Capitulo 71.
Katherine:
—¡Hay que evitar a toda costa que se batan a duelo!.
Nunca he visto a mi hermana tan desesperada como lo está ahora, su tez rosada desaparece y está tan blanca como un papel.
—¡Nadie se batirá a duelo! —espeta mamá nerviosa— Iré a hablar con tu padre ahora mismo, hay que evitar cómo sea que haya un muerto en esta familia.
Mamá sale de mi habitación dejándome con Jazmin y Anne, quien permanece pegada al marco de la puerta con las manos sobre el vientre.
—Todo esto es mi culpa —solloza—, si yo no hubiera hablado con Penélope en ese pasillo, Richard no nos hubiera escuchado.
—No es hora de lamentarse Anne —Jazmin camina hacia la ventana observando cómo cae la lluvia—. Roguemos que la lluvia no cese y que el río crezca impidiendo que puedan reunirse al amanecer.
Desesperada termino de ponerme el vestido y busco un abrigo en el armario colocándolo en el antebrazo antes de intentar salir de mi habitación.
—¿Qué crees que estás haciendo Katherine?
Miro a Jazmin como si ella no supiera mis intenciones.
—No me voy a quedar de brazos cruzados aquí, mientras el amor de mi vida quiere ser un héroe.
—¡Afuera está cayendo un diluvio! —apunta hacia la ventana donde empiezan a sonar los truenos—, por más que quieras salir no vas a poder avanzar más de unos cuantos metros y tendrás que regresar a la casa... Es inútil que intentes salir con este clima.
—¡No puedo quedarme de brazos cruzados sabiendo que puede morir allí afuera al amanecer!
No puedo evitar que las lágrimas comiencen a correr por mis mejillas y de reojo veo a mi hermana quien empieza a llorar más y me voy contra ella agarrándola de los brazos golpeando su espalda contra la pared.
—¡Todo esto es tu culpa! —le grito llena de rabia e impotencia— ¡Si William muere en manos de Richard no te lo perdonaré nunca Anne!
Anne llora frente a mí sin hacer ningún movimiento para defenderse de mi agarre. Quiero decirle tantas cosas hirientes para que se sienta mal por todo lo que está sucediendo, pero ni yo misma sé que decir, mi mente solo piensa en William y en que puede morir.
—¡Dios! —la suelto y me aparto de ella— ¿Cómo vamos a evitar que se maten ahí afuera?
Jazmin me pone su mano en el hombro para tratar de tranquilizarme, pero no lo logra.
—Confiemos en que Simon y Claus logren disuadir a William de no presentarse.
—Imposible —dice Anne y ambas volteamos a verla—. Si William no se presenta, Richard irá por él donde quiera que esté y se cobrará la ofensa.
—¡Ofensa que iniciaste tú! —le espeto con rabia.
—¡Y estoy muy consciente de eso Katherine! —espeta— ¡No necesitas restregármelo a la cara!, necesitamos detenerlos antes de que lleguen al valle de las ánimas.
—¿Y como pretendes hacer eso? — pregunta Jazmin cruzándose de brazos.
—Antes de que amanezca saldremos y los encontraremos en el camino.
—Ambos viven en direcciones opuestas, —le digo— ¿Cómo pretendes que en un coche podamos detenerlos a los dos?
—No dije que iríamos en coche —la veo sin entender lo que me quiere decir—. Los caballos son más rápidos.
—¡No puedes montar a caballo en tu estado! —le reclamo— es contraproducente que cabalgues.
—¿Entonces qué pretendes que hagamos? —pregunta furiosa.
—No lo sé —caigo sentada al borde de la cama cubriendo mi rostro con las manos, impotente sin saber qué hacer.
—Lord Chapman puede detener a su hijo —una luz aparece luego de las palabras de Jazmin.
—¡Tienes razón Jazmin! —miro a mi hermana— Si tu suegro Anne sabe que la vida de su hijo está en peligro, puede que él intervenga y presione a Richard para que desista de la idea.
