Capítulo 10

Jungkook tenía la mirada fija en el dibujo mientras intentaba tranquilizarse para que el sonrojo de sus mejillas desapareciera. Se esforzaba por no verse demasiado emocionado y tímido, pero estaba sintiéndose feliz. La sonrisa de su rostro mientras paseaba los ojos por los delicados trazos del papel no estaba dispuesta a borrarse y agradecía haberse sentado, de modo que sus piernas de gelatina no cedieran ante su peso. Y es que acababa de besar a Taehyung, Dios, hace tan solo un momento había estado besando a Taehyung.

Ocultó su rostro con ambas manos, la sonrisa se había ensanchado y la emoción no hacía más que acrecentar. Suerte que el rubio había bajado un momento tras escuchar a Yuri informar que había llegado, así que no le vería de esa manera. Escuchó a ambos acercarse por el pasillo e hizo el gran intento de actuar con naturalidad, como si no estuviese gritando por dentro. Taehyung entró a la biblioteca y la mujer se quedó en la puerta.

—Bueno, chicos, yo me voy a mi dormitorio ya —se despidió—. Hasta mañana.

—Hasta mañana —le respondieron, y, en cuanto se fue, el mayor se sentó junto a Jungkook en el sofá, mirándole fijamente por más que el azabache estuviera evitando el contacto visual.

—¿Qué? —preguntó, sintiéndose intimidado.

—Umh, nada, nada —respondió, con una sonrisita, y fijó sus ojos en cualquier otro lugar—. ¿No tienes frío? ¿Vamos a mi habitación? —Se puso de pie, pero su acompañante no demoró en observarle con los ojos bien abiertos.

—¿Ah? ¿Qué? ¿Por qué? —Taehyung le miró de vuelta, ladeando un poco la cabeza en confusión.

—Bueno, tengo un sistema de calefacción propio...

—Ah, cierto, sí. Vamos —musitó, sintiendo que se le revolvían las palabras, y se levantó también. El rubio se mostró risueño ante su actitud y se adelantó para salir, pero Jungkook le detuvo del brazo antes de que pudiera hacerlo—. Espera, umh, es que... es un uno por uno, tú lo dijiste —atinó a decir, y le atrajo por el cuello de la sudadera para alcanzar sus labios, porque estaba jodidamente desesperándose por besarlos otra vez. Taehyung se sorprendió, pero le correspondió con gusto, empuñando los bordes de su camiseta para mantenerle cerca.

Esa oleada de calor recorrió de nuevo toda la anatomía del menor, sus labios se estaban moviendo con intensidad los unos sobre los otros, como si no existiera nada más aparte de ellos dos. Se abrazó a su cuerpo y Taehyung le recibió con los brazos abiertos, rodeando su cintura para dar media vuelta con él. Sin dejar su boca, le hizo retroceder y salieron de la biblioteca en medio de tropezones y sonrisas. El mayor se separó de sus labios para levantarle del suelo y sostenerle en brazos, Jungkook rio y entrelazó las manos detrás de su nuca mientras era cargado hasta la habitación con una sonrisa risueña.

El rubio empujó la puerta con el pie y volvió a cerrarla con el hombro. Dentro estaba oscuro, el cuarto solo era iluminado por la tenue luz de la luna que alcanzaba a infiltrarse por una de las cortinas entreabiertas.

—Ah, es casi tétrico —dijo Jungkook, su voz atravesando como una flecha el fascinante silencio.

—No te asusta la oscuridad, ¿cierto?

—Por supuesto que no —refunfuñó, afirmando los brazos alrededor de su cuello—. Además, si algo fuera a pasarme, es tu deber protegerme —añadió, haciéndole reír—. No te rías, lo digo en serio.

—Ya, claro que no voy a dejar que nada te pase. De hecho, pensaba encender las luces, pero creo que mejor no lo haré.

—¿Por qué? —preguntó, sonando más bien como una queja.

—Para que sigas abrazándome de esta manera, por supuesto —respondió, dedicándole una enorme y encantadora sonrisa cuadrada.

—Ah, ya bájame. —Golpeó su pecho con suavidad y se removió para que le soltara. Taehyung le acercó a la cama con una risita y le soltó con cuidado sobre ella—. Umh, qué amable. —El mayor retrocedió algunos pasos, sin borrar de su rostro la inmensa sonrisa—. Ah, hyung, tu expresión me dice que estás tramando algo.

—Espera —le dijo, el azabache pudo visualizar que se acercaba a la ventana, del mismo modo en el que apreció cómo terminaba de cerrar las cortinas. La habitación no tardó en tornarse oscura por completo.

