Capítulo 18
Jungkook estaba acariciando los rosados cabellos de Taehyung mientras observaba sus tranquilas facciones con admiración. La habitación estaba siendo levemente iluminada por el inicio del amanecer, que se colaba por las ventanas y cortinas cerradas de una manera tenue pero alentadora y que le permitía apreciar mucho mejor la maravilla que había ocurrido durante la noche.
Se sentía feliz, en ese momento su corazón latía despacio y con plenitud; había despertado junto a aquel muchacho que era lo que más se asemejaba a un ángel en la tierra y eso solo podía ser el indicio de que ese iba a ser un buen día.
Taehyung se removió un poco, antes de abrir los ojos despacio, sonriendo perezosamente al ver el lindo rostro del menor frente a él. Frotó sus parpados con el dorso de ambas manos y se fijó de nuevo en el azabache.
—Buenos días. —Ah, la voz ronca y adormilada de ese chico era algo que Jungkook podría perfectamente escuchar todos los días que le quedaran de vida.
—Buenos días —le dijo de vuelta, regresando a enredar suavemente los dedos en su cabello. Taehyung le detalló un poco mejor, estaba recostado bocabajo sobre las cobijas y ya se había puesto la ropa con la que había llegado en la noche. Levantó la mano derecha para acariciar su mejilla.
—¿Ya te vas? —El azabache asintió, cerrando los ojos mientras disfrutaba del delicado toque.
—Sí, también quería estar aquí para cuando despertaras, pero ahora podrías dormir un rato más, es temprano. —Sonrió cuando el mayor también lo hizo y se inclinó sobre él para dejar un beso en su frente y luego uno más en sus labios.
—Está bien, ve a ser un buen chico —le dijo, acostándose de lado y cubriéndose con la manta hasta el cuello. Jungkook rio genuinamente y se levantó para salir.
—Te veo más tarde —agregó en cuanto alcanzó la puerta, y el sonidito de aprobación que recibió como respuesta por parte del mayor le pareció jodidamente tierno, por lo que dejó la habitación con una sonrisa enorme.
Caminó silenciosamente hasta el tercer piso y cerró la puerta de su dormitorio cuando entró, se lanzó a la cama y suspiró. Su mente estaba llena de Taehyung. Se dejó invadir un rato más por él, recordando las caricias y los besos mientras observaba el techo como si estuviera flotando sobre una nube. Terminó incorporándose rápido al pensar que el ahora pelirosado podría estar percibiendo eso, soltó una risita nerviosa y se levantó para decidir la ropa de ese día.
Entonces, tiró del pliegue de su camiseta hacia arriba, dejando a la vista el sobre que estaba siendo sostenido contra su abdomen por el resorte de su pantalón. Lo sujetó con ambas manos, escrutándolo con la mirada.
Él de verdad no quería meterse en donde no le llamaban, pero no era tan estúpido como para no sospechar de la reacción que había tenido Taehyung cuando notó que lo había encontrado. Bien, sí, se había dejado distraer en ese momento, pero ahora que tenía la mente fría le resultaba muy evidente que lo que sea que hubiese ahí dentro era lo que tenía tan afectado al mayor. Prefería que él se lo dijera, por supuesto, pero ya sabía que a Taehyung le gustaba cuidar de los demás y muchas veces se dejaba de lado a sí mismo por eso.
Si algo estaba haciéndole daño, Jungkook no dudaría en tomar medidas al respecto.
Sin embargo, se repitió que lo que estaba por hacer no era correcto, se regañó por tan siquiera haber tomado ese sobre en primer lugar y terminó negando con la cabeza mientras caminaba hasta su cama. Lo dejó bajo la almohada, prometiéndose que lo regresaría en cuanto tuviera oportunidad y sería como si nada hubiera pasado. Fue a darse un baño y prepararse para sus labores del día, intentando no dar muchas vueltas al asunto. Se vistió con una camisa manga larga de color azul cielo que se acomodó por dentro de sus jeans negros y secó sus azabaches cabellos antes de bajar a la primera planta para saludar a sus compañeros.
