Capitulo 78.
William:
Camino de un lado a otro desesperado ante este encierro. Aquí no hay un agujero por donde entre algo de luz, solo el crispar de las antorchas que se filtra por el borde de la puerta que ilumina un poco el suelo por donde piso.
El olor a excremento y a orina me tiene con el estómago revuelto y el chillido de las ratas me erizan los vellos del cuerpo. No les temo, en alta mar vi unas cuantas dentro del barco en el que navegábamos, pero estas alimañas tienen días o semanas que no prueban un mendrugo de pan y al mínimo descuido pueden llegar a morderme.
Los gritos tortuosos de alguien provenientes de afuera me ponen en alerta y me pregunto a quien torturaran de esa manera.
—¿Qué clase de cárcel es esta para que una persona grite tan aterradoramente?
Otro grito peor que el anterior se escucha luego de un estruendoso golpe y me estoy poniendo nervioso.
—Necesito salir de aquí, en cualquier momento pueden venir por mí y hacerme lo que le están haciendo a ese pobre hombre.
Por la noche si es que es de noche, no pego un ojo, siento como una de las ratas sobre una de mis botas y la sacudo con fuerza hasta que la escucho chillar cuando se estrella contra una de las paredes de piedra.
El frío aquí es inhumano, tirito a cada nada y maldigo una y mil veces a Vincent y a todo aquel que me puso en este aprieto.
Las horas siguen pasando y mi estómago resiente la falta de alimento, al igual que mi garganta deseosa por un poco de agua. Veo hacia un lado el pequeño recipiente con agua turbia que dejaron cerca de la cubeta donde tengo que hacer mis necesidades fisiológicas y luego lavarme las manos, pero inmediatamente sacudo mi cabeza en negación.
***
Despierto cuando mi cabeza se tambalea hacía un lado y no le quito el ojo al par de ratas que están alimentándose de la que patee contra la piedra y cayó muerta.
—Al menos ya llenan su estómago con algo.
Paso mis manos por mi rostro desesperado, huelo mal, y el olor fétido de mi excremento y orina ya me han hecho tener arcadas varias veces.
Irritado me levanto de donde estaba apoyando mi espalda y las ratas corren despavoridas a esconderse, me acerco a la puerta con paso débil, pero estoy determinado a hacer que alguien me escuche y me saquen de aquí, así sea para darme de azotes, pero no puedo continuar ni un segundo más encerrado en esta pocilga.
—¡Sáquenme de aquí! —grito al mismo tiempo que golpeo la gruesa puerta, pero nadie viene.
Observo con impaciencia los destellos de las antorchas por si hay algún cambio y es alguien que se acerca, pero nada sucede. Golpeo la puerta tres veces más con el mismo resultado y desisto de seguir intentándolo.
—Debo guardar energías.
Vuelvo al lugar improvisado donde me recuesto frustrado y enojado por toda esta situación y pienso en mi amada esposa, en lo desesperada que debe estar sin saber nada de mi al igual que mi abuelo y los demás.
***
Me despierta el sonido de unas llaves entrando en la cerradura de la puerta y me levanto de golpe controlando el mareo que me ataca por la falta de alimento y agua. Debo pestañear varias veces para acostumbrarme a la luz incandescente de las antorchas que iluminan el pasillo antes que un par de brazos tomen los míos de cada lado y me arrastren hacia afuera.
Al pasar por el pasillo que lleva a mi celda miro de reojo el movimiento que hay en una de las puertas cercanas a la mía, un hombre rubio de cabello largo está siendo atendido por el anciano que me da de comer, tiene la piel de la espalda abierta y sangrante, quizás sea el hombre que estaban torturando.
Me mantengo en silencio dejando que me arrastren hasta mi celda, donde me lanzan como un saco de estiércol al suelo. Las rodillas me arden del impacto contra la fría roca y por más débil que estoy, no dejo de mirarlos con furia,
Sus risas burlonas hacen que la sangre que fluye por mi torrente sanguíneo hierva y me levanto disimulando con todo lo que tengo la debilidad de mi cuerpo y me yergo ante ellos.
«Ninguno de estos idiotas va a verme derrumbado».
—¡Al suelo! —grita el más despreciable de los dos— ¡Mantente en el suelo como la asquerosa cucaracha que eres!
Alzo el mentón y lo enfrento con la mirada.
—¡Nunca! —espeto— ¡Ni destruido me verás en el suelo!
