Capítulo 11
A la mañana siguiente, Jungkook se levantó más temprano de lo habitual. Los eventos de la noche anterior casi no le habían permitido conciliar el sueño, pero por razones obvias no se había acercado a la habitación siete para conseguir un poco de esa agradable tranquilidad soporífera. Y ahora que por fin había conseguido descansar, su consciencia le hacía despertarse casi cuarenta minutos antes de que sonara la alarma.
Se sentía inquieto por lo que pasaría ese día, sabía que tendría una inevitable charla con la señora Kim y que el final de su contrato amenazaba con estar demasiado cerca, aun cuando ni siquiera tenía un contrato formalizado.
Lavó la taza en cuanto terminó con el café y la dejó junto a las demás, estaba por dar media vuelta para comenzar con sus actividades diarias cuando algo llamó su atención en demasía. Se hincó frente al espacio donde se guardaba toda la vajilla, frunciendo el ceño al deparar en la taza de estampado personalizado que yacía intacta en medio de las otras. La sostuvo para examinarla de cerca, estaba seguro, esa era la que se había vuelto añicos en la mañana del día anterior. Sabía que era la favorita de Young Mi, la había visto disfrutar su café en ella cada mañana y ahora estaba ahí, indemne, sin un solo rasguño.
En su cabeza todavía retumbaba el sonido de la porcelana al romperse y los murmullos incesantes de Taehyung al disculparse, casi pudo ver de nuevo los ojos llenos de miedo de Yuri y la sangre brotando de la herida en la mano del rubio. No había sido un sueño, ni una maldita ilusión, pero esa taza no podía testificarlo.
Recordó entonces el portarretratos en la oficina de la señora Kim, el cristal que se había roto cuando lo dejó caer por accidente y que había encontrado como si nada al volver. No se supone que esas cosas pasaran, no se supone que lo que se rompe pueda alguna vez volver a ser lo mismo.
«—No se supone que deberías saber todo eso».
«—No se supone que deba estar vivo, Jungkook».
Se incorporó sin alejar los ojos estupefactos de aquel objeto, sintiendo que todo a su alrededor se removía y daba vueltas, entonces una mano se posó sobre su hombro y se giró de inmediato para averiguar de quién se trataba.
—Joven Jungkook, ¿está bien? —le preguntó la cocinera, con un semblante preocupado, el azabache volvió en sí y asintió con la cabeza sin pensar.
—Sí, sí, lo siento, todo en orden —dijo, y le dedicó una rápida reverencia antes de salir de ahí.
Ya no sabía qué pensar, ya no podía seguir ignorando lo que estaba mostrándose demasiado evidente ante él. Había visto esos dos objetos quebrarse, había visto a Taehyung con tres colores de cabello diferentes en un tiempo demasiado corto y había soñado con él la primera noche de su llegada sin siquiera conocerle. Además, estaba ese ambiente que siempre acompañaba a su silencio, ese chico inhalaba agobio y exhalaba serenidad, le había ayudado a disipar el insomnio y a olvidar los problemas constantes con su padrastro. Ya sabía que Taehyung no era del todo corriente, pero por fin ahora estaba comenzando a sentir demasiadas dudas.
Quería saber, necesitaba averiguar el porqué de fingir su muerte. Jungkook estaba deseando conocer todo de él, ya no quería seguir sintiéndole como un misterio indescifrable.
—Jungkook. —El aludido parpadeó mientras su cuerpo daba un brinco de forma inconsciente al ser sorprendido completamente ido en sus pensamientos por segunda vez, pero, en esa ocasión, a quien tenía en frente era a Young Mi. Ella estaba luciendo igual de bien presentada como de costumbre, aunque tenía una mirada nerviosa que el más joven nunca antes le había visto.
—Lo siento, señora Kim —se disculpó de inmediato, con una reverencia en su dirección—. Me quedé en las nubes por un momento, volveré ahora mismo a mis tareas y-
—Jungkook —interrumpió—, espera. Me parece que tenemos que hablar, ¿me acompañas a mi oficina, por favor?
—Ah, sí, sí, claro —respondió, de manera atropellada, y se mordió el labio inferior con ansiedad mientras la seguía por las escaleras hasta el segundo piso. Young Mi cerró la puerta de la oficina en cuanto entraron y se sentó frente a su computador, indicándole a Jungkook que podía sentarse en el sofá doble. El menor obedeció y jugueteó con los dedos de sus manos sin atreverse a mirarla, a la espera de lo que tenía por decir. Ella suspiró.
—Bien, yo... te pedí algo el primer día, que nadie se acercara a la habitación siete. Pensé que había quedado claro que eso te incluía también a ti.