Era media tarde y Jungkook, con un suspiro pesado, acababa de colgar el teléfono instalado en la oficina de Young Mi cuando ella entró, acercándose a él con la mirada algo perdida. Los ojos de la mujer se clavaron en los del menor. Justo ahí, de pie el uno frente al otro en aquella habitación, los dos estaban luciendo una pesadumbre lamentable.
—Otra impulsadora. —El muchacho fue el primero en hablar—. No están dispuestos a aceptar tan fácil el hecho de que quiere cerrar la empresa.
La señora Kim suspiró y se dejó caer en el sofá, sujetando su cabeza con ambas manos. El azabache se apresuró en pasar por su lado para cerrar la puerta de la oficina, antes de acercarse cuidadosamente para sentarse a su lado. Young Mi tenía los codos apoyados sobre sus rodillas y el rostro escondido entre sus manos, ella estaba vistiendo unos pantalones de mezclilla ese día, diferente a los trajes con falda que normalmente se le veía, y le parecía que de ese modo parecía más una muchacha cansada que una reconocida empresaria que tenía toda su vida bajo control. La observó dejar salir el aire despacio, y no se movió de esa posición cuando comenzó a hablar con un tono de voz agotado.
—Volvió a pedirme que nos fuéramos cuanto antes, me preguntó incluso si era posible que nos marcháramos hoy —le dijo, provocando en el pecho de Jungkook una penosa punzada de dolor—. No lo entiendo, quiero alegrarme por eso, pero no puedo. Quiero sentirme bien porque estoy muy cerca de darle a mi hijo la vida que se merece y, sin embargo, sigo aquí, lamentándome porque algo en mi interior está doliendo demasiado y no consigo descifrarlo. ¿Qué es lo que estoy haciendo mal? —le preguntó, mirándole por fin con ojos brillantes y desesperados—. ¿Por qué me asusta tanto? ¿Por qué no puedo sentirme feliz?
Jungkook quería decírselo, quería explicarle, porque estaba seguro de que sabía lo que pasaba y lo que ella no podía ver. Se moría por decirle que ese sentimiento no le pertenecía, que no podía sentirse feliz porque su hijo no lo estaba, que estaba doliéndole porque, a unos metros de distancia de ellos, tras la puerta de madera al final del pasillo, a Taehyung le estaba doliendo también.
Su chico no estaba bien, Jungkook lo comprendió entonces, estaba pidiéndole a su madre que se fueran de inmediato, pero no lo hacía por él, nuevamente Taehyung no estaba pensando en sí mismo como le había asegurado que haría. Había algo, algo que era superior, que estaba agobiando en exceso al mayor y es por eso que ellos estaban sintiéndose así. Porque nadie que quisiera tanto a ese muchacho, como Young Mi y Jungkook hacían, podría ser ajeno a su sufrimiento.
Comprendía que su jefa no lo entendiera, sabía que ella solo podía ver a su hijo como un ser extraordinario y no como una criatura indefensa que también sangra. Pero no podía culparla, sabía que era eso lo que Taehyung se había esforzado por mostrarle, lo mejor de él, siempre lo mejor. Porque todavía no se daba cuenta de que todo lo que había en él estaba bien. Y tampoco podía culparlo, comprendía también que solo pudiera verse como una criatura indefensa que sangra y no como un ser extraordinario.
El estúpido mundo había hecho eso en ellos dos. Les había arrojado con fuerza contra el suelo y había dañado demasiado con esa acción. Pero se amaban, eso era lo único que jodidamente importaba.
—Las cosas van a mejorar —le aseguró—. Señora Kim, necesito pedirle un favor —pidió y Young Mi le miró con atención, a espera de lo que tenía por decirle. Y no sabía lo que era, pero ella lo haría, quería hacer por lo menos una última cosa por la persona que le había abierto los ojos sin compasión para que mirara lo realmente valioso, quería que supiera que de verdad estaba agradecida con Jungkook por haber llegado a complicar sus vidas—. Sigan haciéndose felices mutuamente, nada volverá a hacerles daño si ustedes no lo permiten.
—Por qué... —titubeó—. ¿Por qué estás pidiéndome eso? —le preguntó con un tono suave, como si intentara comprender qué era lo que ganaba él.