La esperanza vuelve a sembrarse en mi pecho, sin embargo, mi hermana niega con la cabeza lo que hace que esa pequeña chispa desaparezca.
—Él odia a William por haberse entrometido en su matrimonio fallido contigo, lord Thomas solo alentará a su hijo sin importarle que su vida esté en peligro.
Me acerco al ventanal observando el horizonte, donde a lo lejos cae un rayo iluminando el cielo oscuro. El sonido del trueno no tarda en llegar y las gotas de lluvia se intensifican.
—Dios solo un milagro puede evitar que ellos dos se enfrenten.
Pego la frente al vidrio frío por la lluvia sin saber qué más hacer para evitar que alguno de ellos caiga muerto mañana.
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William:
Cuando llegué a casa de mis suegros, aún el sol estaba a pleno, pero al cabo de una hora el torrencial aguacero hizo su aparición justo después de cruzar las tierras de los Kensington.
Llego a casa más tarde de lo que tenía planeado, gracias a la intensa lluvia que cae. Bajo del coche y corro rápidamente hacia la entrada antes de que el granizo que empieza a caer me golpee lo alto de la cabeza.
Cuando entro miro de reojo hacia el salón donde están sentados mis dos amigos observando detrás de mí.
Muevo la cabeza hacia los lados advirtiendo lo que más temíamos y ambos vienen a mi encuentro para darme apoyo, que en estos momentos no sirve de nada porque lo que más amo en la vida no me ha perdonado.
—La perdí —digo apesadumbrado.
Caminamos hacia el sillón donde me siento apoyando los codos sobre las rodillas y mirando el suelo. El asiento a mi lado se levanta y escucho unos pasos que se alejan. El sonido de un líquido siendo vertido llama mi atención y veo a Simon con un vaso lleno de licor ambarino.
—Ten, bebé, te hace falta.
Simon me extiende el vaso, pero me niego a tomarlo en mis manos, sin embargo él insiste y lo tomo llevándolo a mi boca bebiendo todo de un sorbo. El alcohol me quema la garganta haciéndome toser un poco.
Claus permanece en silencio observando cada gesto que hago.
—¿Otro? —pregunta Simon cuando le extiendo el vaso vacío.
—Si.
—No me parece que debas beber antes de un duelo —advierte el pelirrojo observando de mi a Simon—. Deberías mantener la cabeza serena para no fallar el tiro mañana.
—¿Y quien dijo que iba a disparar? —suelto dejándolos anonadados con mi respuesta.
—No me parece gracioso William.
Veo la cara del pelirrojo que se pone roja.
—No estoy bromeando Claus, si no tengo a Katherine conmigo, ¿Para qué seguir vivo?
—¡Tienes a tu abuelo y a tú madre! —espeta— ¿Acaso pretendes darle ese dolor a tu madre de nuevo? Ya perdió a su marido hace años, ¿Crees que no le va a doler perderte a ti también?
—Se repondrá con el tiempo —digo vencido.
—Ninguna madre se repone nunca de la muerte de su hijo William —volteo en dirección a la voz y veo a Ada con lágrimas en los ojos— los hijos deben enterrar a sus padres cuando se mueren, no al revés. Si te dejas matar, tu madre sufrirá tal dolor que temo que logre recuperarse algún día y ni hablar de tu abuelo, que ya perdió a su único hijo, su corazón no soportará perderte a ti también.
Sus palabras me calan en lo más hondo y sacudo la cabeza para reacomodar las ideas en mi cerebro.
—Entonces, tendré que dispararle primero, en el hombro del brazo que empuñe el arma y así inmovilizarlo.
—Deberías irte a descansar hermano —dice Simon golpeándome el hombro—. Necesitas estar descansado para mañana y no te tiemble el pulso.
Asiento, porque tiene razón.
