31: Tarde o temprano, el karma llega

Mientras tanto...

Colonia Miguel Hidalgo.

Carlos estaba en la calle Trinidad, hasta el final, en la colonia Miguel Hidalgo. Tenía a Katia y a Melissa a punta de pistola.

-¡No saben por cuánto tiempo he esperado esto, chicas! -dijo Carlos burlón-. ¡Finalmente, voy a acabar con las dos! ¡Nunca debieron haberse metido conmigo!

-¡Eres un maldito, Carlos! -gritó Katia asustada-. ¡Nunca debiste haberme violado!

-¡No te vas a salir con la tuya! -gritó Melissa enojada-. ¡Te aseguro que tú, Adriano y Roberta van a pagar por todo lo que hicieron!

-¡Digan lo que quieran! -gritó Carlos burlón-. ¡Nada ni nadie los va a salvar! ¡Todas sus esperanzas están muertas!

-¡No nos rendiremos! -gritó Melissa-. ¡Esta tormenta es muy fuerte, pero pasará!

-¡Y al final, el sol volverá a salir! -gritó Katia.

-¡Ya no digan tonterías! ¡Y acepten que su fin ha llegado! -gritó Carlos burlón-. ¿Y bien? ¿A quién de las dos voy a matar primero? ¿A Melissa Abascal o a Katia Lazcano?

Mientras Carlos seguía encañonando a las chicas a punta de pistola, un auto Chevrolet Beat rojo llegó al lugar. Se detuvo, y de él bajaron dos chicos: Andrés y Matías. Ellos corrieron hacia Carlos para tratar de salvar a sus hermanas.

-¡Ya basta, Carlos! -gritó Matías.

-¡Deja a nuestras hermanas ahora mismo, y acepta tu derrota! -gritó Andrés.

-¡Andrés, Matías! -les gritó Melissa asustada.

-¡Tengan cuidado, por favor! -les gritó Katia a Andrés y Matías.

Carlos volteó hacia Andrés y Matías, y les apuntó con la pistola. Estaba completamente fuera de sí.

-¡No se acerquen más, o mato a sus hermanas! ¡No me pongan a prueba! -gritó histérico.

-¡Acepta que ya perdiste, Carlos! -gritó Andrés.

-¡Vas a pagar por lo que le hiciste a mi hermana! -gritó Matías-. ¡Haz lo que quieras! ¡Pero te aseguro que nada ni nadie te va a salvar!

-¡Nadie se mete conmigo, y lo saben! -gritó Carlos-. ¡A ustedes ni siquiera un milagro los va a salvar!

Carlos estaba decidido a matar a Andrés y a Matías. Melissa y Katia estaban sumamente asustadas al ver a Carlos tan enloquecido y teniendo a Andrés y a Matías a punta de pistola.

-¡Cuidado! ¡Andrés, Matías! -gritó Melissa asustada.

-¡Tengan cuidado, chicos! -gritó Katia asustada.

Andrés y Matías se acercaron lentamente a Carlos, y empezaron a pelear contra él a golpes, para salvar a sus hermanas. Se repartían patadas y golpes, haciendo que Carlos soltara la pistola. Melissa y Katia veían asustadas la escena.

-¡Te aseguro que este será tu fin, maldito desgraciado! -gritó Andrés, mientras seguía peleando con Carlos.

-¡Nadie se mete conmigo, Andrés! -gritó Carlos, mientras seguía peleando con Andrés y Matías.

-¡Sigue rezando, porque te queda poco! -gritó Matías furioso.

Matías sabía cómo repartir puñetazos, pero Carlos lo superaba. Y Andrés le entraba al quite para defender a Matías. Pero sólo alguien perdería la batalla.

Después de varios golpes, Andrés tomó la pistola del suelo y la arrojó lejos de sí. Andrés y Matías estaban en una orilla de la calle y se defendían como podían. Melissa y Katia estaban asustadas.

-¡Andrés! -gritó Melissa asustada.

-¡Matías! -gritó Katia asustada.

Carlos vio de reojo a Andrés y Matías, estaba casi psicótico, y nada ni nadie podía detenerlo.

-¡Hasta aquí llegaron, malditos! -gritó, mientras sacaba un cuchillo del bolsillo derecho de su pantalón-. ¡Aquí se van a morir!

-¡Carlos, no! -gritó Andrés asustado.

-¡Carlos! -gritó Matías asustado.