—Porque le quiero —se atrevió a responder, mirando sus ojos como si tuviera que pedirle permiso para amar a su hijo—. Y porque ahora entiendo eso de que cuando quieres alguien, tú realmente deseas que sea feliz aunque no sea contigo —musitó, desviando la mirada borrosa hasta las baldosas de reluciente mármol—. Quiero estar seguro de que Taehyung estará bien, y ustedes dos se hacen mucho bien. Así que, por favor, no dejen de hacerse felices, sin importar dónde se encuentren. —Young Mi asintió, sin poder evitar que dos delicadas lágrimas descendieran por sus mejillas y, cuando Jungkook la miró otra vez, pudo comprobar que también había un rastro húmedo y cristalino en las de él.
—Lo prometo.
El azabache corrió a su habitación después de eso, sus dedos estaban temblando cuando giró el picaporte, y se abrió camino hasta su cama a tropezones, levantando la almohada de un tirón. El sobre le regresó la mirada, aquel pedazo de papel bien doblado había estado esperando por varias horas a que el muchacho regresara y se dispusiera a abrirlo finalmente. Luego de la conversación que había tenido con su jefa y de comprender que el reciente sentimiento de ella era más bien un reflejo del de Taehyung, Jungkook supo que definitivamente había algo que se le estaba escapando, algo con lo que el mayor estaba lidiando solo sin necesidad.
Con un sentimiento que no sabía muy bien cómo descifrar, pero que se sentía opresor, levantó el pliegue del sobre respirando pesadamente, preguntándose si acaso estaba preparado para lo que sea que hubiese ahí.
El contenido le escandalizó, todo a su alrededor comenzó a dar vueltas mientras el sonido desesperado de su respiración era todo lo que invadía sus oídos, como si le hubiesen subido el volumen a tope, sus ojos estaban perdidos y muy abiertos, sus labios levemente separados en una auténtica expresión de shock. Una hoja con una única frase en el centro, tres palabras impresas con una tipografía que muy bien imitaba a la máquina de escribir y que se sintieron como una puñalada directa al corazón.
«Sé de ti.»
Justo debajo reposaban ocho números y no era cualquier patrón numérico, se trataba de una fecha, la misma que el calendario marcaba precisamente ese día, y Jungkook no tardó en comprender que algo muy malo sucedería si no hacía algo al respecto. Su cuerpo se había quedado completamente paralizado y tuvo que hacer un descomunal esfuerzo para que sus piernas se movieran y le llevaran hasta la puerta. Recorrió el pasillo mientras respiraba por la boca y alcanzó la barandilla, aferrándose con fuerza a ella con su mano derecha para no rodar por las escaleras, los dedos de su mano izquierda seguían cerrados con fuerza arrugando el papel que con tres palabras amenazaba con destruir el mundo de Taehyung, el de su madre y el suyo mismo.
Tenía que buscar a Young Mi, tenía que decirle que sacara a su hijo de esa casa en ese preciso instante, que habían sido descubiertos y que no les quedaba mucho tiempo. Que se les haría tarde si no actuaban de inmediato.
Bajó los peldaños siendo muy poco consciente de sus movimientos, los golpes en la puerta principal que le recibieron al llegar al primer piso le hicieron sobresaltar y entrar en pánico, miró la puerta a la distancia, completamente paralizado en el último escalón mientras quienquiera que fuera no dejaba de tocar.
La cocinera llegó del otro lado, con las manos llenas de una masa que parecía haber estado revolviendo, y le miró extrañada al verlo ahí quieto. Ella movió los labios y el azabache tuvo que hacer un gran esfuerzo para que su hipnotizado cerebro comprendiera lo que estaba diciéndole.
—Jungkook, ¿estás bien? Están llamando a la puerta, ¿podrías abrir tú, por favor? —El menor asintió de manera maquinal mientras interiormente se negaba, ¿estaría bien abrirle la puerta a alguien luego de leer esa amenaza? Caminó hasta la entrada con la confusa mirada de NaRa siguiéndole desde atrás. Observó por la mirilla, identificando la gorra amarilla que utilizaba el repartidor cada que llegaba a entregarles algún pedido. Abrió solo un poco para dirigirse directamente al señor, no podía verle el rostro porque llevaba la visera inclinada, pero, desde luego, estaba seguro de que no se trataba del muchacho rubio de siempre, Jimin, según le había dicho Taehyung.
