Amor y Libertad

El odio es un sentimiento poderoso, potente y destructivo; pero lo es más cuando se conjuga con los celos. Amelia destruyo todo en su habitación cuando se dio cuenta que Draco no durmió en su casa, el ácido en su estoma bullo como veneno.

No era estúpida, sabía que su prometido tenía amantes de ocasión, lo que era más que normal en las altas esferas de la sociedad mágica que suelen casarse la mayoría de las veces, por no decir que en su totalidad por contratos matrimoniales convenientes; lo detestaba pero podía tolerarlo,  tratando de ignora sus escapadas nocturnas siempre que estas ocurrían. Después de todo ella  lo visitaba casi todas  las noches y Malfoy nunca había mostrado un interés especial por ninguna, así que no había por qué alarmarse.

Lo dejaba ser, conociendo que de nada serviría enfrentarlo, era más inteligente que eso,  prefería hacer de cuenta que no sabía nada y seguía siendo más que complaciente en la cama para tenerlo feliz y sin complicaciones, esperando el momento preciso para llegar a algo más y desaparece a las insulsas mujeres de su vida, por supuesto que sin que él se enterara. 

Pero esta escapada nocturna era diferente, permaneció hasta muy entrada la madrugada esperándolo desnuda sobre las sabanas satinadas de su cama y conforme las manecillas del reloj avanzaban la rabia crecía en su interior como si un centenar se abejas se le hubiera metido a la piel, destrozándola desde dentro.

Draco Malfoy jamás dormía en cama ajena, solo se divertía calentando un rato unas sábanas cualquiera, pero nunca se quedaba más de la cuenta, terminado el acto se desligaba por completo de la amante en turno y se marchaba con la misma frialdad con la que se había  metido entra las piernas de cualquier desconocida.

Supo entonces con quien estaba, no era difícil deducir que solo rompería sus arraigadas costumbres solo por una mujer.

Hermione Granger.

Si antes la detestaba ahora la aborrecía con todo sus fuerzas. Nunca había sentido un odio tan profundo por nadie, pero ella siempre había representado el obstáculo insalvable para lograr sus sueños.

Tenía muy presente el fatídico día que la conociera,  tenía la boca llena del miembro de Lucius y la castaña entraba por la puerta con un aire de dignidad que no había visto nunca en nadie. Le sorprendió la serenidad en su mirada, la naturalidad con la que había entrado en aquella habitación y se sentara  en una orilla del diván solo para besar dulcemente los labios de un aturdido hombre que a todas luces se veía que no la esperaba.

Detuvo su goloso trabajo pensando en el inconveniente que suponía que la mujer de aquel importante hombre hubiera llegado de improviso, pero Malfoy no dudo cuando le exigió que siguiera con sus labores mientras besaba esta vez con violencia la boca de aquella joven.

Le había llevado bastante tiempo comprender aquella escena, donde había presenciado una lucha silenciosa de bocas que termino con una calma y un adiós que no hubiera esperado.

Derrumbada sobre el cuerpo firme y fibroso de Malfoy, lo vio mirar a la puerta con aire de nostalgia como si le pesara demasiado verla partir aunque el fuera el mayor responsable de ello, sin embargo, toda simpatía se eliminó de su sistema cuando se encontró envuelta en aquel ardid que le hizo suponer que su vida al fin había cambiado, solo para descubrir que el solo recuerdo de Granger le jodería por completo sus planes.

Quería que la amaran aunque fuera la mitad de lo que la amaban a ella. Deseaba sentirse querida y valorada, estaba cansada de ser utilizada por su cuerpo y que nadie pensara que incluso alguien como ella tenía sentimientos.

Le dolía lo indecible saber que no era relevante en la vida de nadie, cuando aquella maldita mujer tenía en sus manos amor a raudales, tanto que dos estúpidos hombre que compartían la misma sangre estaban dispuestos a sucumbir a sus encantos sin importar nada.

Cuando pensaba que las cosas mejorarías, que al fin era libre para ser feliz, regresaba ella para frustrar de nuevo sus sueños, para restregarle a la cara que no era lo suficientemente buena para que alguien la amara. Lagrimas amargas corrían por sus mejillas.

Con el cuerpo temblándole todavía de rabia salió de su casa dispuesta a poner por fin un remedio definitivo a sus males.

*o*O*o*

Draco

Ha vivido 11 años de su vida esperando ese momento y no entiende cómo fue capaz de soportar la espera y no enloquecer en el proceso o era quizás, que ese era el problema, estaba loco, loco de amor y deseo por ella.

Estando solo no podía fingir que la odiaba, no era necesario engañarse a si mismo repitiéndose hasta el hartazgo que la olvido y que ya no es importante es su vida, que es insignificante, que no es nada.

Puede mentirle a todo mundo, especialmente a ella, pero no puede aferrarse a sus mentiras en soledad, mucho menos  después de pasar una noche de pasión en su cama.

