Capítulo 70.
William:
Mi caballo corre a todo galope porque no veo la hora de cruzar esas malditas puertas de hierro y obligarla a que me escuche.
Tengo plena consciencia de que apenas ponga un pie en las tierras del duque de Sussex, este me va a sacar a balazos de su casa, pero es un riesgo que estoy dispuesto a correr por ella, así me llene de agujeros de bala, tengo que verla una última vez.
Me detengo a una hora de camino de Kent, tengo que darle un descanso a mi caballo y aprovecho de refrescarme. El calor en esta época del año es sofocante y está haciendo que la camisa se me pegue al cuerpo.
Le doy agua y compro algo que le sirva de alimento a mi caballo y mientras come reviso sus herraduras para que no me atrasen en el camino.
Ni me molesto en comer porque tengo el estómago apretado desde que ella se fue. Me siento ansioso y desesperado por verla. Mañana es el día del duelo y no puedo enfrentarme a ese imbécil sin antes verla aunque sea una última vez.
Sigo mi camino a caballo con el sol en lo alto. Las gotas de sudor me recorren la espalda y el pecho, bajo la velocidad de mi caballo al reconocer el camino lleno de árboles después de que cruzamos el anuncio que indica que ya estamos en Kent.
El trote es rápido aunque no agitado para el corcel que lleva horas dándole al galope. El frente
de la mansión Kensington ya se ve en el camino y agito mis piernas para que mi caballo apure el paso hasta que nos detenemos frente al portón de hierro que está cerrado.
Dos guardias se acercan al reconocerme y abren las puertas extrañados de verme a caballo y no dentro del coche y sin escoltas.
Troto con mi caballo hasta la puerta principal donde varios de los empleados están trabajando en el jardín bajo el ojo supervisor de Josephine, la nana de mi esposa.
Ella alza la vista y pone cara de espanto cuando me reconoce y bajo del caballo entregándoselo al primer mozo de cuadra que encuentro.
—Dale agua fresca y comida por favor —le ordeno al muchacho sin apartar la vista de Josephine quien me mira con el entrecejo fruncido—, haz que le revisen las pezuñas también.
El muchacho se lleva mi caballo y doy varios pasos hacia la mujer que ayudo a mi suegra a criar a sus tres hijos y está cruza sus brazos sobre el pecho.
«Está molesta y me importa una mierda, vine por Katherine y no me iré sin verla».
—¡No es bien recibido en esta casa milord! —suelta molesta, pero lo que diga me importa un rábano— Usted ha causado el disgusto del duque y el enfrentamiento entre dos hermanas, ¿Está consciente de eso?
—Con el debido respeto que usted se merece Milady, yo vine por mi esposa y no me voy a ir sin hablar con ella.
Enderezo o los hombros y me paro en toda mi altura haciendo que ella tenga que mirar hacia arriba siendo ella tan diminuta.
—Cuando James se entere de que usted está aquí lo va a echar a patadas.
—Que me eche a balazos si quiere, pero sin ver a mi mujer no me voy a ir.
Fija su vista en mí sin moverse y lo que quiero es que vaya por ella y me deje verla, pero al ver qué no se mueve, aclaro mi garganta y bajo la vista para mirarla directamente a los ojos mientras le hablo en un tono amenazante.
—O usted me deja entrar y va por ella o yo mismo irrumpo en esa casa y me la llevo al hombro, usted decide milady.
Resopla dándose por vencida y me da la espalda.
—Ella está con Jazmin en su habitación.
«Demonios»
»Ella llegó aquí anoche, se demoró mucho menos que usted en aparecer viniendo del mismo lugar.
No digo nada más, mi corazón comienza a latir desesperado chocando contra mis costillas, la respiración se me acelera y las manos me pican por abrazarla de nuevo.
Cruzo la puerta principal y Josephine me hace detener en el pasillo y me mira sobre su hombro.
—Allí hay un cuenco con agua —lo señala con la cabeza—. Quítese la tierra que trae en la cara y refrésquese un poco mientras la llamo.