—No hemos pedido nada —musitó y se preguntó si él tan siquiera había hablado lo suficientemente fuerte como para que el hombre le escuchara.
Jungkook fue obligado a salir de su prolongado trance cuando el repartidor empujó la puerta con fuerza, abriéndola por completo y haciéndole retroceder. El azabache observó con los ojos bien abiertos al sujeto abrirse paso al interior, dirigiéndose directamente hacia las escaleras, bajo la estupefacta y asustada mirada de la cocinera.
—Disculpe, pero necesito que salga —le dijo, dejando caer la hoja de papel y siguiéndolo con pasos rápidos y el corazón latiéndole con fuerza, eso no podía estar pasando—. Señor. —Tiró de la mano del hombre para hacer que se detuviera, pero él se soltó con brusquedad, haciendo que el azabache trastabillara en el escalón que había alcanzado a subir. Jungkook se sostuvo de la barandilla y se recuperó rápido para subir detrás de él de inmediato.
—Llamaré a la policía. —Escuchó decir a NaRa, antes de que desapareciera por el pasillo del primer piso.
—Oiga, ¿qué cree que está haciendo? —Estaba comenzando a desesperarse en serio, ese tipo no se detenía y había comenzado a avanzar por el pasillo del segundo piso hacia el lado derecho, justo hacia el maldito lado derecho, como si conociera a la perfección la casa, como si hubiese estado incontables veces ahí que ya sabía exactamente qué dirección debía tomar. El miedo volvió a invadir todo su cuerpo mientras corría para alcanzarlo y detenerlo como fuera antes de que pudiera acercarse más a la habitación siete.
Entonces, ocurrió algo que hizo que su corazón diera un vuelco, el hombre giró el pomo de la puerta y ésta se abrió sin problema. Jungkook alcanzó a apreciar a Taehyung en el interior, de pie junto a una de las ventanas, girándose despacio para observar a la persona que entraba, y entonces la puerta volvió a cerrarse con un golpe seco, justo cuando sus manos consiguieron rozar la madera y su rostro quedó a milímetros de ella. La culpa estaba jodiendo todos sus sentidos, si no hubiese abierto la maldita puerta, si tan solo hubiese leído ese estúpido sobre antes.
—No... —murmuró, su entrecortada respiración y el martilleo de sus latidos estaban por hacerle perder la cabeza. Sus dedos sudaban y sus piernas amenazaban con derribarle ahí mismo, mientras golpeaba la puerta con fuerza y giraba la manija desesperadamente, sin éxito de que se abriera. Las demás personas que estaban en la casa comenzaron a llegar al escuchar su escándalo, diciendo y preguntando cosas que él no escuchaba.
Taehyung observó al hombre llevar la mano a su cabeza para retirar la gorra, no necesitaba ver su rostro para saber de quién se trataba, lo había sabido desde que había cruzado el umbral de la entrada de su casa. Había percibido su alma, y la familiar oscuridad en ella había removido su estómago, la misma por la que le había preguntado cuando era tan solo un niño que no podía comprender lo que sus desarrollados sentidos le mostraban. Le había estado esperando porque sabía que se había quedado sin tiempo, había abierto la puerta para él al identificar sus pisadas en las escaleras porque prefería ser quien le diera la cara y que de ese modo no se topara con su madre. Había querido evitar eso, sí, pero visto que no lo había conseguido, estaba dispuesto a hacerle frente ahora que no era solo una criatura asustadiza con lágrimas en las mejillas y rodillas vendadas.
—Has crecido —masculló su padre con la mandíbula tensa, como si esas simples palabras le molestaran, y Taehyung, de hecho, sabía que así era.
—No te he hecho nada —le dijo mientras negaba con la cabeza, un mechón de cabello rosado se escurrió por su frente justo en ese momento, como si lo hiciera a propósito para recordarle que era su existencia la que estaba mal, que lo peor que pudo hacerle era nacer de su sangre, de su genética; de modo que tuvo que corregir su elección de palabras—. Ya salí de tu vida, me obligaste a hacerlo, ¿por qué no me dejas en paz? —preguntó, al borde de que todo su dolor se le escapara por los ojos. Kim Jin Young le miró sin una pizca de afecto, como casi siempre había hecho, y dio unos pasos en su dirección, comenzando a acortar la distancia.
