Capítulo 76.
Todas las cartas ya están echadas para culpar a William del asesinato de su primo, solo falta la estocada final que la pondrá Lord Thomas junto al jefe de la policía quien por unos cuantos billetes vendió su conciencia y alteró la denuncia de la desaparición de Vincent, alegando que llevaba poco más de cuarenta y ocho horas desaparecido.
El capitán de la policía envió a varios de sus agentes a trabajar en su búsqueda sabiendo exactamente dónde encontrará el cuerpo del difunto, pero no es hasta la tarde de ese mismo día que se apersona él mismo en el club junto a un par de sus más fieles colaboradores.
El club como todos los días está abarrotado de hombres quienes buscan allí unas horas de entretenimiento y desligarse de la vida cotidiana que maneja un caballero de la nobleza. Para algunos, el club es un lugar de diversión, juego de ajedrez, hasta lanzamiento de dardos y porque no, hasta hacer un buen negocio, pero para otros, es olvidarse de los problemas con unos cuantos tragos y una hermosa mujer que por dinero puede saciar sus más bajos deseos carnales, actos que no se atreven con sus esposas, damas de la alta sociedad que ven el sexo libre como algo indecente.
El jefe de policía irrumpe con sus subalternos en el club de caballeros donde todos fijan sus miradas en los hombres vestidos de verde.
—¡Apaguen la música! —ordena dando gritos— ¡Esto es un allanamiento, empiecen a buscar por todos los rincones!
Sus hombres intentan moverse, pero Antoine sale de la oficina apresuradamente y baja las escaleras deteniéndose frente al hombre que una vez detuvo a Paul arbitrariamente cuando golpeó a Richard por romper su compromiso con Katherine.
—¿En que le puedo servir comandante? —dice con la voz calmada como siempre actúa él— Este es un lugar privado, no puede irrumpir así nada más y venir a dar órdenes como si nada.
El comandante se burla carcajeándose de boca abierta y estruendosamente, Antonie cierra los puños a los costados conteniéndo la rabia para no golpear al hombre que tiene enfrente.
—Tenemos una denuncia por la desaparición de lord Greinburg, primo de su excelencia, lord Ferguson —dice en voz alta para que todos lo escuchen y los murmullos de los presentes no se hacen esperar—. Aquí fue la última vez que lo vieron.
—¿Tiene alguna orden para iniciar el cateo? —pregunta y el comandante saca una hoja de su bolsillo y se la estampa con brusquedad en el pecho a Antoine quien se lleva las manos allí para tomar el papel.
—¡Revisen todo! —ordena de mala gana— ¡Quiero a todo el mundo aquí en el salón y saquen a las prostitutas de sus habitaciones!
Los agentes comienzan a buscar por todo el lugar, dejando un desastre por todos lados. Las quejas de las "damas de compañía" se escuchan cuando comienzan a bajar las escaleras junto a sus acompañantes que las siguen a medio vestir.
—¡Esto es un abuso! —grita un caballero subiéndose los pantalones que trae por la rodilla.
—¡Les daré el dinero que traigo en mi billetera si nadie dice que me ha visto aquí! —pide otro muy asustado— Mi esposa no sabe que frecuento este lugar.
Los agentes de la ley buscan en armarios, habitaciones y hasta en el lugar donde tiran la basura sin encontrar rastro del cuerpo del difunto. El comandante observa a Antoine quien permanece con la frente fruncida al ver el desastre que han dejado sus hombres en el lugar.
—No hemos encontrado nada mi comandante —dice uno de los hombres y Antoine levanta la cara enfrentándose al hombre.
—Ya vieron que aquí no hay nada, así que los acompaño a la puerta —estira el brazo indicándole al comandante y a su gente que se retiren, pero con lo que no contó Antoine, fue que uno de los agentes rezagados llegara jadeando por la carrera, justo detrás de él.
—Hay un hombre herido en la bodega mi comandante —le dice al jefe de la policía y este se voltea con una comisura de la boca alzada— Está muerto.
