DIECINUEVE: El impacto de un mensaje

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CAPÍTULO 19
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Sandy

Una de las cosas más desagradables de hacer lo que hago para vivir, es la respuesta de algunos hombres.

Sé lo que estoy vendiendo, sé lo que estoy provocando, es precisamente de esa reacción que mis ingresos no dejan de crecer, pero lo que me cuesta entender es por qué un hombre cree que una mujer va a encontrar atractivo su mensaje vulgar o la foto asquerosa de su pene. No es como que yo esté en el sector de chat caliente, al contrario, todas mis plataformas adultas están llenas de «NO DM», dejando claro que no quiero mensajes.

Si quisiera ver un cuerpo masculino, compraría ese contenido, pero esa necesidad masculina de simplemente mostrarlo porque sí... ¿cómo se explica?

He intentado comprenderlo, pero no lo logro. A mí me gustan los hombres, pero jamás enviaría un mensaje repugnante a un desconocido por una foto que subió y me gustó; en todo caso, ni siquiera entiendo la fijación de la mayoría en ser vulgares con cualquier mujer, es como que ven cualquier par de pechos y piensan «esta mujer quiere follar conmigo, le mostraré lo que tengo para ella».

No conozco a una sola mujer que piense algo similar con todos los hombres que ve en redes sociales u otras plataformas. Es casi enfermizo que tengan tan dañado el chip de la sexualidad, que crean que toda mujer existe para su placer, y no solo eso, sino que la mujer debe estar complacida y feliz por ello.

Por desgracia, desde que trabajo en esto he visto más fotos de penes en contra de mi voluntad de los que puedo contar, he leído las fantasías más bizarras y vulgares y me han propuesto cosas que ninguna persona cuerda del planeta consideraría hacer. Me queda de consuelo que al menos todos esos pervertidos, al fantasear, no tienen mi rostro para poner en su imaginación.

Y también me beneficia: el misterio de mi cara es como otro fetiche de esos hombres, me han ofrecido cantidades de dinero inimaginables por una foto completa. Me he negado cada vez. Mi estabilidad emocional colapsaría si sé que mi identidad rueda por ahí por ese motivo.

De todas formas, es justo admitir que no todos los mensajes que recibo son horribles, hay algunos que están del lado opuesto de la balanza: los que me hablan de amor, de admiración, de que podrían «sacarme de esta vida» porque se han enamorado de mí. De mi cuerpo, he de corregirlos.

También hay un porcentaje pequeño que me habla de Dios y de cómo Él puede rectificar mi camino para ganar la vida eterna en el paraíso, pero esos son demasiado cuestionables, pues los que lo dicen, me encuentran en páginas de adultos, así que muy santos, no son.

Todos los paso de largo.

Excepto este que acaba de llegar.

Estoy enamorado de ti, eres la mujer más perfecta que he podido ver. Sueño contigo y todo lo que podría hacerte, quiero hacerte gritar mi nombre, poner mis manos en tu cuello hasta que ruegues que te haga venir. No dejo de pensar en ti en cada segundo del día, eres como el aire que respiro y cada que vez que subes una nueva foto solo puedo pensar en cómo sería quitarte lo que llevas puesto. Podría hacerte tan feliz y te lo demostraré, te lo juro. Te amo con todo el corazón.

Lo que me obliga a no ignorarlo no son las palabras en sí, que en general son más suaves que las fantasías escritas que suelo recibir, sino que, al final, como una firma espeluznante, dice «Eres mía, Sandy».

Además, ha sido enviado a mi Instagram personal, no al de contenido.

El temor me trepa por la columna, como arañitas escalando una pared. El corazón se me dispara y suelto el teléfono como si me quemara.

No logro aclarar mi cabeza, pero atino a salir de mi casa, casi corriendo, para ir hasta la de Alexa, la que más cerca me queda, porque por primera vez en los años que llevo en esto, no sé cómo reaccionar a un simple mensaje.