Josephine sube las escaleras y cuando la veo perderse en uno de los pasillos, me apresuro al cuenco y me lavo la cara y el cuello, para después mojarme un poco el cabello. Tomo la pequeña toalla blanca para secarme y la dejo sucia y polvorienta. Vuelvo a atarme el cabello en una coleta y espero de nuevo en el mismo lugar donde me dejó la nana.
El silencio de los pasillos hace que escuche con más claridad el desespero de mi corazón latiendo en mi pecho. Oigo pasos apresurados provenientes de arriba y miro expectante que ella aparezca, sin embargo, me llevo una sorpresa cuando el que aparece hecho una furia demencial es mi suegro, quien se viene contra mí y me golpea con el puño directamente en la cara.
—¡Maldito infeliz!, ¡¿Cómo te atreves a presentarte en mi casa, después de lo que hiciste?! —grita furioso.
Limpio el hilo de sangre que sale de mi labio roto con el dorso de mi mano y lo miro con decisión, para que se dé cuenta de que aquí no me voy a mover sin antes verla.
Me agarra de la camisa zarandeándome como si fuera yo un niño pequeño, reclamándome por mis actos pasados y lo dejo, dejo que descargue toda su furia sin decirle ni una palabra. Vuelve a golpearme, pero esta vez me da en el pómulo izquierdo y me tambaleo cayendo sentado en el suelo.
«A su edad aún pega fuerte».
—¡James! —oigo la voz de mi suegra mientras sacudo la cabeza para reactivar mi cerebro— ¡Por el amor de Dios, así no se resuelven las cosas!
Me levanto y acomodo mi camisa para volverme a enfrentar a mi suegro quien ahora es agarrado por lady Caroline del brazo.
—Vine por mi esposa y de aquí...
—¡Aquí no tienes a nadie mal nacido! —me interrumpe furioso mientras mi suegra lo mantiene inmovilizado abrazada a sus brazos— ¡Te di toda mi confianza! ¡Te di la mano de uno de mis mayores tesoros y ¿Cómo me pagaste?!
—Yo no sabía que Charlotte era Anne, nunca lo supe, hasta el día de mi compromiso con Katherine —le digo la verdad porque no tengo miedo a decirla, ya no tengo nada que perder y solo una oportunidad para ganar, así que la aprovecho ahí mismo, cuando veo a la luz de mis ojos en lo alto de las escaleras.
»Cuando me enteré de su vínculo familiar quería romper el compromiso —confieso mirándola a los ojos desde mi lugar—, pero no iba a hacerle ese desplante, no luego del rompimiento con el imbécil de Richard, además ya la amaba y no quería que fuera entregada a otro.
Sus ojos azules tan intensos brillan y la veo parpadear para apartar sin éxito las lágrimas que por mi culpa corren por sus mejillas.
»Por favor mi amor, dame la oportunidad de confesarte todo —le suplico—. Si después de que hablemos, decides dejarme, yo mismo iré al registro e introduciré la demanda de divorcio —se cubre la boca con sus manos ahogando un sollozo—. Si quieres que me arrodille ante ti y así puedo hacer que me des esa oportunidad, lo haré porque sólo ante ti me he arrodillado y siempre lo haré.
Flexiono las rodillas para llevarlas al suelo sin dejar de mirarla y su grito me detiene a medio camino.
—¡No!, no hace falta — dice y me deja esperando por una respuesta mientras que siento que el corazón se me va a salir por la garganta—. Te daré unos minutos nada más.
El alma me vuelve al cuerpo al escuchar que me dará una oportunidad.
—¡No! —grita su padre, pero ella empieza a bajar las escaleras sin dejar de mirarme— ¡No te permitiré hablar con él Kathe!
Cuando al fin pisa el último escalón y la tengo enfrente, voltea a ver a su padre.
—Hablaré con él así a ti no te guste papá, pero primero le curaré las heridas.
Lord James gruñe y se suelta del agarre de su mujer, pero antes de retirarse me lanza una amenaza.
—¡Te daré diez minutos con ella, si en ese tiempo no logras confesarle toda la verdad, te irás y jamás volverás por ella, así pierda la
amistad con tu abuelo!