—Ya me cansé, lo haré yo mismo esta vez —pronunció y Taehyung tuvo una visión perfecta del movimiento de la mano derecha de su padre, con el que se deslizó un puñal que había estado escondido en la manga de su chaqueta verde musgo. Los ojos del muchacho se posaron estupefactos en los oscuros del hombre, lo había visto venir, había leído las intenciones de su alma nada más haberle tenido en frente, pero eso no era lo que le asustaba. Lo que realmente estaba atemorizándole era que sentía y escuchaba a su madre y a Jungkook del otro lado de la puerta, los otros empleados también estaban ahí, y él por nada del mundo quería que les hiciera daño a ellos también.
No apartó la mirada mientras Jin Young seguía acercándose, no temía por su vida, no temía por lo que pasaría con él, solo temía que su madre y su chico no se recuperaran por completo luego de eso. Si es que su destino era morir al fin y al cabo, solo temía que fuera esa la manera en la que tendría que dejarles.
—No dejaré que te lleves a Young Mi lejos de mí, maldito fenómeno. —Su padre escupió las palabras con rencor, con un desprecio tan grande que Taehyung no hubiese creído que podía caber en el corazón de alguien si no lo estuviese viendo él mismo.
Apretó con fuerza las tijeras tras su espalda, todavía no sabía lo que iba a hacer, pero estaba seguro de que no dejaría que ese tipo se acercara a su madre, y si estando muerto no podría evitarlo, entonces él definitivamente no moriría ese día.
El hombre impulsó el brazo hacia atrás en un movimiento rápido cuando estuvo lo suficientemente cerca, pero, entonces, la cerradura de la puerta cedió tras la tercera patada de Jungkook y el pelirosado solo pudo observar, con auténtico pánico en los ojos, a la persona que tanto quería corriendo para girar con fuerza el cuerpo del hombre, tirando hacia sí del codo de Jin Young y clavando el puñal en su propio abdomen.
—¡No! —Las tijeras resbalaron de su mano y cayeron con un estruendo metálico que se fundió con el grito salido del fondo de su garganta. Los ojos de su padre se abrieron llenos de horror, tenía el cuerpo tembloroso cuando tiró del mango y lo dejó caer, desincrustando el filo del cuerpo de Young Mi, quien se precipitó hacia el suelo. Taehyung corrió hasta ella, pasando por el lado de su paralizado progenitor y lanzándose al suelo con su madre—. ¡Hijo de puta!
Con las manos temblorosas sostuvo el cuerpo de la señora Kim, acomodándola sobre su regazo mientras sentía las lágrimas recorriendo sus mejillas sin piedad. Presionó la herida en un intento desesperado por detener la sangre que manchaba a borbotones su blusa de color beige, y apenas y fue consciente de Jungkook lanzándose contra su padre y propinándole un puñetazo con toda su ira, que lo derribó en el suelo con la nariz rota y sangrante en medio de un llanto desesperado por lo que acababa de hacer.
El hombre se arrastró para alcanzar el cuerpo de la que alguna vez tuvo la desgracia de ser su mujer, y Taehyung reaccionó de inmediato al ver sus intenciones.
—¡Aléjese! —le gritó, protegiendo a la señora Kim con su propio cuerpo para impedir que la alcanzara.
—Yo... no quería... Lo siento, lo siento tanto. —Le escuchó balbucear como pudo en medio de los espasmos causados por el llanto, mientras Taehyung observaba los ojos de su madre, que miraban llenos de amor los suyos, como si en ellos estuviera encontrando la anestesia para el dolor, el valor para quedarse.
Ella no podía dejarle, le había prometido muchas cosas, le había asegurado que por fin serían felices solo ellos dos, sin miedos, sin inseguridades, y por eso no podía irse, tenía que resistir porque no podía atreverse a dejarlo solo, no cuando ella sabía que era su ancla al mundo. Porque si Taehyung seguía ahí era por su esfuerzo y por su amor, le había protegido siempre y él solo deseaba poder hacer lo mismo. Sin embargo, había fallado, le había fallado a ella.