Sale de la regadera envuelto en una nube de vapor, con una toalla enredada en sus afiladas caderas,  se mira al espejo, sin poder evitar sonreír con cierta ironía, observa las marcas a lo largo de su cuello, un enorme cardenal le surca el hombro y al girarse se encuentra con que le ha hecho trizas la espalda, sorprendentemente no le importa.

Ha sido agotador tratar de contenerse en esos años y mentirse día a día, negándose a admitir que la ama con todo su ser y que eso no cambiara con el tiempo, ni a pesar de su desengaño amorosa.

La quiere de la misma manera natural que se le da respirar. Pero con la misma certeza que tiene de amarla  sabe que posiblemente nunca puedan volver a estar juntos, hay demasiada mierda de por medio para ignorarla.

Pasa sus dedos con suavidad por las marcas de su cuello y las acaricia con cierto embeleso, rememorando sus labios acorazonados succionando su piel, pasando su lengua húmeda antes de morderlo con sus dientes blancos para después solo depositar suaves besos como si quisiera compensar sus arrebatos.

La noche que pasó con ella redescubrió sus sentidos como si todo ese tiempo hubieran estado dormidos y aletargados por una especie de anestesia que le impedía sentir completamente. Eso era hacer el amor, era diferente.

Con Hermione no se trataba del placer solo por el placer, era una hambre distinta la que se apoderaba de su cuerpo cuando la tomada. Era ella un amplificador que lograba intensificar los besos y convertirlos en una sublime expresión de éxtasis.

Se recostó en su cama sin deseos de vestirse, deseaba perderse en los recuerdos de anoche, hurgar por los rincones de su mente y descubrir cuál era el jodido milagro que Granger provocaba en el. Fue una sorpresa pensar en ella sin el antiguo dolor palpitante, sin el tremendo peso que lo agobiaba siempre.

Era libre, de alguna extraña manera se sentía libre, como si al hacer el amor con Hermione hubiera vaciado en cada descarga la amargura que cosecho esos años.

. . . . .

Hermione

No se movió de su cama hasta que el frio en su espalda fue tan intenso que tuvo que tirar de las sabanas para cubrirse y encontrar un poco de calor.

Había llorado, sí, después que se marchara cuando el tiempo se había consumido por completo y los rayos del sol entraran por la mañana. Lo escucho marcharse y le dolió, aunque de una manera distinta, mas llena de nostalgias que de reproches.

Se levantó a desgana de la cama, tenía que arreglarse para limpiar los desperfectos en su cuarto y el baño, para que no hubiera nada que delatara que Draco había estado ahí. Sus hijos no tardarían en llegar y no quería dar explicaciones.

Preparo el café como solía tomarlo Draco solo para entregarse por completo a sus nostalgias, dio el primer trago sintiendo la amargura con sus papilas gustativas y siguió bebiéndose a pequeños sorbos los recuerdos infinitos que formaron, los de antes y los de anoche.

Se deja seducir, acariciando sus labios húmedos y cálidos por el café que bebe, muerde su labio y suspira con el apremio de los besos que se dieron.

Lo ama, sabe que siempre y a pesar de todo lo amara hasta el fin de los tiempos, ese sentimiento perdurara porque tiene a Draco dentro de la piel y el corazón.

Alguna vez hace mucho tiempo cuando era muy joven y no sabía nada de la vida, había pensado que el amor como una fantasía romántica, concebía el amor de manera distinta pues nunca había encontrado una manera lógica de describirlo, era como si para cada persona ese sentimiento tuviera un color distinto, una tesitura diferente y tan variable que le costaba comprenderlo.

Había entendido después que el amor nada tiene de lógico, pero si mucho de colorido. Y ella había amado a Draco con todos sus matices, sus tonos grises tormentosos como  sus ojos, el negro de su humor mordaz, con el rojo intenso de sus pasiones y el verde lacónico de su pasado.

Lo había amado asi, sin miramientos, ni razones lógicas. Entregándose sin reservas, sin importar si era correcto o improbable, sin considerar los pros y los contras lógicos. Lo amo como debe amarse la libertad, abrazándose a las inconsistencias de su carácter, a los defectos, a sus pasados escabrosos.

Se había equivocado, rebusco en su mente las respuestas a sus cuantiosas preguntas y a sus dudas, cuando debió buscarlas primero en su corazón.

Por fin entendía que el amor también a veces es codicioso y egoísta, no siempre es noble o desinteresado, en ocasiones es posesivo y violento, es profundo y pesado como el metal fundido, es torturador, volátil e impreciso; es rojo, verde, morado, blanco y negro, con mucho gris de por medio.

Y lo amaba al margen de los errores propios y ajenos, en el borde donde se acaricia el dolor y los resentimientos. Lo amaría por siempre en el fondo de su pecho atesorando el tiempo que se permitieron estar junto.