—Lo siento... —murmuró.
—Ya no hay marcha atrás así que... Mira, Jungkook, mi hijo es... un chico muy especial.
—Lo sé... —murmuró por segunda vez, y se sintió estúpido, mejor cerraba la boca por un rato.
—La razón por la que está ahí es porque, desde que nació, él tiene... ciertas capacidades, capacidades que no posee cualquier persona, ¿lo entiendes? —Jungkook no estaba mirándola, pero no lo necesitaba para saber que ella estaba haciendo un gran esfuerzo, sabía que no le resultaba nada sencillo hablar del tema.
Quería responderle que sí, que no hacía falta que se lo dijera o que le contara lo que pasaba si eso le resultaba doloroso o incómodo, quería que sintiera la confianza de que no diría nada al respecto y que, por ende, no era necesario que le diera explicaciones. Pero, contrario a eso, negó con la cabeza, porque no lo comprendía y en realidad ansiaba poder hacerlo.
—Resulta que la humanidad está enseñada a que cuando hay algo que se sale de nuestro minúsculo entendimiento es razonable tener miedo, pero la verdad es que hay cosas que son hermosas y que no podemos explicar. Taehyung es eso.
Jungkook se atrevió a levantar la mirada por fin, respondiendo a aquel significativo contacto visual que hizo que su corazón diera un vuelco, percibió tantas emociones aglomeradas en esos ojos marrones, tan parecidos a unos que le encantaban.
—Cuando notamos que podía hacer ciertas cosas, su padre..., bueno..., él se asustó. —La señora Kim miró hacia otro lado, como si estuviera sumiéndose en los recuerdos—. Decidió dejarnos luego de gritarle que era un fenómeno, Dios, Tae solo tenía catorce años. —Negó con la cabeza, cerrando sus ojos vidriosos por unos segundos. Jungkook pasó saliva, sintiendo la boca repentinamente seca—. Dolió, pero no se me vendría el mundo abajo por eso, yo tengo a mi hijo y es lo único que me importa. Sin embargo, él regresó... Me dijo que no podía estar sola con Taehyung, que podría hacerme daño, dijo que quería protegerme, que habíamos tenido un maldito demonio. —Young Mi regresó la vista al menor, mirándole como si lo que ella misma acababa de decir fuera la peor blasfemia jamás pronunciada—. Ese hijo de puta me dijo que había parido un demonio, Jungkook; mi hijo Taehyung, que en sus años de vida solo ha sabido ser mi ángel de la guarda y mi razón para continuar cada día.
El azabache creyó quedarse sin aire por un momento, sintiendo su pecho ser oprimido sobremanera por la cantidad de sentimientos encontrados. Maldita sea, llevaba tan poco de haber visto a Taehyung de frente y ya le consideraba el ser más hermoso de todo el jodido planeta, ¿cómo alguien, y más su propio padre, podía decir ese tipo de cosas? Aquel muchacho tenía un corazón tan puro, que tan solo su existencia era suficiente para recordarle que todavía hay cosas que valen la pena en el mundo. Y a pesar de todo lo que había tenido que vivir, Taehyung sonreía de esa manera tan bonita para él, acariciaba sus cabellos hasta que se quedaba dormido y ocultaba su descomunal esplendor bajo esa ropa demasiado holgada.
¿Por qué lo hacía? ¿Por qué tenía que ser tan afable e impoluto, aunque quisieran dañarlo por eso? Jungkook solo podía sentir esas inmensas ganas de protegerle y abrazarle con fuerza hasta que el estúpido mundo tuviera por fin algo bueno para ofrecerle, así como él se lo merecía.
—Lo saqué a patadas de mi casa ese día —Young Mi soltó una risita sarcástica—, tal vez debí hacer más que eso... Me comprometí entonces a darle a mi hijo yo sola la vida que se merece y comencé a trabajar más en el crecimiento de la empresa. No quería llenarlo de lujos y darle joyas, no. Yo quería llevármelo lejos, no tener que volver a trabajar nunca y dedicarme por completo a él en un lugar donde nadie nos moleste. Ese fue el propósito y, en realidad, sigue siéndolo. Pero su padre no iba a rendirse así de fácil, insistía en salvarme de él, y cuando Taehyung cumplió dieciséis años hizo el primero intento. Esa... escoria quiere matar a mi hijo. —La voz de la señora Kim salió en una mezcla de dolor, rencor y menosprecio, mientras sus ojos se miraban completamente oscuros—. Luego de eso envió a varias personas a por él, una, y otra, y otra vez. Así que a sus dieciocho años no había otra opción... —Negó con la cabeza—. Yo no podía protegerle todo el tiempo de esos ataques y la única manera de detenerlo era que creyera que había conseguido su objetivo.
