El Lugar Correcto del Corazon
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El lugar Correcto del Corazón
“… Quiero verte, mas mis ojos están tan nublados por la intensidad de mis sentimientos, que mareada tengo que cerrarlos, cuando siento tus caricias como seda suave aturdirme como un murmullo que se hace cada vez más fuerte, hasta que es como si cientos de voces se alzara en el único sonido acelerado y acompasado de mi corazón; mis parpados se mantienen firmemente apretados, mientras esparces tus húmedos besos por cada vertebra de mi columna… me estiro, suspirando, para después retener el aire en mis pulmones, mientras mi espalda se arquea; con cada sensación a flor de piel, con mi sistema nervioso mandando descargas eléctricas a mi cerebro ya desconectado de la realidad… te tengo, o quizás es mejor decir que me tienes, perdida y loca, deseando que aplaques el fuego de mi vientre, mientras sigo intentando no ahogarme con mi propio deseo… suspiro cuando detienes tu habilidosa boca y gimo, reclamando la ausencia de tus besos…”
Todo se volvió caótico después de ese primer beso, los recuerdos, anhelos y deseos se cernieron sobre ellos abrumadores e intensos; era como traer una bocanada de aire fresco a sus pulmones después de haber contenido la espiración por largo tiempo, aun cuando no sabían hasta ese momento lo mucho que necesitaban volver a respirarse uno al otro; era como rememorar algo que realmente nunca habían olvidado por completo, porque ahí, en su piel encontraron la memoria emborrada de sus propios sentimientos como tatuajes desteñidos pero presentes en las capas profundas de su piel.
“…Me tienes desnuda de nuevo sobre tus sabanas, lista para acogerte en mis entrañas, lista para que me lleves de la mano al cielo y aun mas lejos, como antes… pero te detienes y te siento tenso sobre mi espalda, te apartas de mi, dejando un frio que hace que se encoja mi corazón de miedo…”
Fue un beso limpio de reproches, donde ya no hacían más daño los fantasmagóricos recuerdos de su pasado, era sin duda, como empezar de nuevo por caminos menos espinosos. Pero nada es tan simple en el orden lógico de las cosas, porque si bien sabia que le quería, su corazón estaba dividido en dos.
-Yo no… -Intento decirle, sintiendo aun la tibieza de sus labios sobre los suyos, pero las palabras se le atoraban en la garganta. No podía decirle que estaba enamorada también de su padre, era tanto como terminar de destruir una ya deteriorada relación y no podía causarles tal daño a ninguno de los dos.
No espero que levantara su mano y silenciara su boca, colocando uno de sus dedos largos sobre sus labios. –Sé que hay alguien más. –fueron sus palabras.
La sangre le abandono el rostro y un helado escalofrió trepo su columna vertebral hasta su nuca, como si una mano helada le subiera por la espalda y tirara con fuerza de sus cabellos. <¿Cómo sabes?> quiso preguntar pero no fue capaz de formular la pregunta.
-¡Te conozco! –fue la respuesta a esa pregunta no formulada, suspiro acariciando con suavidades los contornos de su rostro. Había un dejo de frustración y celos en sus palabras, pero seguían siendo resueltas y seguras. –Se que aun me quieres y eso es lo que importa, no me interesa saber de tu pasado, siempre y cuando yo sea tu futuro.
El pulso se le acelero, recobrando el color de sus mejillas, no podía despegar sus ojos del gris profundo de su mirada. Supo con toda certeza que no mentía, que estaba dispuesto a olvidar su frustrada boda y a ese otro que había hecho que dudara de dar ese último paso al altar.
-También se que tienes dudas, pero si me das la oportunidad, quiero demostrarte que podemos tener un futuro juntos, te amo.
Por un momento habían olvidado que aun se encontraban en la librería, rodeados por estanterías llenas de libros de todos los tamaños y colores; no escuchaban los murmullos que habían levantado con ese beso que se dieron, ni las miradas curiosas que estaban fijos en ellos. Todo a su alrededor se había desvanecido mientras se miraban, esperando encontrar una respuesta en lo profundo de su interior que se reflejara en el brillo de sus ojos, para no necesitar palabras que formulara una respuesta.
