Capítulo 3
Tal y como ya lo había visto venir, no le fue posible conciliar el sueño.
Jungkook había mirado su reloj de muñeca varias veces ya, por lo que era plenamente consciente del paso del tiempo durante su estado de vigilia. Sus pensamientos no parecían dispuestos a darle tregua, y es que, ¿qué tan estropeada debía estar su mente para hacerle fantasear con alguien que estaba muerto? Solo había visto a Taehyung una vez y había sido en una maldita fotografía, no tenía sentido.
Suspiró por décima cuarta vez, esa jodida casa le afectaba, enterarse de que la señora Kim había perdido a su hijo le afectaba y haberlo visto en sueños le afectaba todavía más. ¿Qué seguía? ¿Vería su fantasma corriendo por ahí?
Se estremeció tras ese pensamiento, Dios, no, él definitivamente no podría soportar algo como eso.
Se levantó de la cama cuando aceptó que no iba a quedarse dormido, se calzó sus pantuflas y salió de la habitación con pasos silenciosos, mirando hacia ambos lados del pasillo por si acaso. Sabía que nadie le diría nada, pero prefería no parecer un rarito nada más siendo su primer día. Bajó al segundo piso, utilizando la luz que emitía la pantalla de su celular como único seguro para no darse de lleno con una pared o tropezarse con algún escalón y rodar hasta la piscina. La casa estaba tan silenciosa que podía escuchar el sonido de los grillos del exterior y estaba seguro de que era gracias a la calefacción que no estaba sintiendo las oleadas de frío inevitables a esa hora de la madrugada.
Observó hacia el lado derecho del pasillo, la claridad solo se extendía un metro y medio desde su posición, por lo que intentar ver algo más hacia allá no era posible sin acercarse. Decidió no darle ninguna otra razón a su cerebro para colapsar y avanzó cuidadosamente por el lado izquierdo, buscando la biblioteca que le había mencionado Young Mi.
Mantener su mente ocupada le ayudaría a dormir, eso era lo que se repetía a medida que se internaba en la habitación. No era muy grande, pero era un paraíso para alguien a quien le gustara leer y estar sumergido durante horas en montañas de literatura, como a él. Entre estanterías, mesas y pilas de libros en el suelo, había un sofá para dos junto a una ventana. Se acercó sin dudarlo y se sentó para apreciar la inmensidad del cielo. Qué bien se estaría ahí acompañado.
Se quitó las pantuflas, dejando sus pies siendo cubiertos únicamente por los calcetines, y subió las piernas para abrazarse a sí mismo. Se sentía bien, se sentía cómodo, sin padrastros que quisieran hacerle sentir insuficiente, sin nada que le impidiera apreciar el brillo de la luna.
Observó el libro que reposaba cerrado sobre el alféizar de la ventana en cuanto se percató de él. Lo sujetó para leer la portada y pasó algunas páginas, supuso que lo había estado leyendo la señora Kim. Llegó al separador en la última cuarta parte de la novela, y admiró anonadado la pequeña foto con la que Young Mi señalaba el lugar en el que se quedaba. Era de Taehyung, por supuesto. Otra vez él, siempre él. Se había ido, pero seguía estando en todas partes.
Contuvo el aire mientras no podía dejar de apreciar su sonrisa, era hermosa, única, sus labios se curvaban con la forma de un corazón que perfectamente podría calificar como la octava maravilla del mundo o, mejor aún, desbancar a la primera. Además, él se veía tan feliz. No pudo evitar sonreír también, su autenticidad se contagiaba. ¿Por qué tuvo que llegar tan tarde? ¿Por qué siquiera él tuvo que irse tan pronto? ¿Por qué sus tiempos en el mundo no pudieron coincidir? Jungkook no había visto nunca a alguien que le transmitiera algo tan lindo como Taehyung, y se preguntó qué tan especial tuvo que haber sido para conseguir eso tan solo con una mísera foto. Ese muchacho tuvo algo, ese muchacho tenía algo, que lo hacía diferente a los demás, que lo volvía acendrado.
—Ya estás fantaseando de nuevo —susurró para sí mismo—. Ah, ¿la señora Kim se molestará si conservo la fotografía? —Negó con la cabeza, últimamente sus pensamientos estaban sorprendiéndole en demasía—. Umh, ella la necesita más que yo.
Siguió detallándola por unos segundos más, y sonriendo ese mismo tiempo, antes de regresarla al libro y devolverlo a donde estaba.
