Odio
-7-
Odio
Se ve tan feliz, con un rozagante color en las mejillas, tiene una sonrisa boba y sus ojos tienen un brillo particular. Verla de esa manera solo hace que su odio crezca y la envidia caiga sobre ella, empapando cada fibra de su ser. Detesta ver la felicidad que no puede alcanzar. La culpa a ella, por embrujar a Lucius hasta el punto que no piensa en nadie más. Le destroza tener la seguridad que jamás podrá borrar su recuerdo, para al menos, ser la mitad de feliz de lo que es ella.
Ella lo tiene todo y la aborrece, por incluso poseer algo que ya no quiere, el amor de Lucius.
Mía se encuentra rabiosa a pocos metros de distancia de Hermione, la observa en silencio, mientras el odio por ella crece y se transforma en algo tan atroz y destructivo que la aterra. Ella no es una mala persona, pero el destino la ha golpeado tanto que tiene miedo y sus temores han mutado en otros mucho más letales y peligrosos.
Tras un pilar la observa, asechándola, buscando un momento. Aunque todavía no sabe cuál es o que espera, por el momento se conforma con verla y esperar, midiéndola, pensando en que es, eso que todos ven y admiran y que ella no posee.
Sus ojos azules han perdido la inocencia desde hace ya bastante tiempo, poco a poco bajo los golpes de la vida aprendió que se tiene que luchar por sobrevivir y ella estaba dispuesta a luchar con todo por no volver a caer en la inmundicia. Ya no es la misma chiquilla ingenua que imagina un mundo perfecto, en color de rosa.
En cuando ve a un hombre apresurar sus pasos para alcanzarla, abrazándola por la espalda con un solo brazo y con la otra mano le cubre los ojos, susurrando algo a su oído que la hace sonreír.
Un brillo peligroso, tintinea en los ojos de Amelia y sonríe con una idea que acaba de cruzar por su mente.
*o*O*o*
Luna… Lunatica… Luna…
Su nombre se repetía una y otra vez en su cabeza de manera obsesiva. Sabía que no era alguien trascendente, pero le molestaba no recordarla de antes, su memoria era prodigiosa y aun cuando el rostro de la rubia le resultaba familiar, no podía acordarse de nada sobre ella.
Arto se dirigió a la biblioteca de su mansión, dispuesto a sacarse esa duda que comenzaba a ser un fastidio, seguro de que cuando despejara la incógnita de la peculiaridad de esa chica podía borrarla de nuevo de su mente.
Quizás lo que le molestaba mas era saber que aquella chiquilla de aires infantiles conociera su oscuro pasado de Mortifago y que a pesar de ello, hablara del tema con tal naturalidad que le resultaba incomprensible. Generalmente las personas que conocían sus antecedente le rehuían, evitando tener cualquier acercamiento, intimidados y asustados la mayoría de las veces. Pero Luna no, ella le había hablado con un franqueza que no le conocía a nadie sobre su condición de ex mortifago y la etapa tan difícil que había vivido eso últimos años en el colegio.
¿Cómo podía ser posible? De qué manera podía conocer esa parte de su vida sin mostrarse intimidada o afectada de algún modo. No recordaba a nadie que le hubiera sonreído de la manera que lo había hecho ella, mucho menos conociendo lo que conocía de su persona.
De una de las estanterías tomo un tomo forrado de piel negra con el escudo de Hogwarts y comenzó a pasar las hojas una por una con detenimiento, era el anuario. Se sintió frustrado cuando no encontró su rostro en su generación, eso quería decir que pertenecía a una generación por debajo de él, o quizás dos, tomando en cuenta lo joven que parecía.
Se sentó con desgana en una de las sillas frente al escritorio, pensando en que no sería difícil averiguar quién era realmente. Estiro la mano para leer el periódico del profeta y fue justo en ese momento cuando la encontró en primera plana.
“Luna Lovegood, quien jugo un papel fundamental en la lucha contra el innombrable, contraerá nupcias con Rolf Scamander nieto del conocido naturalista, escritor y Profesor Newton Artemis Fido Scamander”
Fue entonces que su mente se aclaro y entendió los motivos por las había borrado a Luna de su mente. Un escalofrió le recorrió la espalda erizando cada bello de su piel.