—Primero voy al despacho, tengo cosas que dejar en regla, antes de irme a la cama.
Aunque me temo que no podré pegar un ojo en toda la noche. El calor de mi esposa me hará falta para conciliar el sueño.
Me encierro en el despacho sentándome detrás del escritorio. Abro el primer cajón de la derecha y saco varias hojas de papel. Escribo una carta tras otra para que sean entregadas a sus destinatarios, en el caso de que no salga vivo del duelo y las dejo justo encima del escritorio ordenadas según su importancia.
Dejo la de Katherine de primera, fue la última que escribí y la que más gruesa es. Aquí dejo plasmado todo lo que siento por ella, todo mi amor y mi veneración.
En el cajón de la izquierda, dejo un testamento escrito de mi puño y letra. Desafortunadamente no tengo herederos a quien dejarle mis bienes y mi título, sin embargo, todo será para el amor de mi vida. En su carta dejé bien especificado que tiene todo el derecho de rehacer su vida con alguien más en caso de que yo muera, no voy a ser un hombre injusto, ella merece ser feliz aunque no sea conmigo y si algún día tiene un hijo varón primogénito. Será él, el nuevo duque de Edimburgo, así lo dejo estipulado en la carta que escribí para mi abuelo.
Dejando todo listo, observo el reloj de la pared y ya son cerca de las 09: 00 pm. Cierro la puerta del despacho para dar un último recorrido a la casa, apagando algunas luces que se mantienen encendidas. Llego a la habitación del ala este y me acuesto aspirando el perfume de ella. Ya sus cosas no están aquí, Filipa tuvo que habérselas llevado esta misma tarde, sin embargo, ahora que lo pienso, no me crucé con su coche en el camino.
Dejo eso de lado y me abrazo a su almohada dejando que las lágrimas salgan. La pena, el dolor, la vergüenza y todo el amor que le tengo se van con cada una de ellas.
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* Advertencia*
Este fragmento contiene agresión sexual no consentida, se requiere total discreción al leer.
Narrador omnisciente:
Mientras lord William iba cabalgando en su corcel hacia la hacienda de los Kensington, Filipa se despertó un poco tarde en la mañana y después del desayuno se dirigió a la habitación de su señora para recoger sus pertenencias.
Pasadas horas después del mediodía, Filipa le pidió a Ada que enviara a alguien por las pertenencias de su señora para subirlas al coche que la llevaría a Kent.
Muy a pesar de Ada, tuvo que dar la orden. Después de despedirse de la mujer mayor, Filipa se subió al coche con lágrimas en los ojos. Ni siquiera pudo despedirse de Antoine, el hombre que tan amablemente cuidó de ella dejándola quedarse bajo su techo y que le consiguió el trabajo con el cual era feliz.
Un par de horas después de haber salido de las tierras del duque de Edimburgo la lluvia comenzó a caer y el frío comenzaba a calarse en sus huesos. Sin tener ningún abrigo con que protegerse, abrió uno de los pequeños baúles que estaban dentro del coche justo frente a ella y sacó una capa carmesí de Katherine para cubrirse, con el pensamiento de decirle a su señora cuando llegara que la tomó sin previo aviso.
El trayecto era tan tranquilo que Filipa no pudo evitar quedarse dormida, sin embargo, un tropiezo del coche la hizo despertar de golpe viéndose más inclinada de un lado que del otro.
Golpeó el techo del coche para llamar la atención del cochero, pero este no contestó, solo escuchó un leve quejido que provenía de afuera. Volvió a golpear sin obtener respuesta, lo que la puso nerviosa.
—Señor —dijo— ¿Está usted bien?
Volvió a preguntar y al no escuchar nada del otro lado, decidió acercarse a la puertecilla para asomarse y ver si el cochero estaba bien.
Sin embargo, un jalón de la pequeña puerta desde afuera la desestabilizó haciendo que cayera sobre la tierra mojada de rodillas.