—¡Que nadie salga de este lugar! —espeta a su gente— ¡Y a este pónganle las esposas!
Antoine palidece cuando se le acerca uno de los oficiales y lo obliga a poner las manos atrás de su espalda. Las frías esposas se cierran en sus muñecas y permanece allí a la espera del jefe de la policía, quien después de varios minutos aparece con aires de haber atrapado al culpable.
—Quiero ver cómo me explica que el cuerpo de lord Vicent Greinburg esté en su bodega Milord.
Antoine lo mira sorprendido sin poder creer las palabras del comandante.
—¡No, eso no puede ser posible! —Refuta— ¡Yo estuve en las bodegas ayer y no había nada!
—¿Está confesando que fue usted quien lo mató? —pregunta el comandante y Antoine inmediatamente niega.
—¡No, yo no he matado a nadie! —grita con el susto en la garganta.
—Eso lo veremos... ¡Llévenlo a la
comandancia y enciérrenlo en una de las celdas en los calabozos!
Unos de los agentes intenta arrastrar a la fuerza a Antoine afuera ya que el hombre forcejea para que no lo lleven a la comisaría, pero la voz de la madame que dirige a las prostitutas se alza por encima de las demás.
—¡Antoine no es capaz de matar ni a una mosca! —grita— Pero hace días este hombre —señala el cuerpo de Vincent al ser llevado en una camilla por el centro del salón del club— Fue amenazado de muerte por el duque de Edimburgo.
El comandante voltea para mirarla y se le acerca mientras Antoine intenta zafarse del agarre del agente que lo tiene agarrado del antebrazo.
—¡¿Qué acabas de decir mujer?! —pregunta el comandante.
—Lord Ferguson amenazó de muerte a ese hombre si se acercaba a su mujer o a sus tierras.
—¡CÁLLATE! —Grita con desesperación Antoine forcejeando con el agente que no quiere soltarlo— ¡MI SEÑOR NO LO MATÓ!
—¿A no? —pregunta el comandante— ¿Entonces cómo llegó el cuerpo del difunto a las bodegas?
—¡No lo sé, pero él no lo hizo! —grita Antonie.
—¡¿Alguien más estuvo aquí ese día?! —pregunta observando a todos en el lugar, caballeros, prostitutas, personal de limpieza y unos cuantos alzan la mano dando veracidad a las palabras de la madame.
Antoine traga con dificultad gracias al nudo que se forma en su garganta mientras observa todas las manos que están levantadas. Algunos son fieles clientes del club y una que otra prostituta fija la mirada en la madame estupefactas.
—¡Ustedes! —señala el comandante a tres de sus hombres— ¡Vayan inmediatamente a la casa del duque y aprésenlo.
—¡Noooo! —grita Antoine con desesperación.
—De esta no lo salva nadie —susurra el comandante mirando a Antoine.
El mano derecha de William es arrastrado hasta la entrada por dos de los agentes y metido a la fuerza dentro del coche rodeado de fierros, mientras despotrica en contra de la madame, quien lo ve con las cejas fruncidas.
El comandante toma una hoja, estampa su firma, la sella y se la entrega al subalterno que irá a apresar a William.
Antoine encerrado en la caja de fierros escucha con frustración como el comandante da órdenes para clausurar el lugar que ya consideraba suyo y de cómo cambia de idea de enviar a alguien por William, siendo él mismo quien dirigirá su arresto.
***
El comandante no tarda mucho en dirigirse a la hacienda Ferguson donde William y Katherine duermen plácidamente después de disfrutar unos momentos de pasión.
Los cascos de los caballos de los oficiales resuenan en la entrada de la hacienda, cuando son detenidos por los hombres que vigilan la propiedad.
—¡Abran la puerta! —ordena uno de los gendarmes.
—¡¿Quién lo solicita?! —pregunta un empleado.
—¡Somos de la policía, ¿Que no ves?
El hombre alza el brazo con el cual sostiene una pequeña lámpara de kerosene y reconoce los uniformes.
»¡Abran la puerta, tenemos una orden de captura!