—Maldita sea —masculló. Se quedó muy quieto sobre el colchón, intentando escuchar los pasos del rubio—. ¿Hyung? No es justo, tú sabes ser demasiado silencioso. Ah, bien, yo realmente espero que no haya fantasmas aquí. —Se sostuvo del borde de la cama y se impulsó para ponerse de pie, buscando cualquier cosa para apoyarse. Avanzó a tientas hasta tocar la pared y se recostó en ella, esperando a que sus ojos se adaptaran a la absoluta oscuridad, pero seguía sin poder visualizar nada.

Pensó que, si se mantenía en silencio también, Taehyung tampoco podría saber dónde estaba. Así que intentó moverse de manera casi imperceptible hasta el lugar donde creía que se encendían las luces azules. Mantuvo la espalda apoyada en la pared y cuando sintió el desliz que había antes de llegar a la puerta supo que estaba cerca de su objetivo. Tanteó la pared en busca del punto de conexión de las luces, donde solo tendría que oprimir el botón, pero cuando sus dedos rozaron el cable, Taehyung llegó de frente, sosteniendo sus manos y levantándolas en la pared por encima de su cabeza.

—Hey, ¿qué crees que haces? —murmuró, haciéndole estremecer, estaba tan cerca que el corazón del azabache comenzó a latir con desesperación, su aliento cálido le hizo cosquillas y sus labios estaban rozando los suyos de una manera agonizante.

—Nada.

—¿Nada? —Bien, Jungkook no podía negar que esa actitud peligrosa le hacía ver endemoniadamente caliente.

—Sí. —Se impulsó hacia adelante para encontrar sus labios en medio de la penumbra, y cuando los tuvo entre los suyos casi quiso jadear. Sintió su propio cuerpo temblar, se sentía tan malditamente bien.

Taehyung liberó sus manos y apoyó las suyas en la pared a ambos lados del azabache, apegándose más a él y dando más profundidad al intenso beso. Jungkook se aferró a su estrecha cintura y deslizó las manos hasta el borde de su sudadera, tirando de ella mientras hacía un sonidito de desaprobación.

—Ah, esta cosa de nuevo —se quejó—. Hyung, deberías quitártela, ¿sabes? Ya no está haciendo frío y te queda muy grande, pareces un ermitaño. —El mayor rio tras escucharle, pero no demoró en tirar de ella hacia arriba para quitársela y arrojarla en alguna esquina de por ahí. Jungkook no le dio tiempo para algo más, le atrajo de la camiseta de regreso a su boca y el mayor solo pudo sonreír sobre sus labios. Enredó los dedos en sus cabellos azabaches, tirando un poco de ellos y haciendo que jadeara. El menor acarició con los pulgares la piel cálida debajo de su camiseta, adueñándose de su suspiro anhelante. Era tan jodidamente bueno.

Se separaron un poco para respirar, juntando sus frentes mientras sus corazones desbocados se recuperaban de lo fuerte de las sensaciones.

—Jungkook —musitó el rubio, con los ojos cerrados, disfrutando de su cercana respiración—, ¿puedes prometerme que te quedarás? —El muchacho abrazó con fuerza su cintura y dejó en su espalda caricias confortantes.

—Creo que puedo hacer eso. No voy a dejarte solo, hyung, aunque me digas que eres un alienígena o un vampiro. —Taehyung exhaló una sonrisa, sintiéndose más tranquilo, dejó un pequeño beso en su frente y se distanció un poco.

—¿Quieres ir a dormir ya? Ha de ser de madrugada.

—Pero no quiero irme —murmuró, el mayor le dedicó una tierna mirada y acarició sus sedosos cabellos.

—Pero mi madre llega hoy y en la mañana vuelves a ser su responsable administrador, ¿recuerdas? Tienes que levantarte temprano y... y nadie puede verte aquí —añadió, su brazo cayó a un costado de su cuerpo y miró el suelo, sintiéndose impotente. Jungkook lo percibió a través de las sombras de la noche y se acercó un paso para acariciar su mejilla con cariño.

—Hey, está bien, ¿sí? ¿No dicen que cuando es secreto es más extremo? —le dijo, risueño—. No te sientas mal, a mí me gusta esto.

—Me gustaría poder ofrecerte más —musitó, levantando la mirada hacia él, aunque no alcanzaba a apreciar del todo sus ojos.

—Si supieras el bien que estás haciéndome no pensarías de esa manera, pero descuida, haré que lo comprendas. —Tanteó su rostro y se estiró solo un poco para dejar un besito en su frente—. Así que... hasta el amanecer, hyung.