Una tímida sonrisa tintineo en las comisuras de su boca, antes de morder con sus dientes el lado inferior. Esa era la respuesta simple a la complejidad de su relación.
Se inclino sobre ella, tomando le rostro con ambas manos, feliz por encontrar una esperanza en la luz de sus ojos. La beso suavemente y la miro de nuevo como tanta pasión en su mirada que un escalofrió le recorrió la piel a la castaña. Tomo su mano, entrelazando sus dedos con los de ella y la condujo fuera de la librería, sin poder borrar la sonrisa de idiota enamorado que nadie conocía, ni siquiera él.
“…Giro aturdida, sobre tus sabanas, sintiendo vulnerable, desprotegida, no por la desnudez de mi cuerpo, si no por la de mi alma… tengo miedo de encontrar la duda bailoteando en tus pupilas grises y darme cuenta que al final has comprendido que no puedes seguir adelante, mi corazón golpea con fuerza el interior de mis costillas, el pánico se quiere apropiar de voluntad para salir corriendo…”
Se dejaba guiar entre la gente, percibiendo la calidez de su varonil mano de largos dedos sosteniéndola con firmeza, una oleada de adrenalina golpeo su sistema, dándole la sensación de que volaba, un agradable calor se extendía en el interior de su pecho con cada latido de su corazón. Se sentía tan bien tener enlazadas las manos, seguir sus pasos, mirarle con esa sonrisa irresistible y su cabello moverse rebeldes por el viento.
Arropada por la felicidad, era consciente de lo bien que encajaban sus manos, de la manera en que se sincronizaban sus pasos y lo bien que se sentía estar a su lado. Estando con el, no existían dudas, no había preguntas que hacer que la torturaba, estando con el, parecía tener todas las respuestas, o quizás, era que ninguna pregunta parecía tener valor cuando se encontraba gravitando a su alrededor y sentía que de alguna manera todo estaba bien.
Mientras era conducida por el callejón Diagon, recordó la primera vez que se vieron, pero no en el colegio cuando eran enemigos jurado, sino la primera vez que en verdad se vieron como dos personas sin un pasado familia y de sangre o un presente lleno de cicatrices que siguieran sangrando por los errores.
Quizás había sido solo una casualidad o tal vez era que el destino lo tenía escrito de esa manera, pero fue como un fenómeno cósmico, como si todos el universo hubiera confabulado en su contra o los planetas se hubieran alineado para propiciar ese encuentro. Cuando se miraron, cuando realmente se miraron sin los prejuicio que alguna vez los hubieran azotado, sin los resentimientos que fueron resultado de tantos años de insultos y maltratos; cayeron en cuenta que había entre ellos una chispa que no podía seguir ignorando.
“… Levante los ojos reuniendo el poco valor que me quedaba, intentando retener las lagrimas que pugnaban por escapar de mis ojos, sentir el frio de tu repentina lejanía lleno de plomo mi estomago y de un sabor amago mi boca… ahí estabas, frente a mi observándome de tal forma como si pudieras leerme y resolver los enigmas mas grandes de la existencia… la tenue luz que se filtraba por entre las cortinas me permitió ver tus pupilas dilatadas por el deseo, estas desnudo como yo y esperas encontrar lo que buscas, un destello se expande por el gris oscuro de tus ojos como si repentinamente comprendieras algo…”
Llegaron a su apartamento con la feroz hambre que desata el deseo, se besaron con desesperación, con ansias, con anhelos de apagar el fuego o encenderlo más.
Draco siempre había sido dueño de si mismo, calculador y meticuloso, interponiendo su razonamiento pragmático a cualquier otra cosa, mas ahora, no necesitaba pensar nada o razonar nada que no fuera lo que está sintiendo en ese momento por que la amaba, la amaba como nunca había amado a nadie.
“El amor es debilidad” se había repetido hasta el cansancio, obligándose a no amar nada, ni a nadie, intentando seguir las enseñanzas de su padre y ser tan fuerte y tan duro, tan frio y firme, como un Malfoy debía ser.