Asiento feliz porque al fin podré hablar con ella, al fin podré darle la verdadera versión de los hechos. Katherine manda a una de las empleadas por toallas limpias y algo para curarme el labio y me invita al salón para que me siente mientras me limpia la herida.
Traen las toallas y un menjurje que arde como el demonio cuando me lo aplica, pero no hago ningún gesto, solo me enfoco en el hermoso azul de sus ojos que se concentran en mi labio partido.
—Katherine. Yo. —intentó tomarle la mano para sentir unos instantes su tacto, pero la retira inmediatamente y exhalo el aire de mis pulmones decepcionado.
—No me toques —pide secamente y asiento sin decir nada más.
Termina con su trabajo y deja todo de lado y me mira a los ojos. Ya no hay calidez en ellos, solo veo dolor y decepción y eso me aprisiona el pecho porque sé que la he lastimado.
»Y bien, ¿De que quería hablar conmigo Milord?
«¡Maldición! Que me trate de usted me duele».
—Voy a contarte todo desde el principio, pero necesito que me escuches sin decir una palabra hasta que termine —pido y asiente—. Si después de que te diga todo cuanto pasó, decides dejarme lo haré. Aunque me duela en lo más profundo del alma, lo haré. Te lo juro.
Comienzo mi relato y le cuento desde el día que conocí a Charlotte. Mientras le voy contando, las reacciones en su rostro, en su cuerpo y en sus manos no se hacen esperar, pero se permite escucharme sin decir ni una palabra.
—¿Entonces fue el abuelo quien se reunió con mi padre y decidieron emparentarnos? —pregunta sorprendida y me doy cuenta de que ella no sabía esa parte de la historia.
—Si, al principio me daba igual con quien me desposara, porque para mí era un medio para llegar a un fin, pero después de que te vi y te reconocí, fue como si un rayo impactara de lleno en mi pecho, a pesar del sin fin de veces que me negué a amarte lo hacía y dejé todo de lado, decidí ser feliz y olvidar la mala historia de Charlotte y mía, hasta ese día, donde la reconocí y te vi con Paul.
Me cuesta pronunciar el nombre de aquel hombre que se atrevió a profanar los labios que eran míos desde siempre.
—¿Y fue entonces cuando decidiste vengarte de mí? —pregunta con la voz entrecortada llena de dolor.
—Esa parte ya la sabes y la superamos, juntos.
Tomo sus manos entre las mías y la veo directamente a los ojos para que vea el arrepentimiento que hay en los míos.
»No volvamos atrás, por favor —le pido casi en un susurro—, por favor, vuelve a mi, vuelve a nuestra casa —suplico una vez más, pegando mi frente a la suya y cerrando los ojos con el desespero de que me rechace—. La cama se siente muy fría sin ti.
Se queda en silencio y asumo que está procesándolo todo, sin embargo, la ansiedad de que me rechace me invade y abro los ojos separando mi frente de la suya.
—Mi amor, por favor, di algo.
Abre los ojos y niega con la cabeza, derrumbando cualquier tipo de esperanza que aún albergaba mi corazón.
—No puedo perdonarte —la voz se le quiebra— y no sé si algún día podré hacerlo.
Lleno mis pulmones de aire y dejo caer mi cabeza apesadumbrado, pero me levanto con el alma herida y ella me ve desde abajo de donde está sentada. Vencido y con el alma rota, tomo aire y me acomodo la camisa sucia por el viaje antes de extenderle la mano para que la tome y se levante.
—Está bien —digo derrotado—. Es tu última palabra y la acepto, aunque soy un ser egoísta y si quisiera te agarraría y te subiera a mi hombro y te llevaría de vuelta a nuestra casa, donde perteneces, pero voy a respetar tus palabras.
La garganta me aprieta ahogándome, pero no voy a obligarla. Me dio la oportunidad de explicarme y de todas maneras, decidió dejarme y debo respetar su decisión así no la comparta.
»—¿Puedo pedirte un último favor? —me mira y asiente con la cabeza— ¿Puedo darte un último beso?
—William, no creo que sea conveniente.
—Por favor —jamás en mi vida había suplicado tanto—. Finge una última vez que nada pasó y que sigues amándome como el primer día que fuiste mía. Como el primer día que nos entregamos de cuerpo y alma.