En el colegio jamás le prestó atención alguna, era solo una más de las decenas de estudiantes, cuyas vidas le tenían sin cuidado.
La única y última vez que realmente la había visto, fue fuera de las puertas de la escuela, en un contexto que prefería olvidar. El había estado en la mansión Malfoy cuando Voldemor lo utilizaba como escondite, había sido obligado por su padre para permanecer ahí y servir a su señor en lo que le pidieran.
Todavía era un novato al que recientemente le habían hecho la marca en el brazo y aun así nunca había protestado o renegado de su futuro, porque siempre había tenido claro que no podía luchar contra su destino. Debía ser malo, esa era su naturaleza y de esa manera su padre lo crio desde pequeño. Pero sin duda saberlo era muy distinto a serlo en realidad, y esa noche descubrió que había un abismo de diferencia entre creer y ser.
Pocos, muy pocos sabían de su participación, y eran mucho menos los que habían sobrevivido para poder contarlo, pero había sido asignado a custodiar el sótano de la Mansión de los Malfoy. Theo llego una semana después de que Luna fuera capturada para chantajear a su padre, y fue torturada para obtener información sobre el paradero de Harry Potter, el estuvo presente solo al final del interrogatorio, cuando estaba a punto de desmayarse por el dolor que le había provocado un crucio, lo había mirado directo a la cara, con sus ojos azules lípidos, no había miedo en sus ojos o resentimiento, solo luz, la misma luz que había observado cuando chocaron.
Estaba seguro que lo había reconocido entonces y lo reconocía ahora que habían vuelto a verse. Luna Lovegood sabia quien era, aun así le había sonreído. Eso le hacía sentir confundido, pues sabía que si ella hubiera hablado, si en su momento hubiera atestiguara sobre su participación el estaría perdido, porque solo se había salvado por mera casualidad, al recibir la ordenado regresar al colegio como espía, poco antes de que se desatara la guerra.
Su vida había estado y aun estaba en sus manos, pero parecía que Lunatica no tenía intención alguna de perjudicarle y eso era lo que más lograba confundirlo.
-¿Quién eres realmente Luna? –Se pregunto en voz alta viendo la foto que se exhibía en el periódico donde ella sonreía. Le molestaba verla al lado de ese tipo, aunque achaco sus emociones al hecho de recién recordad a la rubia y todo lo que eso implicaba.
Su mente lógica le decía que había pasado mucho tiempo y que las posibilidades de que hablara serian casi nulas, pero aun así, estaba esa sensación de vacío en su interior y esa pequeña espina que le molestaba cada que pensaba en ella. Quería respuestas, esa era la verdad. No podía contentarse con solo suponer que Luna simplemente hubiera decidido quedarse callada y de alguna manera perdonarlo.
La palabra perdón no entra en su vocabulario, no comprende la dimensión de esa palabra que se utiliza tan a la ligera. Si él fuera ella, jamás perdonaría a sus captores y buscaría cobrar con creces por sus crímenes. Por tanto no concibe la idea de que Luna guarde el secreto que puede condenarlo tan fácilmente.
Estruja entre sus manos el periódico, dispuesto a encontrar las respuestas a sus preguntas ira por ella.
Sale de prisa de su mansión, con una idea clara en la mente, va ir a buscarla y cuando la encuentre aclarara las cosas, no está dispuesta a dejar de nuevo cabos sueltos y Luna Lovegood puede ser su perdición.
*o*O*o*
Narcisa escucha con calma, sin emitir palabra, ni traslucir ninguna emoción que pueda delatar como se siente en esos momentos, se lleva la taza de té a los labios con ligereza dando la apariencia de que solo posa sus labios en la fina taza de porcelana.
Tiene una elegancia glacial y una distinción que se nota en cada uno de sus movimientos, en la manera en la que se sienta con la espalda recta, en la posición de su rostro níveo y la manera en que mira a su interlocutor. Todo en ella está calculado a la perfección para mantener las formas y la clase, pero sobre todo para demostrar a quien tiene delante que no le afecta en lo más mínimo lo que ha venido a contarle.
-Es una mujer joven.
-Me sorprendería que no lo fuera. –Dijo sin emoción alguna, solo para aclara un punto. -¿Sabes quién es?