—¿Para quién es la orden? —pregunta un empleado mientras su acompañante da pasos lentos hacia atrás sin ser notado por lo hombres de la ley.
El comandante sale de la parte de atrás y se planta frente al inmenso portón de hierro y saca de su chaqueta la orden de aprehensión de William.
—¡No es de tu incumbencia! —espeta furioso— ¡Abra la puerta a la autoridad o te encarcelaré por desacato!
El vigilante asiente con disimulo hacia su compañero y este corre en busca de su caballo para dar aviso en la casa grande, mientras que el otro, se da toda su calma para bajarse de la pequeña torre donde custodiaba y hacer a un lado las grandes barras metálicas que mantenían las rejas cerradas.
El segundo vigilante, no tardó mucho en llegar a la casa principal y con fuerza golpeó la puerta varias veces antes de que Ada se asomara somnolienta.
—¡Milady, Milady! —grita el hombre— En la entrada está el comandante de la policía dice que tiene una orden de captura.
Ada lo mira con los ojos muy abiertos.
—¿Para quién es la orden? —pregunta preocupada.
—No lo dijo, solo mostró una hoja.
Sospechando lo que se avecina, le da una orden al vigilante.
—¡Corre, avísale a Simon y a Claus!
El hombre asiente y baja las escaleras tan deprisa que pareciera que corriera del mismísimo demonio.
Ada sube las escaleras de dos en dos hacia el ala este donde está la habitación de William y toca con desespero la puerta, mientras que abajo se escuchan los fuertes golpes en la puerta principal.
William se levanta de golpe al oír la voz desesperada de Ada, toma el pantalón de pijama y la bata mientras que Katherine hace lo mismo con su camisón.
—¡William, abre rápido!
William abre la puerta pasándose las manos por la cara un poco adormilado.
—¿Que pasa Ada, porque tocas así y a estas horas?
De repente, la voz del comandante se escucha.
—¡Abran la puerta!
Katherine se acerca a su marido un poco asustada y lo toma del brazo.
—¿Qué pasa Ada? —pregunta Katherine.
—Es... Es el comandante de la policía, dicen que trae una orden de captura.
—¿Dijo para quién? —pregunta William apretándose el cinturón de la bata.
—Si vinieron directamente a la casa...
William la interrumpe sabiendo que es para él dichosa orden y se voltea hacia Katherine.
—Quédate aquí arriba —le pide, pero Katherine se niega a seguir su orden y baja detrás de él, cuándo William está casi al final de las escaleras, los golpes en la puerta principal se escuchan con mayor fuerza.
—¡Abran la maldita puerta a la autoridad o la echaremos abajo!
Una de las mujeres de servicio que se levantó ante el escándalo, está a unos cuantos pasos de la puerta principal, envuelta en un chal que cubre su camisón.
—Quédate aquí Katherine —le ordena William y le pide a la mucama que abra la puerta mientras él se para en medio del pasillo viendo como el comandante entra con seis de sus subalternos.
»Buenas noches comandante, espero que sea de extrema urgencia lo que lo trajo hasta aquí a estas horas.
William se cruza de brazos mientras una sonrisa de autosuficiencia se dibuja en los labios del comandante.
—Discúlpenos por interrumpir su sueño, su excelencia —dice con sarcasmo—, pero este asunto no podía esperar hasta mañana.
—¿Y bien? —pregunta William al ver que el comandante se queda callado.
—Encontramos a su primo lord Greinburg.
—No sabía que estaba desaparecido —Suelta cruzándose de brazos mientras que el comandante vuelve a reír.
—Lo encontramos muerto —Katherine suelta una especie de grito ahogado y se cubre la boca ante la noticia. Los ojos del comandante se desvían hacia ella y segundos después, vuelve su visita de nuevo a William—. lo encontramos en la bodega de su club Milord.
William deja caer los brazos a sus costados.
»Y en vista de que usted lo amenazó de muerte días antes de su desaparición, queda usted bajo arresto por su asesinato.
