Capítulo 9.

Katherine.

El resto de la semana transcurre sin ninguna novedad, Anne no volvió a salir, pero si enviaba a Camile con cartas y recibía respuestas, lamentablemente mi hermana nunca me leyó sus cartas, es su privacidad y debo respetarla así que no indagué más sobre el asunto.

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La semana acaba en un abrir y cerrar de ojos, esta noche es la inauguración de la temporada en el salón de banquetes del palacete de la reina. A mi hermana y a mí llevan horas arreglandonos, primero un baño caliente y relajante con tallado en todo el cuerpo para evitar tener alguna mancha de suciedad, como si no nos bañaramos todos los días, es la primera vez que mi desnudez queda expuesta ante alguien que no es mi madre quien me bañaba cuando era pequeña.

Luego del baño Sophy frota mi cuerpo con mi crema corporal y en verdad estoy incómoda con todo esto ya que no solo me ve mi doncella si no que estoy bajo la lupa de la tía abuela Gertrude quien le da órdenes a ella mientras esparce la crema por mi piel.

Terminada la tortura de la crema, rocia sobre mi cuerpo perfume de flores silvestres que yo misma hago desde que era pequeña, mamá nos enseñó a mi hermana y a mí a hacerlo, pero a Anne nunca le interesaron esas cosas, yo por el contrario si hago cosas del hogar y mis cremas y perfumes los hago yo misma.

Sophy comienza a vestirme, me pone la ropa interior primero, luego pasa por mi cabeza el fondo que va debajo del vestido principal, me coloca las panty medías de color piel. Busca sobre la cama el corset para afinar más mi cintura.

—Soy delgada no necesito el corset —le digo amablemente, pero la tía abuela insiste en que lo necesito y la miro reacia a aceptar.

—Qué quede lo más apretado posible —le exige a Sophy y está aprieta tan fuerte que debo sostenerme del dosel de la cama para no caerme.

La cara de satisfacción de la tía Gertrude me causa repulsión, no sé cómo mi madre puede decir que fue como una madre para ella si conmigo se comporta como una villana de aquellas que he leído en los libros.

Sophy ata el corset con mucho esfuerzo, de reojo me veo al espejo y alcanzo a ver como mis pechos sobresalen de este haciéndolos más voluminosos y llamativos. Vuelve a la cama y trae consigo el vestido que pasa sobre mi cabeza, inspiro lentamente mientras la tela pasa sobre mi rostro y tiene un olor exquisito.

Termina de atar los cordones traseros de mi vestido y me gira para que me vea al espejo de cuerpo entero, por fortuna mis pechos están cubiertos, solo muestro un pequeño bulto que sobresale en la parte de arriba. Con mi cabello no tiene mucho trabajo, solo acomoda varios bucles en su lugar y me ata una media cola en la parte trasera de la cabeza la que cubre con una pequeña diadema, camina hacia el armario y trae consigo una caja cubierta con una fina tela y de ella saca las zapatillas que usaré, me pide que alce un poco el pie y me los coloca.

—Está lista Milady —le dice a la tía abuela, la que sonríe de medio lado al verme por el espejo.

—Perfecto, solo falta el toque final —del bolsillo de su vestido saca una cajita pequeña de terciopelo negro y la abre dejando ver un par de pendientes identicos a la diadema que cargo puesta—, eran de tu abuela —me dice y comienza a colocarmelos, veo como sus ojos comienzan a brillar de forma distinta y al terminar de ponerme el último carraspea— tú hermana lleva algo de ella también debo ir ahora a su cuarto. Perfúmala Sophy —le ordena y ella asiente.

Anne y yo nos cruzamos en el pasillo que da a las habitaciones y ella se ve muy hermosa, lleva puesto un precioso vestido rojo con bordes dorados, el cabello lo tiene recogido haciendo así que luzcan los largos pendientes que le dio la tía Gertrude; me sonríe, la noto un poco nerviosa en cambio yo, no puedo caminar mis piernas parecen un par de finas ramas que se balancean con el roce del viento.

En el coche vamos: La tía abuela Gertrude, Eleanor, Anne y yo, cada vez me siento más nerviosa al ver lo cerca que estamos del palacete de la reina. En el portón principal nos reciben los custodios con sus trajes de gala para la ocasión; nos permiten la entrada y somos recibidas en la puerta por el mayordomo real un hombre alto, entrado en años y de buen porte.