•••

Alexa termina de leer el mensaje y su gesto debe ser igual al que yo puse al leerlo. Confusión, miedo, angustia.

—Tenemos que ir a denunciarlo —dice de inmediato—. La policía cibernética puede hacer algo, rastrearlo o algo así. ¿Cómo diablos tiene tu cuenta personal?

Al escuchar la pregunta, solo un nombre se me viene a la mente: Aaron. Me parece demasiado coincidencial que dos días después de que decidiera decirle a toda mi familia a qué me dedico, me llegue este mensaje.

—¿Y si es una broma de mi primo? —digo en voz alta.

Le cuento a Alexa lo que sucedió en el almuerzo familiar con lujo de detalles, ella escucha y asiente, haciendo gestos de odio al escuchar la participación de Aaron.

—Sería una broma de muy mal gusto.

—Él es un ser humano de mal gusto. Es la única persona externa que lo ha descubierto; se lo dijo a todos mis tíos y primos, pero solo él es capaz de semejante estupidez.

—¿Cómo lo supo él?

—No tengo ni idea.

Y sí que le he dado vueltas al asunto. Aaron y yo ni siquiera somos primos cercanos, ni siquiera somos el tipo de primos que se siguen y comentan en redes sociales, de modo que no he encontrado una sola justificación posible para que lo descubriera.

Bueno, hay una: que se la vive consumiendo contenido erotico y pornográfico en línea y de algún modo llegó a mí... pero mi rostro no se ve en ninguna de las piezas de mi contenido y dudo mucho que viendo solo mi cuerpo haya adivinado que de todas las millones de mujeres del mundo, era yo.

No tuvo que haber sido casualidad, tuvo que haberlo estado buscando, pero el por qué, se me escapa. No he mencionado siquiera alguna vez que me dedique a esto, ¿por dónde empezaría todo?

—¿Y si hablas con él? Dile que esas bromas son estúpidas y luego mándalo a la mierda.

—¿Y si no es él?

Alexa muerde su labio, dudosa.

—Igual y debemos responderle el mensaje, amenazarlo con la policía, parecer serias y enojadas. Y de todas formas ir a denunciarlo.

Miro mi teléfono en la mano de Alexa como si fuera una bomba que nos matará si nos movemos con mucha brusquedad. ¿Responderle? A la cantidad de mensajes que recibo así en mis cuentas de contenido, suelo pasarles mi cuenta bancaria, insinuando que les seguiré el juego si me transfieren, una vez lo hacen, los bloqueo con un simple mensaje automático de «el contenido disponible está en mi perfil, no se aceptan chats privados».

Pero no puedo hacer eso desde mi cuenta personal.

La defensiva parece la mejor opción.

—De acuerdo, tú escribe.

Alexa tiene mejores ideas para ese tipo de mensajes, gracias a su experiencia usando diplomacia pasivo-agresiva con clientes virtuales que a veces resultan ser tóxicos e irracionales.

Mi amiga toma aire y empieza a escribir mientras lo dice en voz alta:

—«No voy a tolerar el acoso en mi propia cuenta, ya este mensaje está en manos de la policía cibernética y se tomarán acciones legales de inmediato. Un cobarde que ni su nombre pone en el usuario no merece nada de mi tiempo, pero en cuanto se rastree su identidad, interpondré la denuncia por acoso». —Alexa me mira buscando mi aprobación y cuando asiento, le da a enviar. No pasan ni dos segundos cuando dice—: Ya vio el mensaje. Está escribiendo.

Me muestra la pantalla. Salen los tres puntos que indican que del otro lado se está respondiendo, pero nada llega; tengo el corazón en la garganta y finalmente llega un simple emoticón de carita triste.

—¿Qué hago ahora, Alexa?

Ella luce tan desorientada como yo. Es la primera vez que me sucede algo así y no sé cómo gestionarlo; puede ser un simple imbécil de Internet al otro lado de la ciudad o del mundo, un adolescente quizás, que se siente envalentonado tras una pantalla, un pervertido que envía ese tipo de mensajes a cientos de mujeres que le parecen atractivas.