»Cerré las puertas y dejé de salir para llamar la atención, ya era reconocida en el mundo del emprendimiento, así que cuando tuve el foco sobre mí confesé que había perdido a mi hijo en un accidente de tránsito hacía algunas semanas. La noticia se extendió rápido y él dejó de aparecerse por un tiempo. Me buscó varias veces después, pidiéndome volver, empezar de nuevo ahora que Taehyung no estaba. ¿Puedes creerlo?
—Por qué... —musitó, sintiendo su voz débil y apagada—. ¿Por qué no lo denunció? ¿Por qué no lo mandó a prisión cuando estaba haciendo todo eso?
—No lo entiendes... —La voz de Young Mi sonaba como un susurro lamentable, mientras su alma destrozada se esforzaba por desbordarse a través de sus dolidos ojos. A Jungkook le llenaba de impotencia verla así, le hubiese gustado llegar antes, haber estado para ayudarles a soportar todo ese jodido sufrimiento, pero ya no estaba a tiempo para eso. Sin embargo, sabía que todavía no era tarde para ayudarles a sanar—. Este condenado mundo es cruel, mi hijo debe ser un secreto, de lo contrario querrán dañarlo y arrebatarlo de mis manos. Yo no soy valiente, Jungkook, no puedo pensar en demandarlo y que diga todo lo que sabe sin sentir miedo, porque me asusta que me quiten lo único que de verdad me importa. —Young Mi lanzó una mirada al portarretratos sobre su escritorio, observando la fotografía con ojos llenos de infinito amor y nostalgia—. Yo... Perder a Taehyung suena como un maldito infierno.
El azabache apretó los labios al ver que, finalmente, las lágrimas comenzaban a deslizarse por las mejillas de su jefa. Se levantó del sofá para acercarse y arrodillarse frente a ella, la miró desde abajo y buscó sus ojos entre sus encharcadas pestañas, deseando tener las palabras que pudieran ayudarle a tranquilizarse.
—No quiero llorar —murmuró, secando con fervor su rostro aunque volvía a humedecerse muy rápido, entonces dejó de intentarlo y se rindió ante los espasmos de su silencioso llanto—, sabrá que estoy llorando y no quiero que siga sintiéndose mal por mí. Querrá consolarme ahora, pero no puede hacerlo porque le tengo encerrado como si se tratara de un jodido delincuente. ¿Lo ves, Jungkook? ¿Tú sí ves lo que estoy haciéndole? Porque él sigue insistiendo en que le protejo, pero lo dice para hacerme sentir bien. Estoy segura de que en realidad estoy despedazándole y creo que él lo sabe. Quiero que nos vayamos muy lejos —siguió murmurando, el menor no la detuvo, solo dejó que soltara todo y que pudiera de esa manera liberarse de sus miedos—, pero no podemos porque todavía no he reunido el dinero suficiente.
—Señora Kim —llamó, atreviéndose a sostener sus manos para alejarlas de su rostro al ver que ya estaba enrojecido debido a la fuerza con la que se secaba las lágrimas—, Taehyung está aquí ahora, ¿sí? Está cerca y está vivo. ¿No cree que debería aprovechar eso? Escúcheme por un momento, por favor —añadió, cuando ella parecía dispuesta a decir algo—, sé que soy un desconocido y que no sé mucho de la vida porque acabo de salir de la adolescencia, pero creo que no es momento para preocuparse tanto por darle una vida plena donde nunca le falte nada. Mire, ya sé que eso suelen querer los padres para sus hijos, pero usted lo dijo, Taehyung es especial y no quiere una casa enorme, a él le basta con tenerla a usted. Váyase con él, señora Kim, aléjelo de toda esta basura ahora que puede, no piense tanto en el dinero que necesita para que funcione, encontrarán la manera, sé que lo harán. —Hizo una pequeña pausa, sus ojos oscuros llenos de una profunda tristeza—. Si le soy honesto, también me asusta. No quiero que se les haga tarde, no quiero que él siga perdiendo tiempo de felicidad.
«Y tampoco quiero soltarlo», pensó, porque le gustaba tanto que quería tenerle a su lado y ver esa sonrisa cuadrada todos los jodidos días de su existencia, pero se sabe que cuando se ama algo se vela por su bienestar, y a Taehyung, literalmente, le estaba haciendo daño el lugar en el que estaba. Jungkook ya no quería alejarse de él, pero no estaba en sus planes atarle a algo que le lastimaba. Young Mi volvió a limpiar su rostro una última vez, las lágrimas dejaron de salir y parpadeó varias veces para recuperarse.