Un dolor punzante la recorrió desde sus piernas hasta sus caderas. Unas botas de montar negras llenas de barro se detuvieron frente a ella y al no reconocerlas, un escalofrío de miedo le atravesó todo su cuerpo.
Sin poder evitarlo, alzó la vista recorriendo el cuerpo de la figura masculina frente a ella. Llevaba una gabardina negra que cubría todo su cuerpo hasta su cuello, pero al detener la mirada sobre su rostro, el cuerpo de Filipa se estremeció.
—Al fin puedo encontrarte sola Milady —una sonrisa macabra se dibujó sobre el rostro desfigurado del hombre con el parche en el ojo.
Filipa retrocedió tratando de alejarse de aquel hombre, pero en vano, porque Brunell fue más rápido y sacando sus manos de los bolsillos, la agarró del tobillo tan fuerte que ella no pudo evitar gritar de dolor.
—¿A dónde crees que vas pequeña zorra? —una sonrisa maquiavélica se dibujó en su rostro, mientras que ella lo miraba con pavor— hay alguien que te está esperando lejos de estas tierras.
Brunell inclinó la cabeza a un lado detallando el rostro de Filipa. Con una mano en su mandíbula raspando la barba de tres días, estudió su cara, fijándose en sus ojos azules.
»Hay algo diferente en ti —dijo—, pero de igual manera me gustas —acercó su cara al rostro de ella. Estaba tan cerca de Filipa que ella respiró su aliento apestoso de habano y alcohol barato.
El estómago de Filipa se revolvió al punto de querer vomitar, sin embargo, el miedo y la angustia la invadieron, al sentir el tacto rasposo de Brunell sobre su rostro y sin poder evitarlo volteó a un lado al ver tan de cerca la horrible cicatriz que tenía desde la sien hasta la mandíbula.
Brunell se apartó y con una carcajada macabra se burló de Filipa y luego le dio una mirada de muerte.
—¿Te asquea mi cara? —preguntó con molestia—, Tranquila, no la verás por mucho tiempo, pero de ella no vas a olvidarte.
Brunell tomó a Filipa del brazo levantándola rudamente del suelo embarrado donde aún caía el torrencial aguacero y volteó a ver a uno de sus secuaces.
»Oculten el coche y el cadáver del miserable cochero.
Filipa quien aún no se había percatado de todo a su alrededor, volteó a su izquierda encontrándose al cochero en un charco de sangre que se hizo más grande por la lluvia caída sobre el cuerpo inerte del pobre hombre.
Suponiendo que su destino era el mismo intentó con todas sus fuerzas forcejear tratando de zafarse de Brunell, pero este es más grande y más fuerte que ella.
La arrastró hasta su caballo y ella dio un último tiron con fuerza para soltarse.
—¡Deja de pelear Katherine! —él solo nombre la paralizó— ¡Maldita sea, no puedes escaparte, mi patrón te espera en su casa!
—Me está confundiendo —dijo tratando de que así el hombre se diera cuenta de que tenía a la mujer equivocada— Yo... Yo no soy Katherine.
Asustada miro al hombre quien se rió a carcajadas frente a ella.
—¿Crees que puedes engañarme Milady? —dijo borrando la risa de su cara.
—No... No lo estoy engañando —tartamudeo—, yo solo soy su doncella.
La voz quebrada de Filipa al confesarle la verdad solo hizo que Brunell se molestara más con ella y con furia la subió a su caballo subiéndose detrás.
—¡¿Crees que voy a creer semejante barbaridad?! —espetó— ¡Me crees un imbécil! —le gritó pegado a su oído y la hizo estremecer de terror— ¡No puedes engañarme, soy un asesino a sueldo, sé cuando la gente miente!
«Solo ella cree que voy a caer en la trampa, ninguna doncella de dama de alta alcurnia viste con semejante ropa» —pensó.