Carlos corrió hacia los dos chicos para apuñalarlos. Andrés y Matías corrieron hacia otro lado para esquivar a Carlos. Éste cayó por el acantilado mientras gritaba. Cayó de golpe sobre la calle de abajo, muriendo al instante.

Matías y Andrés corrieron hacia sus respectivas hermanas después del susto.

-Tranquila, Katia. Ya pasó -dijo Matías, y abrazó a Katia, ella lloraba.

-¿Ya se acabó? -preguntó Melissa.

-Tranquila, ya se acabó -dijo Andrés, mientras abrazaba a Melissa-. Finalmente, Carlos ya pagó por todo lo que hizo.

-Finalmente, ese desgraciado ya no le va a volver a hacer daño a nadie -dijo Matías tranquilo.

Los cuatro chicos trataban de recuperarse del susto. Se asomaban por el acantilado y vieron el cadáver de Carlos, tirado en el asfalto sobre un charco de sangre. La pesadilla había terminado.

***

Mientras tanto...

Casa de los Lazcano.

Roberta estaba en su habitación con Alan, quien estaba semidesnudo, en calzoncillos boxer negros, estaba amarrado a una silla.

-¡Nunca te saldrás con la tuya, Roberta! -gritó Alan furioso y llorando-. ¿Por qué no aceptas de una vez que perdiste?

-¡Mira, pendejo! -gritó Roberta mientras jalaba a Alan del cabello-. ¡Créeme que puedo hacer que supliques por tu vida, que llores!

-¡Ya no te tengo miedo! -gritó Alan llorando-. ¡Tú eres la que va a suplicar! ¡Te vas a pudrir el resto de tu vida en prisión!

-¡Vete a la verga! -gritó Roberta, sacó su revólver del bolsillo derecho de su pantalón para apuntarle a Alan con ella-. ¡Vas a arder en el infierno, hijo de tu pinche madre!

-¡Hazlo, Roberta! ¡Mátame si eres tan valiente! -gritó Alan llorando y furioso-. ¡Hazlo de una vez!

-¡Ahora sí estás en problemas, hijo de tu puta madre! -gritó Roberta histérica.

Roberta dejó de apuntarle a Alan con el revólver.

-¿Quieres saber por qué soy un pinche monstruo? ¿De verdad quieres saberlo? -preguntó Roberta enojada.

-¿Por qué? -preguntó Alan asustado.

Roberta se sentó en el colchón de Alan.

-¡Nunca volví a ver a mis verdaderos padres! -dijo ya triste, y respiró profundamente antes de seguir-. Yo crecí en un hogar lleno de pobreza. ¡Desde que era bebé, mi vida fue un infierno! Mi madre, Gabriela Manzur, sufría constantes maltratos por parte de mi padre, César Lombardo, incluso después de haberme tenido. Mi padre se drogaba y tomaba alclhol constantemente. ¡Todo su sueldo se iba en ese pinche vicio! Mi papá maltrataba a mi mamá todos los días, incluso después de haberme tenido, además de que la hizo abortar una vez. Cuando tenía tres años, me enviaron a una casa hogar, y fui adoptada seis meses después. Mis padres adoptivos eran Sergio Lazcano García, y Adelina Leal Alvarado, grandes empresarios.

-¿Así que eres adoptada? -preguntó Alan asustado.

-¡Cállate, pendejo! ¡Y déjame continuar con mi pinche relato! -gritó Roberta histérica, asustando a Alan. Después, volvió a entristecerse-. Y sí, ellos me adoptaron. Dejé de ser Roberta Lombardo Manzur, y ahora soy Roberta Lazcano Leal. ¡Por culpa del maltrato de mi padre hacia mi madre, me volví una pinche loca contra los hombres, ¡siempre encontraba una forma de lastimarlos, sin importarme las consecuencias! A Matías lo repudié nada más nacer, y volqué todo mi amor en Katia. Y así fue todos los días. Siempre odié a los hombres por culpa de mi padre. Pero hay uno, ¡uno, al que no puedo odiar, y al que amo con toda mi alma! Y ese hombre es Adriano Villamizar. Me enamoré de él desde el primer día que lo vi. Pero tenía novia, así que preferí hacerme a un lado. ¡Pero al no poder soportarlo, le hice creer a su novia que él no la quería, provocando que terminaran su relación! Desde ese entonces, quise que Adriano fuera para mí. ¡Y tuve que recurrir a matar a su ex novia! Y el resto es historia.

-Vaya vida la tuya, Roberta... -dijo Alan triste.