El comandante hace una señal con la mano y dos de sus subalternos se van contra William mientras él forcejea para no ser esposado.
—¡Suéltenme! —espeta furioso mientras Katherine corre desesperada para apartar las manos de los gendarmes de su marido.
—¡Déjenlo, él es inocente!
Ada la imita golpeando a uno de los policías y este le da un empujón haciéndola caer al suelo.
—¡ADA! —grita William desesperado al mismo tiempo que Katherine va en su auxilio para ayudarla a levantar.
Un par de policías deben retener a William para que no vaya en contra del hombre que empujó a Ada y otro toma la porra que tenía atada a su cadera y golpea el estómago de William con fuerza haciendo que este se arquee hacia adelante y caiga de rodillas cuando se queda sin aire.
—¡Desalmado! —grita Katherine alcanzando a su esposo y tomándolo por la mandíbula para verlo— ¡Esto es un abuso de poder!
Katherine le reclama al comandante furiosa, mientras que este solo se ríe. En la puerta aparecen Simon y Claus y un poco más atrás sus esposas.
—¿Qué es lo que sucede aquí? —pregunta Simon frunciendo las cejas al ver a su amigo de rodillas en el suelo.
—Tenemos una orden de encarcelamiento para su excelencia —dice de manera despectiva— y se niega a cooperar con la ley.
—¡¿Y tenían que golpearlo?! —espeta Katherine furiosa, mientras que el comandante se encoge de hombros.
—¿De que se le acusa? —pregunta Simon mientras Claus ayuda a Katherine a levantar a William.
—Del asesinato de su primo, lord Vincent Greimburg.
—¡Que él es inocente! —grita Katherine con rabia, mientras William se va poniendo de pie y mira con furia al comandante mientras que dos de sus hombres vuelven a tomarlo y le colocan las esposas.
Katherine intenta irse en contra de unos de los hombres y cuando uno de ellos trata de tocarla William se voltea y lo enfrenta.
—No se atreva a ponerle una mano encima a mi esposa.
El gendarme al ver la furia en su rostro alza las manos y da un paso atrás.
—¡Basta de tanto drama! —grita el comandante y hace un gesto con la cabeza a sus hombres quienes toman por los antebrazos a William y se lo llevan al coche enrejado como un vil delincuente, mientras que Katherine y Ada gritan y lloran en la puerta principal de la casa grande.
—Averiguaré de que se trata todo esto Katherine —le dice Simon con las manos a cada lado del rostro de ella—, Claus irá por el abuelo y yo iré a la comandancia.
Katherine asiente sollozando mientras Jazmin la abraza y la lleva adentro de la casa.
—Esto no puede estar sucediendo —dice aferrada a los brazos de su mejor amiga— lo encerrarán en una celda oscura y fría como hicieron con papá y Paul.
—William es un duque, no se atreverían —dice Jazmin para tratar de tranquilizarla.
—Papá también lo es y lo hicieron, temo que lo golpeen —se sienta en uno de los sofás de la sala mirándose las manos que le tiemblan como una hoja seca en el viento—. Ojalá y Simon pueda traerlo a casa pronto.
William viaja en el coche sentado en el piso de acero helado a la altura de las rodillas de los policías que lo vigilan a ambos lados de su cuerpo sin decir una palabra, escuchando las burlas e improperios de algunos de los gendarmes y del propio comandante que se atreve a escupir el suelo cerca de los pies descalzos del pelinegro.
—De esta no sale excelencia —suelta el comandante haciendo comillas con las manos al decir la palabra "excelencia" y él y unos cuantos de sus subalternos se burlan de William mientras él los repasa con la mirada sin bajar la cabeza.
El comandante furioso, toma un puñado de su cabello y haciendo presión hacia un lado gira la cabeza de William.
»De ahora en adelante vas a mirar hacia abajo recluso —amenaza con los dientes apretados esperando que William lo mire a la cara, pero este permanece con la mirada fija en un punto exacto, fuera del coche de fieros—. cuando lleguemos a la comisaría te voy a encerrar con los delincuentes más peligrosos que tenemos para que te bajen esos humos de grandeza que posees.