-Por supuesto, ese es mi trabajo señora mia. Su nombre es Amelia Catherine Outebridge. –Le tendió un folder con varios documentos con la identidad de la joven amante de su ex marido. –Es una joven de sangre pura, sus padres cayeron en desgracia después de la guerra y ella termino como prostituta en una de las elegantes casas de citas de Londres.
La rubia mujer de ojos azules, no dijo nada mas, se limito a dejar sobre la mesa una bolsa llena de galeones de oro. El hombre sentado a la misma mesa, comprendió que todo estaba dicho y que su trabajo había concluido, tomo la bolsa y se despidió con cortesía.
-A sido un placer Madame. –Dijo con ceremonia y sin esperar respuesta se retiro.
Cuando estuvo de nuevo a solas, suspiro con cierto alivio, pensando en que pudo haber sido mucho peor. No era que le alegrara descubrir la identidad de la joven amante del que había sido su marido, pero al menos había descartado esas sospechas que la había consumido durante tantos meses, hasta que decidió contratar lo servicios de un investigador.
Fue demasiada coincidencia que al poco tiempo en que rompieran su compromiso Draco y Granger, Lucius le pidiera el divorcio. Había sospechado que tanto la impura como su marido se entendían y que esa había sido la razón por la cual esa insulsa chiquilla echara por la borda un matrimonio lleno de beneficios.
No se imaginaba que sus sospechas eran ciertas, sin embargo, aun cuando le diera un poco de tranquilidad saber que no era la castaña, sin duda cobraría la humillación que le había hecho pasar Lucius.
Narcisa era consciente de las muchas amantes que siempre había tendido su marido, no era algo que le quitara el sueño, por supuesto, mientras ella fuera la esposa con todos los beneficios, aparentaba no darse cuenta de nada. La infidelidad era tan común para los de su clase, que no era de extrañarse que ella estuviera tan acostumbrada a fingir que nada pasaba.
Así que toleraba las escapadas de Lucius a aquellas casa de citas, siempre y cuando regresara antes de que nadie notara que no había pasado la noche en su casa. Toleraba los distintos perfumen impregnados en su ropa y las manchas de labial.
Toleraba mas no perdonaba. En silencio el resentimiento se iba acumulando de poco, hasta ser difícil de digerir, era una carga pesada que llevar a cuestas, una batalla que llevaba con mujeres que no tenían un rostro, pero si un cuerpo que entretenía a su marido.
Lucius siempre le cumplió en la cama, pero era ella quien a veces no podía lidiar con el peso sobre sus hombros, sabiendo que no era la única a la que tomaba y eso le revolvía la tripa, haciendo que tuviera al finar que fingir un orgasmo, antes de vomitarle encima llena de asco.
Por eso cuando termino la guerra y muchos de los beneficios que antes tenia se le fueron quitados, ella en el fondo se alegro, porque tuvo a Lucius solo para ella.
Y aun cuando detestaba emparentar con la impertinente de Hermione Granger, eso les garantizaba limpiar por completo su apellido, que era lo único que le faltaba para volver a ser feliz con su pequeña familia.
Pero todo cambio, al principio apenas noto como el temperamento de Lucius iba cambiando, primero a cuenta gotas y después simplemente le costaba entenderlo, parecía siempre molesto y ofuscado, siempre distraído con la mente en algún lado. Pero en la cama era como antes, como cuando eran jóvenes y la tomaba con ímpetu, con tal deseo que ella que hacia tanto no sentía ese fuego en el cuerpo se derretía en sus manos, deseando que fuera mas rápido que fuera mas rudo, que la hiciera gritar a todo pulmón como antes.
Tardo en darse cuenta que hasta la manera de tocarla era distinta, y cuanto más fuego demostraba más le sabían los labios a licor.
Ella habia estado tanto tiempo deseosa de atenciones, que cuando lo tuvo de nuevo en su cama solo para ella, reviviendo viejas paciones, olvido todo, incluso su resentimiento y se concentro en ser solo mujer, solo fuego, solo deseo, solo ella.
Confiada se dejo llevar, lo dejo colarse de nuevo bajo su piel y lo amo más que antes. La hizo de nuevo ser feliz, para después de golpe robarle todo y humillarla, al pedirle el divorcio, después de tantos años, de toda una vida y de tantas y tantas cosas que tuvo que soportar a su lado.
