Capítulo 6

Estaba asustada, se había despertado sintiendo que todo le daba vueltas, y se había preocupado cuando notó que no podía ver, creyó haberse quedado ciega, poco después se dio cuenta que tenía una venda en los ojos y que estaba amarrada a una silla, agudizo el oído y notó que estaba sola, eso le dio tiempo a pensar en quién pudo haberla secuestrado, quizás su padre con ayuda de algún enemigo de su nuevo esposito, aunque lo dudaba, su padre no tenía forma de saber dónde estaba su abuela y mucho menos que ella iría a visitarla, a menos que la hubiese seguido o hecho guarda durante muchos días, algo que le parecía poco creíble teniendo en cuenta que su padre amaba apostar más que otra cosa en el mundo, entonces sólo le quedaba la idea de que era algún enemigo, uno de los muchos que tenía Faddei.

A los pocos segundos pudo escuchar una puerta abrirse y a alguien entrar, las botas resonaban contra el piso, eran de un hombre, lo supo por lo pesadas que se escuchaban, también pudo sentir que estaba frene a ella y escuchó la cámara, seguro de algún móvil; grabando, era muy probable que alguna fotografía o vídeo acabaría en manos de Faddei, así que se había removido para hacerle saber que estaba bien, tenía la esperanza de que le importase al menos un poco y la salvara. Tras unos segundos o quizás minutos, el hombre abandonó la habitación, ahora sólo podía esperar y confiar en Faddei.

Decir que estaba enojado era un eufemismo, estaba lo que le seguía, tanta era su rabia que un arranque lo arrojó contra la pared rompiendo con aquel silencio, solo se pudo escuchar el cristal de la pantalla al romperse y como caía al suelo hecho pedazos.

- Vamos, tenemos que planear el rescate –sus hombres asienten y suben a los autos, no dejaba de maldecir a su ex en todo el camino.

Al llegar baja y camina con rapidez dentro de la vieja bodega que fungía como un taller mecánico, esa era la cubierta de su cuartel, parecía tan común y corriente que nadie pensaría que ahí se ocultaba una de las más grandes organizaciones criminales.

Camina hacia la parte final del lugar, entra y todos los ahí presentes se ponen derechos en señal de respeto.

- Señor, he rastreado la ubicación del móvil que usaron para enviarle el vídeo, ¿nos dirigimos ahí? –él niega.

- No, ustedes irán a ese lugar y la sacaran mientras yo distraigo a la autora intelectual, ya saben que hacer, eliminen a quién deban eliminar y tráiganla sana y salva o sus cabezas rodaran, ¿entendido? –si las miradas pudiesen matar, todos en aquella habitación estarían más que muertos.

- ¡Sí señor! –gritan todos al unísono, se dirigen a las gavetas para tomar las armas, Faddei por su parte toma un arma pequeña que esconde detrás de su espalda, sale por la parte de atrás y sube las escaleras al techo dónde está un pequeño helipuerto, el piloto ya había sido informado así que sólo lo esperaban para comenzar el vuelo.

- Ya sabes que debes hacer Dimitri –el aludido contesta con un asentimiento de cabeza. Cerca de 10 minutos divisaron a lo lejos el helipuerto del cuartel enemigo, era bastante fácil, él serviría de distracción mientras Dimitri investigaba y sus hombres salvaban a Hester.

Tras aterrizar Dimitri se había escondido, esperaría el momento justo para escabullirse, era un excelente espía, por eso era la mano derecha de Faddei.

- Cariño –hace una mueca ante la chillona voz de su ex, ¿siempre había sido así de insoportable? Al menos Hester tenía una voz suave, incluso gritando no le parecía insoportable.

- ¿Qué quieres? –escupe la pregunta sin más, hacía tiempo que no la veía, seguía igual, cabello negro y corto, ojos grises, piel moreno claro y labios grandes y de un rojo intenso. Seguía siendo escultural además de bella, pero era una serpiente traicionera.

- Sólo quería verte amorcito, ¿es un crimen? –intenta abrazarlo, pero él la esquiva.

- ¿De verdad?, ¿no quieres contarme algo? –la mira alzando una ceja interrogante, ella pestañea un par de veces coqueta, sólo esperaba la orden de su equipo para poderse ir.

- Claro que sí, que te extraño mucho amorcito –gimotea bajo, si no supiera la clase de persona que era, podría haber sido engañado por ese rostro hermoso y ese gesto que la hacía ver desprotegida, pero eso no era más que otra artimaña, sólo un idiota caería dos veces en el mismo juego, y él no lo era.

- No te creo, ¿qué es lo que buscas en realidad?, ¿por qué te la llevaste? –intentaba mantener un tono neutral, lo último que deseaba es que diera la orden de matarla.

- Pues verás –baja la vista antes de comenzar a hablar.

Estaba atenta a cualquier sonido, quería irse a casa o de vuelta al hospital con su abuela, aunque debía conformarse con salir de aquí. A los pocos minutos escucha quejas y la puerta que se abre, se tensa de inmediato, ¿y si venían a matarla? Ojalá no tuviese la estúpida venda en los ojos, así al menos podría ver dónde estaba el maleante e intentar defenderse golpeando zonas vitales.

- Tranquila señora –escucha una voz detrás de ella, pronto la venda cae y parpadea un par de veces intentando adaptarse de nuevo a la luz–, el señor Grigoryev nos envió a salvarla, pronto estará en casa –suspira de puro alivio, el hombre le desata las manos y otro los pies, se pone de pie y gracias a unos de los hombres no cae al piso, se había mareado. Con ayuda de uno de ellos sale de aquella habitación, afuera había dos hombres en el suelo, no había querido verlos con detenimiento por temor a encontrarse con lo evidente: estaban muertos.