   La reina nos espera adentro con los brazos abiertos, saluda a las mayores y luego a mi hermana y a mí con un suave abrazo, el ama de llaves nos lleva a ambas a un recibidor donde están el resto de las chicas que iniciaran la temporada junto a nosotras. Esperamos alrededor de unos treinta minutos cuando el mayordomo nos indica que ya es hora.

  Vamos caminando hacia el gran salón, la música no se escucha tan a lo lejos, aprieto la mano de Anne y esta lo hace de vuelta intentando darnos ánimo.

   De un momento a otro la música deja de sonar para darle paso a las palabras de la reina quien es la anfitriona principal y nos hace el honor de presentarnos ante toda la realeza y allegados.

—¡Está noche el gran salón del palacete se viste de gala para recibir a estas treinta señoritas que han tenido el honor de ser invitadas por mí para dar inicio a la temporada de este año! —dice la reina emocionada—¡Estás jóvenes fueron elegidas bajo mi supervisión así que espero que los caballeros sepan apreciar las joyas que en este momento comenzarán a descender por estas escaleras! —termina de decir e inmediatamente se gira para vernos descender.

   El mayordomo se prepara con su bastón en lo alto de las escaleras y comienza a anunciar una a una a las chicas. Los caballeros abajo están muy atentos a cada una de nosotras, algunos miran con mala cara a las chicas que no son tan voluptuosas o más curvilíneas de lo normal a medida que van descendiendo las escaleras. Sigo muy nerviosa apretando la mano de mi hermana, siento sudar mis manos pero no me atrevo a soltarla para frotarlas sobre mi vestido.

—¡Lady Anne Charlotte Kensington Willson y su hermana Lady Katherine Kensington Willson! —dice y da dos golpes con el bastón en el suelo que nos hace sobresaltar a ambas.

   Los ojos de todos se posan sobre nosotras y puedo escuchar como murmuran algunas damas y caballeros al vernos bajar las escaleras. Nos reunimos las treinta jóvenes junto a la reina quien da la señal para que comience la música y el maestro golpea su varita y da la señal de inicio.

   La melodía es suave, es Canon in D  de Beethoven, la canción que suena en el piano al comienzo. Los jóvenes, caballeros y viudos se acercan a nosotras para invitarnos a bailar mientras que al piano se le suman los violines dándole un toque distinguido a la melodía. Anne es invitada a la pista central por uno de los sobrinos del príncipe heredero al trono de Suiza. Ella va caminando complacida con el joven.

   Al lado de la reina quedamos la sobrina de un vizconde francés, la hija de Lord Chaussen amigo de mi padre y yo, por las tres vienen dos caballeros mucho mayores que nosotras y un joven al que no he visto nunca en celebraciones pasadas, cuando el joven se acerca a mi para extender su mano, otra que no había visto llegar se interpone en su camino haciendo que mi pecho se sobresalte como si en él galoparan diez caballos salvajes.

—¿Me concede el honor de bailar conmigo esta pieza hermosa dama?

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Richard.
Tengo pesadillas por las noches donde veo a mi novia siendo besada, manoseada y penetrada por hombres y ninguno soy yo, veo en mis sueños como ella lo disfruta y extiende una mano invitándome a acercarme, pero cuando tomo su mano la pesadilla llega a su fin haciendo que despierte agitado y sudoroso.

Debo moverme rápido si quiero hacer algo para evitar que Katherine sea elegida por otro, ella es mía y de nadie más, no voy a permitir que ninguno de esos hombres ponga una mano sobre ella, me siento encerrado, enclaustrado, asfixiado con solo pensar que eso pueda suceder.

Regreso a Londres días después de su partida, comienzo a mover y a cobrar algunos favores ya que la reina no tuvo el tiempo suficiente para enviarme una invitación para asistir a la temporada, quiero pensar que fue un olvido nada más y no que quiso evitarme a toda costa, ya que mi madre y ella eran amigas en su juventud, pero luego del casamiento de mis padres ellas se vieron obligadas a distanciarse.