Filipa intentó contradecirlo de nuevo, pero Brunell no se inmutó y dejó de escucharla. Con fuerza golpeó las riendas sobre el caballo y este salió a todo trote por el bosque.
Las pequeñas piedras de granizo que comenzaban a caer, golpeaban sus cabezas mientras seguían cabalgando un caballo ya cansado.
A lo lejos se vislumbraba una pequeña cabaña, que a leguas se veía que fue habitada y abandonada hace muchos años. Brunell detuvo su caballo bajo el umbral de la puerta de madera rota y bajó del caballo arrastrando con él a Filipa quien siguió forcejeando para escarpar.
Brunell abrió la puerta de la cabaña y jaló a Filipa dentro con tanta fuerza, que cayó al suelo sucio y polvoriento. Cerró la puerta detrás de él e inmediatamente encendió una pequeña lámpara de kerosene que estaba encima de una mesa.
La luz iluminó la cara de Brunell haciéndolo más terrorífico. Él caminó hacia el centro de la cabaña, donde con la misma lámpara de kerosene encendió otra que colgaba del techo.
La cabaña se iluminó y Filipa a pesar de estar muerta de miedo sin saber lo que le esperaba en manos de ese asesino, detalló casi todo en el lugar buscando una salida: una pequeña mesa de madera con dos sillas, un sillón raído y sucio, una cama con un colchón polvoriento en una esquina con una sábana a medio poner sobre él. Todo olía a humedad, las únicas dos ventanas que habían estaban cubiertas con tablones de madera impidiendo que la luz de afuera entrara al lugar tan sombrío donde se encontraba.
Sigilosamente se levantó del suelo aún con el dolor intensificándose en sus caderas y dio pasos débiles intentando llegar a la puerta aprovechando que Brunell le daba la espalda, pero sus intenciones fueron en vano porque la descubrió y se fue contra ella lanzándola sobre el sillón.
—¡Quería hacer esto más tarde! —espetó furioso frente al rostro de Filipa quien lo miraba con los ojos muy abiertos— Pero ya que estás tan ansiosa.
Brunell tomó a Filipa del brazo y la arrastró hacia la cama lanzándola sobre el colchón raído y polvoriento mientras que una nube de polvo salía de él cuando ella chocó la espalda contra este.
Ella atemorizada se deslizó al rincón más lejano para alejarse de Brunell quien comenzaba a desabotonarse la camisa.
—Deténgase por favor —suplicaba ella cuando notó sus intenciones, pero ni las lágrimas lo detuvieron. Con una mano, agarró el tobillo de Filipa y la jaló hacia el borde de la cama donde él se encontraba.
El jalón fue tan fuerte que el vestido y la capa que llevaba Filipa se subieron hasta sus rodillas y una sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro de Brunell quien comenzó a subir su mano por sus piernas desnudas.
Filipa comenzó a temblar ante el toque, sin embargo, tomando fuerzas, alzó la otra pierna dándole una patada en el rostro, logrando que girara la cara a un lado. Enojado con ella, volvió a verla, pero la imagen que tenía ella en frente era terrorífica. El parche se había salido de su lugar dejando expuesta la gran cicatriz que le atravesaba el rostro a Brunell.
El orificio donde antes estaba el ojo de su captor estaba expuesto y sangrando gracias a la patada que Filipa le propinó con su zapatilla. Aprovechando que lo había dejado medio atontado, salió de la cama a toda prisa, desesperada corrió hacia la pequeña cocina improvisada buscando algo que le sirviera de arma para defenderse.
Lamentablemente Brunell se reincorporó casi de inmediato y la agarró con la mano quitándole la capa que cubría su cuerpo. Con un brazo la rodeó de la cintura arrastrándola de nuevo hacia el colchón. Se subió sobre ella con las rodillas a cada lado de su cuerpo, atrapándola debajo de él sin acomodarse el parche en su lugar y de su bota sacó una navaja amenazándola con ella en su garganta.
