Nuestra Culpa, No La Suya

Ahí estaban de nuevo como si los años que dejaron de verse no fueran nada, como si en un abrir y cerrar de ojos hubiera pasado todo y nada al mismo tiempo, como si los 365 días y seis horas de cada año que estuvo ausente  se evaporaran, trayéndoles de vuelta todo aquello que se suponía debía estar muerto y enterrado.

La miro en silencio, cruzar el despacho, sin apartar sus ojos de los suyos, esperadora de pie como el caballero que era mientras  se sentaba en una silla frente al escritorio donde alguna vez hace muchos años la había cogido –Sonrió para sus adentros al recordarlo–

Se sentó  después que ella, con la espalda recta como una tabla, esperando a que hablara, sin embargo, solo le miraba con sus ojos profundos y vivaces.

La tención podía cortarse con un cuchillo, mas ninguno de los dos estaba dispuesto a ser el primero en hablar a pesar de que el anhelo seguía en ambos tan latente que era imposible negar la atracción que corría por su piel como electricidad.

-¿A que debo tu visita Granger? –Pregunto por fin inclinándose hacia adelante, desafiante, con los ojos grises entornados y furiosos, bajo esa aparente tranquilidad.

-Quieren conocerte. –Se limito a contestar.

No era necesario aclarar a quien se refería, no cavia duda que Antares y Scorpius querían conocer a su padre.

-Pues temo no poderlos complacer. -Recargo de nuevo su espalda en el respaldo con aire indiferente.

-Comprendo. –Fue la única respuesta que salió de sus labios y de no ser por la manera en que jugueteaba con las manos, parecería completamente desapasionada por la respuesta recibida.

Se levanto con soltura y se despidió educada con un movimiento de cabeza antes de dirigirse a la salida, cuando está a punto de llegar a la puerta una mano se asió con fuerza de su brazo haciéndola girar y que terminara con la espalda pegada a la pared cercana.

Un grito se ahogo en su garganta por la sorpresa cuando se encontró el rostro de Draco a solo centímetros del suyo. Podía sentir su aliento caliente chocando contra su piel y su cuerpo apretándose contra el suyo.

-Crees que tienes derecho a regresar y pedirme que los vea como si nada hubiera pasado. –Siseo contra su oído, antes de volver a fijar sus ojos en los suyos esperando una respuesta.

Una mirada airada se reflejo en los ojos caramelo. –Lo que paso entre nosotros es muy aparte de tus hijos.

-¡Mis hijos! -Pronuncio con burla, logrando herirla.

-Sí, tus hijos. Puedes renegar de ellos, pero eso no quita que lo sean. –Poniendo las manos en su pecho lo empujo para alejarlo.

-¿Ahora qué quieres? ¿Qué los reconozco como mis hijos y les de mi apellido? No crees que es un tanto ridículo de tu parte esperar algo como eso.

-¡No te estoy pidiendo nada! –Grito furiosa con las mejillas rojas de indignación.

-Entonces no entiendo qué demonios haces aquí Granger.

-Vine porque nuestros hijos me lo pidieron. No espero nada de tu parte, solo espero que seas capaz de separar las cosas.

-¿A qué te refieres?

-Mis errores fueron y son solo míos, ellos no tienen la culpa absolutamente de nada. Si quieres y eso repara tu ego puedes desquitarte conmigo y seguir odiándome por el resto de mi existencia,  pero no tomes contra ellos algo que no les corresponde.

-¿Qué esperas? Que los reciba con los brazos abiertos después de lo que me hiciste.

-Espero que te portes como un hombre. –Contesto dando un paso para acercarse y señalarlo acusadoramente. –Ya es tiempo que te dejes de estupideces.

-No creo que seas la mas indicada para hablar de estupideces.

-Quizás no sea la más indicada, pero al menos yo puedo admitir que me equivoque, cuando tu no reconoces que también cometiste muchos errores.

-Ninguno de mis errores fue tan grave como los tuyos.

-¿Estás seguro? –Pregunto altanera  con los ojos brillantes por las lágrimas que estaba reteniendo.

Draco había pasado mucho tiempo culpándola como para reconocer lo mucho que el también se había equivocado. Quizás sus faltas fueron graves, pero él no tenía una conciencia tan limpia que le diera derecho de juzgarla tan duramente.

-Nunca fue mi intención herirte, estaba confundida y por esa misma razón termine nuestro compromiso, incluso tu me perdonaste.

-Cuando no sabía que el hombre por el que me habías dejado era mi padre, ¡Por todos los demonios!

-No es como si tú no hubieras estado con nadie después de que terminamos.

-Pero eso es muy diferente, no eran mujeres relevantes en mi vida, ninguna de ellas era tu madre. –Soltó con ironía.

-Relevantes o no, seguiste tu vida y yo la mía. Cuando nos encontramos en aquella librería y decidimos intentarlo, asumimos que estábamos dejando todo atrás, yo estaba sola, la relación que había tenido  había terminado meses atrás.

-¿Y eso debe hacerme sentir mejor?

-No espero que te sientas mejor, solo quiero que comprendas que no actué con intención de lastimarte ni a ti, ni a tu padre.

-Ni siquiera te atrevas a mencionarlo. –Dijo amenazante con los ojos grises chispeantes.

-Creo que esto ya no tiene caso. –contesto abatida, desviando la mirada. –No vine hasta aquí para discutir, ni siquiera para disculparme, estos años he pagado lo suficiente como para sentir culpa por algo que ya no tiene remedio. Si me atreví a molestarte fue porque tus hijos me lo pidieron y quise al menos intentarlo.

Inconscientemente mordió su labio inferior como solía hacerlo siempre que estaba nerviosa, evitaba mirarlo de nuevo, pues en ese momento muchas cosas en su interior se habían agitado. Todos esos años lo había extrañado, era una lucha constante lidiar con su ausencia y no enloquecer en el proceso, lo amaba, como nunca había amado a un hombre.

Con el paso de los años pensaba en el con menos dolor, pero con un ferviente deseo que jamas se extinga en su interior. Estar en la misma habitación revivía el fuego que el tiempo no pudo extinguir.

-Sera mejor que me vaya.

Apenas comenzó a girarse, cuando Draco tiro de su muñeca para hacerla chocar contra su cuerpo.

-¡Te odio!   -Le dijo mirándola y deseando profundamente que sus palabras fueran ciertas.

-Yo también te odio a veces. –Contesto con una sonrisa triste,  los ojos brillantes llenos de recuerdos.

La sostuvo así, entre sus brazos, apretándola contra su cuerpo, admirando las finas arrugas que comenzaban a nacer en sus ojos. Era el mismo rostro que recreo en su mente tantas noches de vigilia, tantos días interminables extrañándola,  los mismos ojos limpios, los  labios dulces invitándolo a besarla, su aroma intoxicándolo, su cuerpo encanijando con el suyo.

Entre ellos están los deseos dormidos, golpeándolos con fuerza hasta robarles el aliento, agitando el latido de sus corazones, teniendo la imperiosa necesidad de arrancarse la ropa y entregarse uno al otro como lo hicieran en aquellos recuerdos infinitos de placer de su pasado.

Estaban tan cerca el uno del otro que Hermione podía sentir la erección de Draco contra su vientre, enloqueciéndola, alterando de nuevo sus sentidos y su cuerpo.

Se inclinaba sobre ella  hasta rozar sus labios con los suyos y cuando entreabrió los labios para besarla, llamaron a la puerta.

Draco se separo de ella como si su solo toque lo quemara, paso con desesperación su mano por sus cabellos y camino hasta su escritorio dándole la espalda.

La castaña temblaba con la ausencia, con el rostro encendido y el calor quemando su piel.

-¡Adelante! –Indico

La puerta se abrió para dar paso a una mujer que choco ligeramente  su hombro con el de Hermione al cruzar por su lado.

 -Cariño espero no molestarte pero tu madre me pregunta si podemos cenar esta noche en su casa. –Dijo ignorando completamente  a la castaña que no apartaba los ojos de ella.

El rubio noto la manera en la que Hermione miraba a su prometida y sonrio con satisfacción.

-Que modales los tuyos querida, no has saludado a mi invitada, es Hermione Granger, posiblemente abras escuchado algo sobre ella. Granger ella es mi promedita Amelia Anderson.

Las palabras se le atoraron en la garganta a la castaña, era de esperarse que Draco hubiera seguido adelante y rehiciera su vida, pero una cosa era imaginarlo y otra muy distinta constatar con sus propios ojos que ella ya no significaba nada para el.

Amelia sonrió maliciosa  con el eterno rojo carmesí en sus labios acorazonados. –Es un placer conocerle.

-Igualmente. –Contesto apenas tratando de no perder la firmeza. –Estaba por irme, no me gustaría quitarles más tiempo, con permiso. –Se disculpo.

-Espera Granger. –Le pidió en el último instante el rubio.

Ella se giro lentamente ante la mirado furiosa de Amelia, que trataba inútilmente de contenerse.

-Vengan a cenar mañana, yo también quiero conocerlos. –Admitió. –Espero que no sea haya ningún inconveniente.

-No hay ninguno.  Mañana los traeré a la hora de la cena. –Contesto, para despues salir de manera definitiva.

El silencio se alargo unos minutos despues de que la puerta se cerrara tras las espaldas de la castaña.

-¿Qué demonio hacia ella aqui?

-No me digas que estas celosa.

-No soy estúpida Draco, se que ella fue tu prometida y no me agrada verla en tu casa, estaban demasiado raros cuando llegue.

-Tratábamos un asunto delicado.

-Y que asunto es si se puede saber. –Dijo con molestia mientras se sentaba sobre sus piernas.

Suspiro antes de hablar. –Supongo que es mejor que lo sepas ahora.

-¿Saber qué?

-Que tengo dos hijos con Granger.

-¿Qué? –Pregunto poniéndose pálida de repente.

-Como lo oyes, tengo dos hijos Scorpius y Antares están por cumplir 11 años. Así que piensa bien si quieres seguir con nuestro compromiso, porque estoy pensando seriamente en reconocerlos.

-¿Por qué ahora?

-Porque se me da la gana, no pienso darte explicaciones y no quiero ser grosero pero estoy muy  ocupado.

Amelia se levanto de su regazo humillada y furiosa, pero tratando de fingir sumisión. –Le confirmo entonces a Narcisa que iremos a cenar.

-Está bien. –Acepto a regañadientes, no le apetecía en lo mas mínimo ver a su madre ahora que se encontraba tan confundido, pero era mejor hablar de una buena vez con ella y ponerle al tanto de lo que estaba pasando.

Estaba dispuesto a confirmar que Scorpius y Antares fueran sus hijos y de comprobarlo estaba dispuesto a reconocerlos y darles su apellido. Después de todo, en algo tenia razón Hermione, ellos no tenían culpa alguna de los errores de ambos.

*o*O*o*

Esa misma noche cuando se disponían a cenar, alguien llamo a la puerta. Hermione se levanto de la mesa y se dirigió a la entraba para averiguar quien llamaba a esa hora tan inoportuna.

Su sorpresa fue grande cuando al abrir la puerta se encontró con quien menos esperaba.

-¡Buena noches Hermione!

-Lucius.

El rubio sonrio ante la expresión en el rostro de la castaña.

-Tantos años han pasado que te cuesta reconocerme.

-No es eso, no digas tonterías. –Le reprendió, sonriendo por fin. –Es solo que me has tomado por sorpresa.

-Sé que soy inoportuno, pero recién me entero que regresaste y quería verte.

-¿Quién es mama? –Se escucho una voz a sus espaldas preguntar.

Hermione giro y se encontró con el rostro lleno de curiosidad de Antares. Pasándole un brazo sobre sus hombros se puso a su lado.

-Es es Lucius Malfoy, tu abuelo.

Los ojos grises de Antares brillaron y sin previo aviso se lanzo con los brazos abiertos a un confundido hombre que no sabía cómo reaccionar ante el eufórico saludo de una nieta que apenas acababa de conocer.

Tímidamente sin dejar de abrazarse al cuerpo de Lucius que apenas habia atinado en darle un par de palmaditas torpes en la espalda, le pregunto. -¿Te quedaras a cenar con nosotros?

-No creo que sea conveniente.

-¿Por qué no?

-Supongo que puedo incomodarlos.

-Para nada estoy segura que a Scorpius le encantara que cenes con nosotros ¿Verdad mama?

-Por supuesto. –Admitió la castaña con una sonrisa en los labios. Nunca había visto a Lucius tan aturdido y confuso, lo que le causaba gracia.

El gran Lucius Malfoy se vio arrastrado por una emocionada rubia que se mantenía colgada de su brazo. Cuando llegaron al comedor la mesa ya estaba servida.

Cuando Scorpius levanto la vista de la revista de quidditch que estaba leyendo se sorprendió al encontrarse con un hombre alto, de razgos muy similares a los suyos, era imposible no darse cuenta del parentesco. Con seriedad se levanto de la mesa hasta quedar enfrente del visitante.

-Soy Scorpius Granger, es un placer conocerle. –Dijo cortésmente ofreciendo su mano con toda propiedad.

-Es un gusto conocerte jovencito.

-Puede llamarme Scorpius. –Le corrigió

-Lucius se quedara a cenar con nosotros. –Aviso Hermione ocultando una sonrisa.

El rubio mayor termino sentado a la cabeza del comedor rodeado por dos pequeños que no dejaban de mirarle con admiración. Era incomodo sentir sus ojos puestos sobre el mientras trataba de asimilar que era abuelo mientras trataba de tragar la comida de su plato.

Al principio solo se escuchaba el suave sonido de los cubiertos, los niños a penas eran capaces de comer, sentían el estomago revuelto de la emoción, conocer a su abuelo o alguien de su familia además de su madre y sus abuelos maternos era un suceso que llevaban esperando por mucho tiempo.

Cuando degustaban el postre Antares dejo la cuchara con delicadeza a un lado del plato, era incapaz de seguir comiendo cuando tenia una pregunta atorada en la garganta desde que empezaron a comer. Se limpio la boca con la servilleta y por enésima vez poso sus ojos sobre aquel hombre.

-¿Tu si nos quieres? –Lanzo la pregunta con seriedad, no había en sus palabras atisbo alguno de reproche o resentimiento.

-Es una pregunta difícil. No me malentiendas –Explico al verlos inclinar el rostro con incomodidad de manera sincronizada.- Yo no sabía de su existencia.

Los rostros de Antares y Scorpius se giraron para mirar esta vez a su madre.

-Lo siento, no fue mi intención que te enteraras hasta ahora. En realidad estaba segura de que Draco te había contado.

-Y lo hizo pero hace apenas unos días.

-Pero entonces, sí nos quieres. –Insistió la rubia.

-Ha sido una gran sorpresa, pero mentiría si no les dijera que me siento gratamente complacido de conocerlos, son la viva imagen de su padre, aunque también tienen mucho de Hermione, son todos unos Malfoy ¿Cómo no quererles?

A Hermione se le había formado un hueco en el fondo del estomago, no esperaba que Lucius no supiera de la existencia de sus gemelos, no se había atrevido a escribirle ella directamente para no prestar ese solo hecho a algún malentendido que complicara aun más la situación, habia esperado que Draco le contara al menos algo de Scorpius y Antares.

-¡Buenas noches! –Saludo una voz varonil desde el umbral del comedor.

-Bienvenido, pensé que no llegarías a cenar. –Dijo Hermione levantándose de la mesa para presentarlos,  Lucius el es  Aron Goncourt.

Los hombros de Malfoy se tensaron, pero se mantuvo imperrimo estrechando la mano que se le ofrecia.

-Es un placer conocerlo. –Dijo con educación, estrechado su mano.

-No quiero interrumpir, creo que será mejor que me vaya.

-No podría quedarse un momento más. –Suplico Antares.

-Sera en otra ocasión pequeña, aunque no dudes en que pronto volveremos a vernos, perdimos un tiempo precioso, pero tenemos mucho por delante. –Prometio.

Hermione lo acompaño a la salida.

-Te ves muy bien, se mama te sentó de maravilla.

-Gracias.

-Entonces ese tal Aron es tu marido.

-Es una historia muy larga de contar y ya es muy tarde.

-¿Lo dejamos entonces para mañana?

-Mañana llevare a los niños a cenar con Draco.

-¿Está segura de eso?

-Es su padre, no les haría daño.

-Si, me imagino que ha sido un gran padre estos años.

-Creo que no están en posición para opinar sobre eso.

-No me vengas con esa porquería.

-No Lucius, tu no me vengas con esa mierda, he hecho las cosas como mejor he podido, no  necesito de tu condescendencia o tus consejos.

-Ese tal Aron, fue lo mejor que conseguiste.

-No tienes derecho de opinar sobre mi vida privada, perdiste ese derecho cuando te encontré con aquella mujer y terminamos. –Siseo molesta casi en un murmullo para que no la escucharan. -Ahora lo que menos necesito es que vengas  y pretendas intervenir en mis decisiones, son tus nietos y puedes verlos tanto como quieras, pero no esperes que te permita entrar de nuevo a mi vida.

-Me estas culpando de lo que paso.

-No te estoy culpando de nada,  pero quiero ser clara Lucius. Regrese porque mis hijos me lo pidieron, no quiero agitar el pasado, solo trato de darles la oportunidad a Scorpuis y Antares de conocer sus raíces, tienen derecho de conocer a Draco. El bien puede aceptarlo o no, pero no seré yo quien tome esa decisión por él.

Hermione se quedo con un amargo sabor de boca, aun no se recuperaba del fuerte golpe de supuso conocer a la prometida de Draco, como para ahora tener que aguantar a un posesivo Lucius cuestionando sus decisiones y celándola como si aun tuvieran una relación que los uniera.

    

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