-¡Ya es demasiado tarde para cambiar! -gritó Roberta ya furiosa, se levantó de la cama y le apuntó a Alan con el revólver-. ¡Soy un pinche monstruo disfrazado de mujer! ¡Ahora sí vas amorir, hijo de tu pinche madre!

Roberta estaba lista para matar a Alan de una vez por todas, cuando de repente, alguien abrió la puerta. Era Adriano, quien se acercó a Roberta.

-¡No te atrevas, Roberta! ¡No vas a lastimar a Alan! -gritó Adriano furioso.

-¡Acércate más, Adriano! -gritó Roberta, mientras le ponía la pistola a Alan en la cabeza, Adriano se detuvo-. ¡Y mato al pendejo de Alan, pinche culero!

-¡Adriano, no hagas nada! -gritó Alan llorando.

-¡Cállate, pinche gato! -le gritó Roberta histérica-. ¡O te mato, pendejo, pito chico!

-¡Ya me enteré de lo que le hiciste a Sofía Martell! -gritó Adriano enojado-. ¡Ya sé que fuiste tú quien la mató! ¿De verdad creíste que iba a dejar que te salieras con la tuya?

-¡Pues sí, yo fui quien la mató! -gritó Roberta histérica, y le apuntó con el revólver a Adriano-. ¡Nunca te quise, culero! ¡Sólo quería separarte de Sofía Martell!

-Así que ya no te da vergüenza admitirlo... -dijo Adriano sorprendido.

-¡Claro que no, pendejo! -gritó Roberta histérica-. ¡Odio a todos los pinches hombres, Adriano! ¡Yo te separé de Sofía Martell, y no sabes cómo disfruté destruir ese noviazgo!

Roberta soltó una carcajada histérica antes de continuar.

-¡Así que haz lo que quieras, pinche machito! -gritó histérica-. ¡Vamos, a ver si eres tan hombre!

Roberta quería matar a Adriano, pero ámbos empezaron a forcejear por el revólver, asustando a Alan. Roberta dejó caer el arma al suelo y empezó a pelear con Adriano. Ambas se repartían golpes hasta quedar heridos y manchados de sangre.

-¡Muy valiente para golpear a una mujer, hijo de tu pinche madre! -gritó Roberta histérica.

-¡Deténganse, por favor! ¡No sigan! -gritó Alan asustado y llorando.

-¡Nunca me imaginé que me hicieras sufrir de esta forma! -gritó Adriano furioso, mientras forcejeaba con Roberta-. ¡Tú mataste a Sofía Martell, y ahora vas a sufrir las consecuencias!

-¡Quítame tus pinches manos de encima, asqueroso pendejo! -gritó Roberta histérica, mientras forcejeaba con Adriano.

Los dos siguieron peleándose a golpes, aumentando el horror de Alan. Adriano quería vengarse de Roberta.

-¡Ahora mismo vas a pagar por lo que le hiciste a Sofía Martell! -gritó Adriano, forcejeando con Roberta.

-¡Eso quisieras, maldito pendejo! -gritó Roberta, forcejeando con Adriano.

Adriano empujó a Roberta lejos de sí, tomó el revólver del suelo y le apuntó a Roberta con él.

-¡Nunca me vas a atrapar, hijo de tu puta madre! -gritó Roberta histérica-. ¡Vamos, a ver si muy machito! ¡Vamos, hazlo!

Roberta corrió hacia Alan y empezó a ahorcarlo para tratar de matarlo. Adriano no dejó de apuntarle con el revólver.

-¡Y tú te vas a morir aquí mismo, hijo de tu pinche madre! -gritó Roberta mientras ahorcaba a Alan, y él sentía que empezaba a desmayarse.

Adriano le disparó a Roberta en la cabeza, en la parte trasera. Roberta soltó un grito, soltó a Alan y cayó al suelo. No estaba muerta, pero sí se estaba desangrando. Poco después, Adriano volteó hacia Alan y quiso decirle algo.

-No tengas miedo, Alan -dijo tranquilo-. Roberta ya no te va a volver a molestar nunca más.

Alan no dijo ni una sola palabra, poco a poco se recuperaba. sólo miraba a Adriano con temor. Roberta yacía tirada en el suelo, desangrándose, pero aún estaba viva.

***

Más tarde...

Casa de los Abascal.

Después de varios minutos, Melissa y Andrés volvieron a su casa, después de un momento infernal. Los dos chicos corrieron hacia su mamá para darle un abrazo.

