Capítulo 2: Inolvidable
El día entero me la paso recordando su mirada, el movimiento de su mano y ese gesto nervioso que me fascinó. ¡Como me hubiera gustado ser yo el que mordiera suavemente sus labios!
La inseguridad me invade y, mientras una parte de mí se aferra a la esperanza de que ella se haya fijado en este humilde servidor, la otra me dice que deje de soñar, que seguramente saludó a otra persona.
Paso la noche en vela, escuchando una y otra vez la canción que tanto le gusta y que, por consiguiente, se ha convertido en mi nuevo himno. De tanto repetirla ya me sé la letra a la perfección, incluso la programé como mi tono de llamada... cosa que me trajo varias burlas de mis compañeros de trabajo, por cierto.
Me levanto más temprano de lo habitual ya que no tiene caso seguir dando vueltas en la cama. Tomo una larga ducha e intento arreglarme lo mejor que puedo.
¡Necesito llamar su atención! Estoy tan desesperado que me planteo la posibilidad de ponerme la camisa turquesa con volados en las mangas que usé para la última fiesta de disfraces a la que asistí, disfrazado como Jim Carrey en La máscara. Por suerte, desecho la idea rápido. No creo que así logre la impresión que ando buscando.
Una vez listo noto que todavía tengo tiempo de sobra pero no soporto más el encierro. Agarro las llaves y salgo a caminar, sin rumbo fijo. Cuando me quiero dar cuenta estoy frente a una cafetería, apenas a unas cuadras de la estación de tren.
Decido entrar a desayunar, después de todo salí de casa sin probar bocado. Me pido un café con tres medialunas y me siento a hacer algo de tiempo.
Entro a Facebook y reviso las noticias. Hace siglos que no publico nada pero de vez en cuando me gusta ver en qué anda el resto del mundo.
Alguna vez leí que uno descubre que se está poniendo viejo cuando deja de ver fotos de sus compañeros de escuela tomando tragos en algún bar y empieza a ver vestidos de novia, trajes y bebés por todos lados. Si es verdad, ya debo estar cerca de la jubilación y yo ni enterado estaba.
De pronto una foto en la que etiquetaron a mi madre me llama poderosamente la atención. Ella está muy linda, arreglada y con su collar de fiesta preferido. Amplío la imagen y escaneo el lugar en que se encontraba, pareciera ser una oficina del registro civil. ¿Se habrá casado alguien?
No sé quién es la persona que la etiquetó pero me meto en su perfil para ver si puedo sacar algo de información. Dos segundos después me arrepiento de mi estúpida idea. ¿Qué necesidad había?
Allí, como riéndose en mi cara, puedo ver a Sarah y Robert posando con la típica libreta azul. Y, como si aquello no fuera suficiente, la muy hija de puta está usando el vestido que le regalé el día de nuestro compromiso, ese que guardaba para una ocasión especial.
Cierro la aplicación y tiro el teléfono sobre la mesa. Me agarro la cabeza, despeinándome por completo.
Siento que todo vuelve, esas imágenes que tanto trato de reprimir están aquí de nuevo para torturarme.
Y no, no es que siga sintiendo algo por ella ni mucho menos, pero no por eso deja de doler. ¿Y él? Es mi hermano, éramos mejores amigos.
Ahora entiendo por qué mi mamá estuvo tan rara estos últimos días, sabe que ellos son tema prohibido y debía estar mordiéndose la lengua para no contarme la "buena nueva".
Miro el reloj y, para mi sorpresa, faltan cinco minutos para el horario en que ella aparece en el andén. Dejo el dinero arriba de la mesa y salgo corriendo. ¡Tengo que alcanzarla!
Intentando no pensar en el pasado, vuelvo a centrarme en mi princesa. ¿Cómo se llamará? ¿Podré hablarle al fin? ¿Valdrá la pena arriesgarme de nuevo? Después de lo de Sarah...
¡Mierda! ¡Dije que no quería pensar en el pasado!
Sudoroso y sin aliento llego a la estación para descubrir que el tren ya llegó y está pronto a cerrar sus puertas. Escaneo el lugar para ver si la encuentro y me sorprende verla sosteniendo la puerta para que no se cierre. Corro un poco más y llego a subir a su lado.