Narcisa le cobraría caro, muy caro haberla traicionado de esa manera y se cobraría con su joven amante Amelia.
*o*O*o*
Hermione estaba feliz, ese rencuentro con Draco le había logrado que sus sentimientos se aclararan y aunque habían dicho que se tomarían las cosas con calma, lo cierto era que estaba demasiado entusiasmada.
Creyeron que lo mejor sería mantenerse fuera del radar, para no tener que enfrentarse tan pronto a la opinión pública, por lo que intentarían ser discretos con su relación, hasta que lo creyeran pertinente.
Por esa misma razón había llegado a su oficina cuando sabía que ya nadie más estaría. Quería darle un sorpresa, pero sin duda la sorprendida fue ella, cuando al abrir la puerta se encontró con algo que jamás espero.
Draco estaba sentado en su amplio sillón de piel negra y sobre el una mujer agitándose de arriba abajo sobre su erección.
-¡Draco! –Exclamo a media voz cuando recupero el habla, sintiendo que el piso a sus pies se tambaleaba.
El rubio se sobresalto, mirando hacia la puerta, donde estaba la castaña recargada en el marco, con el rostro pálido.
La mujer parecía ni siquiera notar la presencia de la castaña, pues seguía moviendo sus caderas, gimiendo de placer, empalada en la erección de blondo.
Malfoy la veía con los ojos desorbitados, incapaz de hablar para decirle algo. Hasta que la vio girarse en redondo para irse, fue cuando despertó de su letargo.
Se levanto, quitándose con brusquedad a la mujer que tenia encima, se apresuro a subirse los pantalones para alcanzarla.
-¡Espero Hermione! –Le gritaba cuando el elevador estaba por cerrarse. -¡No es lo que crees, te lo jugo!
Fue lo último que escucho, antes de que se cerrara por completo la puerta. Hermione lloraba en silencio, gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas, tuvo que sentarse en el piso del asesor para recuperar el aliento, el dolor que sentía en esos momentos era indescriptible.
En la oficina una sonriente morena de ojos azules, sonreía malévola. El efecto de la pocima había pasado justo a tiempo.
*o*O*o*
Afuera llovía, por lo que Hermione llego empapada a su departamento con el corazón encogido por el dolor de la traición. Apenas cruzo el umbral de la puerta, tomo su varita para tomar las medidas necesarias para que Draco no pudiera entrar, ni siquiera acercarse a su puerta.
Bloqueo la chimenea y puso hechizos protectores y de escudo para que nadie pudiera aparecer dentro. Solo hasta entonces se dejo caer en el sillón más cercano llorando de tristeza.
Con lo que no contaba era que alguien la esperaba, oculto en las sombras.
-¿Estás bien? –Le pregunto desde la oscuridad, haciéndola brincar asustada y tomar su varita con fuerza.
-¿Qué haces aquí? -Cuestiono sabiendo muy bien de quien se trataba.
-¿Estás bien? –Pregunto de nuevo ignorando la manera en que le apuntaba con la varita, salió a la luz y comenzó a acercarse.
-Lo estoy.
-Nunca has sido muy buena mintiendo. No es necesario que me apuntes, no te are nada, a menos que tú quieras que te lo haga. –Sus palabras estaba llenas de promesas.
-¿Qué haces aquí Lucius? Pensé que habíamos sido suficientemente claros los dos, la última vez.
-Regresaste con Draco. –Acuso el rubio con celos mas disimulados.
-Ese no es tu problema.
-Claro que es mi problema. –Sonrió con sarcasmo. –Es mi hijo.
-Y cuando te ha importado que lo sea. –A penas lo dijo, se había arrepentido de pronunciar esas palabras, pero no había vuelta atrás.
-Me importa mucho, aunque no lo creas. Y te recuerdo que fuiste tu, quien entro a mi recamara aquella primera vez, así que no seas hipócrita.
-Reconozco que me equivoque y asumí las consecuencias, fue precisamente por esa razón que me aleje de Draco y que rompí nuestro compromiso, no podía casarme con el, después de lo que hice.
-Pero si puedes regresar con el, después de dejarme. –Reprocho.