—Tienes razón —dijo, sintiéndose más decidida—. Sí, tienes razón. Es lo que debí hacer desde el principio. Me lo llevaré, por fin, voy a darle la buena vida que le estoy debiendo. —Jungkook la observó con una sonrisa triste y se puso de pie, la señora Kim hizo lo mismo y le miró a los ojos antes de rodearle con ambos brazos en un cálido y maternal abrazo—. Gracias, Jungkook, no sabes lo mucho que me alegra que te haya encontrado. Como siempre, no se equivocó. Tú realmente eres un buen muchacho —le dijo, antes de separarse, con una sonrisa adornando su rostro por más que todavía conservara algunas expresiones melancólicas.
—Les ayudaré como pueda, lo prometo. —Young Mi asintió, sabiendo que lo decía en serio, y le sonrió agradecida.
—Comenzaré a ordenar todo —dijo—. Dios, por fin... Ah, es tan bueno. Alejarnos de todo esto... Estoy emocionada ahora. —El azabache sonrió, sintiéndose más animado, era diferente verla de esa manera, se sentía mucho mejor.
—Huh, ¿puedo... ver a Taehyung ahora? —preguntó, llevando la mano derecha a la parte posterior de su cabeza con nerviosismo.
—Sí, claro, solo... ten cuidado —le dijo, el menor asintió feliz y salió de la oficina luego de una pequeña reverencia.
Una vez fuera, sus hombros cedieron y su cuerpo adoptó una postura deprimida. Estaba feliz por ellos, quería que se fueran y que estuvieran bien, pero ¿por qué estaba sintiendo eso por dentro? ¿Por qué estaba sintiendo tanto miedo de tan solo imaginarlo lejos? Jungkook no era egoísta, pero en ese momento estaba deseando aferrarse a Taehyung y no soltarle nunca, porque el poco tiempo en el que había estado con él se había sentido como el Paraíso y no era solo por la capacidad del mayor para transmitir tranquilidad, no, él realmente había pasado los mejores días que recordaba. ¿Era demasiado ambicioso de su parte el querer seguir sintiendo eso? Le había prometido que no le dejaría, que no iba a alejarse, entonces ¿había roto su promesa? ¿Se molestaría cuando se enterara de lo que había hecho?
Taehyung ya le había manifestado que no quería que su madre hiciera algo tan extremista. Sin embargo, Jungkook había pasado por encima de ese deseo, ¿debía sentirse culpable, aunque solo quería su bienestar? ¿Y por qué estaba doliendo tan jodidamente tanto?
Observó a lo largo del pasillo la puerta cerrada de la habitación siete. Ya era tarde, se había enamorado de Taehyung, le quería incluso desde antes de haber podido tenerle en frente y no había manera de cambiar eso. Verle irse dolería como la mierda, sí, pero ya era hora de que ese precioso ser recibiera al menos un poquito de lo que siempre estaba dispuesto a ofrecer. Porque en tan poco tiempo había hecho por Jungkook más que nadie en toda su maldita vida.
Caminó a pasos lentos hacia el lado derecho del segundo piso, mientras sentía su propia mente volverse en su contra. Él realmente no quería pensar en eso, pero, ¿también su madre dejaría a Hyun Bin, siendo que el hombre estaba haciendo a su hijo sentirse como basura? ¿Dejaría de fingir que no se entera? ¿Aceptaría que se está aferrando a la costumbre de estar con él y no a un amor que quizá hace mucho se extinguió?
«Lo siento, mamá, por favor discúlpame por pensar así. Sé que te importo, que quieres lo mejor para mí, pero que es difícil para ti también. No voy a presionarte, voy a apoyarte y a quererte como siempre. Porque te amo y quiero tu bienestar... Quizá tú también eres más de lo que este mundo merece, tal vez es por eso que a veces me cuesta un poco comprenderte».
Llevó ambas manos a su cabeza antes de tocar, intentando recomponerse para que Taehyung no le viera tan afectado. Lanzó una última mirada al pasillo y vio a Young Mi salir de la oficina, los dos se aseguraron de que no había nadie más por ahí y se asintieron de manera cómplice. Entonces, la mujer se dirigió al tercer piso y el menor llamó a la puerta.
Por más cuidado que tuvieron, ninguno de los dos podría haberse percatado de que, en efecto, había una cuarta persona cerca, quien había observado con un sugestivo interés la escena.
Tampoco Taehyung se percató de ello, porque un alma tan vacía como esa no podría causar en él ni el más mínimo efecto.
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