—Hasta el amanecer, Jungkookie —respondió, y la sonrisa no desapareció del rostro de ninguno de los dos. El azabache alcanzó la puerta como pudo y, por inercia, la abrió procurando no hacer ruido, salió y volvió a cerrarla con cuidado. Cuando se giró hacia el pasillo, la sonrisa de su rostro se desvaneció.

Su cuerpo se quedó inmóvil y sus ojos muy abiertos observaron con auténtico pavor la estupefacción en el rostro de la señora Kim. Ella le miraba con la boca ligeramente abierta a unos cuantos metros, el pasillo apenas iluminado le dejaba ver su postura tensa, y sus orbes oscuros estaban llenos de estupor.

—Jungkook... —musitó, el menor se sentía presa del pánico, no sabía qué hacer ni qué decir, sentía que ni siquiera podía mirarla a la cara. Había roto la única jodida regla, pero, aunque sabía que quizá estaba frente al final de su empleo, no se arrepentía. La puerta a sus espaldas se abrió con un silencioso chasquido, Taehyung apareció de detrás suyo, mirando a su madre como si le pidiera que mantuviera la calma.

—Mamá, espera, habla conmigo primero —pidió, impidiendo que ella dijera algo más. Jungkook se hizo a un lado cuando su jefa avanzó hacia la habitación, y, luego de una última mirada indescifrable, se perdió con su hijo en el interior.

El azabache tenía el corazón a mil, se alejó de ahí para que conversaran con tranquilidad y pasó las manos por su cabello en un gesto de desesperación, estaba jodido, cualquier cosa podría pasar ahora. Buscó el dibujo en la biblioteca al recordar que lo había dejado ahí y subió a su habitación con él fuertemente afirmado contra su pecho. Lo menos que había querido era meter en problemas a su amigo, pero se había confiado. Maldita sea, debió ser más cuidadoso.

Young Mi todavía tenía esa expresión en el rostro, lo que le daba a entender a Taehyung que no había salido por completo del estado de shock, ver a Jungkook salir de la habitación siete era por supuesto lo que menos esperaba al volver. Se acercó a ella luego de encender las tenues luces azules y apoyó ambas manos en sus hombros, mirándola directamente a los ojos, transmitiéndole confianza, dándole seguridad. La señora Kim parpadeó varias veces, volviendo en sí, y fijó la vista en su hijo.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —musitó.

—No vamos a hacer nada, mamá, podemos confiar en Jungkook.

—¿Cómo lo descubrió? ¿Le atrajiste? ¿Le dejaste entrar?

—No, mamá, deja que te lo explique. —Amoldó su rostro con delicadeza y Young Mi cerró los ojos, dejándose embargar por la tranquilidad que solo él sabía brindarle. Se dirigió con ella al sofá y se sentaron mirándose de frente—. El día de la parrillada en el jardín, ¿recuerdas? Jungkook lo supo esa noche, yo... me dejé ver por error. Llevé el dibujo a tu oficina, pero él terminó de subir las escaleras antes de que yo pudiera regresar a la habitación. Sabía... sabía que estaba cerca, pero ni siquiera por eso conseguí que mis piernas se movieran más rápido, lo siento...

—Dios, esto es mi culpa, si hubiese hecho que todos se fueran, si no te tuviera aquí encerrado...

—No, mamá, no es tu culpa y no tienes que preocuparte. Sabes que te lo digo porque lo sé, sabes que puedes creerlo. Jungkook no es como él, su alma es... de las más sinceras con las que me he cruzado en toda mi vida.

—Debería llevarte lejos de aquí, deberíamos irnos... —Taehyung sostuvo una de sus temblorosas manos entre las suyas y le dedicó una sonrisa, de esas que solo podían significar que todo iba a estar bien.

—No quiero eso, mamá. Me gusta Jungkook. —La señora Kim le miró fijamente, sus ojos vidriosos estaban llenos de miedo, de aflicción, y su hijo lo sabía, sabía que era débil, que sufría aunque intentaba parecer fuerte todo el tiempo. Y dolía, poder ver su dolor dolía.

Young Mi se esforzó por sonreír, le miró a través de sus humedecidas pestañas y acarició su mejilla con la mano libre.

—Háblame de él —pidió, el rubio sonrió e hizo presión en el agarre de sus manos.