Las lágrimas caen por sus mejillas y se las limpio con mis pulgares tiernamente, acariciando su piel suave como la seda.
———————
Katherine:
No pude pegar un ojo en toda la noche. Estuve dando vueltas y vueltas sobre el colchón. Me acostumbré a dormir entre los brazos de William y verme en esta cama que ya no la siento como mia, más los pensamientos que invadieron mi mente durante la noche, no me dejaron dormir.
Mi cuerpo lo anheló toda la noche. Dormir sobre su pecho escuchando los latidos de su corazón y sus enormes brazos rodearme el cuerpo apretándose al mío.
Y heme aquí en una cama tan grande y fría deseando ser calentada por los cuerpos sudorosos de dos personas que se aman.
Pateo las sábanas hacia abajo sin ánimos de nada y me levanto, creo que lo hago muy rápido porque siento como mi cabeza comienza a dar vueltas y debo sentarme sobre la cama para no caerme.
Respiro profundamente y vuelvo a intentarlo, pero esta vez, me levanto lentamente y logro llegar al cuarto de baño. Hago mis necesidades y al salir, mi estómago hace un gruñido al cual debo llevar mis manos para rodearlo.
«¿Cuándo fue la última vez que comí?».
No recuerdo haberlo hecho ayer en todo el día y ahí está la razón de que mi cabeza me esté dando tantas vueltas.
No tengo doncella, así que, camino hacia el armario y saco uno de los vestidos que no me lleve a casa de William. Dejo caer el camisón al suelo para ponerme mi ropa y escucho que alguien toca a mi puerta.
No contesto a ver si me dejan en paz, pero vuelven a insistir, así que tomo el albornoz de seda y me lo pongo antes de abrir la puerta.
Me lanzo a los brazos de la persona que más necesitaba en este momento y ella me abraza tan fuerte como yo.
—¡Oh Jazmin! —las lágrimas se acumulan en mis ojos.
—Lo lamento tanto Kathe —se que le da pesar lo que me sucede—. Dejaré a Simon dormir un mes en el sillón por ocultarme todo esto.
—Tu hubieses hecho lo mismo si fuera yo —le digo secándome las lágrimas.
—Si, pero es que tú hermana —gruñe— ¿Como fue capaz de tanto?
—Yo tampoco lo sé.
Camino hacia la cama con la intención de vestirme y vuelvo a tambalearme teniendo que colocar las manos sobre el colchón para estabilizarme.
—¡Kathe! —grita alarmada ayudándome a sentar— ¿Desde cuando estas así?
—Desde ayer, creo —Jazmin me mira un poco molesta.
—¿Desde cuándo no has probado bocado?
—¿Desde ayer?
—¡Por Dios Kathe, como pasas un día entero sin comer! — me regaña y me obliga a acostarme.
—Te traeré algo ligero para que hagas estómago y cuando te sientas mejor, te ayudaré a arreglar y bajaremos al jardin.
Así lo hace, en cuestión de media hora, llega con una plato de sopa con vegetales que me sienta de maravilla en el estómago, descanso un rato antes de asearme y vestirme. Hablamos un buen rato, pero eso no hace que me sienta un poco mejor, le cuento todo lo que Richard y Anne me dijeron dejándome confundida.
—Uno de los dos miente — me contesta y asiento— y la única manera que tienes para saber la verdad es hablando con tu marido.
—No —digo rotundamente.
—Sí —me lleva la contraria—, lo sabes y ambas sabemos que a pesar de todo lo amas y lo extrañas, te he visto darle vueltas a tu alianza desde que nos sentamos a hablar.
No me había dado cuenta de este detalle hasta que lo dice.
—Lo amo, ¡Dios, lo amo demasiado! —confieso cubriéndome la cara con las manos— Pero eso no quiere decir que pueda perdonarlo. Pasamos por tanto para llegar a esto.
—Sé que él falló —toma mis manos cubriéndolas con las suyas—, pero Simon me lo contó todo antes de que decidiera viajar y creo que es tiempo de que lo escuches.
—¿Entonces tú sabes la verdad? —asiente— ¡Dimelo todo por favor —le ruego, pero niega.