Jin Young se estiró para volver a intentar rozar la mano de Young Mi, pero su hijo no se lo permitió.
—¡No la toque! ¡No la toque! —La desesperación del muchacho tenía a Yuri y al resto en un estado de pánico total, ninguno sabía qué hacer mientras veían a su jefa perder fuerzas. Algunos de ellos ni siquiera podían terminar de comprender lo que estaba pasando—. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué hiciste algo como eso? —le preguntó a su madre en medio de sollozos, mirándola a través de la espesa cortina de lágrimas—. Yo puedo curarme, tú no.
—Tontito —los presentes se estremecieron ante la voz débil y suave de la mujer, que no dejaba de ser dulce para con su hijo ni siquiera en una situación como esa—, no es lo mismo un corte superficial en la palma de la mano que una puñalada. No creíste que te dejaría morir, ¿o sí?
Taehyung sentía su pecho oprimirse de una manera jodidamente asfixiante, no podría soportar perderla, él no podía imaginar una vida donde ella no estuviera. Su razón para continuar tenía la piel pálida y los labios resecos, sus ojos estaban perdiendo su brillo característico, pero, aun así, su madre seguía mirándole como si de un ángel se tratara. Él era de lo que ella más orgullosa se sentía, haber sido quien le dio la facultad de respirar había sido su mayor logro y jamás se arrepentiría de nada que hubiese hecho por él.
—Estás tan guapo y maduro —susurró, acariciando la mejilla de su hijo con delicadeza y haciendo uso de las pocas fuerzas que le quedaban—. Mi deseo de protegerte no me permitió disfrutarte como debía. Lo siento tanto, por favor perdóname, bebé. —El muchacho negó con la cabeza, diciéndole de esa manera que no tenía que disculparse por nada, porque la inmensidad de su dolor no le permitió responderle con palabras.
—No te despidas —suplicó—, no te atrevas a dejarme, por favor, por favor no. —Juntó su frente con la de ella, sosteniendo su fría mano entre las suyas mientras Jungkook levantaba a su padre del suelo y lo lanzaba bruscamente al otro lado de la habitación para que dejara de intentar acercarse a ellos.
Taehyung giró la mitad de su cuerpo para mirar hacia atrás cuando lo fuerte de lo que estaba percibiendo le obligó a despegar los ojos de su madre por un momento, Jungkook estaba por aproximarse a él cuando notó que miraba en su dirección.
—Fuiste tú —dijo el de rosáceos cabellos, con voz desbordante de rencor. El azabache le observó con estupefacción, sin comprender de qué le acusaba, antes de percatarse de que los ojos marrones y filosos de Taehyung estaban mirando por encima de su hombro. Se armó de valor para girarse y averiguar a quién tenía detrás—. Tú dejaste el maldito sobre afuera de mi puerta. —Jungkook pasó saliva, el mayor estaba hablándole a Min A, la pelirroja encargada del mantenimiento del primer piso. Ella solo estaba ahí, en silencio y con una pequeña sonrisa ladeada escondida en la comisura de los labios.
—Hyung —le llamó el menor, acercándose cuando él ya había regresado toda su atención a su madre—. Tenemos que llevarla al hospital, ahora —dijo, el azabache tampoco había escuchado que Yuri ya había salido de la habitación corriendo para llamar una ambulancia luego de pedirles que no la movieran demasiado.
—No —le respondió sin mirarlo—. No me alejaré de ella.
—Tienes que hacerlo —insistió con desesperación—. Hay que llevarla cuanto antes, estará bien si la sueltas solo un momento.
—¡La solté y mira lo que pasó! —gritó, mirándole completamente perdido—. Yo la curaré —masculló, regresando toda su atención a Young Mi, quien estaba sonriéndole y observando su rostro con una fascinación que le dolió como cien mil alfileres clavándose en su pecho—, puedo hacerlo. Si puedo curarme a mí puedo curarla también a ella —siguió balbuceando, con las lágrimas saltando de sus ojos y los sollozos interminables de su padre de fondo, quien estaba siendo retenido por Eric—. Ya lo he hecho antes, he arreglado cosas antes.