—Desde el día que llegó sentí su esencia por toda la casa, y solo podía pensar en lo que se sentiría... dejarse envolver por ella —contó, con una expresión tan feliz como soñadora—. Siento que me hace fuerte, ¿sabes? Pero al mismo tiempo es capaz de distraerme de maneras impensables. Yo ni siquiera te sentí llegar y me pasó lo mismo con Yuri antes. Él tiene la capacidad de hacer que mis sentidos se vuelvan obsoletos y al mismo tiempo puede hacer que me sienta más vivo que nunca. —La mujer recostó la cabeza en el espaldar del sofá mientras seguía escuchándole atentamente, mirándole con ojos llenos de amor.

Sentía miedo por él, tenía miedo de no poder protegerle, pero el sentimiento de plenitud al verle feliz prevalecía siempre, sobre todo. Sus ojos parecían brillar cuando hablaba de ese chico, y ella sabía que su hijo no se equivocaba, que de verdad había tenido contacto con el alma del menor y que había encontrado todo lo que quería en ella. Creía en él, y seguiría haciéndolo por encima de todos sus temores.

—Él sabe que algo ocurre, pero no ha hecho ninguna pregunta —prosiguió—, ¿sabes lo que eso significa? Significa que no le importa, mamá, no le interesa lo que puedo hacer. Está conmigo por mí y no por mis capacidades. Por eso quiero decírselo todo, quiero que él lo sepa. —Young Mi se enderezó, su mirada tornándose seria y preocupada.

—Pero... ¿estás seguro? Yo no dudo de que Jungkook sea como dices, pero, así como él, podría enterarse alguien más.

—Eso es lo mismo que dijo Yuri, pero no hay razón para que ocurra, las cosas van a seguir siendo como hasta ahora, mamá, todo estará bien.

—¿Yuri lo sabe?

—Ella también le vio salir de aquí...

—Ya, ¿y si otra persona le ve? Así como ella y yo, hay más trabajadores en la casa, Tae, cualquiera-

—No, porque seremos prudentes, yo no voy a salir y él no va a dejar de trabajar como hasta ahora, nos veremos solo de vez en cuando. En realidad... me basta con saber que está cerca y que conoce de mí, ¿sabes? Creo que eso es lo que pasa cuando realmente quieres mucho a alguien.

—Mhm, es así. ¿Me dejarás hablar con él?

—¿Lo tratarás bien?

—Por supuesto. —La señora Kim sonrió y revolvió sus cabellos rubios—. Ah, estás tan guapo. Es como si cada vez te viera un poco más grande, listo y maduro —musitó, con un tono suave y melancólico. Taehyung le sonrió grandemente y subió las piernas en el sofá para acurrucarse en su pecho, Young Mi le rodeó con un brazo mientras seguía acariciando su cabello—. ¿Y eso? —preguntó, señalando con la cabeza hacia su mano vendada.

—Umh, Jungkook me la puso, es una larga historia. Le insistí en que no era necesario, pero no me escuchó. Ah, de verdad se preocupa por mí —dijo, sin poder evitar la sonrisa—. ¿Cómo estuvo el viaje?

—No conseguí nada —respondió, con un suspiro cansado—. Me dijeron que ese hombre era realmente bueno, que él podría ayudarnos, pero tampoco supo darme una respuesta. Eres muy especial, cielo, y demasiado para que un mundo tan simple como este pueda comprenderte. Pero eso no es malo, así que vamos a solucionarlo, no puedes seguir siendo prisionero de ti mismo, no está bien. —Se inclinó para dejar un maternal beso en su frente, los ojos de Taehyung se cerraron mientras su cuerpo comenzaba a relajarse cada vez más. Young Mi siguió consintiéndole, ayudándole a dormir como tantas veces él había hecho con ella, regresándole el favor al menos por una vez y llorando silenciosamente sobre su perfecta existencia.

Ella no estaba protegiéndole, estaba haciendo que se sintiera como un desastre, como algo que está mal, que no debería existir. La vida de Taehyung había sido el mejor regalo que pudo obtener y, sin embargo, no estaba disfrutándolo como debería. Así que esa opresión en el pecho no iba a desaparecer, no hasta que le liberara, hasta que le dejara volar como todo ángel debería poder hacer; porque estaba segura de que su hijo solo podía ser eso, no era nada de lo que ellos le habían gritado en su momento. Ese hermoso ser que ahora dormía plácidamente en sus brazos no era malo, ni una abominación, solo era demasiado brillante para un mundo que se había acostumbrado a vivir en la penumbra.

—Si tan solo tanta maldad pudiera soportar toda tu pureza, mi amor. —Su voz se desvaneció como un suspiro, haciéndose uno con su llanto y el silencio tan atrayente de la habitación siete.

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