Dicho esto, suelta con rabia el cabello de William intentando hacer que baje la cabeza, pero este se mantiene fuerte y no lo hace perdiendo por unos breves instantes el punto fijo fuera de los barrotes para centrarse en ellos nuevamente.
Wilian es sentado frente al escritorio del comandante, después de ser arrastrado fuera del coche apenas llegaron a la comisaría, las esposas que le aprietan las muñecas son quitadas de una de sus manos y puestas en una argolla sujeta a un lado de la pared junto al mueble donde se sienta cómodamente el comandante.
El hombre vestido de verde toma un documento de uno de los cajones de su escritorio y lo estampa frente a William, le acerca una almohadilla con tinta a la mano que William tiene suelta y le dice:
—Pon tu huella en la línea punteada.
William lo mira con burla y luego lo observa con rabia, cuando lee las primeras líneas del documento frente a él.
—No voy a poner nada en esa porquería, eso no fue lo que pasó, haga su trabajo y tome mi declaración.
El comandante golpea su escritorio con furia mientras se levanta de golpe de su silla y mira a los ojos a William.
—¡Vas a poner tu huella en ese papel y no, no te voy a tomar ninguna declaración porque ya se lo que pasó!
William hace su espalda hacia atrás apoyándola en la silla y mira al comandante.
—Está es una vil trampa para inculparme, no voy a poner nada en ningún lado y deje de tutearme porque no soy igual a usted.
El comandante enrojece sabiendo que no va a lograr que William ceda y ordena a uno de sus hombres que lo lleve a una de las celdas más apartadas, al fondo de los calabozos.
Simon llega a la comandancia y pide una audiencia con el comandante, sin embargo, este se niega atenderlo, al igual que hace con lord Ferguson quien llegó también media hora después con Claus y uno de sus amigos abogados de la cámara de los lores.
—Se niega a atendernos el miserable —espeta lord Christian en las afueras de la comandancia— esto es una vil trampa para inculpar a mi nieto.
—Lo sabemos abuelo, William no sería capaz de asesinar a nadie.
—Pero ya hubo un enfrentamiento con lord Chapman, ¿No es así? —habla el abogado recordando la vez del duelo— y según me cuentan hay testigos que aseguran que su excelencia amenazó de muerte al occiso, además, el mismo fue hallado en las bodegas de su club.
—Mi nieto no lo hizo, lo sabes, lo conoces —reclama lord Ferguson a su amigo.
—Lo sé, solo estoy poniendo en claro las cosas, creo que por hoy no podremos hacer nada, el comandante claramente se niega a recibirnos.
—¡No voy a moverme de aquí hasta ver a mi nieto! —espeta y golpea con fuerza su bastón en el suelo.
—Cálmate abuelo —dice Simon, pero a unos cuantos metros de ellos se vislumbra la figura de uno de los uniformados quien disimuladamente le hace señas a este haciendo que Simon se aleje del grupo de hombres para agacharse fingiendo que ata uno de sus zapatos relucientes —Habla.
—Por unas cuantas monedas les doy información —suelta el gendarme.
—Tengo algunas en mi bolsillo, ¿Dónde está?
—¿Puedo confiar en ustedes? —pregunta el uniformado—, los conozco de hace un tiempo, pero ¿son confiables?
—Lo somos —afirma—, habla y te daré lo que tengo en mi bolsillo.
El hombre vestido de verde observa atentamente a su alrededor para cerciorarse que ninguno de sus compañeros este cerca para que no lo delaten.
—El comandante lo metió en una de las celdas del fondo, donde están los delincuentes más peligrosos —Simon empuña las manos—, su excelencia se negó a firmar y poner su huella en la declaración que tenía preparada el comandante.
—Entonces, ¿Todo esto es una trampa?
—El occiso si fue encontrado en las bodegas, yo fui uno de los encargados de revisar el lugar, tenia varias puñaladas en el estómago y varios golpes.