¡Tanto que me esforcé en darle una buena impresión para nada! La camisa se me salió del pantalón y mi aspecto es tan lamentable que hasta hubiera preferido que no tuviera que verme así.
Me estoy auto compadeciendo como un imbécil cuando el milagro sucede y la voz más dulce que escuché en mi vida me hace soñar despierto.
—Pensé que no llegabas —dice con una sonrisa—. Iba a ser raro viajar sin verte.
Sé que tengo que responderle pero no caigo en mí del asombro. Ella empieza a jugar con un mechón de su cabello y vuelve a hablar.
—Perdoná, sé que no nos conocemos... es que de un tiempo a esta parte siempre coincidimos —mira hacia abajo y juraría que la veo ruborizarse—. Soy Emma, por cierto...
—Jack —digo a media voz—, mi nombre es Jack.
Estoy por decirle algo más cuando mi teléfono suena, por lo que hago un gesto de disculpa y atiendo, ante su brillante mirada.
Se trata de mi jefe, Roger, para avisarme que hubo un gran corte de energía en la zona y no se puede trabajar desde la oficina, así que puedo volver a casa y conectarme de forma remota.
Cuando corto la comunicación por suerte es ella quien retoma la más que incipiente charla.
—¿Te gusta Pablo Alborán? —inquiere nerviosa, yo solo me limito a asentir—. ¡Ese tema es mi preferido!
—Sí, lo sé —¡Idiota! Tengo que arreglar esto—. Quiero decir... es un tema precioso. La verdad no conozco muchos más de él, pero este lo escuché de casualidad y me cautivó.
—¡Increíble! —Se muerde el labio como lo hizo ayer, y mi corazón está que se me sale del pecho—. Perdón, yo distrayéndote por el ringtone... ¿está todo bien? Te noté algo preocupado durante la llamada.
—Sí, no fue nada. Solo que tengo bastante trabajo y no hay luz en la oficina, me dijeron que me quedara en casa.
—¡Ups! Un poco tarde, ¿no? —La verdad es que no, falta bastante para mi horario de entrada, solo salgo antes para verte.
—Y sí —respondo en cambio.
—Te diría que es una lástima pero, a decir verdad, me alegro. De otra forma no nos hubiéramos visto hoy —Hace una pausa—. Perdoná que sea tan directa pero hace mucho que tenía ganas de que habláramos.
—¿Ah, sí? —pregunto confundido.
—Sí, bastante —ríe—. No lo tomes a mal pero siempre te veo mirarme y pensé que, tal vez... ¡Ay, olvidate! ¡Qué vergüenza!
—¿Tal vez qué?
—Tal vez —dirige su mirada al piso—... tuvieras tantas ganas de conocerme como tenía yo.
—¿Tan obvio soy? —Ante mis palabras levanta la mirada nuevamente y una sonrisa de oreja a oreja se instala en su bello rostro.
—Un poquito —Ambos reímos nerviosos.
—Te invitaría a tomar un café pero no creo que tengas tiempo... —me animo a soltar.
—Mmm... creo que puedo solucionarlo —Saca su teléfono y escribe un mensaje rápidamente—. ¡Listo! ¡Ya estoy libre!
—¿Así de fácil?
—Sí, digamos que son los beneficios de ser la hija del dueño —me guiña el ojo.
Nos quedamos en silencio, con nuestros ojos conectados. Sobran las palabras cuando la conversación es en el alma. La energía que fluye es indescriptible, tanto así que me olvido de todos los problemas que me aquejan. Borro de mi sistema absolutamente todo, menos a ella, a mi princesa... Emma.
—Esta es mi estación —dice de pronto—. ¿Bajamos?
—Por supuesto —respondo.
Descendemos del vehículo y comenzamos a charlar de todo un poco. Emma dirige la charla y me facilita muchísimo las cosas. ¡Es tan dulce y divertida!
Y así, esta mañana que empezó oscura y llena de dolor, se pinta de colores. No hay nada en este mundo más importante que Emma y yo.
Por delante me espera un día mágico y, sin duda alguna, inolvidable.
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