tienes que ir a casa a descansar, no está bien que andes por ahí sola y en este estado.

—Ah, Jungkook, deberías querer a Hyun Bin. —El azabache tragó saliva tras escuchar su voz apagada. Joy hablaba arrastrando las palabras, como si lo que estaba diciendo fuera lamentable—. Yo no puedo dejarlo porque... me siento cómoda con él. Sería raro no encontrarle en la sala mirando la televisión, ¿sabes? O no escuchar su voz todos los días, o que su ropa ya no ocupe más de la mitad del armario. Umh, supongo que es que estoy muy enamorada.

—Mamá —negó—, eso no es amor. Es costumbre.

—Da igual lo que sea, Jungkook, no quiero estar sola. —El menor cerró los ojos por unos segundos, segundos en los que solo escuchaba la respiración de su madre del otro lado de la línea, se sentía al borde—. Tú vas a irte, como ahora, porque estás creciendo, y los hijos cuando crecen se van.

—Muy bien, mamá, escúchame ahora, ¿sí? Que no esté en la casa no significa que te haya dejado sola. Sé que no es lo mismo, pero por más que crezca no dejarás de ser nunca mi prioridad y si estoy aquí es por eso, ¿acaso crees que no me duele ver cómo te sobre esfuerzas a diario? Nos tenemos el uno al otro y somos suficiente, ¿entiendes eso?

—Claro, sí, Hyun Bin... Hyun Bin está ahí, vino a buscarme. Tal vez quiera una botella también... Ya me voy, hijo.

—Pásamelo, pásame a Hyun Bin, por favor —pidió, queriendo confirmar que era cierto que su padrastro había llegado.

—Bien, te amo, hijo, más que a nadie. —Jungkook no pudo contestarle puesto que Joy, al terminar de pronunciar aquello, le pasó el celular a su marido.

—¿Jungkook?

—Sí, no deje que siga tomando, llévela directamente a la casa, por favor. Ella debería descansar.

—Ya, eso haré. —La llamada finalizó y el azabache suspiró con fuerza. Observó hacia el jardín trasero, donde los demás todavía estaban compartiendo algunas risas, y decidió que no quería volver con ellos todavía, se encontraba muy fuera de sí.

Subió las escaleras con la intención de ir a su habitación y recostarse, estaba sintiéndose muy agobiado. De reojo, se percató de que había alguien demasiado cerca de la habitación siete, lo que le hizo suspirar con cansancio.

—Hey, aléjate de esa puerta, por favor —pidió, y siguió su camino hacia el tercer piso, pero se detuvo de inmediato. Se suponía que todos estaban en el jardín y él no había visto a nadie subir durante el tiempo que había durado su llamada. Con el corazón latiendo a mil por segundo, se giró despacio hacia el lado derecho del pasillo, percibiendo el miedo aglomerarse en cada partícula de su cuerpo.

Sus estupefactos ojos observaron al muchacho que intentaba aprovechar su despiste para escabullirse silenciosamente hacia el interior de la habitación. Jungkook se sintió desfallecer.

—Santa mierda. —El joven se detuvo en cuanto supo que había sido descubierto, suspiró y se giró para encarar al azabache, quien se había quedado paralizado varios metros hacia allá—. Tú..., pero si tú... —Negó con la cabeza y cerró los ojos con fuerza por unos segundos, esperando que al abrirlos la ilusión hubiese desaparecido, pero el muchacho seguía ahí, mirándole—. Se supone que estás muerto...

—Esto... ¡Sí! Claro, lo estoy. Quiero decir... ¡Bu! E-es decir... Huh, puedo explicarlo.

Y la voz de aquel joven sonaba tan real, tan profunda, tan adictiva, que en ningún recóndito lugar de su cabeza podía caber la posibilidad de que estaba imaginándolo. Taehyung estaba realmente en frente suyo.

Su cabello era de color púrpura, como en sus sueños, como si él hubiese podido saber ese curioso dato a la hora de recrearlo en su mente con la única guía de una fotografía, estaba vistiendo unos jeans holgados de color gris claro y una ancha camiseta blanca. Su piel parecía ser suave al tacto y se preguntó si sus cabellos serían tan sedosos como los había imaginado.

Se acercó a él, siendo apenas consciente de sus movimientos, necesitaba con desesperación saber si había enloquecido o si por el contrario estaba más cuerdo que nunca. El mayor se dedicó a observarle mientras le tenía cada vez más cerca, por fin podía verle de frente, después de tantos días de tener que hacerlo a la distancia, finalmente tenía a Jungkook a su alcance.

El azabache se detuvo a medio metro de distancia, podía sentir su calor corporal y no había manera de que eso no fuera la realidad. Su mano se levantó hacia él, siendo dirigida por el deseo ferviente de tocarle, y solo titubeó un poco a la hora de rozar su cabello para finalizar acariciándolo.

—Joder —musitó, alejándose retraído—. Es malditamente cierto.

Retrocedió dos pasos, su cabeza daba vueltas, intentando comprender algo que para él no tenía ningún sentido. No se supone que eso sea posible. No se supone que Taehyung esté vivo.

Intentó mantener el control de sus piernas temblorosas, pero éstas le permitieron caer antes de que pudiera evitarlo, sus ojos se cerraron y su ansiosa consciencia pudo descansar por un rato.

Ese, a pesar de todo, terminó siendo un buen día.

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