Mía vs Hermione
-5-
Mía / Hermione
Lento, tu corazón se aparta del mío,
no es falta de amor es por la amargura y el dolor de las decepciones,
es por las palabras que no se dicen por orgullo
y las que se dicen con afán de lastimarnos.
Lento, tu camino se aleja del mío,
no por falta de cariño, sino por exceso de confianza,
es por pensar que es suficiente mantener con migajas los amores,
Creer que es suficiente vivir del placer de la carne.
Lento, la felicidad se va alejando
dejando un sabor amargo de desencanto,
un anhelo de mantener lo que tuvimos,
un deseo intenso de que todo fuera diferente.
By Helena Grand
Su boca se lleno de hiel, un sabor amargo que inundo su boca, como si fuera un veneno corrosivo. Sabía lo que iba pasar desde que la vio marcharse y aun a pesar de saberlo, no podía evitar sentirse furioso, como si estuviera traicionándolo, como si los meses que pasaron juntos no fueran nada. Era estúpido sentirse de esa manera y se odiaba a si mismo por sentirse como un insensato crio cuando le han quitado algo que quiere.
Se quedo de pie como si observara con atención los libros exhibidos en el aparador de la librería, aunque en realidad lo único de lo que no podía apartar su vista era de la manera en la que su hijo besaba a la mujer que representaba sus deseos más profundos.
Tuvo suficiente cuando la vio estremecerse por ese beso. Humillado y herido apretó con fuerza la empuñadura de su bastón y continúo su camino, con andar elegante, mostrando esa mascara perfecta de indiferencia, aunque sin poder quitarse de su mente la sensación de haber hecho algo verdaderamente estúpido y estar pagando las consecuencias.
Todo era peor, mil veces peor de lo que hubiera imaginado. Se había preparado, si, pero la realidad superaba con creses sus pronósticos. No era estúpido, Hermione era una mujer joven y hermosa, muchos seria los hombres que darían cualquier cosa por tenerla, incluso había previsto que Draco no perdería oportunidad de cortejarla de nuevo cuando se diera cuenta que no era fácil sustituir a alguien como ella.
Pero al verles, llego de golpe con más fuerza los malditos celos que había sentido antes cuando no había sido suya y ahora se multiplicaba por cien para hacerle vivir en carne propia una amargura y una rabia que nunca pensó sentir.
Tuvo que tomarse un momento para recuperarse del golpe y se metió sin ser visto en un solitario callejón. Pego su espalda al frio muro, respirando con fuerza, dejando que cada poro de su piel se inundara del odio que sentía contra el mundo y contra el mismo.
La quería de vuelta en su cama, solo para él. Ahora le resultaba intolerable pensar que incluso Draco podía tocarla. Sin pensarlo, sintiendo la impotencia sumarse a sus demás males, golpeo con el puño la pared de enfrente varias veces hasta que el dolor se hizo tan intenso que nublo un poco, solo un poco sus demás pesares.
Cuando se sintió de nuevo dueño de sí mismo y reprochándose sus debilidades, salió del callejo con el mismo andar elegante y la mascara indescifrable para seguir su camino, una mujer lo esperaba y pensaba usarla para intentar olvidar.
Mía esperaba sentada en un mullido sillón, en un amplio salón del que hasta el momento era lo único que podía considerar como un hogar. Era el último piso de una elegante residencia donde se ejercía uno de los oficios más antiguos, se vendía placer al mejor postor, comerciaban con su cuerpo en los círculos más altos de la sociedad mágica o aquellos que pudieran por supuesto permitirse aquellos lujos.
Enfundada en un precioso vestido de color humo, con zapatillas altas. Su maquillaje perfecto hacia lucir el esplendor de sus bellas facciones, sus ojos azules brillaban entusiasta por un futuro que parecía menos negro que antes. Aguardaba a que llegara Lucius, tenían prevista una cita, una de las muchas que tenían desde que paso esa gloriosa semana en su casa teniendo sexo a todas horas.
No era tonta, sabía muy bien que ella solo era un medio de olvido. Así lo supo desde que vio a esa muchacha castaña de ojos tristes marcharse de la casa del señor Malfoy. Lo reafirmo poco después cuando lo sintió estremecerse bajo su cuerpo después de tener sexo y si algunas dudas le quedaban cuando la condujo al cuarto del baño para tomarla de nuevo, en ese momento se disiparon.
Ese día pudo darse cuenta lo que Lucius pretendía. Deseaba olvidar. Quería borrar el recuerdo de la mujer que se había marchado. Podía sentirlo en su toque, en la violencia al tomarla, en sus palabras feroces que no iban dirigidas a ella.
En el baño cuando la tenía sometida contra el lavamanos, lo vio esplendoroso, excitante, con su cabello largo platinado y sus ojos grises llameantes de una pasión que no era despertada por ella. Lo sintió entrar inundado por una rabia tan palpable que por un momento se quedo sin aliento, presa del miedo. Grito y gimió hasta que su garganta quedo lastimada, pero era imposible contenerse a la intempestiva actitud de Malfoy.
Fue una semana caótica en la que recorrió palmo a palmo cada lugar de esa casa veraniega, teniendo sexo en los lugares más inverosímiles. No podía quejarse, los encuentros eran sumamente satisfactorios, pero de alguna manera no podía quitarse de la mente la sensación de que Lucius intentaba borrar el recuerdo de la castaña, exorcizando todos y cada uno de los lugares en los que habían estado juntos. Esa era la verdad, la única razón por la que el rubio había pedido que Mia se quedara esa semana en su casa, no sabía cómo lidiar con los fantasmas que se habían quedado esparcidos en la alcoba, la sala, el comedor, la estancia, incluso en sus noches locas en los jardines.
Intento espantar sus demonios, descargando sus paciones en el cuerpo joven de Mia. Beso su piel saboreando un sabor distinto, intentado que sus labios, sus dientes y su lengua perdieran la memoria de otros sabores. Sus manos viajaron por las curvas sinuosas de su desnudes, palpando la suavidad de una piel de terciopelo. Entro en ella sin prisas, mas con convicción de perder un poco de la pesadumbre que le había dejado su partida.
Tomo todo de ella, no solo su cuerpo, si no su voluntad, sometiéndola a sus deseos, intentando olvidar, pero también encontrar otro rumbo que lo mantuviera alejado de los estúpidos anhelos de mierda que lo estaban consumiendo.
<¡¡¡No eres nadie!!!> Las palabras habían escapado de su boca, venenosas, escurriéndose del centro de su rabia, de su odio ciego contra su inocente presa. Sabía que no era ella, pero era imposible, incluso insoportable contener esas palabras aun cuando el destinataria había huido para siempre de su lado.
Se hundía en ella sin piedad, como alguna vez lo había hecho con Hermione, cuando no soportaba que Draco hubiera estado antes que el tomando su cuerpo. Apretaba los dientes conteniendo mas improperios que se acumulaban en su garganta, blasfemias contra el mundo, contra ella y también contra el mismo.
La tenia contra la fría pared, empalada en su erección con las piernas enredadas en sus caderas, bufando en su oído <¡No eres nadie!> mientras la azotaba en cada arremetida, airado, furioso, hambriento y sediento de otro cuerpo.
Se derramo en ella, presa de sus indomables sentimientos, vacio del calor que alguna vez había sentido al venirse, al culminar su orgasmo secundado por un beso. Más no se dio por vencido y la llevo con determinación a la alcoba para que su perfume francés inundara el espacio, para que dejar su huella en las sabanas y su esencia en el ambiente.
La recostó sobre la cama, específicamente en el lado que alguna vez había ocupado ella, no le importo profanar sus recuerdos más sensibles, locos o candentes. La tuve en plenitud de todas las formas posibles y aun cuando se sintió cansado no se dejo vencer, pues tenía la convicción de hacer que no hubiera un lugar que pudiera albergar el único recuerdo de Hermione.
No quería admitir que fuera realmente especial, por eso no quiso conservar un lugar que pudiera evocar su recuerdo. Tomo a Mía de la misma manera en la que había tomado a Granger, sin escrúpulos, ni culpa y sin amor.
¡Que se fuera todo a la mierda! A esas altura de su vida no necesitaba plantearse la existencia de algo como el estúpido amor, ya no tenía la edad, el tiempo, ni las ganas para adentrarse en los parloteos de adolecentes descerebrados que creen que no pueden vivir sin amar.
Todo era pasajero, así seria esa obsesión por Granger, pasaría como pasa toda mala enfermedad, el tiempo lo cura todo, el tiempo lo curaría de su estupidez transitoria. Por eso se entretenida con el cuerpo joven de Mía, por eso ahora se dirigía con paso firme a su cita con ella.
No dijo palabra cuando la encontró sentada en un sillón en el amplio salón, solo la tomo del brazo y la levanto con excesiva violencia, llevándola consigo en dirección a los privados.
Desde el mismo monto en que lo vio entrar, supo que algo ocurría, sin importar que su rostro se mantuviera impasible. Lo notaba en la tención de su cuerpo y el brillo asesino que bailoteaba en sus pupilas dilatadas. Tuvo que contenerse para no ponerse a temblar como una cría asustada, se mordió la lengua y se dejo conducir al reservado que tenían.
A penas cerraron la puerta a sus espaldas supo lo que le esperaba y aun a pesar del miedo no pudo evitar sentir un calambre en su vientre debido a la anticipación.
La habitación estaba iluminada con luz tenue, un diván estaba dispuesto en uno de los extremos, en el centro estaba una cama amplia de cuatro postes. Todo era elegante, decorado de manera sobria y exquisita. Pero sin duda eso era lo menos importante en ese momento.
Lucius estaba trastornado, su corazón latía con fuerza, con venencia, estaba furioso, enloquecido, lleno de rabia y de celos, de impotencia y desesperación. Deseaba destrozar aquella habitación hasta dejarla en los cimientos, más sabia que debía contenerse y conformarse con aquel apetitoso bocado que tenia delante.
Tomo su rostro con una de sus enormes manos, clavando sus dedos en sus lozanas mejillas, la miro a los ojos y al ver ese mar azul en sus pupilas, se vio invadido por una nueva oleada de calor y furia. La soltó, solo lo justo para sacar de la empuñadura de su bastón su varita.
Mía tembló presa del pánico, con ese par de ojos plata llenos de un instinto asesino, se contuvo de gritar mordiendo su lengua, sabiendo bien que de ese momento dependía su futuro cercano. Hizo acopio de todas sus fuerzas para que sus piernas no flaquearan y espero a que pasara lo que tenía que parar, después de todo, si en ese arranque de ira la mataba al fin podía librarse de esa vida de mierda.
No pronuncio hechizo alguno, la chica incluso pensó que no había hecho nada pues no se sintió de ningún modo diferente. Pero se dio cuenta de que sus suposiciones eran erróneas cuando fue conducida con más tranquilidad al espejo de cuerpo completo con marco de plata que estaba en un extremo de la habitación.
Fue entonces que abrió los ojos sorprendida, cuando el reflejo que le devolvía el espejo no era el suyo. Eran otros ojos las que la miraban, era otro rostro, otra cara y a pesar de todo sabia demasiado bien de quien era esa imagen.
El cabello negro, liso y largo, era ahora una mata indomable de rizos castaños que enmarcaba un rostro de rasgos suaves y salpicado de pequeñas pecas en la nariz y mejillas, era un par de centímetros más baja y sus formas voluptuosas eran mas discretas, sin embargo, al ver el rostro pálido de Lucius encontró muchas cosas que nunca había visto antes.
Amelia se habia tomado el tiempo de investigar un poco de la vida de Malfoy. No fue difícil averiguar sobre su sonado divorcio y el compromiso cancelado de su único hijo, lo que le habia sorprendido sin duda, era enterarse que la prometida era no solo una heroína de guerra, si no que además era la misma mujer que habia visto aquella tarde en casa de Lucius.
Ahora frente al espejo estaba la imagen de Hermione Granger, la heroína, la eminencia del ministerio según había leído en los periódicos y revistas que habia conseguido para saber más de esa joven.
Sobre su hombro pudo observar a Lucius mirándola con un deseo creciente, con un hambre que era tan palpable que la hizo estremecer. Fue entonces que se le ocurrió hacer un gesto que había visto en varias de las fotos en las que aparecía.
Mordió su labio, sin pensarlo siquiera y eso fue la perdición de Malfoy. La hizo girar hasta tenerla de frente, la observo torturando con sus blancos dientes su labio inferior como solía hacerlo Hermione cuando estaba nerviosa, mas eso no fue todo, a pesar de su aparente timidez se atrevió a mirarle a los ojos con un brillo travieso.
Fue todo lo que necesito para invocarla, para traer de vuelta los fantasmas, para hacer que de nada valieran el exorcismo que realizo a su casa cuando su corazón seguía latiendo por ese demonio castaño de rostro tierno.
De un tirón rompió el vestido, dejándola solo en lencería, medias y tacones altos. La tomo por la nuca, tirando con fuerza de sus cabellos y la beso, hundiendo su lengua, absorbiendo todo de ella, hasta dejarla sin aliento.
-¡Desnúdame! -Le ordeno casi sin aliento, sin dejar de besarla, sin dejar de enterrar sus manos en la piel desnuda. Ella obedeció, lentamente y sin torpeza alguna.
No solo se contento con desnudarle, tomo su pene erecto entre sus manos, acariciándolo la sedosa piel, la dureza de su falo.
-¡Basta! -Susurro con voz profunda. Haciendo que se detuviera y lo mirara esperando su siguiente orden.
Mas no fueron palabras las que siguieron, fueron sus manos las que le indicaron que se pusiera a gatas en el borde de la cama. De un jalón le rompió las bragas para tener libre acceso a su intimidad.
-¡Quiero hacerte daño! -Pronuncio rechinando los dientes.
-¡Hazlo! -Le dijo valiente, sin dudas. Imaginando que eso era lo que quería para desahogarse. Desde su posición no pudo ver como la enorme mano de Lucius se alzaba, pero lo supuso cuando lo sintió contener el aliento, antes de hacer que se estrellara contra sus nalgas.
-¿Esto es lo que quieres? -Pregunto con una sonrisa sádica.
-Lo quiero. -Replico mientras una segunda nalgada hacia que su piel ardiera. -¡Mas! -Exigió envalentonada por lo que sabía que estaba despertando.
-No sabes lo que dices. -Advirtió con voz diversa.
-¡Hazlo, no seas cobarde! -Grito presa de su frustración acumulada, celosa de que Granger pudiera afectar tanto en su vida aun sin conocerla.
Alguien como el, no dejaría pasar el reto, ni perdonaría el insulto, haría que esa chiquilla pagara y lo haría de la mejor manera, mas aun que en ese momento se parecía tanto a Hermione que será un placer escarmentarla.
Fue hábil al atar sus muñecas a la parte baja del poste de la cama, para tenerla completamente inclinada y con las piernas abiertas. Era una imagen demasiado erótica para no verse afectado la tenia desnuda solo vestida con sus medias, tacones altos y el trasero al aire.
A esas alturas ya tenía las nalgas rojas por el azote de sus manos, pero en ningún momento se había quejado y eso le gustaba. Entro en ella con fuerza, haciendo que su espalda se arqueara y jalo de sus cabellos para imprimirle ritmo a sus embestidas.
-¿Querías esto no? -Pregunto hundiéndose con más fuerza.
-Lo quiero. -Contesto altanera y como respuesta sintió un nuevo golpe. La piel de sus nalgas le ardía como el infierno, era doloroso, pero también erótico. Era como si con cada golpe sus sentidos se alertaran más y fueran más sensibles.
Cuando sintió que estaba a punto del orgasmo se detuvo y salió de ella, solo para desamarrarla. Quería ser cruel, quería dañarla, quería que pagara, quería que sintiera tanto dolor hasta que perdiera la conciencia, pero al mismo tiempo, al ver su rostro y su cuerpo aun cuando supiera que realmente no era ella, algo más profundo despertó de su interior.
La recostó en la cama y la cubrió con su cuerpo, entro en ella con maestría mientras besaba su boca, acaricio su rostro acelerando el ritmo, beso sus pechos. Por un instante, quizás uno muy breve quiso hacerle el amor, mas no sabía cómo y entonces sin más remedio, volvió a dejarse dominar por la bestia que es todo instinto y entro con fuerzas queriendo desgarrar sus entrañas y mordió con fuerza sus hombros y sus pecho hasta que la llevo consigo al infierno de un orgasmo que lo dejo mas vacio.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top