No importaba realmente si no regresaban pues una parte de él, ya era suya; al igual que una pieza de su todo le pertenecía independientemente del futuro.

*o*O*o*

Narcisa

Una verdadera Black aguantara estoica los golpes sin agachar la cabeza, sin mostrar dolor u otra cosa que no sea su tenacidad orgullosa, se morderá la lengua hasta sangrarla antes de suplicar, porque alguien como ella negociara sin rebajarse y exigirá un pago a cualquier ofensa hecha cobrando altos intereses.

Eso y más era Narcisa Malfoy, era fuerte como una roca tras la frágil apariencia que la guarda, los años habían endurecido su carácter y la guerra termino de hacerla despertar de la aparente vida perfecta que llevaba.

Había esperado en silencio su tiempo de venganza, pero ahora se encontraba con la confusa sensación de no querer cobrar esa vieja deuda. A las malas aprendió que la violencia conduce a mas violencia y ya estaba mas que cansada de perder su tiempo en viejos rencores.

Odiaba a Granger y siempre la odiaría, pero no podía aparentar no estar agradecida por sus nietos, no estaba segura de querer embarcarse en una nueva guerra en la que existía la posibilidad de perderse de la vida de esos niños.

En eso pensaba mientras tomaba el té en el balcón de un exclusivo club de magos, cuando fue interrumpida por un elegante hombre.

-Hace tanto que no nos vemos. -Su voz varonil rompió el silencio consiguiendo que un par de ojos azules se fijaran en él.

-Han sido demasiados años. -Admitió con una sonrisa nostálgica al reconocerlos. Los años solo reafirmaron su seductora apariencia.

Frente a ella estaba su pasado, un amor que no pudo ser. Si las circunstancias no se hubieran presentado como lo hicieron y sus padres no hubieran arreglado un ventajoso matrimonio con los Malfoy, aquel hombre pudo ser su marido.

La nostalgia la invade y la atraviesa en un estremecimiento que contraer sus entrañas, sorprendiéndola aquella mirada penetrante y profunda que la mira con embeleso, como si los años no hubieran pasado y aun fueran dos jovencillos inexpertos jugando al amor.

-Sigues tan hermosa como siempre. -Toma su mano para depositar un beso, prolongando esa caricia cierra los ojos, manteniendo sus labios sobre la piel.

-Y tu sigues siendo un adulador. -Sonrió sintiendo la energía correr por sus venas como electricidad, pensaba que  hacia tanto no le ocurría, que a pesar de su aparente tranquilidad un leve sonrojo ilumino sus mejillas.

-Solo digo la verdad. -No soltó su mano, la mantuvo presa entre las suyas.

Algo se apretó en su pecho y desato una sensación de mariposas en la barriga, era gratificante y al mismo tiempo sentía que ya era demasiado tarde para comportarse como una colegiala. Retiro suavemente su mano, desviado su mirada para recomponerse e hilar sus pensamientos.

-No crees que ya es tiempo Cissy. -Le dijo en un tono suplicante que la hizo estremecer.

-¿Tiempo de qué? -Pregunto conteniendo los saltos que daba su corazón.

-Ya no estamos para perder el tiempo, mucho hemos perdido ya por las circunstancias. No hay nada que nos impida intentar ser felices, estar junto, como debió ser desde el principio. Sabes que ninguno de los dos tenemos ya compromisos, ni a quien darle explicaciones.

-No estoy en edad para volver a empezar nuestro tiempo se esfumo cuando nos obligaron a separarnos. -Su voz era apenas un suave susurro adolorido.

-Nunca es tarde querida mía, permite demostrarte que este cuerpo viejo tiene un alma joven que te ama de la misma manera y con la misma intensidad de cuando éramos jóvenes.

Se acercó para alejar sus dudas y le dio un casto beso en los labios.

Narcisa supo que era como antes que seguía ahí el amor que no le permitieron tener pero que conservo a lo largo de los años. Había querido a Lucius con el tiempo, pero su primer amor era aquel que tenía ante sus ojos -Suspiro.- Muerta de miedo y temblando.

¿Merecía acaso esa nueva oportunidad?

Tenía la respuesta justa; quería vivir, ser feliz, dejar de ser la sombra triste y apagada en la que se había convertido, quería que su corazón de nuevo latiera con fuerza, quería entregarse a la pasión. Aunque tuviera miedo, ya nada tenía que perder.

Una sonrisa fue la respuesta, ambos salieron de aquel lugar con el amor danzando en sus cuerpos y pronto Narcisa como buen Black  cobraría con creces una deuda antigua a Vladimir Parkinson. Después de todo como el bien había mencionada no le debían cuentas a nadie, hacia un par de años él había enviudado y ella era una divorciada en pleno derecho de hacer con su vida lo que le plazca.

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