Capítulo 2

Pasaron las horas, la oscuridad era cada vez menor, unos cuentos rayos de luz llegaban desde las ventanas y calentaban mi cuerpo... pero yo no quería abrir los ojos... en todos lados se escuchaban llantos, plegarias y maldiciones, muchos caminaban por los pasillos buscando una salida, un celular con señal, algo para dar aviso de que estábamos ahí.

— Oye chico... debemos moverte de ahí— El ingeniero llevaba toda la mañana intentando moverme.

— Vamos, tienes que hacerlo... sé que no quieres... pero estamos llevando a todos a la parte trasera.

— ¿Para qué?

— Bueno... llevaremos todos los... los cuerpos a la parte delantera... muchos empezaran a descomponerse... podría ser peligroso para nuestra salud.

Le extiendo al hombre mi mano para que me ayude a levantarme, camino lentamente para salir de ese asiento, en mi pierna puedo sentir la rodilla de mi amigo, aprieto más los dientes y sigo adelante, al llegar al pasillo puedo ver como caminan unos cuantos hasta la parte trasera del avión. Al llegar, puedo ver 7 personas, una chica rubia de mi edad, dos parejas y una madre con su pequeño, sumado a ellos en total somos 9.

— ¿Son todos?

— Si niño, solo ellos 7 salieron vivos de todo esto.

— ¿Que vamos a hacer?

— Tú te quedas con ellos a cuidarlos.

— ¿Por qué yo?

— ¿Recuerdas los cuerpos?... alguien tiene que moverlos y llevarlos lo más lejos que se pueda de aquí.

EL ingeniero regresó a la parte delantera, en cambio yo me senté en uno de los asientos más cercanos a la chica rubia, no podía negar que era muy hermosa.

— Amm... ¿hola? ¿Cómo te encuentras?

— ¿No lo ves?

— Yo solo quería...

— ¿Hacer preguntas estúpidas? ¡ESTAMOS EN EL PUTO MAR! ¡¿COMO crees QUE ME SIENTO?!

Me alejé de ese lugar, estaba demasiado irritada para hablar, por lo que me dirigí a una de las parejas, dos ancianos que se abrazaban.

— Hola.

— Oh... hola chico— me respondió el hombre

— ¿Están... no... Nada.

— ¿Tienes miedo de que me enoje por hacerme una «pregunta estúpida»?— Asentí con la cabeza.

— Jajajaja, no te preocupes... y sí, estamos bien, es verdad que... bueno, todos estamos perdidos, pero no es para ponerse a llorar.

— Perdí a mi amigo, ¿esa no es razón para llorar?

— A decir verdad, no, todos moriremos en algún momento, madurar significa aceptar la muerte como algo natural.

— Hablas como si no tuvieras nada por lo que vivir.

— Hemos vivido mucho tiempo cariño, morir con mi amor sería un buen final— dijo la mujer.

Me alejé de la pareja, era verdad que para ellos el morir ahora les era igual de indiferente que morir mañana... ¿pero y yo? Me asustaba el no ver a mi familia o amigos, no he vivido lo suficiente para decir que podría morir en paz. La otra pareja era una mujer bajita y rechoncha junto a un hombre alto y pálido, ambos estaban durmiendo, preferí no molestarlos.

Me recosté en un asiento, mi celular tenía pila para 4 horas, me puse unos auriculares y me perdí, imaginaba el sol entrando por mi ventana a las 7 de la mañana, mi cama con adornos de flores, no la podía cambiar, era algo que mi madre había hecho para mí, ¿cómo negarle un regalo a mi propia madre? Recordé la semana que estuve en España, es chica con ojos azules, alta, con un busto grande y caderas enormes, olvide pedirle su número, su nombre o cualquier forma de contactarla, pero aun llevo en mi memoria sus dulces besos. Sin darme cuenta pasaron 3 horas, mi celular tenía el 25% de su batería, lo apagué, me guardé los auriculares y me estire en mi lugar. El ingeniero estaba repartiendo comida a los pasajeros, al ver que me había despertado me ofreció unos panecillos y un poco de agua.

— ¿Es todo lo que vamos a comer?

— Hay que racionar la comida.

Pasaron dos días desde que caímos, la comida se nos acababa, el agua también, el niño de la señora se enfermó de algo, contagio a su madre y tuvimos que pasarlos a la parte delantera para no correr peligro, pero al final las dos parejas se contagiaron, solo quedábamos la chica, el ingeniero y yo en la parte trasera, pero temía que todos muriésemos de lo que sea que los estaba enfermando.

— ¿Te sientes bien?— Me preguntó el ingeniero.

— Si... solo tengo hambre.

— ... voy a ver cómo están allá.

El ingeniero se puso una mascarilla y salió a la parte delantera, la chica y yo nos quedamos solos, al verla, simplemente sentía asco, era maleducada con todos y creía tener el derecho de ser tratada diferente por su «posición social».

— ¿Tienes algo de agua?

— No.

— Maldita sea... ese tipo no puede tratarme de esa manera.

— Esta racionando la comida y el agua.

— Tú cierra la boca.

El ingeniero regresó, nos miró un poco triste, yo temía lo que estaba a punto de decir.

— están muertos.

Pasaron 5 días, ahora sin 4 bocas que alimentar, la comida y el gua nos duraría hasta 5 días, todos optamos por tirar los cuerpos al mar, no queríamos estar en el mismo lugar que unos cadáveres, abrimos la puerta del avión y sacamos a todos, antes de eso les tomamos una foto con mi celular, en caso de que nos rescataran, sabrían quienes murieron aquí. Pasaron otros 2 días sin que nada especial sucediera, solamente encontré unos libros en una de las maletas, uno llamo mi atención, era una guía para sobrevivir en la selva, nada de eso me servía. Al llegar a la mañana del 3 día encontramos a la rubia en el suelo con cortadas en los brazos, había dejado una nota en su celular que decía lo siguiente.

«Todos ustedes pueden irse a la mierda»

Ahora sin una boca menos las raciones nos durarían otros dos días como máximo.

— Esto es genial... ¿No lo crees?

— No... Es solo que... Bueno, todos se murieron, mi amigo, esas parejas y ahora solo quedamos los dos.

— Y si la cosa empeora solo quedará uno.

— ¿A qué te refieres?

— ...

El ingeniero fue hasta la puerta del avión, abrió la misma y me vio a los ojos.

— lo siento... pero no quiero morir de hambre— dijo antes de saltar al agua, me lance a intentar alcanzarlo, pero su figura desapareció bajo el oscuro azul del mar, me había quedado solo.

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