—William es quien debe aclararte todo, no yo. Escúchalo, habla con él, déjalo que te explique todo.
—No creo poder hacerlo ahora, estoy...
La puerta de mi habitación se abre de repente interrumpiendo nuestra conversación y veo a mi nana parada en el marco con la respiración un poco agitada.
—¡Él está aquí! —dice tratando de recuperar el aliento.
Varias personas se vienen a mi mente entre ellas William.
»¡Tu marido mi niña, lord William está aquí y pide verte.
Como si una flecha impactara en mi pecho me llevo las manos al corazón y me levanto de golpe de la cama y comienzo a caminar de aquí para allá en mi habitación mientras que mi nana y Jazmin me ven nerviosa.
—¿Qué vas a hacer Kathe?
La pregunta de Jazmin hace que me detenga y la vista se me va entre las dos mujeres confundida.
—No lo sé.
Deseo verlo, por Dios que lo deseo, pero me da miedo enfrentarlo y que termine de decepcionarme de él y decido quedarme donde estoy, hasta que escucho la voz de mi padre a lo lejos y las alarmas resuenan en mis oídos agitando mi pecho.
—¿Nana, papá está aquí? —ella asiente y presintiendo lo que se avecina, salgo de mi habitación y corro por el pasillo hasta detenerme en la cima de las escaleras y allí lo veo.
—Yo no sabía que Charlotte era Anne, nunca lo supe, hasta el día de mi compromiso con Katherine.
Dice cuando sus ojos se cruzan con los míos y no puedo evitar que mi corazón dé un vuelco al verlo. Lleva la camisa sudada y un poco sucia por el polvo del camino y noto que lleva puestas sus botas de montar.
«¿Vino cabalgando hasta aquí?»
Desde aquí puedo ver cómo suelta el aire de su pecho y creo que hago lo mismo al mismo instante que él. Lo detallo de arriba a abajo, su melena que siempre lleva perfectamente peinada tiene algunos mechones por fuera y este aire despreocupado de más, me encanta y luego noto su labio partido y el tono rosáceo de su pómulo izquierdo.
«¿Mi padre lo golpeó?»
—Cuando me enteré de su vínculo familiar quería romper el compromiso —confiesa sin apartar la vista de mi—, pero no iba a hacerle ese desplante, no luego del rompimiento con el imbécil de Richard, además ya la amaba y no quería que fuera entregada a otro.
Mis ojos escocían y parpadeo varias veces tratando de apartar las lágrimas, pero es inútil, sus palabras me hieren en lo más profundo del alma. Me llevo las manos a la boca intentando de que no escuche mis sollozos y al oírlo suplicarme que lo escuche con la intención de arrodillarse para rogarme un par de palabras, lo detengo.
Sé que para un hombre como él, con su temple y temperamento debe ser difícil humillarse de esa manera, pero solo lo ha hecho frente a mi, hace tiempo pidiéndome perdón y debe estar muy desesperado si pensó volverlo a hacer, pero los sentimientos que tengo hacia él no me permiten dejar que se ponga de rodillas de nuevo.
Bajo la molestia de mi padre acepto hablar con mi esposo, no sin antes curarle el labio que estoy plenamente segura que mi padre acaba de partir de un golpe certero.
Noto su tristeza cuando lo trato de usted, pero no puedo tutearlo, no ahora. Lo dejo que hable, que me cuente todo lo que vino a decirme. No voy a negar que me sorprendió enterarme que mi padre "negoció" mi matrimonio con William con su abuelo.
Luego la decepción y el dolor regresan cuando me recuerda él día de nuestro compromiso cuando Paul en su estado de embriaguez se atrevió a besarme.
—¿Y fue entonces cuando decidiste vengarte de mí? —ya mi voz suena entrecortada por los sentimientos que me inundan
—Esa parte ya la sabes y la superamos, juntos.
Toma mis manos entre las suyas y su tacto con mi piel emite una cierta electricidad sobre mi cuerpo que hace que partes de mí reaccionen ante su toque y puedo ver el arrepentimiento en sus ojos azules, tan distintos a los míos.