—Bien, toma —saca un puñado de monedas y las deja sobre el pequeño muro de piedra donde fingía atarse el cordón de su zapato— mantennos informados y te daré más, ya sabes donde estamos.
Simon se aleja del uniformado mientras esté con disimulo toma las monedas y se las guarda en el bolsillo.
—Vámonos, aquí no haremos nada el día de hoy.
Lord Ferguson lo mira con sorpresa al oír las palabras del hombre que siempre ha considerado un segundo nieto para él.
»Abuelo, vámonos, no nos van a atender hoy, cuando estemos en casa les contaré todo.
Cuando llegaron a la casa encontraron a Katherine en la sala acompañada de sus amigas, Sophy y Jazmin, Ada y lady Joan, la primera y la última envueltas en un mar de lágrimas.
Katherine al verlos se levanta de golpe del sillón y corre a los brazos del abuelo al ver que William no los acompaña.
—Necesito que te tranquilices querida —le dice con sus manos apoyadas en sus mejillas, observando cómo las lágrimas le recorren la cara.
—No puedo abuelo, él es inocente, William no es capaz de matar a nadie.
—Lo sé, necesito reunirme con ellos en el despacho —dice señalando de reojo a los hombres que lo acompañan y Katherine asiente— ¿Has comido algo? —le pregunta al ver lo pálida que está y ella niega.
—No ha probado bocado desde que llegamos —suelta Jazmin con los brazos cruzados en el pecho—, si sigue así va a seguir enfermando.
Lord Christian vuelve la vista a ella y con la voz baja le dice:
—Debes alimentarte Katherine, William no puede tener una preocupación más, ¿lo entiendes?
—Pero es que no me pasa bocado, tengo un nudo en la garganta y el estómago oprimido.
Lord Christian la observa detenidamente.
—¿Te ha visto algún médico? —Niega con la cabeza—, pues debería verte uno, en cuanto pueda mandaré por el de cabecera.
Dicho esto se encerró con los demás hombres en el despacho de William. Simon les cuenta todo lo que le dijo el gendarme y todos llegaron a la conclusión de que todo a sido una vil trampa confabulada para inculparlo de un crimen que no cometió.
—Manden a buscar a Antoine —ordena lord Christian y Claus sale en busca de uno de los hombres de confianza quien a pesar de la hora que es, toma un caballo y se apresura a salir de la hacienda en busca de la única persona que puede decir realmente lo que sucedió dentro del club. Al llegar a su casa, él hombre sube las escaleras y golpea varias veces la puerta sin obtener respuesta del otro lado, al darse cuenta de que las luces están apagadas baja de nuevo y al notar movimiento en una de las ventanas de la casa vecina se acerca a ella, el hombre que se ocultaba detrás de la tela se asoma y le dice al mensajero:
—El hombre que vive ahí, fue arrestado esta noche —susurra tan bajo que el empleado de William debe acercarse lo más que puede—, fue llevado a rastras luego de decir improperios a la mujer de cabello oscuro y el lunar en la boca.
—Muchas gracias Milord, le diré a mi patrón para que lo recompense.
—No quiero recompensa caballero, tampoco quiero que diga que habló conmigo, hay cosas extrañas que sucedieron en ese lugar y no quiero terminar como él lord que sacaron envuelto en telas.
El empleado de William asiente y sube a su caballo para irse de nuevo a la hacienda donde encuentra a todos en la sala a excepción de Katherine y Jazmín quien acompañó a su mejor amiga a su habitación que subió a regañadientes pues la palidez de su rostro tiene muy preocupado a lord Christian.
—¿Entonces Antoine también está en prisión y nadie nos lo había dicho? —espeta el anciano— ¿Quién es esa madame?
—Es la mujer que está a cargo de las meretrices que atienden a los hombres en las habitaciones abuelo.
Lord Christian observa de reojo a Claus quien decidió levantarse y darle la mano a su esposa quien bosteza víctima del cansancio.
—Váyanse a descansar, ahora no podemos hacer nada por mi nieto. Arriba hay habitaciones para todos.