Me encuentro con un viejo amigo en estos momentos en un café, él me debe un favor muy grande, gracias a mi intervención aquel salió ileso de todo lo que se le acusaba aquella noche que asesinaron a un joven indigente en un callejón oscuro de la ciudad.

—Necesito que hagas esto por mí, debo entrar en esas celebraciones, sé que la empresa de tu padre es la encargada de hacer las invitaciones y quiero una para mí —le digo secamente sin ninguna amabilidad de por medio.

—Sabes que si te doy la invitación no servirá de nada si no estás en la lista.

—Tu trabajo es ponerme en esa lista, vamos, no te estoy pidiendo demasiado es lo poco que puedes hacer por lo que hice ese día —le exijo— Si no fuera por mi, en estos momentos estarías encerrado en una celda, o peor aún, tres metros bajo tierra... Sabes que puedo mover mis influencias y reabrir el caso —lo amenazo.

—Si haces eso tú también saldrás perjudicado —intenta persuadirme, pero no me intimida con sus palabras.

—Tengo mis métodos para salir ileso de todo.

—Veré que puedo hacer —me dice y se levanta de su silla para irse, pero lo detengo del brazo y lo hago sentar de nuevo.

—¡Tienes que ponerme en esa lista, veré que puedo hacer no me sirve! En estos momentos estás gozando de tu libertad, de que la luz del sol te dé en el rostro todos los días gracias a mí, así que, tienes hasta mañana para que me des la invitación y anotarme en esa dichosa lista de invitados —le exijo, no soy amable ni nada, mi caballerosidad la pierdo con personas que no miran ni recuerdan lo que se hace por ellos.

Él me mira con los ojos muy abiertos, pero asiente a lo que le exijo y me informa que mañana por la tarde tendré mi invitación y una copia donde conste que mi nombre está en la lista real.

Regreso a mi casa luego de la conversación con mi viejo amigo y le pido a la mucama que arregle mis trajes de gala, estos días serán muy laboriosos para mí, evitar que esos hombres pongan las manos sobre mi novia y futura mujer será mi desafío ahora.

———
La entrada al palacete está abarrotada de coches, hay una pequeña fila de ellos donde están bajando personas de alta alcurnia mientras se van acercando a la puerta. Estoy un coche antes de la entrada y estoy sudando, tengo mi invitación a la mano.

—«Espero que ese imbécil no me haya engañado y hacerme pasar una vergüenza en la entrada; porque si es así, juro que mañana mismo tiene a las autoridades esposándolo en la puerta de su casa», me digo a mi mismo.

   Llega mi turno y la entrego seguro de lo que hago, el mayordomo la ve y me observa unos instantes mientras ojea la lista que tiene.

—Bienvenido Milord disfrute la celebración —me dice y suelto el aire contenido en mis pulmones.

Entro al gran salón justo a tiempo, aún no han presentado a las jóvenes, trato de pasar desapercibido ante los ojos de la reina, pero es tarde ya me ha visto, pregunta algo al oído al ama de llaves que tiene al lado y esta le responde y es su majestad quien viene hacia acá.

—Majestad —me inclino ante ella y la saludo, recibo su saludo de vuelta.

—Lord Chapman, que gusto verlo por aquí aunque no recuerdo haber puesto su nombre en la lista.

—Recibí la invitación real si no ¿Cómo puedo estar aquí? —le digo seguro y ella asiente.

—Lamento mucho lo de su madre, ella y yo éramos muy buenas amigas antes de que se casara con tu padre —noto cierto tono de tristeza en su voz al hablar.

—Lo sé, ella me lo contaba de niño.

—Era una mujer excepcional, a pesar de que se parece a su padre, tienes sus ojos, esa mirada que ella poseía —siento hormigueo en mi garganta al oírla hablar de mi madre y no puedo evitar carraspear delante de ella— bien, espero que disfrute de la velada, ya pronto bajarán las homenajeadas —se va dejándome solo impaciente para ver a mi amada.

La veo parada en la cima de las escaleras junto a su hermana, se ve realmente preciosa más que la primera vez que la vi, baja por los escalones y cada paso que da parece como si en vez de caminar flotara en el aire, quedo perplejo al verla llegar ante la reina y quedarse allí junto a las demás.