Pienso con calma que esa persona no tendría manera de saber gran cosa de mí además de mi nombre; mis redes sociales no tienen información personal y de todas maneras están configuradas a cuentas privadas donde solo acceden personas que conozco y en quienes confío.

Quizás me estoy ahogando en un vaso con agua. Incluso mis amigas en algún momento han recibido mensajes de «piropos y coqueteo asqueroso» en sus inbox, generalmente de desubicados que ven sus fotos y creen que es adecuado decir algo al respecto. Por lo general con bloquear la cuenta basta, porque solo son hombres insignificantes queriendo atención.

¿Estoy dándole más importancia de la que merece a un mensaje random de una cuenta falsa?

—Bloquearlo —responde Alexa, como si me leyera la mente—. Quizás solo es un troll.

Asiento. Toco la pantalla en el perfil del mensaje para bloquearlo pero me doy cuenta de que ya no puedo ver su perfil; él me ha bloqueado primero. Quizás sí se ha asustado, quizás sí es Aaron. Siento un ligero alivio, pero de todas formas no desaparece por completo la angustia.

—¿Crees que no es nada? —pregunto—. Tal vez estoy exagerando.

—Creo que no podemos ignorarlo del todo, pero tampoco estás exagerando. Deberías hablar con tu primo pronto y si resulta que no es él, vamos a denunciar... aunque no sé si puedan hacer algo solo con eso. De todas maneras ya te bloqueó...

Razono que Alexa tiene un punto. ¿Qué voy a decir ante la policía? ¿Que una cuenta falsa, recién creada, me mandó un mensaje fuera de tono y que quisiera denunciarlo por ello pese a que es solo un mensaje, algo que a lo mejor ni cuente como acoso?

—Se reirán de mí si intento denunciar por eso —digo, luego suspiro—. Solo es un mensaje, ¿cierto? Acoso sería si enviara muchos y a diario y fuera insistente.

Alexa asiente a su pesar. Ella entiende la impotencia de recibir mensajes así de horribles de personas desconocidas y no poder hacer gran cosa porque son cosas aisladas y sin antecedentes ni repercusiones. Es algo con lo que sencillamente se aprende a vivir y a solucionar con un bloqueo o una denuncia a la cuenta desde la misma plataforma.

La verdad es que poco a nada más se puede hacer.

—No te martirices con esto, Sandy. —Alexa se acerca y me abraza con poca fuerza, demostrando su apoyo—. Es solo un imbécil más haciéndose el chistosito en redes.

—En mi cuenta personal —enfatizo—, es alguien que sabe de mis cuentas de contenido, Alexa.

Mi amiga suspira.

—Bueno, tu familia ya se enteró. Nosotras sabemos, tus padres también. ¿Realmente es relevante que un desconocido en redes lo sepa?

—Supongo que no...

¿Me importaría, ahora que ya no tengo a nadie importante y querido que no sepa, que sea de conocimiento público mi trabajo...? Detengo el pensamiento al notar que me he equivocado, no todos mis seres queridos lo saben. Mau no lo sabe, Samuel no lo sabe.

Pienso fugazmente que si este mensaje es una advertencia de que mi secreto ya no es tan secreto; no quisiera que Mau se enterase por algún amigo o terceros. Debe saberlo por mí. No es nada malo, de todas formas... ¿verdad?

—Eso es, no vamos a darle más vueltas al asunto. Al contrario, vamos a elegir ropa sexy porque hoy salimos todos y vamos a divertirnos.

Desde que Mau y Vicky fueron tan exitosos en la convención, hemos querido salir en grupo a celebrarlo. La carga laboral de estos días, sin embargo, había hecho imposible hacerlo antes, así que acordamos salir hoy a beber unas copas y bailar.

Eso es lo que necesito para distraerme... y quizás es una buena oportunidad para contarle mi secreto a Mau. 

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