—Quise ser sutil bella dama, pero debido a tu testarudez, seré todo lo contrario.
Filipa permaneció quieta viendo cómo la punta de la navaja amenazaba con enterrarse en su garganta. Brunell burlándose de ella, acercó la cara a su rostro, dejándole ver la horripilante cicatriz y la cuenca vacía donde estaba antiguamente su ojo.
Ella no aguantó la horrible impresión y cerró los ojos de golpe y la punta de la navaja se enterró un poco más en su carne.
De repente, el frío del metal de la navaja descendió hasta detenerse justo en el centro del valle de sus pechos y su respiración comenzó a ser más superficial.
Brunell fue cortando uno a uno los hilos que se trenzaban sobre el pecho de Filipa, dejando a la vista el pequeño brasier que cubría sus pechos. Sacó la lengua y se humedeció los labios con deseo y con una mano bajó la tela que cubría su seno derecho.
—¡Deixe-me ir! —pidió Filipa, pero Brunel no la soltó— ¡Déjeme ir, por favor! —suplicó sollozando ante lo que se avecinaba.
Sin embargo, Brunell no tomó en cuenta sus súplicas y le clavó los dientes en el pezón expuesto.
El grito de Filipa se oyó por toda la casa, pero por más que gritara, nadie podía oírla porque estaban en el medio de la nada. Brunell sacó el otro seno para deleitarse con el sabor de la piel sensible de ella quien solo gritaba y sollozaba al mismo tiempo, que intentaba zafarse de su agarre.
—¡Cállate! —espetó, luego del golpe seco que apostó en la mejilla de Filipa dejándola atontada— ¡Quería ser delicado contigo, pero no me dejas más alternativa!
Dándole otro golpe que la dejó casi sin sentido, Brunell comenzó a subirle la falda hasta la cintura, con la navaja cortó la corta enagua que cubría el sexo virginal de Filipa.
—Por. Por. Favor. No —susurraba ella sin fuerzas debido al fuerte golpe.
Las manos de Brunell tocaron su sexo mientras ella intentaba zafarse moviendo las piernas, sin embargo, Brunell era más fuerte y con una mano tomó las de ella agarrándolas sobre su cabeza.
Él se deshizo del cinturón que tenía atado a su pantalón e inmediatamente sacó su miembro erecto.
—¡Por favor, no! —pedía llorando— ¡Yo no soy lady Katherine!
Sin oírla, separó las piernas de ella con sus rodillas y posicionó su miembro en la entrada del sexo de ella, quien al sentirlo dio un respingo.
El grito de Filipa fue aterrador, sus carnes virginales fueron ultrajadas por un ser despiadado y sin corazón que mientras ella sollozaba y le pedía que parase, él seguía entrando y saliendo de ella con fuerza, con dureza, sin delicadeza.
—Así es, grita, llora —decía él disfrutando de su ataque— Estas tan apretada. Veo que el principito jamás te folló.
Brunell se burlaba y disfrutaba de su acto criminal pensando que Filipa era verdaderamente Katherine. Ella se dejó vencer, ya no luchaba, ya no intentaba zafarse, el dolor era demasiado, era punzante, sentía como sus carnes eran desgarradas ante tanta violencia y dejó de gritar. Cerró los ojos tan fuerte que las lágrimas dejaron de salir, pidiéndole a Dios en sus pensamientos que todo acabara pronto.
Un gruñido gutural salió de la garganta de Brunell cuando su cuerpo se tensó e inmediatamente cayó sin fuerzas sobre el cuerpo de Filipa.
Cuando sus latidos se ralentizaron, salió de ella dejando un hilo de sangre sobre el colchón raído. Filipa se cubrió con lo que quedaba de su vestido mientras que Brunell se abrochaba de nuevo el pantalón. Secándose el sudor de la frente, caminó hacia un viejo baúl y lo abrió, sacando un vestido elegante, se lo lanzó a la cara a Filipa.