Me preparo para recibir el golpe de la porra que saca de su cintura el carcelero que se disgusta con mi altanería en su contra, pero su compañero le frena el brazo que ya tenía en lo alto.
—No tenemos órdenes de agredirlo —le dice y su compañero lo mira de reojo irritado.
—¡Es un insolente! —dice y me mira con los ojos inyectados en rabia— ¡Al suelo escoria humana!
Grita de nuevo volviendo a alzar la porra que detiene el otro nuevamente.
—¡Ya déjalo en paz! —espeta— Si lo ven lastimado el castigo será para los dos, no solo para ti.
El carcelero mira de mi a su compañero y después de un gruñido sobresaltado guarda su porra en la cintura.
—Esta vez te salvas, pero cuando dicten sentencia en tu contra —se acerca a mi cara destilando sobre la mía su aliento fétido—, seré yo quien te lleve al mismísimo infierno en vida.
Se yergue y se da media vuelta para irse. El otro carcelero se queda un poco más frente a mi cerrando la reja de mi celda.
—Trate de mantener la compostura su excelencia —me advierte mientras pasa la llave por el cerrojo—. Estoy de su parte, pero mi compañero es fiel al comandante y sus tácticas son bárbaras, si no me cree, solo mire al pobre hombre que atiende el anciano.
Observo en dirección hacia donde apunta su dedo y de solo ver lo maltratada que está la espalda del pobre hombre siento escalofríos, sin embargo la curiosidad me gana y no puedo evitar preguntarle que hizo para que esté en tal estado.
Su respuesta fue simple y con un tono frío soltó:
—Puso sus ojos en una dama de mayor título y el padre de la doncella pagó para adjudicarle un crimen no cometido. Su sentencia ya está dictada y no saldrá nunca de aquí.
Retrocedo un paso y olvido el hambre, la sed, la debilidad de mí cuerpo cuando sus palabras caen del todo en mi juicio por lo que me está sucediendo.
—¡¿Quién pagó para que me hicieran esto?! —mi voz suena a suplica cuando aprieto los barrotes fríos de mi celda.
—No lo sé su excelencia, pero fue alguien de poder.
Los gritos del otro carcelero vuelven a escucharse y el que tengo enfrente se aparta de golpe de la reja. Veo cómo saca su porra y golpea la celda donde está el viejo atendiendo al otro inocente y grita.
—¡Apresúrate! Llévale agua y comida al reo que lleva días sin probar un bocado.
***
El sonido de las ruedas maltrechas del carrito que arrastra el anciano me hace levantar de la improvisada cama que tengo en mi celda. Mi olfato se agudiza tanto por el hambre, que a la distancia me llega el olor de la avena recién hecha. Un gruñido resuena dentro de mi estómago y lo aprieto con ambos brazos para evitarme la vergüenza de que el pobre anciano me escuche.
Mi boca se encuentra suplicando por un poco más de agua antes de que el anciano comience a llenar el tarro con la avena. Tomo el vaso con agua como si fuera mi último aliento para sobrevivir.
—Comala poco a poco Milord, está caliente —asiento y tomo el tazón con ambas manos.
Cuando mi hambre y mi sed quedaron saciadas miré con atención como de debajo de un mantel sacó algo envuelto en una servilleta de tela, trago grueso con la vergüenza porque la boca se me hace agua cuando veo la pieza de pan que desenvuelve, me la extiende con una sonrisa en los labios y pienso en si tomarla o no; pero él insiste y avergonzado la tomo.
–Gracias –le digo y él sonríe con más amplitud.
–Comalo, lo hurté de la cocina, está recién hecho.
Llevo la pieza de pan a mi boca para darle un mordisco y me sabe a gloria. Cómo puede un simple pan recién hecho sin nada adentro saberme tan bien. Lo paso con un poco de agua fresca y cuando el anciano ve que realmente estoy satisfecho, toma el asidero de su carrito de ruedas destartaladas y se va, no sin antes darme una informacion que me deja inquieto.
–El comandante está reunido con gente de la nobleza en su despacho, tal vez están hablando sobre su caso.
–¿Cómo lo sabe? –pregunto inquieto.
–Escuché que un hombre de cabello oscuro mencionó su nombre cuando fui a llevarles café.
Desvio la vista del anciano que va arrastrando su carrito maltrecho hacia la celda que está casi frente a la mía para ver al hombre rubio acostado boca abajo con la espalda vendada, preguntándome en qué mujer de la alta sociedad puso los ojos para que el padre de la dama se ensañara así contra él.
