Venganza

Tendida en la cama su belleza no demerita, en nada importa que su rostro este libre del maquille, por el contrario, sus facciones finas la hacen lucir mas joven como si los años no hicieran mella en su hermosura. Sus pestañas negras enmarcan un par de ojos de parpados rosados que aun permanecen cerrados y sus labios generosos entre abiertos son del color de las cerezas sin el rojo carmesí que acostumbra portar, su cabello negro  es una marea salvaje sobre la almohada perfumada ya por su esencia.

Sus sueños no son tranquilos, aunque hace años que no lo son. Lentamente sus parpados comienzan a abrirse, haciendo un gran esfuerzo para lograrlo. Cuando los abre por completo se queda quieta con la mente confusa y el corazón comenzando a latirle con fuerza por el pánico. No sabe donde esta o como ha terminado en ese lugar, tienen miedo de moverse y que el infierno empiece de nuevo.

A su mente llegan de improviso las ultimas imágenes antes de desvanecerse y la asalta de nuevo esa sensación de angustia e impotencia de saberse perdida  en manos de aquel rufián desalmado que la trato no como un ser humano, sino como un despojo, una muñeca que solo debía ser usada como un vil objeto de deseo.

Las lágrimas fluyen de sus ojos azules y se derraman por sus mejillas mientras los sollozos evolucionan en un llanto mas profundo. Tiene las sabana apretadas entre sus puños sin querer moverse se siente tan pequeña e insignificante, tan patética como hace años no se sentía.

Cuando las lagrimas le permiten ver, observa con calma a su alrededor tratando de encontrar algún vestigio que la haga saber donde se encuentra. En su pecho su corazón se contrae de miedo y de una desazón que esta a punto de provocarle un colapso nervioso.

Mira a su alrededor, es una habitación amplia pintada en color crema con muebles sobrios de madera blanca, algo a su alrededor le resulta familiar, pero en primer instancia no sabe por que aquel sitio le resulta tan conocido. Solo sabe que su corazón poco a poco va ralentizando sus pulsaciones y algo del pánico inicial se va disipando sin saber muy bien la razón.

Se endereza lentamente esperando que al moverse su cuerpo se encuentre adolorido, pero para su sorpresa no es asi. Estira las manos observándolas con detenimiento como si estas no fueran suya o como si buscara las huellas que hubiera dejado sobre su piel el salvajismo de aquellas toscas manos que estrujaron su piel causándole dolor.

Nada, no encontró nada, ni los cardenales en la tierna piel de sus brazos o el dolor que estaba segura tendrían en el rostro y las costillas cuando su cuerpo se estrello contra la pared, esperaba que le doliera  por todas partes al ser ultrajada de aquella manera bestial.

Tomando valor se levanto de la cama, bajo sus pies observo un tapete persa con grabados exquisitos bajo ellos, sobre el buro estaba una lámpara en colores pasteles y adornando una cómoda cercana estaban varias figurillas de cristal que al verlas la hicieron llevarse la mano a la boca para contener un grito de sorpresa.

Se levanto por inercia, sin importar que se encontrara descalza y camino hasta tocar aquellas figurillas que armoniosamente estaban acomodadas. Las toco con miedo de romperlas y cuando estuvo segura de que no se esfumarían tomo una entre sus manos y se dejo caer de rodillas.

Estaba soñando que estaba de nuevo en la mansión familia, en su habitación. Miro a su alrededor con mayor calma y descubrió que colgadas en las ventanas estaban las cortinas de brocado en oro de los recuerdos de su infancia, el dosel de cortinas pastel sujetas a los postes de la cama.

Esa figurita que sostenía en sus manos temblorosas eran las mismas que atesoraba de niña, la colección que su padre se encargaba de hacer crecer siempre en su cumpleaños. Encontró en la pared contraria las repisas llenas de muñecas de porcelana. Se levanto tambaleante  y camino hasta el tocador donde estaba una pequeña caja de música que se apresuró a tomar con cuidado para darle cuerda para después abrir la tapa y dejar que  sonara mientras una diminuta bailarina giraba y giraba sin parar al ritmo de los acordes.