Ada acompaña a Sophy junto a Claus y al abogado al ala oeste de la casa donde están las habitaciones, dejando a Simon y lady Joan en la sala con lord Christian quien observa inquieto por la ventana que da al jardín.
»Todo esto es una trampa muy bien armada para inculpar a William —dice muy serio mirando como el viento mueve las hojas de los árboles afuera—, y para nadie es un secreto de quienes planearon todo.
—No tenemos pruebas abuelo —responde Simon—, además, William cometió el error de amenazarlo delante de todos ese día en el club.
—¡¿De qué lado estás Simon?! —pregunta molesto lord Christian apenas se voltea para encarar al moreno.
—¡Estoy del lado de mi hermano! —le responde de la misma manera—, de eso que no te quepa duda, ¡Jamás he dudado de la inocencia de William, pero al amenazarlo lo puso en el centro de la diana y eso es lo que verán todos!
—¡Basta de discusiones! —los calla lady Joan— No es momento de discusiones entre nosotros, hay que buscar soluciones para mi hijo y que no tenga que pasar otra noche más encerrado en una celda oscura y fría como un vil asesino.
Lady Joan se cubre el rostro cuando las lágrimas vuelven a nublar sus ojos y llora desconsolada por el futuro que le espera a su hijo si llegan a condenarlo.
—Lo sacaremos de ahí, te lo prometo —le jura Simon cuando se arrodilla delante de ella—. William es inocente y lo probaremos, mañana temprano comenzaré a moverme buscando pistas así tenga que buscar hasta debajo de las piedras.
Ada vuelve a la sala para llevarse a lady Joan para que descanse y antes de que crucen el arco de piedra y perderse por el pasillo, lord Christian le habla a la mujer que cuidó a su nieto junto a su madre.
—Mañana por la mañana, envíen a alguien por el médico de cabecera, no me gusta la palidez que tiene mi nieta.
—William ya había mandado por el médico, pero no se encuentra en el pueblo, sin embargo, —una sonrisa se dibuja en su rostro— los síntomas todo lo indican.
Lord Christian asiente mirando a su nuera a quien en sus ojos se logra ver un atisbo de brillo de felicidad.
—Hay que asegurarnos de que sea eso y no otra cosa... Por lo pronto, nadie se debe enterar de nuestras sospechas.
Ambas damas suben al ala oeste junto a Simon que las sigue unos pasos más atrás mientras que lord Christian se queda en la sala observando el cuadro familiar que cuelga sobre la chimenea apagada.
—Si mis sospechas son ciertas hijo —habla en voz baja hacia la figura pintada en el lienzo—, William nos dará un heredero, no puedo permitir que lo declaren culpable siendo inocente, todo por cuánto hemos trabajado se perdería y ese niño y tu nuera, quedarían en la miseria.
***
La mañana siguiente llega con el cielo nublado y una suave llovizna que moja las copas de los árboles como un suave rocío.
La ida de los caballeros a la comandancia es más molesta que satisfactoria, el comandante de la policía no está y por lo tanto, las visitas a los reos están prohibidas lo que enfurece más a lord Christian quien exige ver al encargado suplente.
El gendarme tarda una hora en presentarse frente al escritorio donde con toda calma se sienta y toma una hoja y una pluma.
—¿A qué se debe el honor de su visita Milord? —pregunta el hombre seriamente al ver la molestia de Lord Christian.
—Vengo a ver a mi nieto y a mi hombre de confianza, que están recluidos aquí sin pruebas suficientes.
—Veamos si es cierto lo que dice Milord, por favor tome asiento.
—Así estoy bien —responde tajante.
El hombre de la ley, abre un cajón que está detrás de él y saca una carpeta con el nombre de William, comienza a ojearla y de vez en cuando frunce el ceño ante lo que lee, cuando termina, cierra el documento y mira a lord Christian y a su abogado.
—Al parecer hay pruebas suficientes en contra de su nieto Milord —dice deslizando el documento hasta las manos del abogado—, ahí puede ver los hechos y las declaraciones de los testigos.