No parece un hombre de baja estirpe, tiene una contextura como la mía, a pesar de los golpes en el cuerpo y lo despeinado que está tiene el cabello lozano, no es un simple ciudadano, alguna estirpe y abolengo debe de tener.
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Katherine:
El calor de los rayos del sol me dan en la cara haciendo que frunza el ceño cuando Jazmin abre de golpe las cortinas de mi habitación.
—Es hora de levantarse —grita sacudiendo la cama mientras me cubro de pies a cabeza con la manta—. Tienes que levantarte, el médico ya está aquí.
Me estiro aún somnolienta gracias al té que me sirvió anoche Ada ya que llevaba varias noches sin dormir bien después de la noticia del castigo que el comandante le dio a William.
Más de una vez le rogué al abuelo que me dejara ir e interceder por él, pero mi debilidad lo hizo negarse una y otra vez.
Camino al baño y al mismo tiempo que pongo la mano en la manija para abrir la puerta la voz de mi amiga me detiene.
—Aún no has manchado las sábanas —dice y niego con la cabeza esperanzada en que son ciertas mis sospechas y estoy esperando un hijo de mi amado William.
Jazmin sonríe al ver cómo inconscientemente llevo mi mano hacia mi vientre plano y se acerca a mi posando sus manos sobre mis hombros.
—Cuando el médico te revise sabremos si estás de encargo o no.
Asiento un poco nerviosa con la cabeza y me encierro en el baño para hacer mi rutina diaria. Salgo de la bañera, y antes de ponerme la bata de baño me detengo frente al espejo de cuerpo entero que está al lado del lavabo. Desnuda observo mi cuerpo fijándome estrictamente en mi vientre. Lo acaricio de arriba a abajo con mis manos y no siento nada extraño, me giro hasta ponerme de medio lado y no veo ninguna protuberancia en crecimiento, más bien, lo veo más plano que antes, sin embargo, no me desánimo y descuelgo la bata para cubrirme y salir a terminar de arreglarme para que el
médico me revise después de esperar tantos días por él.
***
Después del exhaustivo interrogatorio que me hizo el médico, me pidió que me recostara en la cama con el vientre descubierto. Mi madre quien está conmigo y yo observamos cómo el galeno se acerca a su maletín y saca un instrumento parecido a una pequeña trompeta y lo coloca sobre mi vientre desnudo.
—Lo siento si está muy frío —dice con un tono alegre cuando nota que toda mi piel se eriza al sentir el instrumento metálico y helado sobre mi.
La punta más fina se la coloca dentro del oído mientras que la más ancha está sobre mi vientre. Minuciosamente va moviendo el instrumento sobre todo mi vientre y de vez en vez frunce el ceño poniéndome más nerviosa de lo que ya estoy.
De repente retira el instrumento con forma de trompetin de mi vientre y me cubro la piel desnuda.
—Hmm —suelta para dirigirse después a su maletín donde saca un frasco con alcohol y lo limpia.
—¿Y bien doctor, qué es lo que tiene mi hija?
Lo observo atenta e inquieta por lo que va a decir, pero solo le murmura algo a mi madre que no logro escuchar y esta asiente con la cabeza cuando endereza la espalda para después dirigir su mirada hacia mi.
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William:
Al fin pude darme un baño y cambiarme la ropa sucia que he llevado por días gracias a que mi abuelo pudo visitarme y traerme algo limpio para vestir.
Desde mi celda mientras me acomodo las botas lo veo a través de las rejas y le pregunto si ha habido algún adelanto sobre mi caso, pero su respuesta negativa nubla cualquier esperanza que mantenía en salir pronto de aquí.
—El abogado está haciendo todo lo posible por sacarte de aquí mientras no se realiza el juicio en tu contra, pero tal parece que hay manos de alto rango involucradas hijo.
—Eso ya lo sabíamos abuelo —respondo frustrado—. El anciano me dijo que el comandante estaba reunido en su despacho con gente poderosa y nombraron mi nombre, ¿Qué sabes de eso?
Mi abuelo me mira extrañado, tal parece que no estaba enterado de nada.
»El médico, ¿Fue a ver a Katherine? —cambio de tema al darme cuenta de que no sabe nada de lo que le mencioné.
—Estaba llegando a la casa cuando salí, decidí venir aquí primero y ver cómo estabas antes de permitir que ella con su obstinado genio me obligara a traerla.