-Yo no te deje. Tu decidiste que las cosas terminaran entre nosotros, ahora soy yo quien tiene que refrescarte la memoria para que recuerdes que te encontré acompañado y que fue ese el motivo por el que me marche. ¿A que vienes Lucius? Si te preocupa que regrese con Draco, ya no te preocupes, ya todo termino también entre nosotros.
-¡No mientas! –Exigió tomándola con fuerza de los brazos. –Te vi con él, se que han regresado.
-¡Suéltame! –Se removió molesta, liberándose de sus manos. –No sé porque te interesa tanto, pero ya que quieres saber, es verdad, regrese con Draco. –Cuando estuvo a punto de continuar para decirle que también ya se había terminado todo entre ellos, Lucius la interrumpió.
-¡No puedes hacerlo!
-¿Por qué no podría? Soy libre de hacer lo que me plazca. –Dijo con rabia, estaba cansada de que lastimaran, de que jugaran con sus sentimientos, que ahora quería descargar todo ese dolor y frustración que sentía.
-Tienes razón puedes hacer lo que quieras con tu vida, puedes estar con quien te plazca pero ¿Por qué con Draco? ¿Quiere hacerme daño?
-¡Hacerte daño! –Repitió incrédula, sin poder creer que alguien como el hablara de daño, cuando tanto la había lastimado ya. -¡Quien es ahora el hipócrita! –Reprocho. –Cuando tu y él me han destrozado de todas las maneras posibles.
-Sabes que nunca fue mi intención lastimarte.
-Pero igual lo hiciste y ahora vienes para reclamarme.
-Entiende Hermione, no quiero odiarlo.
-¿Odiarlo?
-Es mi hijo, no quiero odiarlo, pero no tolero que este contigo, no puedo soportarlo.
-Entonces siéntete tranquilo, ya nada tengo que ver con el. Le enseñaste bien, el es solo una copia tuya, con los mismos defectos.
-A que te refieres.
-Exactamente a eso. Draco es una copia fiel tuya, tiene las mismas debilidades por las morenas que tu.
-¿Por eso esta así? –Pregunto comprendiendo al fin las lágrimas.
-No se que pienses Lucius, pero pensé que a estas alturas y dado lo que compartimos ya conocerías mi debilidad por los rubios platinados que no creen en la monogamia, y aunque te suene estúpido, sigue afectándome, supongo que tengo mucho más desarrollado de lo que pensé mi lado masoquista. –Se burlo de ella misma, mientras caminaba hacia la cocina para sacar del refrigerador una botella de vino y se serbia una copa.
Hermione todavía llevaba la ropa empapada y se le pegaba al cuerpo, marcando sus curvas. El rubio tuvo que trabar en seco al notar además ese pequeño detalle. No ayudaba mucho a mantenerse sereno el hecho de que llevara un par de copas encima.
-Como comprenderás no estoy en mi mejor momento, no quiero ser grosera pero quiero estar sola.
-Vamos Hermione, que tipo de caballero seria si te dejo en este estado y sobre todo bebiendo sola, cuando lo podemos hacer juntos. –Su voz era un siseo, se escuchaba casi como el ronroneo de un gato que se frota en la pierna de su amo, para salirse con la suya.
Se acerco lentamente a ella, tomando desprevenida por la espalda, sin importar mojarse.
-Debes de quitarse la ropa querida, puedes enfermarte. –Susurro a su oído haciendo que la piel de ella se erizara. Rápidamente, con la maestría que solo dan los años de experiencia le desabotono el abrigo y la blusa, dejándola solo con el sostén que dejaba trasparentar sus pezones erguidos.
Ella suspiro, cerrando los ojos, ante esa audaz caricia. Pero cuando fue consciente de lo que estaba pasando, se asusto de si misma, poniendo distancia de por medio.
-Es mejor que te vayas.
-En realidad no quieres estar sola.
-No, no quiero estar sola. Pero eso no quiere decir que quiera estar conmigo.
-Repite eso cuanto quieras, hasta que tu misma creas tus mentiras.
-No es mentira Lucius.
El rubio se acerco de nuevo hasta estar a centímetros de su rostro, le tomo la barbilla para verla directo a los ojos.
-Dime que no me deseas, que no mueres por estar conmigo. – rozo sus labios con la yema de sus dedos. –Miénteme mirándome a los ojos, dime que me has olvidado.