“… Hermosa en tu desnudez, con tu piel de terciopelo cual durazno, escucho los sonidos que escapan de tus labios en ardorosos murmullos, palabras que no terminan de formarse y se destruyen en suspiros largos y jadeos que solo hacen que mi sangre se encienda y se convierta en un alud de lava incandescente… estas tendida sobre la cama, mi cama esa que ha estado tan fría sin tu presencia, tan vacía sin ese aroma tuyo a primavera… te siento temblar, contener el aliento mientas te beso y descubro que no hay mejor sabor que el tuyo… mis manos suben por tus piernas lentamente y es tortura, para ti, para mi, pero quiero ir lento, que desees tanto como yo, que sientas tanto como yo, que sufras un poco, por lo mucho que he sufrido sin ti... es excitante besar la curva pronunciada de tus nalgas y escalar por tu columna vertebral mientras aprietas con tus pequeñas manos las sabanas…”
Pero como en tantas otras cosas, su padre estaba equivocado, el amor no era una debilidad, era una fuerza, una que jamás había conocido o experimentado, tan potente y poderosa que había transformado su vida de tantas maneras, que no estaba dispuesto a conformarse con volver a ser lo que era.
Antes, cuando no se había permitido conocer profundamente a Hermione, las cosas parecía muy distintas, lo que siempre había dado por sentado en su vida, se transformo. No estaba acostumbrado a que su mundo se viera trastocado de tantas maneras.
Repentinamente se veía arrastrado por un ciclón que volcó todo lo que tenía por cierto, era como despertar de un sueño y ver las cosas mas claras, sin el velo opaco de la frialdad a la que estaba tan acostumbrado. Porque ella era dulce, espontanea, amable y sincera, no era como el resto de las chicas con las que había salido, ni como todas sus amantes de ocasión.
Le gustaba la manera en que ella lo miraba, con si fuera un simple mortal sin un pasado escabroso, como se enganchaba a su brazo, sin tomar en cuenta su tatuaje de mortifago, no encontraba en ella ningún vestigio de resentimiento o miedo o rencor al que ya estaba tan acostumbrado. El era otra persona estando a su lado y le gustaba sentirse de esa manera.
“… Es la gloria tenerte de nuevo en mis brazos, sentir el calor que despide tu cuerpo mientras te toco, notar como tu piel se va enrojeciendo después de ser torturada por mis dientes o la intensidad de mis caricias… más me detengo con un duda punzante en el pecho ¿Y si te vas de nuevo?...”
Hermione se gira y endereza para buscar su mirada, levanta lentamente el rostro con cierta aflicción. Esta tan cerca de ella que puede tocarlo, desnudo en la orilla de la cama la observa con sus ojos grises alertas y asustados. Estira la mano para toca su rostro y el cierra los ojos al sentir su toque.
-¿Te quedaras conmigo? –Le pregunta con voz queda.
Es cuando ella entiende que tiene miedo de perderla de nuevo. El nudo en su garganta se desvanece conforme comprende que Draco siente el mismo miedo que ella de perderlo.
Se sienta sobre su regazo, sin decir nada, pues no encuentra la forma de decirle con palabras lo que siente, temiendo no encontrar la forma justa de hacerle saber que al fin a comprendido el sitio correcto donde está su corazón.
Lo besa largamente, apretándolo contra su pecho, piel con piel, corazón con corazón. Puede sentí los latidos acelerados como los suyos, vibrando en su interior. Sabiendo que no podrá decirle con palabras todo lo quiere se arriesga a demostrarle con hecho.
Los brazos de Draco se enredan en su cintura y toda temor se esfuma, las dudas van desapareciendo conforme la siente vibras entre sus brazos, encontrando en ese beso las palabras no dichas, sin embargo, a encontrado las respuestas que le hacían falta.
Se separa lo justo para mirarlo a los ojos, antes de alzar sus caderas para darle cabida en su interior.
-¡Aaahh! - Gime con voz ronca, ella suspira aferrándose a sus hombros con fuerza, sintiéndose placenteramente llena.
Comienza a moverse arriba y abajo, primero lentamente, haciéndose consiente de cada movimiento, de cada toque, de cada envestida. Entierra sus dedos en la piel de sus caderas acelerando el ritmo, hundiéndose más dentro. Aprieta los dientes intentando contenerse, intentando prolongar el placer de perderse en sus entrañas.
-Te he extrañado tanto. –Susurra en su oído con las palabras entrecortadas por su agitada espiración.