El abogado revisa hoja por hoja el documento bajo la mirada atenta del anciano quien permanece de pie frente al escritorio. Cuando el leguleyo termina de leer, le entrega al gendarme el documento y niega hacia lord Christian quien molesto golpea su bastón con fuerza contra el piso.
—Puedo darle cinco minutos para que hable con su nieto, mientras el comandante no está, más de eso no puedo, arriesgaría mi puesto aquí.
Lord Christian accede a regañadientes, ya que cinco minutos no es nada. El comandante suplente llama a uno de los carceleros para que acompañe a los dos hombres a ver al detenido y cuando llegan a la celda lo encuentran sentado sobre una roca, la celda está prácticamente a oscuras iluminada solo por las antorchas que están pegas en la pared del pasillo.
—¡Hijo! —dice exaltado lord Christian al ver a su nieto con grilletes en las muñecas como si fuera un simple esclavo que ha robado a su amo.
—¡Abuelo! —lo llama William acercándose con desespero a la reja que los separa.
Lord Christian detalla a su nieto, está descalzo, con la bata de dormir puesta y un simple pantalón de pijama.
—¡Había necesidad de traerlo así vestido! —le reclama al carcelero quien solo se cruza de brazos ante el reclamo.
—Déjalo estar abuelo. ¿Cómo está Katherine? —pregunta preocupado— El médico se encuentra fuera y no ha podido ir a verla.
—Ella está bien hijo, tú eres quien me preocupa, alguien te está inculpando —susurra para ellos, para que el carcelero no logre oírlo.
—Lo sé, y tengo la certeza de quién es —dice apretando las manos sobre los barrotes— ¿Cuándo podré salir de aquí?
—Sobre eso —interrumpe el abogado—, el que haya amenazado a su primo directamente y por la confesión de los testigos, todo lo inculpa Milord —el hombre carraspeó incómodo—. No podremos sacarlo de aquí antes del juicio.
William da varios pasos atrás mientras se agarra el cabello con ambas manos lleno de frustración.
—¡Está diciéndome que debo permanecer en esta celda inmunda hasta que a ellos se les venga en gana enjuiciarme! —grita con desespero— ¡Todos sabemos que ya tengo mi destino escrito!
—Cálmate hijo —suplica su abuelo al ver la desesperación de su nieto—. Ya habrá una forma de sacarte de aquí, Simon y Claus están investigando por su cuenta, Además hay algo que no sabes.
—¿Qué sucedió ahora?
—Antoine está detenido aquí.
—¿Y por qué?
—Por resistirse al arresto. Pero él saldrá en un par de días.
—Mientras tanto yo me pudro en este basurero —dice con pesar al ver su situación.
—¡Los cinco minutos de visita han terminado! —grita el carcelero y con la porra golpea los barrotes de una de las celdas lejanas.
—Te sacaremos de aquí hijo —Dice el anciano con el rostro de su nieto entre sus manos—, así tenga que comprar conciencias para que te declaren inocente, lo haré.
—Vamos Milord —suelta el abogado—, es mejor irse ahora antes de que se acerque el carcelero.
Con mucho pesar y con un nudo atorado en la garganta, lord Ferguson tuvo que soltar el rostro de su nieto y dejarlo atrás en esa celda fría y oscura, no sin antes William gritarle algo que resonó entre las paredes como un eco.
—¡Dile a mi esposa que la amo! —grita mientras aprieta con fuerza los fríos barrotes de hierro—. Miéntele, dile que estoy bien y que pronto volveré a casa con ella.
Los hombros de lord Ferguson caen con pesadumbre, mientras se obliga a salir del calabozo dejando atrás a su único nieto, el que sabe que no va a ser tarea fácil declarar inocente.
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Pobres William y Katherine, ¿será que en algún momento los dejaran ser felices?
Por lo pronto, sigan leyendo que ya estamos en la recta final de la historia.
No olviden dejar su ⭐️.
🥰.
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