—Póntelo, nos espera un largo camino.
Filipa sin fuerzas, tomó el vestido y a pesar del dolor punzante que sentía se cambió de ropa. Las lágrimas aparecieron de nuevo en su rostro.
»¡Deja de llorar maldita sea! —le espetó Brunell— Ahórrate las lágrimas, porque después de que te entregue, tu sufrimiento será peor.
Filipa intentó levantarse de la cama, pero el dolor no la dejaba ponerse de pie y cayó de nuevo sobre el colchón sucio y ahora manchado de sangre. Su sangre dejando la prueba de que han profanado su virtud.
Después de fumarse un habano y que la lluvia bajara su intensidad, arrastró a Filipa hasta una vieja carreta. La hizo subir y emprendieron un nuevo camino.
A la casa de su carcelero.
Tres horas pasaron antes de que Brunell detuviera la carreta detrás del viejo almacén donde tenía su oficina lord Chapman. Le arregló el cabello y detalló el vestido que cargaba puesto para que estuviera todo en su lugar y su jefe no se diera cuenta de que había abusado de la dama que le mandó a traerle. Le cubrió la cabeza con la capa de Katherine y la llevó adentro.
Ella se movía por inercia, aunque adolorida, ya lo había perdido todo. Adentro todo estaba oscuro, la única luz provenía de la vieja oficina en la segunda planta. Brunell arrastró a la pobre doncella escaleras arriba y al estar frente a la puerta, tocó tres veces antes de oír la voz dando la orden de entrada desde adentro.
—Vas a guardar nuestro secreto Katherine si quieres seguir con vida —la amenazó antes de poner la mano sobre la perilla de la puerta para abrirla— ¿Entendiste? —Filipa se mantuvo en silencio, pero Brunell le apretó la quijada con su mano lastimándole el moretón que comenzaba a aparecer y ella asintió sin fuerzas.
Abrió la puerta manteniendo a Filipa a su espalda observando al hombre sentado detrás del escritorio quien ojeaba unos papeles. El humo del habano humeaba en el cenicero justo al lado de un vaso lleno de licor ambarino.
»Le he traído su regalo jefe —sonrío.
Lord Chapman levantó la cabeza que tenía enterrada en los papeles y al ver la capa roja elegante inmediatamente se levantó rodeando el escritorio.
—Al fin te tengo Katherine —dijo dando dos pasos al frente.
Filipa que mantenía la cabeza gacha al escuchar y reconocer la voz tembló de pavor y se escondió detrás de Brunell.
Lord Thomas la miraba con los ojos brillantes llenos de satisfacción. La capa le cubría el rostro, pero no el cabello rubio que sobresalía del capuchón. Él dio varios pasos hasta estar frente a ella y con el dedo índice tomó su mandíbula subiéndole el rostro.
La cara de felicidad de lord Thomas se transformó en rabia, cuando se dio cuenta que no era la mujer que él mandó a buscar. Brunell borró la sonrisa de suficiencia que tenía en su rostro al ver el ceño fruncido de su jefe.
—Lo siento jefe, pero es que se puso difícil y se me fue la mano.
Más equivocado no podía estar Brunell si pensó que lord Chapman estaba molesto porque la había golpeado.
—¡Te pedí que me trajeras a Katherine, Kraken!
Brunell lo miró confundido.
—Pero, pero, jefe —tartamudeó nervioso—. Ella, es su dama.
Lord Thomas lleno de furia lo agarró del cuello y lo golpeó contra la pared y le gritó a la cara.
—¡¿ME CREES IMBÉCIL?!, ¡ELLA NO ES MI DAMA, NO ES KATHERINE!
Brunell abrió la boca para decir algo, pero las palabras no le salían. Luego el duro golpe sobre su rostro lo hizo tambalearse.