Sonrio porque se lo terca que es mi esposa, sin embargo, este no es lugar para que ella visite, los silbidos, gritos y miradas lascivas hacia ella de los demás reos me enciende la sangre, porque solo yo puedo verla con lujuria y hambre por su cuerpo.
—Este no es lugar para ella abuelo.
—Sabes que aunque le diga mil veces que no, ella seguirá insistiendo en venir a verte.
—Muero por verla, pero no deseo que sus pies pisen este inmundo lugar de nuevo.
—Créeme hijo, que si la atamos a la cama, vendrá así sea con el respaldo sobre su espalda.
Me río ante la viva imagen que se forma en mi mente de mi esposa cargandolo.
—Estoy muy seguro de que lo haría.
Una voz ronca al final del pasillo indica que la visita terminó y me despido de mi abuelo, no sin antes rogarle que apenas sepa algo sobre el estado de Katherine me lo haga saber de inmediato.
Lo veo alejarse y al desviar mi mirada hacia la celda de enfrente veo cómo el hombre intenta levantarse con los brazos temblorosos.
No es de mi incumbencia, pero si se le resbala la mano puede herirse más en el proceso.
—¡No deberías levantarte todavía! —le grito y voltea a verme con el ceño fruncido— si una de tus manos falla, puedes reabrir tus heridas.
Hace caso omiso a mi advertencia, pero logra levantarse y dirigirse al final de su celda, donde se para de espaldas a mí y escucho el sonido del líquido que cae dentro de la cubeta que usamos para nuestras necesidades.
—Necesitaba orinar —dice cuando voltea a verme sobre su hombro— Así reabra mis heridas, jamás volveré a ensuciar mis pantalones.
Me quedo pegado a la reja viendo algunas de las heridas que tiene en la espalda, las que no necesitaron de vendaje y trago grueso ante la imagen grotesca que me brinda.
—¿Que?, ¿Nunca has visto un miembro que no sea el tuyo? —dice y salgo de mi concentración cuando noto que está guardándose el miembro dentro del pantalón.
—¡No necesito ver el miembro de nadie! —espeto con cierta molestia—, No soy de ese tipo de hombres.
Dibuja una media sonrisa en su rostro y se dirige a paso lento hacia su cama de piedra igual a la mía y con cuidado se acuesta boca abajo.
—Estaba bromeando, no te ofendas —suelta relajado—. Todos sabemos tu inclinación hacia las mujeres, incluso si son hermanas.
La sola mención de eso me hierve la sangre y aprieto los puños contra las rejas.
—¡¿Qué demonios sabes de eso?!
—Lo mismo que se encargó tu cuñado de regar como pólvora, pero tranquilo eso no es de mi incumbencia.
—Ciertamente no lo es.
Me alejo de la reja y me acuesto desesperado por este encierro. Cierro los ojos tratando de dormir un poco sabiendo que ya por hoy se me serán negadas las visitas.
Unos murmullos un poco altos me despiertan y cuando giro el rostro para saber de donde provienen, veo a un hombre de gabardina negra y sombrero de copa hablar en un tono bajo con el rubio encerrado frente a mi. Me hago el dormido con los ojos entrecerrados viendo como el rubio toma por la solapa de la gabardina al otro y su rostro está transformado en rabia pura.
—Tiene que ser esta misma semana —susurra entre dientes—, sabes que si sigo aquí me asesinaran y me lanzaran a una fosa cualquiera.
—Estamos preparándolo todo, pero no es fácil ocultarlo de la vista de todos.
—Pasará desapercibido con los pescadores.
Veo como el hombre asiente. El rubio al fin lo suelta y este da dos pasos atrás para irse, pero antes de que le dé la espalda el de cabello largo le advierte:
—Te doy tres noches.
El hombre de la gabardina no dice nada más y sale caminando por el pasillo. cierro los ojos para intentar volver a dormir, pero la voz de mi compañero de enfrente me hace abrir los ojos de golpe.
—Es de muy mala educación, que un alto noble como usted, se haga el dormido, para escuchar conversaciones que no le conciernen, lord Ferguson.
Me siento de golpe al saber que no vale la pena negarlo.
—No estaba espiando, simplemente me despertó su conversación con el otro caballero y no quise molestarlos.
Sonrie de medio lado y esa sonrisa no me gusta para nada, sin embargo, hay algo qie me inquieta y se lo doy a entender.