Embelesada se quedo inmóvil con miedo a despertar y regresar a su cruda realidad. Quería disfrutar de ese instante de recuerdos felices, del hogar que alguna vez tuvo, de su vida perfecta.

Con ese pensamiento y queriendo revivir aquella etapa de su vida salió de la habitación abrazada a la  caja de música que aun sonaba y a ese pequeño unicornio de cristal.

Camino por el largo pasillo de la planta superior hasta la habitación que había sido de sus padres, con miedo abrió la puerta y entro a ese santuario tan lleno de recuerdos. Era un magnifico lugar que reflejaba el exquisito gusto de su madre, un par de sillones tapizados de finas telas, las cortinas a juego con los mismos brocados dorados, las alfombras mullidas los cuadros en  las paredes, los jarrones dispuestos con sendos ramos de flores frescas.

Se sentó en la cama, acariciando la colchan. No se había dado cuenta de que de nuevo lloraba hasta que se le nublo de  la vista, tuvo que cerrar los ojos un instante mareada por la fuerza de sus recuerdos, aturdida ante la nitidez que tomaba todo a su alrededor, como si fuera real.

Era un sueño hermoso, todo era tan claro, tan detallado que se sorprendía que en su memoria infantil se hubieran quedado grabados todos esos detalles que ahora volvían a la vida. Porque ahí estaban la esencia de su madre en las hermosas cosas que embellecían el lugar. No queriéndose perder nada continuo su recorrido por las memorias, bajo las escaleras y busco el estudio de su padre.

Las estanterías llenas de libros con grabados en oro, su escritorio de caoba imponente, las sillas a juego, los muebles repletos de objetos invaluables que su padre coleccionaba. Si hacia un pequeño esfuerzo podía verlo aun sentado en su silla fumando, con sus ojos azules mirándola con devoción cuando entraba y la recibía con una sonrisa amorosa, antes de abrirle los brazos para acurrucarla y sentarla en sus piernas cuando aun era muy pequeña.

-¡Catherine! –Escucho su nombre como un eco lejano. Levanto la vista y se encontró con la mirada triste de Aron.

-¿Aron? –Pregunto confundida. No espera que en sus sueños se hiciera presente el novio de su mejor amiga muerta.

-¿Estas bien? –Pregunto con cautela el muchacho se  acercó lentamente temiendo por la joven.

-¿Como no estarlo? si tengo un hermoso sueño. –Susurro acariciando las pastas de unos libros que descansaban en el librero atrás del escritorio.

-No es un sueño Cathe…. Amelia. –Hizo una pausa recordando que no le gustaba que le llamaran por su segundo nombre. –Estas en la casa de tus padres.

Amelia lo miro desconcertada, sin comprender sus palabras.

-¿Como? –Fue lo único que pudo preguntar.

-Mucho tiempo te busque. Cuando me entere lo que paso con tu familia compre la propiedad y todos los bienes que había vendido tu madre, me encargue de restaurarla con ayuda de quienes habían trabajado en la mansión en aquellos tiempos.

La joven se quedo sin palabras asimilando lo que estaba escuchando.

-Hice todo lo posible por encontrarte Amelia, de verdad que lo hice pero por mas que intente era como si te hubiera tragado la tierra.

-Yo me encargue de dejar completamente mi vida atrás, no quería que nadie me ligara a mis apellidos, no deseaba que nadie me conociera.

-Lo se. –Dijo el muchacho con comprensión.

-¿Pero porque? –Pregunto de nuevo fijando sus ojos azules en el. No entendía porque se había tomado tantas molestias por ella.

-Devie hubiera querido que estuvieras bien, siempre fuiste importante para ella, eras su hermana. Yo también te quiero y lo sabes, fuimos amigos  desde el colegio espero que aun podamos seguirlo siendo.

-Ya no soy la misma persona Aron. –Dijo evadiendo su mirada, caminando hasta la ventana para ver los jardines.

-Todos cambiamos. –Contesto poniéndose  a su lado para  mirar también a través del cristal hacia los verdes paisajes que rodeaban la mansión.