—¡¿Quién eres tú?! —le preguntó lord Chapman a Filipa agarrándola con fuerza del brazo.
Ella tragó la poca saliva que tenía en la boca y con la cabeza gacha le respondió:
—Mi nombre es Filipa, soy la doncella de lady Ferguson.
Miró con rabia a Brunell, quien palideció de inmediato.
—Jefe, mil disculpas —titubeaba—. Yo... Pensé que era ella. Mírela bien —quizo defenderse—. Es rubia de ojos azules y carga ropa elegante... ¡Ninguna doncella se puede dar el lujo de vestir ropas tan costosas!
—¡Eres un imbécil Brunell! —le gritó furioso— ¡Nadie se compara a la belleza de mi Katherine!
—¿Qué hacemos con ella ahora jefe?
La voz de Brunell sonaba apaciguada, sabía que había cometido un error. El hombre que nunca se equivocaba, lo había hecho y eso lo frustró.
Lord Chapman dándoles las espalda y defraudado, porque soñaba con tener a la mujer de la que se había obsesionado con él, dijo:
—No podemos dejar cabos sueltos Kraken. Ya sabes lo que tienes que hacer.
El padre de Richard caminó alrededor del escritorio y abriendo un cajón, sacó un arma. Filipa al darse cuenta de sus intenciones se pegó a la pared.
—¡No, por favor! —pidió— ¡Déjeme ir, no le diré nada a nadie!
—No puedo dejarte viva —dijo lord Chapman estoico—. Ya nos has visto y no puedo confiar en que te quedes callada.
Filipa corrió y se arrodilló frente a lord Chapman con las lágrimas cayendo por su rostro.
—¡Se lo juro, nadie sabrá nada! —suplicó— ¡Me iré de estas tierras, regresaré a casa de mis padres! Portugal está lejos de aquí.
Filipa se agarró de las piernas de lord Thomas.
»¡Desaparecé de sus vidas!, ¡Por favor déjeme con vida!
Por más que suplicó, rogó y pidió, ya la decisión estaba tomada. Lord Thomas solo movió la cabeza y Brunell vino por Filipa. Agarrándola de la cintura, la levantó, a pesar del esfuerzo que hizo para zafarse de su agarre, Kraken tomó el arma del escritorio y se la llevó.
Gritos y gritos de súplica se oyeron mientras bajaban las escaleras. Lord Thomas enojado, se sirvió un nuevo trago de whisky y se lo llevó a la boca.
—Lo lamento Milady, pero nadie me podía garantizar que no abrieras la boca apenas te dejará ir.
Los gritos suplicando por su vida se escuchaban a través de las ventanas polvorientas del despacho de lord Chapman.
—En otras circunstancias te hubiese mantenido con vida y hacerte mi amante, pero una orden es una orden —le dijo Brunell a Filipa antes de arrodillarla en el suelo.
Y después, se escuchó el único disparo.
Pasaron pocos minutos para que Kraken volviera a la oficina de su jefe con la cara salpicada con sangre.
—Está hecho jefe —soltó fríamente.
—Bien, ya sabes que hacer con el cuerpo y que sea la última vez que te equivocas Kraken —lo amenazó—. Si me traes a Katherine y me llego a enterar que le tocas un solo cabello... Te mato.
El cuerpo de Brunell se puso rígido ante la amenaza de su jefe y sabía que cumpliría su palabra. Asintiendo con la cabeza, salió de la oficina, tomó un trozo enorme de tela en la primera planta y caminó de nuevo al terreno baldío donde yacía el cuerpo inerte de Filipa con los ojos abiertos y un agujero en la frente.
Sin ningún tipo de morbo, acarició el rostro pálido de Filipa y depositó un beso en sus labios aún tibios.
—Fue todo un placer haber gozado de tu cuerpo aunque fuera una vez.
Y así sin más, cubrió el cuerpo de Filipa y lo subió a la carreta para enterrarlo, Dios sabe donde.
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