Me quedo en silencio ante su petición de que regrese con él, necesito procesar todo lo que me ha dicho, pero no puedo olvidar así por así todo lo que ha pasado. El que no me haya tenido la confianza suficiente para decirme la verdad antes se me clava como un puñal en el pecho.
— Por favor vuelve a mi, vuelve a nuestra casa —cierro los ojos inhalando el olor de su aliento cuando pega su frente a la mía. Siento su desesperación, quiere que lo perdone, pero me da miedo hacerlo—. La cama se siente fría sin ti.
«Como le explico que yo no puedo dormir sin el calor de su cuerpo sobre o al lado del mío».
—Mi amor, por favor dime algo.
—No puedo perdonarte —la voz se me quiebra— y no sé si algún día podré hacerlo.
Deja caer su cabeza desconsolado y de repente se levanta decepcionado y debo alzar la cabeza para verlo de pie frente a mi. Me extiende la mano y la tomo para levantarme y quedarme justo frente a su pecho, que sube y baja cada vez que respira.
—Está bien. Es tu última palabra y la acepto, aunque soy un ser egoísta y si quisiera te agarraría y te subiera a mi hombro y te llevaría de vuelta a nuestra casa, donde perteneces, pero voy a respetar tus palabras.
«Eso es lo que desea mi cuerpo en este momento, pero el gusanito de mi conciencia me grita que no lo haga».
—¿Puedo pedirte un último favor? —asiento— ¿Puedo darte un último beso?
—William, no creo que sea conveniente.
—Por favor. Finge una última vez que nada pasó y que sigues amándome como el primer día que fuiste mía. Como el primer día que nos entregamos de cuerpo y alma.
Las lágrimas reaparecen y apenas caen por mis mejillas las limpia con sus pulgares. Su toque es suave y delicado. Sus palabras hacen pequeño mi corazón y lo veo a los ojos, algo le preocupa y no me lo dice.
—Por favor mi amor, un último beso y quiero que vuelvas a verme con esos ojos llenos de amor que sé que aún sientes por mi. Quiero que cuando me vaya de este mundo tu mirada sea lo último que vea cuando caiga en ese suelo frío y solitario.
Sus palabras me golpean llenándome de miedo.
—¿De que estás hablando? —pregunto aterrorizada.
—Mañana al amanecer me enfrentaré a un duelo a muerte con Richard en el bosque de las ánimas por haber ofendido su honor.
Me estremezco, no pensé que había llegado a tanto todo esto y lo abrazo con fuerza.
—¡Por favor, dime que no vas a ir! —Ahora soy yo quien suplica— ¡Júramelo William!
Tomo su rostro entre mi manos y veo la determinación en ellos, mi corazón palpita agitado lleno de temor de que muera y no, no lo acepto.
—Debo ir, no voy a quedar como un cobarde ante nadie.
—¡William, por favor, te lo suplico, no vayas!
—Un último beso Katherine, es lo único que te pido.
Su voz suave y vencida me quema el pecho y sin dudarlo pongo mis manos sobre su rostro acariciándolo. William cierra los ojos disfrutando de mi tacto y suelta un suspiro contenido.
Lo detallo con las puntas de mis dedos, su frente, sus gruesas cejas, su nariz perfilada, su mandíbula. Trazó todo su rostro dejando para lo último sus labios. Labios que me han hecho cosas que jamas pensé que se podían hacer. Esos labios que me han dado los mejores besos de mi vida al punto de hacerme olvidarme del mundo cuando chocan contra los míos y me quedo ahí acariciandolos de un lado a otro sintiendo su textura.
—Por favor bésame.
Pide y no puedo contenerlo más. Choco mis labios contra los suyos. Primero son besos tiernos y suaves, agradeciendo todo lo maravilloso que ha sido conmigo después de sobrepasar los malos momentos. Muerdo su labio inferior y suelta un gruñido conteniendo sus fuerzas de no llevarme contra la pared cuando siento sus manos alrededor de mi cintura.
Mis manos se posan sobre sus hombros y abro mi boca para que mi lengua salga y lama sus labios ante de permitirme entrar y saborearlo. Y de repente sus besos se tornan feroces, ha dejado de contenerse y sus dedos se clavan en mis caderas con fuerza pegándome más a él. Puedo sentir su dureza sobre mi vientre y todo en mi arde de deseo por este hombre haciéndome olvidar todo lo malo y solo recordar todo lo bueno que fue después conmigo.