La escucho suspirar con los ojos fijos en un punto infinito, se giro para verla, observando su bonito perfil, era muy bella tal como la recordaba en sus años de escuela, quizás mas madura, mas mujer, pero igual de hermosa.

Hubiera querido ahorrarle todo el sufrimiento por el que paso, pero era imposible regresar el tiempo, de haber podido también habría cambiado la muerte del amor de su vida, pero sabia que era imposible.

-¿Qué paso con…? –Pregunto de repente.

Aron entendió al instante a que se refería. Se puso tenso de repente, apretando los puños y conteniendo una furia asesina que se agolpo en su sistema.

-Salí poco después de que lo hiciste tu, solo me entretuve en pagar la cuenta. –Comenzó a contarle regresando su vista al exterior de la casa. –Ya no estabas por ningún lado, estaba por irme cuando escuche ruidos y luego un grito. –Sus dientes rechinaron de tanto apretar su mandíbula.

El silencio se prolongo por unos minutos, mientras intentaba encontrar su voz para continuar.

-Ese bastardo te tenía contra la pared… estaba a punto de…abusar de ti… –Sus palabras fueron casi un susurro a través  de la ira que sentía en ese momento.

Amelia tembló y abrazo con más fuerza las valiosas posiciones que tenia entre sus manos, como si con ellas pudiera protegerse de los malos recuerdos. 

Abrumada tubo que cerrar ojos, lo que fue un gran error, pues eso le basto para estar de nuevo en aquel callejón solitario a merced de ese implacable bestia que la tenia contra la pared, destrozando su ropa, tocándola de una manera mezquina, marcándole cardenales en la piel por la fuerza excesiva.

Todavía podía sentir su respiración irregular chocar contra su nuca, escuchando como desgarraba su ropa para tener acceso a su intimidad. El frio y el dolor de su cuerpo golpeándose contra la pared mientras su atacante la inmovilizaba.

De nuevo el miedo paralizándola, a la par que se sentía asqueada y vulnerable.

Cuando Aron camino a paso veloz para entran en el callejón, se encontró con una escena perturbadora que le hizo que la sangre le hirviera. Amelia contra la pared con el rostro hinchado, un hilo de sangre saliendo de su boca y cardenales manchando ya su piel blanca.

Ese despreciable remedo de hombre ya mostraba su erección libre y buscaba la entrada de una mujer que ya solo se limitaba a llorar.

Alcanzo escuchar lo que le decía al oído.

-Te gusta que te cojan fuerte, no finjas eres una puta y te encanta que te monten. –Todavía podía escuchar su voz y esa risa demente.

Con rabia, con un odio que jamás había sentido lo tomo de la ropa separándolo al instante de la pobre chica que sin fuerzas se derrumbo en el piso desmayada.

-¡Amelia! –Le llamo pero no recibió respuesta alguna.

El tipo que estaba dispuesto a ultrajarla también estaba furioso levantándose del piso y acomodándose la ropa.

-¿Quién eres? ¡Por qué demonios metes donde no te llaman!

-¡Bastardo! –Fue lo único que dijo antes de echársele encima y golpearlo hasta que escucho un suave quejido de la muchacha que yacía a pocos metros.

Lo dejo tirado en el callejón a su suerte. Sabia que lo que Amelia menos quería era escándalos que pudieran hacer que los demás escarbaran en su pasado, por esa razón había hecho pagar  a ese salvaje con sus propias manos por haber intentado violarla.

Tomando a Amelia entre sus brazos había desaparecido de ese lugar con destino a la mansión que había pertenecido a  los Outebridge. Por la discusión que tuvieron no había tenido oportunidad de contarle que se encargo de recuperar los bienes que por derecho le correspondías.

Aron conto a medias lo sucedido, no deseando dar mayores detalles al ver lo afectada que se encontraba Catherine.

Le paso un brazo por los hombros para estabilizarla cuando la vio tambalearse.

-Te traje aquí para que descansaras, imagino que no querrás que tu prometido ni nadie se entere de lo ocurrido. –Aclaro.

-Gracias. –Dijo con voz entrecortada por el llanto, buscando el refugio que representaba sus brazos.

-Lamento mucho que pasaras por esto. –Se disculpo, acariciando sus cabellos negros.