Mientras era conducida a la salida pudo notar que había más cuerpos, suponía que eso era inevitable, ellos eran enemigos y por lo que sabía del grupo que lideraba Faddei, ellos no perdonaban a quienes los traicionaban, así que debía estar agradecida de seguir con vida.

La ayuda a subir al Mercedes, seguido de ella dos hombres, uno de cada lado, el chófer arranca nada más cerrarse la puerta, es ahí cuando se permite estar tranquila y comenzar a llorar.

Había visto el mensaje de su subordinado, había pretendido escuchar su triste historia de soledad y anhelo.

- Estoy harto de tus idioteces, hasta nunca –se gira sin más, ella gritaba a su espalda y podía escuchar como rogaba porque volviera, pero era tarde, él ya casi estaba arriba del helicóptero.

- La mataré, te lo juro –no paraba de gritar molesta. Había sonreído antes de subir, dentro ya se encontraba Dimitri, sin tiempo que perder el piloto comenzó el vuelo hacia la mansión, en la parte trasera tenían un helipuerto. El helicóptero aterrizo ahí quince minutos más tarde, bajo sin esperar a que las aspas se detuvieran y entro casi corriendo a la mansión, Hester estaba en el despacho, así que entró sin llamar y azotando las puertas, la ve dar un respingo del susto.

- ¿En qué demonios estabas pensando en salir sola?, ¿acaso sabes a lo que te expones? No puedo creer que seas tan estúpida para irte por tu cuenta –Faddei no paraba de gritarle, el miedo de Hester estaba siendo sustituido por la ira.

- ¡Basta! –grita alto, Faddei guarda silencio por la sorpresa–, yo no tenía idea que me iban a secuestrar, ¿crees qué salí con la idea de que un loco demente me secuestrara? –lo mira molesta–, tuve mucho miedo, pero yo cumplí mi parte del trato y me casé contigo, tú prometiste que podía ver a mi abuela y eso hice, no puedes tenerme aquí encerrada, no soy una mascota ni mucho menos puedes restringirme la libertad, si quiero ir y ver a mi abuela lo haré –sentencia firme, sabía que él podía deshacerse de ella, de su abuela y de su mejor amiga, pero no le podía prohibir ir con su abuela.

- ¿Me estas retando Hester? –la mira entrecerrando los ojos, ella traga saliva.

- No es eso, pero tú y yo teníamos un trato, debes cumplirlo –sentencia frunciendo el ceño. Camina hacia la puerta y la abre con brusquedad.

- Sergei –grita el nombre del mayordomo con fuerza, tras unos segundos el hombre aparece.

- A sus órdenes señor –lo mira atento, Faddei se gira hacia su esposa.

- La señora tiene prohibido salir sin mi permiso, diles a todos que, si alguien se atreve a obedecerla, perderá la cabeza, ¿estamos claros? –Hester lo observa con sorpresa y rabia.

- Muy claro señor, permiso –asiente con la cabeza antes de retirarse para cumplir con la orden.

- No es justo, eres un maldito tramposo –apretaba los puños con ira, lo ve acercarse con expresión sombría, traga saliva.

- Guarda silencio –casi había siseado aquello, toma su mano y sin ningún tacto la saca de ahí, ella se resiste, aunque en vano, aquel hombre tenía mucha fuerza y le era muy fácil hacerla avanzar. Sube las escaleras a trompicones, intenta zafarse una vez que están arriba, el agarre se intensifica volviéndolo doloroso.

Al llegar a la habitación entra pateando las puertas, estas se abren y entra, arroja a Hester en la cama.

- No puedes hacerme esto, necesito estar con ella –se había puesto de pie, si tenía que rogar lo haría, todo valía si se trataba de su abuela.

- Yelena –grita el nombre del ama de llaves, esta entra de inmediato, Sergei le había dicho de la orden de su señor e intuyó que iba a necesitar su presencia.

- A sus órdenes señor –hace una pequeña reverencia con la cabeza.

- Pon a todas las criadas a resguardar esa puerta, nadie salvo ustedes o yo puede entrar y salir de esta habitación, no pueden quitarle la vista de encima o sus cabezas rodarán, ¿es clara mi orden? –la mujer asiente, mira a su señor salir a pesar de las protestas de su señora.

- Maldito, maldito –dio un respingo al escuchar algo estrellarse contra la puerta, al ver que es pudo notar los restos de un jarrón.

- Ya mismo lo limpiamos –dice la mujer antes de salir.

- ¡TE ODIO FADDEI! ­–grita con fuerza, arroja todo lo de la mesita, se deja caer en la cama llorando, haría como la primera vez, una huelga de hambre.

A pesar de no estar comiendo y de que las sirvientas le informaran de eso, Faddei no fue a verla ni una sola vez, así que ahí estaba, sentada en el marco de la enorme ventana, estaba bloqueada para evitar que escapase por ahí, planeaba la forma de salir de ahí, estaba preocupada por su abuela y sabía que ella la necesitaba, Faddei se había negado cuando se lo había pedido a través de Yelena, así que sólo podía ver por la ventana y llorar, ni siquiera le había dejado usar el teléfono de él para llamar al hospital, pero seguiría intentando, debía salir de aquí a como diera lugar.

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