—Podría decirle a usted milord, que no es falta de educación la mía, pero si la suya al llamarme por mi apellido, cuando evidentemente yo no sé el suyo.
Su sonrisa se ensancha confiada ante mí y hay algo en él que se me hace conocido.
—Mil disculpas su excelencia —dice en tono burlesco, lo que me molesta y lo sabe—. Permítame recordarle mi apellido.
«¿Recordarme su apellido?, ¿acaso lo conozco?»
—Soy Timothy Mitchell su excelencia, ¿Ahora si le suena mi nombre?
«Timothy Mitchell, Timothy Mitchell, me suena de algún lugar, pero no recuerdo de donde»
Creo que nota la confusión en mi rostro porque se ríe a carcajadas.
»—Soy el hijo de Corlton Mitchell, amigo de tu padre, ambos murieron en aquel fatídico viaje.
—Ahora lo recuerdo. Tu padre le pidió al mío que lo ayudase con su rebelde hijo y te enviaron a un internado fuera de Londres.
—Así es, gracias a la ayuda de tu padre me convertí en un caballero, heredero del título de mi progenitor, pero el título de barón no me sirvió de mucho al poner los ojos en la hija heredera de un Márquez —ríe con cierta molestia—. A su padre le parezco poca cosa para la princesa de sus ojos y heme aquí, siendo encarcelado y culpado por algo que no hice.
—Entonces ya somos dos los inocentes —afirmo y asiente con la cabeza.
—Sin embargo, mi encierro no dudará mucho, no se que tanto pudiste oír de la conversación con Leopold, pero tengo planeado huir de aquí.
Abro los ojos sorprendido ante su confesión.
—Huir de aquí es imposible —él sonríe de medio lado ante mis palabras— además porque me cuentas tus planes, ¿Acaso no temes a que te delate?
—No me delatarás, porque conozco tu crianza y sé que no eres un traidor y mucho menos un soplón.
—Podría costarte la vida si llegan a atraparte en el intento de huir.
—De igual manera ya estoy muerto —dice con la voz un poco afectada—. Se hizo un juicio sin mi presencia y he sido sentenciado a muerte.
La sangre se me hiela de solo pensar que ese podría ser mi futuro.
»—Mi futuro ya está escrito y si he de morir, prefiero hacerlo intentando escapar que morir en esta pocilga a punta de latigazos o algo peor.
Se aleja de la reja y se acomoda lentamente sobre la cama de piedra mientras yo me quedo pegado a la reja asimilando todo lo que me ha dicho.
»—En tres días estará listo un barco en el muelle pesquero, si te decides, puedes venir conmigo, no creo que tu juicio sea legal y imparcial, por cómo se están dando las cosas, todo está hecho para encerrarte por años.
«Encerrado por años», estas palabras hace que se me ericen los vellos de todo el cuerpo.
Estas palabras retumban en mi mente el resto de la noche sin poder pegar un ojo.
Al día siguiente la frustración. Hace añicos mi paciencia y camino de un lado a otro desesperado como un león enjaulado. La avena del desayuno no me supo a nada, ni siquiera el anciano me dijo alguna palabra.
Siento el ambiente tenso, mi abuelo no ha venido a verme, se por él que Simon y Claus están buscando algunas pistas de mi inocencia y por eso no han aparecido a verme y me angustia no tener noticias de lo que tiene mi esposa.
Irritado me acuesto sobre la cama que hoy me parece más dura que en otros días y pongo mi brazo sobre mis ojos intentando dormir para que el tiempo pase más rápido, pero un fuerte golpe en la reja de mi celda me hace levantar de golpe.
Si mi día iba mal, ahora va peor con las dos visitas indeseables que tengo enfrente.
El porte con aires de grandeza de lord Thomas me revuelve la bilis cuando lo veo ojearme de arriba a abajo con cara de asco y ni hablar del hijo que se esconde detrás de la espalda del padre observándome con rabia.
—Pensé que estarías más desgastado y débil —dice el desgraciado llevándose el puro a la boca—. Pero ya veo que se te ha tratado bien a pesar de ser un maldito asesino.
Alzo la cara y me yergo frente a él, no me voy a bajar a su nivel, soy un duque y merezco respeto.
—No te alces tanto William.
—Excelencia para usted, que no tiene ningún derecho a tutearme. Además no entiendo que hacen aquí, su visita me es desagradable.
—Solo venimos a ver cómo estaba su excelencia —se burla el desgraciado—. Veo que lo tienen en una celda digna para un asesino como usted.