Se quedaron en silencio unos segundos, solo mirándose a los ojos, midiéndose, disfrutando de un instante de recuerdos.
Hermione subió sus manos para tomar las suyas y las apretó suavemente antes de retirarlas con lentitud, sin dejar de mirar sus ojos grises.
-Te deseo, mi cuerpo te desea. Te mentiría si negara que en estos momentos quisiera tenerte dentro de mi, que me hicieras tuya. –Suspiro alejando sus manos. –Pero también me mentiría a mi misma si lo permitiera.
Los ojos de Lucious se dilataron hasta parecer dos rendijas negras. –¿Me rechazas?
-No podría rechazar algo que nunca a sido mío.
-Yo soy tuyo. –Declaro con vehemencia tomándola de nuevo entre sus brazos, esta vez de manera más urgente y necesitada.
-Ahora eres tu quien se miente. –Le dijo casi con dulzura, como si tratara de explicarle a un niño algo que no comprende. –Tú no eres de nadie, solo de ti mismo.
-Quizás eso era antes, pero no ahora. –Dijo intentando convencerla. –Soy tuyo, como nunca he sido de nadie.
-No mientas. –Suplico con los ojos llenos de lágrimas de nuevo.
Algo en lo hondo de su corazón le decía que era verdad aquella confesión. Pero no podía ser cierta, no ahora, no después de que se había resignado a tantas cosas, no cuando al fin había pasado la confusión, no ahora que le acaban de romper de nuevo el corazón.
-¡Lucius no! –Intento decir, pero sus brazos se aferraban a ella como si se tratara de una tabla salvavidas. –Por favor. ¡No me hagas esto! –Suplicaba con el rostro húmedo y el corazón latiéndole con fuerza.
-Soy tuyo, ya no puedo ser de nadie más. –Le contesto, cuando ya besaba su rostro buscando sus labios.
-¡No! –Casi grito, sofocada por el llanto, apartándose con brusquedad.
-No te resistas Hermione, sabes que me deseas, lo veo en tus ojos, lo siento en tu cuerpo.
-Es verdad, tienes razón. Te deseo. –Le dijo con la voz quebrada, pero extendiendo sus manos para impedir que se acercara mas. Te deseo tanto que duele no tenerte, tanto que me asfixia la necesidad de que me toques. Te deseo con tanta fuerza, que mi cuerpo se revela y mis instintos mas primarios santas y tengo que usar todas mis fuerzas, todo mi sentido común para no saltare encima en este momento.
-¿Por qué me detienes entonces? -Pregunto frustrado, molesto por sus evasivas, herido en su amor propio por experimentar su rechazo.
-Porque ya comprendí que no soy solo deseo, que no me conformo con calentar mi cama por un rato, que no me basta ser feliz solamente teniéndote entre mis piernas. Por que cuando todo pasa, después de que me haces tocar el cielo, caigo en el infierno y no basta cuantas veces me tomes, siempre termino igual de vacía.
-Pero ahora te ofrezco algo distinto, no te ofrezco solo pación y sexo. Yo también me di cuenta que no me es suficiente solo eso. Quiero todo.
-¿Quieres todo? –Repite y lejos de sentirse bien, se siente enfurecida.
-Pues llegas tarde.
-No es tarde, mucho menos si Draco ya no está en tu vida. –Esas palabras duelen y Lucius lo nota en su rostro. –Y si me deseas tanto como yo, podemos arreglar las cosas, hace que funciones.
Esta a punto de contestar, cuando llaman a la puerta.
-¡Hermione ábreme! Por favor escúchame. –La voz a otro lado de la puerta es de Draco, suena desesperado. Intenta abrir, pero nada lo logra, sabe que ella tomo medidas.
Hermione palidece y mira a Lucius con pavor en los ojos. El mayor de los Malfoy comprende cuáles son sus miedos, ella muchas veces le dijo que no quería que Draco supiera nada, para que no lo odiara, la castaña no soportaba la idea de quedar entre los dos, y que por su culpa lo odiara todavía más su hijo.
-Si lo que te detiene para aceptarme ahora es que Draco sepa de lo nuestro, voy a ayudarte con ello. –Le dice cuando ya está frente a la puerta dispuesto a abrirla. –Porque te amo y quiero que todo mundo lo sepa, incluso el.
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