—¡Ella no es una maldita taza, Taehyung! —gritó Jungkook, fuera de sí. Sin embargo, se arrepintió de inmediato nada más escuchar sus propias palabras y ver los bonitos y encharcados ojos del pelirosado muy abiertos mirándole, con un evidente temblor en el labio inferior. Se dejó caer a su lado, sintiendo sus propias lágrimas comenzando a recorrer sus mejillas—. Lo siento, lo siento —susurró—, jodida mierda, lo siento tanto. —Abrazó a su chico por los hombros, sosteniendo su cabeza contra su pecho mientras él seguía aferrándose al cuerpo de su madre, que nunca antes le había parecido tan frágil. Ella nunca antes le había parecido débil, sabía que sufría, pero siempre había sido tan jodidamente fuerte, por eso tenía que resistir.
—Tae. —Le escucharon murmurar, los dos muchachos tuvieron que hacer un esfuerzo por detener sus propios sollozos para escucharla, el mayor acarició su fría mejilla mientras la miraba, haciéndole saber que estaba ahí—. No estés triste, cariño —pidió—. Te dije que cuidaría de ti hasta que me quedara sin fuerzas, ¿recuerdas? Ese momento llegó, cielo.
—Y yo te dije que cuando pasara entonces cuidaría de ti. Quédate, déjame hacerlo —rogó, la señora Kim solo sonrió poquito, adorándole.
—No esperaba que fuera así, pero una y mil veces daría la vida por ti.
Taehyung rompió a llorar todavía más fuerte y su lamento ofuscó los corazones de todos los que le escuchaban. Él, que tenía la tan inmensa capacidad de otorgar tranquilidad, estaba tan destrozado que incluso mirarle dolía. El brillo natural de su ser no se había desvanecido, pero estaba quemando, su presencia en ese instante hería. Jungkook podía sentirlo, Taehyung se estaba rindiendo y eso estaba doliéndole jodidamente demasiado.
—Sigue adelante, mi amor —le pidió ella con su último aliento—. Continúa tú por los dos.
Los muchachos observaron el momento exacto en el que los ojos de Young Mi se cerraron, su rostro estaba mostrando tanta paz que cualquiera que no hubiera presenciado lo que pasó podría pensar que solo estaba descansando.
Aunque así era; finalmente, ella podía descansar del mundo que tanto se había negado a mostrarle piedad, con la certeza de que lo había hecho lo mejor que pudo, pero con el dolor de que, tal vez, hubiese podido hacer un poquito más.
Había salvado a su hijo, lo había liberado que era lo que siempre había querido, y si para eso era necesario que ya no estuviera, entonces lo aceptaría.
Le hubiese gustado verle ser feliz, porque tampoco conseguía comprender que ella había sido su felicidad, que no había sido solo sufrimiento para él. Le hubiese gustado haber hecho las cosas diferentes, pero ya no había manera de remediar nada de eso, solo esperaba que su precioso y amado hijo comprendiera que todo en él estaba bien. Ella realmente deseaba que pudiera verse con ojos diferentes, con los ojos con los que ella siempre le miraba, que no se rindiera, que no olvidara nunca quién era y que jamás volviera a tenerse miedo. Que nadie le lastimara ni hiriera el hermoso corazón que latía en su bondadoso pecho.
Sus últimos deseos fueron que su hijo sobreviviera a la maldad del mundo, lo que ella no pudo hacer, y que no dejara de ser tan puro y etéreo. No quería que el odio lo cambiara, no quería que el dolor destruyera su esencia. No quería que se borrara su sonrisa ni ese brillo en sus marrones ojos, el último que vio antes de entregarse por completo a la bruma y perderse entre la silenciosa niebla de la inconsciencia.
Taehyung sintió que algo dentro suyo también murió en ese momento y, aunque al principio pensó que se trataba de sus fuerzas y de sus ganas para seguir, pronto comprendería que había sido el miedo. El temor a vivir, a aceptarse. Ahora finalmente podía gritar. Él todavía no lo sabía, pero el final de su miserable silencio llegó con su llanto y las sirenas de la policía entrando al perímetro.
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