—¡¿A qué vino?! Y déjense de idioteces.
—Calma ex cuñado —habla al fin Richard quien parece que ya encontró el par de testículos que tenía ocultos detrás de su padre—, solo vengo a informarte que ya la demanda de la anulación de tu matrimonio con Katherine ya fue publicada —la noticia me cae como un balde de agua fría sobre la cabeza—. Así que, ella ya es libre de ti.
Me acerco a la reja lleno de rabia y saco la mano para tratar de tomarlo por la camisa, pero da dos pasos hacia atrás haciendo que solo lo roce con la punta de mis dedos.
—¡Mientes maldita escoria humana! —grito con los dientes apretados.
Richard se abre el saco y saca de él un documento que me lanza a los pies. Mis ojos se dirigen hacia el papel y un dolor me cruza el pecho cuando leo la sentencia de la anulación con el sello de la iglesia.
—¡Mi matrimonio con ella fue consumado! —grito encolerizado— ¡Voy a apelar esto, maldito!
—¿Y vas a ser que Katherine pase la vergüenza de ser revisada y enfrentarla al escarnio público?
«No puedo hacer que ella pase tal vergüenza».
»—Sabía que no lo permitirías, ella no se lo merece —dice y no digo nada, pero lord Thomas interrumpe haciéndome rabiar aún más.
—Lo que tenía que ser mío desde un principio volverá a mi, porque ahora si no hay nada ni nadie que evite que ella sea mía.
La furia me enceguece y sin esperarlo me lanzo de nuevo contra las rejas y lo tomo del saco arrastrandolo hasta golpearlo contra la reja.
—¡No te atrevas a tocarla, porque si antes no asesiné a nadie, contigo no me temblará el pulso!
Lo miro a los ojos y veo el temor en su mirada. La sangre le baja desde la ceja hasta la barbilla, debí golpearlo más fuerte y dejarlo sin sentido al malnacido.
—¡Suéltame desgraciado! —grita cuando lo agarro más fuerte con ambas manos. Richard intenta apartarme de su padre y aprovecho su descuido y lo atraigo hasta la reja también.
—A mi mujer nadie la toca —les digo entre dientes con los ojos inyectados de rabia—. Si uno de ustedes se atreve a ponerle un dedo encima ni que se escondan debajo de las piedras se salvarán de mi.
—¡Guardia! —grita Richard cuando logra zafarse de mi agarre— ¡Guardia!
Escucho los pasos que vienen corriendo y suelto a lord Thomas que trastabilla hacia atrás.
La porra del carcelero golpea la reja de la celda haciendo un estruendoso ruido.
—¡¿Qué es lo que está sucediendo aquí?! —Pregunta el carcelero fiel al comandante, mientras que el otro me mira desaprobando mi actitud cuando los dos cobardes le cuentan lo sucedido.
»—¡Llévalo al calabozo por hoy, a ver si así aprende a comportarse!
El carcelero abre la reja y me lleva las manos a la espalda antes de esposarme bajo la mirada del par de malnacidos que vinieron a joderme la vida.
—Le dije que se mantuviera tranquilo —me susurra el carcelero para que nadie lo oiga.
Me arrastra hacia afuera de la celda y cuando paso al lado de lord Thomas este se aparta y le susurro tan alto para que él solo me escuche.
—Cobarde, aléjate de Katherine.
Y luego soy arrastrado hacia el calabozo frío y oscuro de nuevo.
»—Necesito hablar con mi abuelo —le digo al carcelero, pero este niega con los cabeza.
—En el calabozo de castigo no puede recibir visitas, usted lo sabe excelencia.
—Necesito que envíe a alguien entonces a mi casa —le digo desesperado—. Dígale a mi abuelo que saque a mi esposa de la casa, que la lleven a otro lugar donde lord Thomas no pueda encontrarla.
—Tranquilícese, excelencia.
—¡No, es que no lo entiendes al anularse el matrimonio él puede exigirla en casamiento, necesito que envíes a alguien ya a mi casa, dile a mi abuelo que le dé recompensa!
—Lo haré no se preocupe, yo mismo me ocuparé de enviar a alguien, pero debe mantener la compostura, así lo que logra es que lo encierren más veces aquí.
Cierra la puerta cuando sale y me sumerjo de nuevo en la maldita oscuridad y sin saber a ciencia cierta si en verdad el hombre logrará llegar a tiempo antes que lord Thomas se atreva a ir por ella.