-No es tu culpa, es mi mala suerte. Solo espero que con lo que hiciste no te busques problemas.

-Ese malnacido no se atreverá a abrir la boca si sabe lo que le conviene.  –La sostuvo con mas fuerza entre sus manos para tranquilizarla. –Sera mejor que regreses a la cama para que descanses un poco mas. El medico dijo que estas bien pero necesitas cuidarte.

Aron la acompaño hasta su habitación sin soltarla, ayudándola a recostarse la cubrió con las sabanas y se sentó a su lado aun sosteniendo una de sus manos entre las suyas. Había dejado en la mesa de noche la caja musical y la figurilla de cristal.

-Sé que no es un momento adecuado para retomar la platica que tuvimos, solo quiero que sepas que estoy de tu lado, contrario a lo que creas me preocupa que tomes decisiones importantes por las razones equivocadas y eso no tiene nada que ver con Hermione. Te dejo sola para qué estés tranquila.

-Espera. –Suplico. –No me dejes sola, no quiero estar de nuevo sola.

La miro con ternura acomodándose a su lado, acaricio sus cabellos hasta que Amelia logro quedarse dormida de nuevo. Hacia tanto tiempo que no se sentía tan segura como en ese momento, que se daba cuenta que había alguien sinceramente preocupado por su bienestar que no deseaba tomar su cuerpo o utilizarla.

Por primera vez desde hace muchos años durmió tranquila, sin pesadillas.

. . . . .

Frente a frente dejando a un lado su tormentoso pasado, estaban un hombre y una mujer que aun se amaban. El fuego consumió todo, dejando a su paso solo cenizas que aun ardían en lo hondo de sus pechos, en lo mas profundo de su sentir como pequeñas flamas a penas vivas a duras penas sobreviviendo entre la humareda de los escombros.

Draco había estirado su mano con la natural necesidad de tocarla, de comprobar que era real, de sentirla de nuevo, queriendo apaciguar el calor que subyugaba a su corazón todo el tiempo de una forma inexplicable y a veces dolorosa.

En la estación del tren, sobre el anden 9 ¾ estaban de vuelta dos personas sumamente diferentes, con destinos opuestos, con deberes distintos en el pasado. Desde la última vez que estuvieron en ese mismo lugar habían pasado ya muchos años, de alguna manera era como si hubiera pasado todo una vida desde entonces.

Ya no eran ese par de niños que discutían todo el tiempo, envueltos en peleas que no terminaban en ninguna parte. Ahora era dos adultos con dos hijos en común y un amor que les había costado caro.

Acaricio su mejilla delicadamente haciendo que ella cerrara los ojos por ese tibio toque que le sacudió el cuerpo con una corriente cálida que corrió desde su rostro hasta todas las terminaciones nerviosas. Cuando abrió los ojos se miraron con calma, con reconocimiento, en un silencio apacible que hacia mucho tiempo no se habían concedido.

Estaban juntos para despedir a los gemelos, “Sus hijos” y esa palabra retumbo en sus cabezas como un eco que llego muy hondo en su interior, por que sin importar cuantos errores cometieron ambos, también habían  hecho algunas cosas bien y una de ella era haber concedido a sus niños que ahora emprendían el mismo viaje que alguna vez hicieron ellos.

La tensión sexual era evidente, un simple toque despertaba en ellos un torrente desmesuradle de deseos. Todo en ellos se transformaba de manera visible comenzando por el aumento en sus pulsaciones y la pesadez de su respiración, pero eso era solo el inicio de algo más profundo y tan absorbente que todo a su alrededor comenzaba a perder importancia.

Se deseaba era claro, pero también se querían  por encina de las diferentes cargas de resentimiento. Quizás, era un amor destructivo por la ambigüedad que se despertaba en cada uno, pero sin duda se querían demasiado para ocultarlo o entenderlo completamente.

Caminaron uno al lado del otro sin prisas tratando de prolongar el momento. Lidiando con los sentimientos contradictorios que los llevaban a desear estar juntos y que al mismo tiempo les repelía para dar un paso definitivo.