Recuerdo todo lo tierno y dulce que fue cuando perdí mi doncellez con él, todo lo que enseñó a hacer antes de eso y lo segura y amada que me ha hecho sentir y mi corazón lo perdona.
Me dejo llevar por sus besos y por instinto una de mis manos baja a su entrepierna y ahí está duro como un sable, mientras que yo me humedezco con la simple sensación de tenerlo aquí.
Nos besamos hasta quedarnos prácticamente sin aliento y nos separamos. Su frente se posa en la mia mientras me acaricia las mejillas. Abro mis ojos llorosos y él mira los míos como si fueran una belleza sobrenatural.
—Te amo —confiesa sin apartar la vista de mi—. Te amé antes —me besa tierno y dulce— Te amo ahora y te amaré por siempre Katherine. Hasta después de mi muerte lo haré.
Y así sin más se aparta de mi y camina hacia la entrada de la casa cerrando la puerta tras de si, mientras yo me quedo ahí parada llorando por el amor de mi vida que al amanecer se enfrentará a la misma muerte de manos del hombre que alguna vez pensé que iba a ser mi felicidad.
Cuando logré reaccionar y pude darme cuenta de lo que estaba sucediendo salí corriendo hacia la puerta de la entrada desesperada, temiendo que esta podría ser la última vez que lo vea con vida.
Cruzo la puerta enfrentándome al aire frío por la tormenta que se avecina y logro ver su cabellera negra dentro del coche que trajo a Jazmin y sabiendo que no iba a alcanzarlo, le grito:
—¡William! —no logro que me escuche, así que bajo los escalones corriendo y vuelvo a gritarle con el ardor de mi garganta—¡William!
Nada. Mis piernas vuelven a moverse con la esperanza de que voltee y llegue a verme, pero no lo hace, así que, desesperada como estoy y sabiendo que no va a escucharme, grito, tan fuerte como mis cuerdas vocales me lo permiten sacando todos los sentimientos que siento por él en ese grito.
—¡TE AMO WILLIAM FERGUSON!, ¡ERES EL AMOR DE MI VIDA!
Las primeras gotas de lluvia empiezan a mojar la tierra. Con la determinación de volver a casa con mi marido y con la esperanza de hacerlo entrar en razón para que no vaya al duelo, corro hacia las escaleras. Cuando estoy cerca de pisar el primer escalón, es como si el destino no quisiera un reencuentro entre mi esposo y yo, porque la lluvia torrencial comienza a caer.
Empapada subo de dos en dos los escalones hacia mi habitación recogiendo mi vestido en el camino para no tropezar, cuando Jazmin viene a mi encuentro junto a mi madre y mi nana.
—!¿Lo perdonaste?! —es lo primero que pregunta mientras mi madre y mi nana se quedan a la espera de mi respuesta.
Niego con la cabeza y Jazmin resopla decepcionada de su mejor amiga y no la culpo.
—¡Por Dios mujer que eres terca!
—No estoy para tus reclamos ahora Jazmin. Por favor ayúdame a buscar un abrigo.
Camino hacia el cuarto de baño donde me quito el vestido empapado que llevo y busco otro en el armario cuando salgo.
—¿A dónde crees que vas? —pregunta mi madre de brazos cruzados.
—A alcanzar a mi marido —le digo con firmeza para que se dé cuenta de mis intenciones.
—¡No vas a salir con esa tormenta afuera, al paso que llueve, no tardará mucho en inundarse y el río arrasará con todo a su paso.
—¡No puedo dejar que William se bata a duelo con Richard, mamá!
Mi madre me mira horrorizada y la puerta de mi habitación se abre de golpe, dejándome ver el rostro pálido de Anne.
—¡Dime que es mentira! —grita alterada— ¡Dime que Richard no está en peligro!
—¡Ambos están en peligro Anne! —le espeta Jazmin a mi hermana— ¡Tiene que haber alguna forma de detener esta tragedia!
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