***
No descansé toda la noche pensando en que pudo haber pasado ayer después de que me trajeran a este mugroso y gélido calabozo. Cuando abren la puerta veo que no es ninguno de los carceleros de costumbre y me pongo alerta.
—Vamos su tiempo de castigo ha acabado —el guardia me pone los grilletes muy apretados, tanto que me lastiman las muñecas.
—Están muy apretados —me quejo, sin embargo no dice nada y me saca del calabozo, pero no me lleva a mi celda sino que me hace subir las escaleras y me lleva hasta la puerta de la oficina del comandante.
Inquieto espero que el carcelero toque y esperamos la voz de pase para que él abra la puerta y me arrastre dentro.
Detrás del escritorio del comandante está sentado un hombre vestido con un traje negro de punta en blanco leyendo unos documentos y a su lado el comandante que me mira con rabia y asco.
—¿Es usted lord William Ferguson? —pregunta el hombre acomodándose los anteojos.
—Depende de quién pregunte —respondo y el hombre alza la cara para mirarme.
—¿Es o no es William Ferguson?, no estoy para sus juegos Milord.
—Llameme excelencia la próxima vez y si, soy William Ferguson.
—Tome asiento y quítenle los grilletes.
—Milord, no le recomendaría que lo hiciera, es un asesino y es peligroso.
El hombre lo mira con desagrado.
—Quítele un grillete y esposelo a la silla entonces.
El carcelero abre uno de los grilletes y a la mala lo cierra en el espaldar de la silla donde estoy sentado incómodamente manteniendo mis brazos a la espalda. El hombre sentado detrás del escritorio le lanza una mirada inquisidora, pero el comandante lo excusa diciendo que es solo por su seguridad.
«Todo esto me está dando mala espina».
Dos horas duró su interrogatorio al que en un principio me negué a responder sin la presencia de mi abogado, sin embargo no pude evitar contrarrestar sus acusaciones cuando sus preguntas me fueron atacando una tras otra. Me defendí, dije mi versión de los hechos mientras él anotaba mi confesión en unas hojas sobre el escritorio.
***
Estoy de nuevo en la celda sin recibir visitas ni noticias, acostado sobre el fino colchón puesto sobre la roca que hace la vez de cama, cansado, con dolor de cabeza y el hombro que el carcelero esposó al espaldar de la silla me duele, porque el muy imbécil me torció el brazo adrede cuando me quito el grillete para atarme de nuevo las dos muñecas.
Trato de descansar aunque me es imposible con la tormenta de pensamientos que se me cruzan en la cabeza. Mi cuerpo comienza a sentir un poco más de frío, quiere decir que ya está haciéndose de noche, lo aprendí con los días cuando escuchaba el chirrido de las ruedas del carrito de comida del anciano trayendo la cena.
Y como si lo llamara, lo escucho, sus pisadas arrastrando un poco los pies y las ruedas maltrechas haciendo un chirrido molesto contra el suelo rocoso.
Me mantengo con los ojos cerrados acostado en una posición "cómoda" sobre el colchón. Sé que está atendiendo a Thimoty porque oigo sus quejidos, debe estar cambiándole las vendas de la espalda.
Minutos después oigo cómo golpea suavemente las rejas de mi celda.
—Su cena Milord —me levanto con desgano y cuando me acerco para tomar el tazón, me susurra solo para nosotros dos— hay una nota envuelta con el cubierto.
Le doy la espalda inquieto y con premura desenvuelvo el cubierto encontrándome con ella.
"Hijo, me he enterado que fuiste interrogado por un hombre hoy, sospecho que es una trampa para terminar de inculparte.
Nuestro abogado está intentando averiguar quién es y porqué se actuó de manera tan ilegal.
No te preocupes. Claus ha encontrado algo a tu favor, estoy esperando que regrese.
Demostraremos tu inocencia.
Pdt: Tu amada esposa está muy bien y a salvo, tendrás más noticias cuando ella vaya a verte".
Doblo la nota preocupado, pero un poco aliviado por la noticia de Katherine y cuando estoy apunto de guardarla en el bolsillo de mi camisa, la voz del comandante me hace voltear de golpe.
—¡Apártate viejo decrépito! —le grita al anciano y lo aparta de mi puerta— ¡Lárgate a atender a los otros reos!
—Si... Si señor, como usted diga.