“…Escucho la dulzura en sus palabras, siento como poco a poco se va formando en mi interior un orgasmo… pero el no a tenido suficiente, el quiere más… “
Detiene el movimiento de sus caderas, solo para tenderla en la cama y ahora ser el quien marca el ritmo y ya no hay solo dulzura, hay pasión y deseo. Toma sus manos y hace que las mantenga juntas sobre su cabeza, mientras alza un poco mas sus caderas para entrar más dentro, mas profundo.
La siente apretada, cálida y húmeda y es tan intenso, tan desesperado el deseo de llegar juntos que acelera ya sudoroso con la piel brillante por las gotas de sudor que ya resbalan lentamente por su cuerpo.
Es la gloria escucharla gemir, tenerla de nuevo, perderse en ella, sentir su estreches en su erección, el aromo dulce y salado del sexo, y la cálida e intensa satisfacción que solo da hacer el amor con la persona correcta.
Entra una última vez y llegan juntos, se dejan caer al precipicio del placer infinito.
**o*O*o**
Hace mucho tiempo que no se sentía tan bien, no recordaba la última vez que había respirado con tranquilidad, sin esta preocupada por su incierto destino.
Estaba desnuda, sentada frente al tocador. Observaba su imagen reflejada en el espejo con un aire melancólico mientras dejaba escapar lentamente el humo de entre sus labios, fumaba pensando en el giro que habia dado su vida, en lo que significaba que Lucius hubiera comprado su libertad, sabia que de algún modo le pertenecía pero eso lejos de perturbarla lograba iluminar su rostro con la esperanza.
Lo único que extrañaría de su viejo “hogar” era sin duda a Theo Nott, el había sido su único consuelo en sus momentos más desesperados, estaba convencida de que ella hubiera terminado suicidándose de no contar con su compañía ocasional.
Ahora era la amante de planta de un hombre muy importante y eso le daba cierta seguridad, pero en el fondo tenía miedo, temor a que de nuevo todo se viniera abajo. No era para menos, tomando en cuenta que Lucius seguía pensando en ella.
Ya había perdido la cuenta de las muchas veces que había interpretado en la cama el papel de Hermione Granger, no era difícil saber cuando el Sr. Malfoy cambiaba su aspecto, ya que su comportamiento cambiaba. Le gustaba el sexo duro y fuerte, a veces incluso un tanto salvaje y violento, pero siempre que terminaba adoptando la apariencia de la castaña, podía sentir el sutil cambio que se obraba en su personalidad.
La tomaba con fuerzas renovadas, mientras se aferraba a ella con desesperación como si temiera perderla. A veces se tornaba dulce y la besaba con tanta devoción que la hacia estremecerse y que se llenara de celos.
Con el paso de los día esos celos se fueron tornando en algo mucho mas oscuro, la odia profundamente por despertar tanto amor en su hombre, cuando ella era incapaz de lograr que la olvidara siendo ella misma.
Odia tener que adoptar la apariencia insípida de esa mujercilla para poder despertar en Lucius Malfoy esa pasión dulce que nada tenía que ver cuando la tomaba a ella sin cambiarla.
Apretó los dientes con fuerza, con sus ojos azules brillantes por las lágrimas de rabia que se acumulaban en sus ojos. Apago el cigarro en el cenicero, para después levantarse glacial para comenzar a vestirse, no permitiría que nadie le arruinara la vida de nuevo, tenía que buscar la manera de borrarla para siempre.
**o*O*o**
Se sorprendió cuando pregunto por ella y le dijeron que ya no regresaría más a ese lugar. Se encogió de hombros con indiferencia restándole importancia y salió de ahí pensativo, después de todo si había regresado después de apodarse de su virginidad era porque se sentía a gusto con su compañía, era quizás la única persona con la que podía compartir un poco de su soledad sin que le cuestionara nada.
El era más bien una persona solitaria, eran pocos, muy pocos los amigos que conservaba –Solo Draco y Blaise- y aun con ellos se mantenía aislado como si se encontrar dentro de una burbuja que ellos respetaban y que nunca habían intentado traspasar.
La relación con Mía, era diferente en ocasiones cuando la visitaba no siempre tenían sexo, a veces solo platicaban de la vida. Ella solía despertar su lado compasivo, después de conocer su historia. Quizás si tuviera una naturaleza diferente se hubiera atrevido a llevársela con el, pero después de todo sabía que no podía ofrecerle nada, porque hombres como el no sabían amar, ni siquiera permanecían lo suficientemente ligado a las personas como para no destruirlas en el proceso.