-¡Mamá, mamá! -gritaron los dos al mismo tiempo.

-¡Andrés, Melissa! -gritó la mamá llorando, mientras abrazaba a sus hijos-. ¡No saben lo feliz que estoy al saber que están bien!

Casi medio minuto después, la mamá dejó de abrazar a sus hijos y quiso hablar con ellos. Los tres se sentaron en el sofá para hablar.

-¿Está todo bien, chicos? -preguntó la mamá preocupada.

-Sí, mamá... -dijo Melissa asustada-. Me alegra que esa pesadilla se haya acabado.

-Mamá, Carlos admitió haber violado a Katia, y casi abusa de Melissa -dijo Andrés preocupado.

-¡Dios mío, qué horror! -dijo la mamá horrorizada-. Todavía no puedo creer que Carlos haya abusado de esa pobre chica.

-Sí, mamá -dijo Melissa ya triste-. Y pensar que alguna vez fui su novia.

-Pero ya no nos va a volver a molestar -dijo Andrés ya tranquilo-. Carlos trató de matarnos a mí y a Matías hace unos momentos. Pero no lo hizo. Cayó de un acantilado y murió al instante.

-¡Dios mío! -dijo la mamá horrorizada.

De repente, Katia entró a la casa y se acercó a los Abascal para hablar con ellos.

-Hola, Katia -dijo la mamá tranquila.

-Hola -dijeron Melissa y Andrés tranquilos.

-Hola, chicos. Hola, señora -dijo Katia triste.

-Oye, Katia -dijo Andrés tranquilo-. Carlos ya no nos va a molestar nunca más. Deberías estar más tranquila.

-Lo sé, chicos -dijo Katia triste-. Pero es que me siento muy intranquila. La verdad, no sé cuánto vaya a tardar en superar lo que pasó.

-No va a ser de la noche a la mañana, Katia -dijo Melissa tranquila-. Pero ya verás que sí vas a superar esa mala experiencia que viviste.

-Lo sé, Melissa... Gracias por tus palabras -dijo Katia triste-. Pero la verdad, es que no sé cómo contarles esto.

-¿De qué se trata, hija? -preguntó la mamá preocupada.

-¿Qué pasa, Katia? -preguntó Andrés.

-Es que... -dijo Katia y respiró profundamente antes de continuar-. Vinieron unos policías a mi casa, y me dijeron que ya hallaron el cuerpo de Osvaldo.

-¿Dónde lo hallaron? -preguntó Katia preocupada.

-Me dicen que lo hallaron en un lote baldío, cerca de la Carretera Nacional -dijo Katia triste, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas-. Al fin, Osvaldo va a descansar en paz.

-No, no creo que pueda descansar en paz, Katia -dijo Andrés serio.

-¿Cómo? -preguntó Katia triste.

-Mira, no quiero ser grosero, pero esto aún no ha terminado -dijo Andrés serio-. Osvaldo podría recibir cristiana sepultura o ser cremado. Pero no va a descansar en paz hasta que Adriano caiga.

-Lo sé, Andrés -dijo Katia triste, mientras se secaba sus lágrimas-. Quiero que el miserable de Adriano pague por lo que le hizo a Osvaldo. Sólo así, Osvaldo podrá descansar en paz.

Katia ya sabía que el cadáver de Osvaldo ya había sido hallado, y no perdía las esperanzas de que Adriano cayera y pagara por lo que hizo.

***

Esa noche...

Christus Muguerza, Hospital Sur.

Colonia La Estanzuela.

Ya era de noche. El clima seguía cálido, pero el cielo estaba nublado.

Matías y Katia estaban en el hospital, hablando con una mujer policía y un doctor.

-¿Cómo está Roberta? -preguntó Katia asustada.

-¿Roberta está bien? Somos sus hermanos -dijo Matías.

-Por el momento, Roberta está en calidad de detenida -dijo la mujer policía-. Pero el doctor asegura que está muy mal.

-Chicos, Roberta recibió un disparo en la cabeza -dijo el doctor serio-. La lesión que sufrió fue muy grave, le destrozó gran parte de su cerebro.

-¿Cómo? -preguntó Katia triste y al borde del llanto.

-¿Se va a recuperar? -preguntó Matías preocupado.

-No, chicos. El disparo destruyó el 70 porciento de su cerebro -dijo el doctor.

-¿Cómo? -preguntó Matías.

-Roberta Lazcano quedó en estado vegetativo permanente -dijo el doctor, horrorizando a los hermanos-. Ha perdido el habla, la habilidad para reaccionar, y la movilidad de todo su cuerpo. Lo siento mucho. Se va a quedar así para siempre.

-¡Dios mío! -dijo Katia llorando.

-Aquí la tienen, chicos -dijo la mujer policía.

Ella y el doctor permitieron a los hermanos entrar. Matías y Katia entraron a la habitación de Roberta, y la vieron.

Roberta estaba postrada en una cama, en coma, con la cabeza vendada y profundamente dormida. Y por si fuera poco, su muñeca derecha estaba bloqueada por unas esposas que los policías usan para arrestar a los criminales. Matías y Katia estaban muy consternados al ver a Roberta en tan deplorable estado.

-¡Qué horror! -sollozó Katia al ver a Roberta-. ¿Cómo es posible que Roberta haya quedado así?

-Es que le dispararon en la cabeza -dijo Matías preocupado-. Ya oíste al doctor. Ella se va a quedar así para siempre.

-¡Dios mío...! -sollozó Katia triste.

-Pero así es la vida. Tarde o temprano, el karma llega -dijo Matías, y volteó hacia el techo-. Dios... Por favor, perdona a Roberta.

A pesar de todo lo que había hecho Roberta, Matías y Katia no le guardaban rencor. Manifestaban su preocupación por ella. Roberta había quedado en estado vegetativo, y se iba a quedar así para siempre.

***

Más tarde...

Casa de los Villamizar.

Adriano y Manjarrez estaban en el despacho de Adriano, sentados en el escritorio.

-¿Cómo que Carlos ha muerto? -sollozó Adriano triste.

-Sí, Adriano -dijo Manjarrez-. Me dijeron que lo hallaron sin vida. Parece que se estaba peleando con algunos chicos, pero resbaló en una orilla y cayó por el acantilado.

-¡Esos chicos deben ser Matías Lazcano y Andrés Abascal! -dijo Adriano triste-. ¡Ellos acabaron con él!

-Sí, Adriano -dijo Manjarrez tranquilo-. Siento mucho la pérdida de tu hermano.

-Gracias, Manjarrez -dijo Adriano triste, se secó sus lágrimas-. Ahora mismo no puedo darme el lujo de llorar por él.

-Lo que es peor, me enteré de que alguien le disparó a Roberta -dijo Manjarrez.

-¿Cómo? -preguntó Adriano sorprendido-. ¿Le dispararon a Roberta? ¿Está muerta?

-No murió, pero quedó inmóvil -dijo Manjarrez-. Dicen que quedó en estado vegetativo. Y ya no tiene remedio.

-Sí, pero eso no me interesa -dijo Adriano triste, y se levantó del sofá-. Hoy mismo, Andrés Abascal va a morir, es lo único que me interesa en este momento. ¡Te aseguro que hoy mismo acabo con él!

-Vaya, parece que la pérdida de tu hermano, y el estado de Roberta, te afectaron mucho -dijo Manjarrez.

-Hoy mismo acabo con Andrés -digo Adriano enojado-. Así que por favor, tráeme a tus mejores hombres.

-Como digas, Adriano -dijo Manjarrez-. Pero por favor, tienes que encargarte de Andrés lo antes posible. Varios de tus crímenes ya salieron a la luz. Y la policía ya tiene una orden de aprehensión en tu contra.

-Sí, lo sé -dijo Adriano tranquilo-. Primero me voy a encargar de Andrés Abascal, y luego me iré del país.

-Entiendo -dijo Manjarrez-. Ya se descubrió una red de corrupción. Ya te están investigando por lavado de dinero, y van a congelar todas tus cuentas. Lo peor de todo, es que ya te están investigando por algunos asesinatos que cometiste.

-¡Eso no me va a intimidar! -dijo Adriano enojado-. ¡Ahora ve y busca a tus hombres ahora mismo!

-Como digas -dijo Manjarrez.

Manjarrez se evantó del escritorio y se dirigió a la puerta, la abrió y salió. Adriano por su parte, se quedó solo en la casa y tomó el retrato de él con Sofía Martell. Lo miró con nostalgia y con lágrimas en sus ojos.

-Quién lo diría, mi amor. Al fin ya puedes descansar en paz. Logré vengar tu muerte -dijo tranquilo.

Adriano se sentía tranquilo después de haber vengado la muerte de Sofía Martell. Sintió que ya había cerrado un capítulo en su vida.

¿Qué opinas del capítulo?

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