El anciano toma su carrito y comienza a retirarse rápidamente por el pasillo con su habitual sonido y el comandante pone los ojos en blanco ante el chirrido.
—¡Que alguien te consiga un carrito nuevo, maldición!
El anciano se va bajo la mirada del comandante quien de un momento a otro se gira a verme.
»—He venido a traerle muy buenas noticias su excelencia —su tono sarcástico me molesta haciéndome apretar los puños con fuerza a cada lado de mi cuerpo—. Hoy se celebró tu juicio.
—¿Mi juicio?, ¡¿De qué demonios está hablando?!, ¡No tuve ningún juicio!
—Oh si que lo tuviste —sonríe—, el hombre que viste hoy fue tu juez.
—¡Eso no puede ser! —grito lleno de cólera— ¡ESTÁN ACTUANDO FUERA DE LA LEY, TENGO DERECHO A SER DEFENDIDO POR UN ABOGADO Y PRESENTADO EN UNA CORTE!
Me voy contra las rejas y aprieto mis puños con fuerza en los barrotes, como si con eso pudiera doblarlos y abrirlos. Pero la figura del hombre que aparece detrás de él me termina de hervir la sangre.
—¡Los asesinos como tú no tienen derecho a nada! —espeta Richard quien parece que al fin encontró un poco de valor para enfrentarse a mi.
»—¡Ya fuiste juzgado y se te ha declarado culpable!, pasarás el resto de tu desgraciada vida encerrado en un calabozo en las afueras de Londres.
—¡NO, YO SOY INOCENTE!
La rabia, el miedo, la frustración me corroen el cuerpo, esto no puede ser posible.
—¡Serás tratado como un vil asesino!, ¡Tu título de duque te será arrebatado y serás un simple reo como los demás!
—¡MIENTES MALDITO BASTARDO!
Lanzó mis manos hacia adelante para tratar de alcanzarlo, pero el muy cobarde se aparta evitando que lo agarre del cuello.
—¡Basta ya reo! —grita el comandante y yo sigo estirando mis manos para atrapar a Richard— Ahorra tus energías que bastante falta te harán. Las piedras para la nueva cárcel no se partirán solas.
Se ríe a carcajadas y mi respiración se acelera más de lo que ya estaba, el pecho me duele, la cabeza me palpita, pero sigo viendo al hombre de cabellera castaña y ojos grises con un elegante traje.
—¡No voy a permitir que ni tú ni tu padre le pongan las manos encima a Katherine! —le digo con los dientes apretados—, ella es mía.
Sonríe el muy maldito.
—Ya no lo es —dice arrogante—. Pero tranquilo, no dejaré que mi padre la toque, porque la voy a reclamar como mía, así sabré cuál de las dos es mejor, si ella o su hermana.
—¡MALDITO BASTARDO! —grito encolerizado agitando los brazos hacia afuera— ¡ABRA LA MALDITA REJA PARA DARLE SU MERECIDO!, ¡VOY A MATARTE SI LA TOCAS!
Las carcajadas de él y del comandante me retumban en la cabeza mientras los veo irse por el pasillo. Grito y grito desesperado.
—Esto no puede estar sucediendo —me digo a mi mismo ya casi sin fuerzas y caigo al piso abatido.
Una hoja en el suelo llama mi atención y ahí la veo, mi sentencia, años y años encerrado sin volver a ver la luz del sol, sin ver a mi esposa, sin poder abrazarla de nuevo.
No sé cuánto tiempo permanezco ahí sentado con la cabeza metida entre las rodillas, sintiéndome derrotado, abatido.
Solo puedo pensar en cómo mi vida se ha convertido en esto. De repente, un fuego que me quema por dentro se desata y el grito se me escapa de lo más profundo de la garganta y lloro como un niño pequeño, porque no sé qué le deparará el futuro a mi hijo si en verdad mi hermosa Katherine está a la espera de mi primogénito. No quiero que crezca y sea señalado como el hijo de un asesino, lo despreciarán, lo condenarán por ser descendiente de quien es y no lo acepto porque soy inocente.
⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️
Hola, hola!
Mil disculpas por la ausencia, es que este mes estuve y aún estoy un poco acupada por la cirugía de mi mamá, quien todavía está de reposo. Una cirugía del corazón es delicada.
Les dejo el capítulo "sin editar" así que si tiene errores, me disculpan.
Ya falta muy poquito para el final de esta historia, uno o dos capítulos más.
Gracias por la espera. Se les quiere 😘
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