Caminaba distraído por las calles de Londres, a veces cuando necesitaba despejarse prefería caminar a usar otro medio de transporte, reflexionando sobre lo vacía que era su vida, pensaba en ello sin dolor y sin culpa, pues su vida siempre había sido de esa manera, no conocía otra forma de vivir que esa, se había resignado desde hacía mucho a que moría solo y no le importaba demasiado -era su destino trágico- pensó y sonrió con ironía, antes de chocar de improviso con alguien.
Tardo un par de segundo en notar la presencia de aquella chica tirada en la acera con un monton de papeles desparramados a su alrededor. Espero en silencio alguna rabieta de su parte o algún insulto, sin embargo, nada de eso ocurrió.
-¡Lo siento! –La escucho decir simplemente mientras se sacudía su vestido estrambótico de colores llamativos y vio como se agitaba la larga trenza de cabellos rubios en su espalda cuando comenzó a juntar sus papeles.
No dijo nada, pero por inercia se agacho a ayudarle. Su rostro le parecía familia.
-¡No te molestes! –Le dijo la rubia tomando su mano mientras le ofrecía algunos documentos que ya tenía en su poder. Tenía una enorme sonrisa en los labios y sus ojos azules eran tan claros y vivaces que Nott se sorprendió por la luz que se desprendía de ellos. –Eres Theodoro Nott ¿Verdad?
-¿Nos conocemos?
-Creo que se pudiera decir que si, aunque no te aflijas es normal que no me recuerdes. No es como si hubiéramos sido amigos, además estabas demasiado ocupado lidiando con el hecho de ser mortifago, que dudo mucho que me notaras. –Dijo encogiéndose de hombros, sin dejar de sonreír, como si fuera lo más normal del mundo acusarlo de mortifago. –Adiós, fue un gusto verte de nuevo. –Se despidió, girándose para seguir su camino.
-¡Espera! –La retuvo tomándola de la muñeca de su mano. -¿Cómo te llamas? –Pregunto sin saber que más decir.
-Luna Lovegood, aunque quizás estés mas familiarizado con el nombre de Lunatica, todos solían decirme así.
La vio alejarse dando pequeños brinquitos que hacían que su trenza de cabello rubio se agitara sobre su espalda. Había algo en ella que le llamaba su atención, tubo que agitar su cabeza para alejarla de sus pensamientos.
**o*O*o**
Por todos los infiernos que la quiere de vuelta, que no puede olvidarla, por mas que lo intenta. Se deseo por ella es mucho peor que antes.
Está furioso, por ser tan débil, por no poder borrarla de su vida. Lo ha intentado todo y a fracasado estrepitosamente.
Compro a Mía, para tener algo en que entretener su mente y cansar su cuerpo, pero cada vez que la tiene, cada vez que se pierde entre sus piernas, mientras la penetra y la hace suya, piensa en Hermione.
A olvidado cuantas veces se a prometido a si mismo, no transformar la apariencia de su joven amante, pero termina cediendo su voluntad y la invoca aun cuando solo cierra los ojos, su imagen aparece tras sus parpados, se encuentra frustrado y rabioso, con una sensación desagradable y amarga que le impide obtener un poco de paz, asi que se da por vencido y hace que el cabello largo, lacio y negro se vuelva una masa de rizos castaños, que los ojos azules se tornen del color de la miel y el caramelo; y la piel blanca de porcelana se vuelva bronceada.
La evoca en cada detalle, conociendo de memoria cada detalle en su piel, las cicatrices que dejaron en ella la guerra, la callosidad en sus dedos a causa de la pluma, conoce el número correcto de pecas que adornan su pequeña nariz y cada lunar en su espalda.
Escogió a Mia entre muchas otras de sus amantes, porque ella parece entender lo que el necesita, aunque no lo quiera reconocer y a veces logra comportarse como lo hacía Hermione. Y se vuelve una delicia encontrar el brillo altanero tintineando en sus pupilas y el gracioso gesto de morder su labio.
Estaba enloqueciendo y por lo mismo estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para recuperarla.
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