Sabían que por el bien de ambos no podían seguir jugando o evadiendo lo que sentían. Si algo habían aprendido era que el tiempo cobra caro los silencios, las verdades a medias y las evasivas.

-Tenemos que hablar. –Dijo Hermione suavemente.

-Lo se. –Fue la simple respuesta y se encaminaron juntos a la salida de la estación.

. . . . .

Adolpus Greenglass estaba furioso destruyendo todo a su paso con un ímpetu descomunal y avasallador. Los golpes en su cara habían sido sanados, no así su orgullo herido y su amor propio que estaban demasiado magullados por la golpiza recibida.

Rabioso destrozaba todo a su paso, con las ganas enormes de apretar el cuello de ese entrometido que había frustrado sus planes de pasar un momento placentero  tomando un cuerpo que por muchos años deseo poseer.

Las ansias de venganza fue lo único que le arrebato una sonrisa en medio del desastre que armo en su estudio. Mas dueño de si mismo tomo su varita y con un par de movimientos dejo todo en su lugar.

Su esposa escucho claramente el escandalo, pero sabiamente decidió no acercarse, conocía demasiado bien el temperamento de su marido para saber que era mejor dejarlo solo cuando tenían un arranque de cólera. Ella no podía imaginar lo que pasaba, mas suponía que algo no salió como Adolpus deseaba y que alguien tarde que temprano pagaría por ello.

La noche fatídica que marco la vida de Amelia Catherine Outebridge, cuando se subasto su virginidad al mejor postor y de alguna manera murió, para renacer con el nombre de “Mia” estuvieron presentes un selecto grupo de caballeros de la alta sociedad, además de Lucius, Draco y sus amigos había estado también Adolpus con otro grupo de amigos cercanos también de circulo de sangres puras.

El precio por la virtud de la chica había subido muy alto en mucho porque la subasta se convirtió en una lucha de egos entre Lucios Malfoy y Adolpus Greenglass, que estaban enemistados desde que su estúpido hijo Draco había roto el compromiso con Astoria para enredarse con una sangre sucia.

Al final Lucius había ofertado una cantidad ridículamente alta para tener el privilegio de llevar aquella adorable jovencita a los privados para desvirgarla. Furioso y frustrado abandono el lugar, dispuesto a cobrar mas adelante la burla.

Desde que el Señor Greenglass vio a “Mía” se prendo de su hermosura y su obsesión creció cada vez mas cuando se le negaron sus favores.  

Lucius era un lobo demasiado astuto para conocer a sus rivales como la palma de su mano y había reconocido la mirada llena de deseo de Adolpus hacia Amelia  y eso lo usaría a su favor, pues de la misma manera en que conocía los muchos intentos que hacia por hundir a su familia, conocía tu carácter y sabia que la mejor manera de vengarse era negándole algo que deseaba con tanto ahínco.

El patriarca de los Malfoy habían sido claro con el dueño de la casa de citas, Mía estaba disponible para todo aquel que llegara al precio, menos para Greenglass, para el estaría  negada y él se encargaría de pagar el costo de la chica mas un bono siempre que se respetara su palabra.

Frustrado Adolpus tuvo que conformarse con verla de lejos, saboreando ese suculento bocado que nunca estaría a su alcance, esperando en algún momento cobrar todas las afrentas hechas por los Malfoy y algún día con un poco de suerte esperaba por fin tener en su cama a esa mujer.

Por varios años había desistido de su venganza, en mucho porque había tenido que salir de Londres por la expansión de sus negocios, pero ahora que estaba de vuelta con lo primero que se encontraba era con la personificación de sus deseos y cuando creía que por fin la podía tener se vio sorprendido por el defensor de esa puta cara.

-Amelia. –Dijo su nombre en voz alta, paladeando cada silaba en su boca. –Serás mía. –Sentencio con un brillo asesino emergiendo de sus ojos.

Tendría todo lo que quisiera, se había prometido que una vez regresando cobraría esas deudas añejas con sus enemigos y viejos rivales. Una sonrisa maligna se asomo en sus labios cuando una idea cruzo por su mente.

. . . . .

Aron le mando una nota a Hermione para justificar su ausencia y que no se preocupara. Desidio hacerle compañía a Amelia hasta que se encontrara mas repuesta.  