Resguardó sus pies de nuevo en las pantuflas y se levantó para volver a su habitación, caminó con pasos lentos por el pasillo, sintiendo de a poco cómo su cuerpo le daba la bienvenida al cansancio. Pero se quedó estático en su lugar al escuchar el leve sonido de una cerradura abriéndose. Corrió a esconderse en la penumbra de una de las esquinas cuando visualizó la figura de la señora Kim saliendo de la habitación siete, su espalda estaba siendo iluminada por una tenue luz azulada que provenía del interior y que solo desapareció cuando ella cerró la puerta detrás de sí.
Escuchó sus silenciosos pasos más cerca y la miró cuando pasó por su lado sin notarlo, dirigiéndose a las escaleras para volver a su dormitorio. La escuchó sollozar y se percató desde atrás del movimiento que hicieron sus brazos, probablemente limpiando sus encharcadas mejillas.
Jungkook sabía que no debía estar ahí, que tendría que estar en su habitación rendido por completo ante el sueño, pero en su lugar se acercó por el lado derecho del corredor en cuanto supo que Young Mi ya se había encerrado en su cuarto. Estaba mal, él sabía que estaba mal, que no estaba obedeciendo la única condición que le habían dado. Sin embargo, sus piernas seguían moviéndose, acercándole cada vez más.
Se detuvo frente a la puerta, sin tener idea de lo cerca que estaban, pero a la vez tan jodidamente lejos. Apoyó la mano en la superficie lisa y se acercó, por segunda vez desde que había llegado, para intentar escuchar algo del interior. Solo pedía un miserable ruido, lo que sea que le asegurara que no estaba perdiendo la cabeza. Se recostó de espaldas contra la madera, con la mirada hacia el pasillo, ¿era estúpido imaginar que del otro lado había alguien en esa misma posición, sintiendo su presencia también?
—Sigues fantaseando —se regañó, su voz desvaneciéndose como apenas un suspiro.
Tal vez no tenía sentido, pero él estaba sintiendo demasiada calma en ese momento, como si a su alrededor se hubiese formado una burbuja que le protegía de cualquier mal, de cualquier sentimiento dañino, del más mínimo pensamiento destructor. No quería salir de ahí, no quería volver al afán del mundo real, no siendo que hace mucho tiempo había dejado de sentirse tan seguro.
Y entonces lo escuchó, la jodida señal, el ápice de esperanza que provenía del interior fue el sonido de un objeto relativamente liviano al caer; pero no se asustó. No sintió ganas de huir o correr lejos de ahí, por el contrario, quiso quedarse un rato más, a sabiendas de que algo como eso no volvería a dejarse oír, había sido generado para él como primera y única vez. Sonrió, percibiéndose especial.
El sonido de la alarma le despertó al amanecer y se levantó rápido al recordar dónde estaba, ese era oficialmente su primer día de trabajo. Se pasó las manos por el rostro para terminar de espabilar, los recuerdos de la noche anterior se sentían como si hubiesen sido un sueño, un sueño oscuro pero confortante. Recordaba haberse quedado varios minutos recostado en la puerta de la habitación siete, hasta que aquella sensación de paz había vuelto sus párpados pesados. Entonces había regresado a su cuarto y se había quedado dormido nada más acostarse. Después de todo, había conseguido descansar bien.
Se preparó y se vistió con ropa decente pero cómoda, hizo su cama y bajó las escaleras al primer piso, donde ya se encontraba la cocinera preparando el desayuno, ella le sonrió y le ofreció una taza de café. Le agradeció con una reverencia y se dirigió al comedor para revisar el cronograma de Young Mi.
—Hoy la señora Kim tiene un día ajetreado —murmuró, revisando los horarios de las citas—. Umh, aquí solo hay un lapso de diez minutos entre la una y la otra. Mientras que con este espacio vacío de aquí pierde mucho tiempo. A este ritmo volverá a casa a las once de la noche. —Frunció el ceño, pensativo—. Debí revisar esto ayer, ¿será muy tarde para hacer algunos cambios?
Buscó el teléfono inalámbrico, sin percatarse de que Yuri había pasado detrás suyo, sonriendo con diversión al escucharle pensar en voz alta. Marcó uno de los números que registraba en los papeles y esperó a ser atendido. «Buenas tardes, soy el administrador de la señora Kim Young Mi». Ah, eso sonaba tan profesional. Más tarde, le entregó el nuevo cronograma a su jefa, quien lo revisó con calma y le miró con las cejas enarcadas.
—Lo organizaste. —Se sorprendió—. Hacía rato que no me cuadraban los tiempos para volver a casa a las nueve. Normalmente las personas con las que me reúno son también empresarios ocupados y son muy quisquillosos a la hora de facilitarme un horario flexible. ¿Cómo lo conseguiste?
—Labia —respondió, risueño, la señora Kim le sonrió con diversión.
—Gracias, Jungkook.
—Ah, no tiene que agradecerme nada. Por mientras, el desayuno está servido y el señor Park me informó que ya viene de camino para llevarla a su primera reunión. —Ella asintió y se dirigió al comedor.
El azabache salió al patio trasero para ver si alguien precisaba de su ayuda. Visualizó al jardinero y a otra mujer que estaba colgando toallas recién lavadas en los alambres, Jungkook la reconoció como la pelirroja que les había abierto la puerta a él y a Gong Yoo el primer día. Se acercó a ambos y a los dos les preguntó si les hacía falta algo, de la misma manera hizo con la cocinera y con Yuri, hasta que tuvo la lista completa de compras pendientes. Young Mi ya se había ido con el señor Park cuando el menor llamó al supermercado, como le indicaron los empleados que se solía hacer, e hizo el respectivo pedido.
Luego de eso estuvo en la cocina ayudando a la increíble chef a preparar el almuerzo, la mujer le contaba anécdotas divertidas mientras le enseñaba algunos trucos para que la comida quedara realmente buena. El azabache no se aburrió con ella en ningún momento y cuando sonó el timbre de la casa, indicando que habían llegado con el pedido, ya casi habían terminado por completo. Se dirigió a la entrada principal y abrió la puerta, encontrándose con el joven que hacía los domicilios dedicándole una sonrisa enorme. Salió para ayudarle a entrar todas las cajas y dejarlas en el vestíbulo para acomodarlas después.
—¿Eres nuevo? No te había visto antes —le dijo el muchacho.
—De hecho es mi primer día —respondió, mientras le acompañaba de regreso a la salida.
—Ah, entonces volveremos a vernos, la señora Kim suele hacer pedidos quincenalmente —le comentó, como si le emocionara la idea, desde luego sin saber que ahora los pedidos los hacía él.
—Sí, eso parece. —Sonrió y el contrario hizo lo mismo.
—Ten, necesito que firmes aquí. —Le entregó una factura enganchada a una tabla de madera junto a un lapicero, Jungkook obedeció y una vez hecho le regresó ambas cosas. El chico rasgó la factura, le entregó la original y conservó la copia—. Ya está —lanzó una mirada rápida a la firma—, Jeon Jungkook. Bien, nos vemos luego, lindo.
—Sí, adiós. —El muchacho rubio le guiñó un ojo, sonriendo de medio lado, antes de retirarse. El azabache levantó las cejas con sorpresa.
Sintió una leve punzada de molestia, pero racionalmente no pudo comprender por qué. Se sentía casi como si no le perteneciera, como si se tratara de un sentimiento ajeno que se contagiaba por el aire. Negó con la cabeza, consciente de que eso no tenía ningún sentido, y miró hacia arriba por inercia, hacia el segundo piso de la casa, tal y como había hecho cuando recién había llegado.
Esta vez supo a ciencia cierta que aquellas tres ventanas pertenecían a la habitación siete, pero se veían siempre tan oscuras que no se conseguía apreciar nada del interior. Una de ellas, la de la esquina derecha, estaba justo debajo de la de su dormitorio en el tercer piso.
Entró a la casa, cerrando la puerta detrás de sí, y ayudó a organizar en su respectivo lugar todo lo que habían traído. Para el anochecer, ya tenía listo el cronograma de la señora Kim que le correspondía al día siguiente, consiguiendo acomodar su horario de tal manera que quedara libre a las ocho y media. Young Mi agradeció efusivamente por ello en cuanto se lo entregó.
Los siguientes días comenzaron a ser más ajetreados para el azabache, fue entablando conversación con los otros empleados, por lo que ellos comenzaron a soltarse más con él y permitir que les ayudara más a menudo con sus labores. Estaba encargándose correctamente de que todo funcionara como debía. La señora Kim le confió un poco más de su trabajo, satisfecha con lo que había hecho hasta el momento, por lo que ahora también se encargaba de redactar y responder correos de su parte, así mismo leer correspondencias que luego ella debía firmar y algunas otras labores pequeñas que le ayudaban a no terminar tan agobiada al final de día.
Sin embargo, a pesar de esto, Jungkook seguía sin poder conciliar el sueño como era debido en las noches. Ya le había tenido que pedir amablemente a algún empleado que se alejara de la puerta siete en dos ocasiones, y todo esto mientras en su pecho crecía cada vez más el deseo de acercarse también.
Min A, la pelirroja, le había comentado que anteriormente le propuso a la señora Kim permitirle entrar siquiera una vez al mes para limpiar la habitación, pues tanto tiempo en desuso debía tenerla llena de polvo que no era bueno para la salud, pero Young Mi se había negado de inmediato, sin dejar incluso que pudiera terminar la frase completa. Nadie volvió a insistir, todos respetaban los deseos y las condiciones de su jefa.
Así que siguió observando el blanco techo, ansioso por que sus párpados comenzaran a cerrarse, pero eso no parecía cercano a ocurrir. Se levantó para dirigirse al segundo piso, se había vuelto una costumbre ahora, sentarse en el suelo con la espalda apoyada contra la madera oscura de la puerta siete. No había querido pensar mucho en ese nuevo hábito que había desarrollado, pues sabía que sonaba completamente estúpido, y es que era de esa manera que conseguía dormir bien.
Tan solo bastaba con quedarse ahí algunos minutos, o quizá horas, no tenía idea. Escuchando el silencio mientras era rodeado por las sombras de la noche, sintiéndose embargado por ese sentimiento de tranquilidad que al parecer le transmitía la nada. Debido a eso había descubierto que Young Mi visitaba esa habitación todas las madrugadas. Se había vuelto como una rutina, un acuerdo silencioso no pactado, y siempre respetó sus horarios. Sin ninguna intención de entrometerse, esperaba a la hora en la que ella salía y se encerraba en su dormitorio, entonces él se acercaba y se recostaba en la puerta, cerrando los ojos mientras no escuchaba nada más que su propia pausada respiración, de esa manera combatía el insomnio cada noche.
Ese día, Jungkook volvió a soñar con Taehyung, pudo apreciar su rostro y sus cabellos púrpuras siendo acariciados por el viento, le vio en medio de una montaña que era casi tan grande como la majestuosidad del propio chico. Sus delicadas manos de largos y elegantes dedos ahuecaban a una pequeña criatura que era tan blanca como la nieve y que compartía la pureza de quien la sostenía. Era una imagen tan sublime, que le hizo sentir afortunado, feliz.
Los marrones ojos del muchacho reflejaban los rayos del sol, pero el brillo que poseían era natural, capaz de ocasionar envidia a las más fulgurantes estrellas. Entonces él le observó, sus miradas se encontraron, y aunque Jungkook no se veía a sí mismo sabía que estaba sonriendo, porque ese era el efecto que Taehyung tenía en él. La pequeña ave batió sus renovadas alas y emprendió un vuelo alto, perdiéndose en el extenso cielo. El mayor la miró partir, con expresiones serenas, sabiendo que era allá arriba donde pertenecía, y un fuerte sentimiento desolador invadió sin piedad el pecho del azabache, haciendo que doliera. Dolía verle en medio de un mundo que era tan cruel y despiadado, le dolió comprender que él era demasiado para una humanidad tan denigrante.
Le contempló por un largo rato más, percibiéndose alucinado ante lo mucho que le adoraba. Descubrió entonces que aquel muchacho se había vuelto alguien para él y se sorprendió en varias ocasiones imaginando que estaban juntos, pero no solo mientras dormía, sino cada día, a cada instante.
Deseaba que no se hubiese ido, deseaba haber podido conocerle, él realmente quería poder tocarle y que no fuera una ilusión, quería abrazarle y que no se desvaneciera, admirar en vivo y en directo esa sonrisa cuadrada que le caracterizaba, quería poder despeinar sus cabellos y luego volver a organizarlos mientras reía, quería conocer su voz, pasar horas hablando de temas triviales, contándole los avances del trabajo, confiándole sus miedos y sus alegrías, y escuchando así mismo las suyas.
¿Era posible que comenzara a gustarle alguien a quien nunca había visto y a quien nunca podría mirar?
Cuando abrió los ojos en la mañana estaba en su habitación, en su cama. No recordaba el momento en el que se había levantado del suelo y había vuelto ahí, no recordaba tampoco haberse acostado, creyó haberse quedado dormido en el frío pasillo del segundo piso y llegó a preguntarse con vergüenza si alguien le habría descubierto ahí y lo habrían llevado a su dormitorio, aunque en realidad no conseguía visualizarse siendo cargado por Yuri o Young Mi.
De lo que sí fue consciente era de lo invadidos que estaban sus pensamientos por Taehyung, de manera que no fue difícil recordar que había vuelto a verle en sueños. Aún medio dormido, imaginó al muchacho levantándole en brazos, caminando con él y depositándole cuidadosamente sobre el colchón, asegurándose de que el sentimiento de paz le acompañara durante el resto de la noche.
«Estás fantaseando». Ah, ya había perdido la cuenta del total de veces que había tenido que recordárselo.
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