La música comienza a sonar y los nervios en mí estómago me sacan de la ensoñación de verla ahí de pie, las jóvenes son invitadas a bailar una a una, mientras yo sigo esperando en mi lugar deseoso de que nadie se le acerque, pero un joven de buen porte la ve y se va acercando a ella, mi pecho arde, quema solo en pensar que él vaya a tocar siquiera su mano y me adelanto a sus intenciones llegando a ella antes que él, extiendo mi mano ante ella y soy yo quien habla primero.

   Sus ojos brillan como dos diamantes pulidos al notar que soy yo quien le extiende la mano y no duda ni un segundo en tomarla, la llevo al centro de la pista de baile, la tomo por la cintura atrayéndola hacia mí y comenzamos a bailar al compás del piano y los violines, no puedo evitar sonreír cuando veo en su rostro la alegría que la embarga al verme ahí frente a ella.

—¿Cómo...Cómo lograste venir? —me pregunta sin poder creer que sea yo.

—Moví algunas influencias, te dije que nos veríamos pronto y heme aquí frente a ti y no voy a soltarte nunca hermosa —ella se sonroja ante mis palabras y deseo más que nada abrazarla y besarla en estos momentos, pero debo cuidar la compostura ante todos.

   Bailamos un par de melodías más y es mi deber dejarla descansar un rato, mientras bebo un trago de coñac junto a los demás pretendientes. Veo al Conde Nillson acercarse a la reina y hablarle muy cerca mientras ella desvía sus ojos a mi amada «están hablando de ella» y esta asiente mandandola a llamar con el ama de llaves.

   Aprieto con fuerza el vaso que tengo en la mano. El Conde Nillson es un hombre bastante mayor, a pesar de que se mantiene joven ya está entrado en años y enviudó recientemente quedando a cargo de dos pequeños de ocho años.

   Veo a Katherine acercarse a la reina y esta le presenta al Conde quien toma su mano y la besa con vehemencia, mi cuerpo se acalora, pero debo comportarme y no perjudicar a mi amada, ambos tienen una corta charla y luego ella se retira junto a las demás doncellas, no logro destensar mi cuerpo «debo hablar con ella en privado».

   Las doncellas vuelven a la pista de baile, pero esta vez soy yo el primero en invitar a mi novia, trato en lo posible de hablarle lo más calmado que puedo mientras bailamos para que nadie sospeche que tenemos una relación.

—Necesito verte en privado —le digo y se tensa al instante.

—Richard... No podemos, alguien puede darse cuenta.

—Lo sé, pero quiero correr el riesgo —le sonrío disimulando nuestra conversación— necesito verte a solas... Por favor no me niegues esto —le suplico y ella acepta al final.

—Está bien, pediré permiso para ir al tocador y nos veremos en el pasillo.

—Te seguiré.

————-
Gertrude.

   He desestimado la inteligencia de este muchachito, el atreverse a presentarse aquí e insistir con mi sobrina, me deja un mal sabor de boca... Ese Chapman no es digno de mi sobrina, Lord Thomas es un ser déspota y cazafortunas, no me extrañaría que el hijo sea igual al padre.

   Los veo charlar a gusto mientras bailan, hasta ahora no he querido entrometerme en lo que va de velada, pero si ese joven no la deja interactuar con alguien más hablaré con la reina para que retire su nombre de la lista.

  Katherine se dirige hacia un pasillo luego de hablar con la reina cuando terminó la pieza musical, supongo que va hacia los sanitarios, pero el muy astuto de Chapman poco después recorre el mismo camino que ella, «no voy a permitir que lo estropee todo».

   Solo espero un par de minutos y me adentro por el pasillo, pero no los veo, entro al tocador de damas y no la encuentro por ningún lado, comienzo a desesperarme.

—«No vayas a cometer ninguna locura niña», me digo y continúo buscándola, hasta que la encuentro entre los brazos de aquel mano suelta apunto de besarla— ¡Quítale las manos de encima en este instante! —le grito y ambos se sobresaltan.

—¡Tia abuela! —los ojos de mi sobrina parece que van a salir de sus órbitas al verme parada allí, ninguno de los dos esperaba que alguien y menos yo los capturará infraganti.

—¡Usted y yo jovencito debemos hablar... Katherine vete al gran salón inmediatamente!

—Pero, tía por favor...no

—Al salón te dije, este jovencito y yo, nos quedamos aquí.

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