Sabia que las heridas físicas sanaron por completo, pero que las emocionales seguían demasiado abierta para suponer siquiera que pronto comenzarían a recuperarse. A veces parecía incluso feliz estando rodeada de  los recuerdos de su infancia pero cuando creía que por fin tendría un avance la veía perderse en los más oscuro de su mente y volverse fría, volcando sus resentimientos con una amargura tal que lo sorprendía.

Esa mañana mientras tomaban el desayuno juntos, parecía tranquila, incluso la vio un poco como en sus años de escuela, con esa sonrisa amable y esa mirada limpia, hasta que llego la correspondencia y con ella una copia del profeta.

La vio palidecer,  antes de que pudiera hacer nada arrugo el periódico, apretándolo con fuerza y salió corriendo del comedor.

-¡Amelia! –Le llamo, pero eso no detuvo su huida.

Se apresuró a tomar y estirar el papel arrugado, fue cuando comprendió el motivo de ese arranque repentino, en las páginas centrales del diario se podía apreciar una fotografía mágica de Draco acariciando la mejilla de Hermione en la estación, lucían como una pareja de enamorados  por la manera en que se miraban y por la forma en que el rubio acariciaba su mejilla.

El articulo hablaba al detalle del romance que supuestamente estaba renacido entre ellos y en la posibilidad de que el empresario Draco Malfoy estuviera engañando a su prometida, incluso que era casi seguro de que la cambiara por la heroína de guerra Hermione Granger, después de todo decían que no seria sorprendente dado que tenia hijos juntos.

Cuando Aron busco a Amelia para intentar calmarla no la encontró, se canso de buscarla por toda la mansión pero su búsqueda fue en vano, ella se había marchado.

. . . . .

Las vacaciones navideñas llegaron demasiado rápido y muy pronto regresarían Scorpius y Antares para pasar las fiestas con su madre y muy posiblemente con su padre.

Hermione y Draco hablaron largamente, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no caer en la tentación de nuevo, pues Malfoy seguía comprometido y había tanto de por medio que lo mejor era tomar distancia entre ambos por el bienestar emocional de todos.

Acordaron  tener una relación civilizada por sus hijos y eso era mucho avance dadas las circunstancias.

La castaña se tuvo que resignar al comprender que Draco seguiría con su compromiso hasta el final aunque no sabía a ciencia cierta si era para vengarse de su padre o de ella misma, o si tal vez en realidad si se hubiera enamorado de Amelia y sobre eso no podía hacer nada al respecto.

La prometida de Draco mantenía una fría distancia en todos los asuntos relacionados con ella o con sus hijos y de alguna manera lo agradecía. La pelinegra aguanto estoicamente la foto y los ataques de la prensa que se desataron después de la primera publicación donde se afirmaba que regresarían para formar una familia feliz al lado de sus hijos.

No pidió explicaciones, ni Malfoy se las dio se limito a seguir con su vida aun cuando su relación cada vez se enfriaba mas y mas. No estaba dispuesta a echar por la borda todos sus esfuerzos y por esa misma razón no regreso a la mansión de su familia que habia regresado a su poder.

Hermione fue la primera en llegar a la estación para recibir a sus gemelos, sin embargo, a los pocos minutos arribo Draco, se saludaron cortésmente y esperaron juntos. El tren no tarde en llagar y una marabunta de niños y padres se aglomeraron, con paciencia esperaron que Scorpius y Antares bajaran, pero los minutos corrían y ninguno de los dos aparecía.

Algo no iba bien, ambos lo supieron al instante, cuando los últimos niños bajaban. Sin pensarlo dos veces  subieron a buscar en cada compartimento. No los encontraron por ninguna parta.

El mundo colapso bajo los pies de Granger, Draco tuvo que sostenerla para que no cayera,  sintiendo el mismo un miedo atroz creciendo en su interior ante la desaparición de sus hijos.

Muy lejos de ahí, Scorpius y Antares se encontraban inconscientes bajo la mirada vigilante de un par de ojos azules que no los perdía de vista con un vestigio de culpa.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top

Tags: