Capítulo 69.
Katherine:
Siento que el pecho me duele, la respiración me falta, la vista se me nubla.
—¿Cómo fue capaz de hacerme esto?
Las lágrimas no paran de salir, siento que mis piernas pierden las fuerzas, pero me mantengo apoyada en la puerta para no desvanecerme y caer al suelo.
Vienen tantos recuerdos a mi mente, todas las veces que me llamó mentirosa, todos sus desplantes actuando como si yo hubiese sido la culpable, cuando la realidad siempre fue que me engañó todo este tiempo con mi propia hermana.
—¿Cuantas veces se habrán reído de Richard y de mí bajo las sábanas?, ¿Lo habrán hecho bajo este propio techo?
El recuerdo del comentario de Jazmin de verlos cerca de las caballerizas viene a mi mente y de repente las náuseas me invaden y corro al cuarto de baño para vomitar la bilis que se me subió a la garganta.
Me arrodillo frente al inodoro, porque mis rodillas no soportan más mi peso y expulso el líquido amarillo. Las arcadas no me abandonan mientras sigo aquí con las rodillas en el suelo frío y las lágrimas siguen cayendo.
Llevo las manos a mi garganta que se siente irritada. Necesito gritar, necesito sacar este dolor tan fuerte que me oprime el pecho como si tuviera un yunque de mil kilos.
Muevo la cabeza de lado a lado y me tapo los oídos para evitar oír las palabras de Richard confesándome todo.
—¡Soy una estupida! —grito cuando logro sentarme y llevo las rodillas al pecho abrazándome con mis brazos.
Desde aquí puedo escuchar que alguien toca mi puerta de forma insistente, pero no puedo levantarme. Las fuerzas me fallan y mi corazón late demasiado rápido. La vista se me oscurece, pero me niego a desvanecerme.
Intento respirar profundamente y camino a gatas hacia la ventana necesitando aire y escucho la voz de Filipa llamándome desde la puerta.
No puedo hablar mi voz no sale para decirle que se vaya, que quiero estar sola.
«Necesito que me dejen en paz».
El dolor que pasé por el rompimiento con Richard no se compara ni en lo más mínimo con lo que estoy sintiendo ahora.
«¡Dios mío, volviste a abandonarme!, ¿He sido tan mala devota tuya que me castigas de esta manera?»
Miro el crucifijo clavado en la pared pidiéndole a Dios alguna respuesta, pero no hay nada, me siento totalmente vacía. Siento escalofríos y cuando me levanto, la cabeza vuelve a darme vueltas y veo todo negro.
Creo que perdí el conocimiento, porque cuando abro los ojos están Ada y Filipa junto a mi cama y yo estoy acostada en ella.
«¿Cómo lograron entrar?».
Me recuesto de lado y me tapo con el cubrecama, no quiero que nadie vea lo estupida que soy, lo idiota que fui al entregarme de cuerpo y alma a un hombre que solo se burló de mi. Y lloro, lloro y grito con dolor, sacando toda la presión que tiene mi pecho.
—Mi niña —siento como Ada coloca su mano sobre mi hombro, pero no quiero lástima, así que tomo fuerzas de donde no tengo y me destapo, me limpio las lágrimas y me levanto de la cama a pesar del pequeño mareo.
—Que preparen un coche para llevarme a Kent, Ada —ordeno con toda la seguridad que puedo fingir en mi voz—. No me quedaré un minuto más aquí.
—Deberías hablar con él mi niña —pide, pero no quiero escucharla—. Las cosas no fueron como ese hombre te las contó.
—Filipa, te quedarás aquí hasta mañana —ordeno ignorando las palabras de la mujer que prácticamente lo vio crecer—. Ordenas toda mi ropa y cuando termines, toma uno de los coches y vienes conmigo a casa de mis padres.
—Por favor mi niña, habla con él, además, debes estar débil, cuando entramos, estabas en el suelo desmayada.
—Te di una orden Ada —le hablo fuerte, para que se vaya, aunque me siento mal por tratarla así, ella no se lo merece, pero necesito irme, alejarme de William lo más que pueda.
—Está bien.
Baja la cabeza y puedo sentir la tristeza que emana de su cuerpo, pero es lo que debo hacer.
Camino al cuarto de baño y me lavo la cara y me arreglo lo más rápido que puedo, cuando escucho que un coche se acerca.
«Es la hora».
Salgo de mi antigua habitación del ala este y bajo las escaleras encontrándome al fondo a Ada que está llorando. Mi pecho se oprime hasta el punto de dejarme sin aliento cuando paso cerca del arco de cemento que me separa del salón donde de reojo puedo ver a William sentado con el cuerpo hacia adelante, los codos en sus rodillas y las manos sobre la cabeza.
—William, ya se va —le informa con la voz entrecortada y el ni se mueve. Solo puedo escuchar su voz por última vez cuando dice:
—Dile a dos guardias que la escolten hasta la mansión Kensington y que la traten como lo que es, la duquesa de Edimburgo.
Mi corazón duele, siento que acabo de perder una parte de mi, pero no puedo quedarme un minuto más y tomo aire superficialmente antes de obligar a mis pies a que continúen su camino hacia la entrada principal.
Una mano que reconozco muy bien detiene la mano que ya llevaba hacia el pomo para abrir la puerta y un brazo me rodea la cintura desde atrás. Escucho su respiración tan superficial como la mía, cuando siento que apoya su frente sobre la parte trasera de mi cabeza y cierro los ojos incapaz de moverme un solo milímetro.
—Por... Favor... —su voz es casi un susurro detrás de mi cabeza— Escúchame.
«¿Está llorando?».
No puedo quedarme, me duele en el alma su traición y si me quedo sé que sucumbiré y no voy a perder mi dignidad, ni ser una de las tantas damas que por mantener el qué dirán a raya permiten lo que sea de sus maridos. Así que, tomo una última bocanada de aire y llevo mis manos al brazo que rodea mi cintura e inmediatamente me suelta. Tomo el pomo de la puerta y la abro dando algunos pasos para salir de la que hasta este día fue mi hogar.
No volteo a verlo, pero siento el peso de su mirada sobre mi espalda. Intento contener las lágrimas lo más que puedo, pero es inútil, porque apenas el chofer me abre la puerta. La primera cae, seguida de muchas más.
No miro hacia mi derecha para verlo por última vez, lo prefiero así y el golpe del látigo sobre el lomo del caballo hace que el coche se mueva y camine hacia la entrada principal de la hacienda que siempre pensé que era mía, a pesar de todo lo malo vivido, lo bueno fue mejor, hasta este fatídico día, donde todas sus mentiras fueron descubiertas cayéndose una a una.
Ya no veo las tierras del duque de Edimburgo por ningún lado y ya sintiéndome segura me permito gritar, saco todo el dolor que mi pecho reprimió todas estas horas en las que fui vilmente engañada. Puedo sentir como cada pedazo de mi corazón que quedaba en pie se desmorona.
Me vuelvo un ovillo sobre el asiento y caigo de lado abrazándome con fuerza. El coche se detiene y el chofer me habla:
—Excelencia, ¿Está usted bien? —pregunta preocupado.
—Eh, si —miento—, me asusté con una simple rama, pensé que podía haber entrado algún animal en el coche.
Lo escucho reír y vuelve a golpear al corcel para que sigamos nuestro camino. No sé en qué momento me quedé dormida, pero cuando despierto, reconozco la ruta.
«Estamos cerca de las tierras de mi padre».
Y de repente, se me viene a la mente que ella puede estar ahí.
«¿Qué les voy a decir a mis padres?, ¿Cómo voy a reaccionar cuando tenga enfrente a la culpable de todas mis desgracias?»
Mi respiración se acelera y vuelvo a quedarme sin aire en los pulmones. Respiro superficialmente sintiendo que me ahogo y abro las ventanas a cada lado de mi asiento dejando que el aire entre a borbotones permitiéndome respirar un poco mejor.
Las puertas de acero con el escudo familiar se abren para que entre el coche que sigue escoltado por los guardias.
Las ruedas resuenan sobre el piso empedrado antes de detenerse frente a la mansión de mis padres. Mi nana aparece en la entrada apenas abre la puerta de golpe.
«Sigue igual de hermosa: Nariz de botón, mejillas regordetas y ojos sonrientes»
—¡Mi niña! —dice emocionada mientras baja apresurada las escaleras a mi encuentro.
La abrazo con fuerza intentado calmar la presión en mi pecho, pero es imposible, duele demasiado. Me suelta y de repente toma mi rostro entre sus manos y me observa detenidamente.
»Mi niña, ¿Qué pasa? —mira detrás de mí, esperando que William salga del coche, pero no hay nadie más, ni personas, ni equipaje.
—Nada —miento e intento sonreír, pero sale tan fingida mi sonrisa, que Josephine se da cuenta, sin embargo, no dice nada y me acompaña hacia la casa.
Se siente tan distinto entrar aquí ahora, es como si no perteneciera ya a este lugar. Respiro profundo antes de dar otro paso dentro de la casa y al mirar hacia el salón, mi madre está sentada en su sillón mullido frente a la ventana con uno de sus bordados en las manos.
—¡Mamá! —mi voz sale quebrada y ella se levanta apresurada para venir a mi encuentro.
—¡Cariño! — me lanzo a sus brazos y es como un salvavidas que es lanzado en alta mar a un pobre moribundo desesperado de ser salvado antes de ahogarse.
—¡Mamá! — repito y mi cuerpo tiembla cuando me aprieto más contra ella.
—¿Mi niña, que tienes? —pregunta cuando me toma el rostro entre sus manos y ya no puedo soportarlo más, así que me permito llorar otra vez— ¡Por Dios, Nana busca a James! —grita alarmada y escucho como las pisadas de mi nana se van haciendo más débiles.
Mamá me arrastra hacia el sillón donde me sienta y busca un vaso con agua.
—Ten, bebe —me tiende el vaso con agua y con las manos temblorosas lo agarro y lo bebo de un sorbo.
Las nauseas me invaden de nuevo, pero trago y respiro hondo para no devolver lo único que ha caído en mi estómago en todo el día.
Mamá me abraza acariciándome el brazo de arriba a abajo llenándome de su calor maternal.
—Esperaremos a que llegue tu padre y hablaremos —sin fuerzas asiento con los ojos cerrados llenándome de la seguridad de ella como cuando era niña.
Diez minutos aproximadamente después, escucho las pisadas de las botas de mi padre en el pasillo. Respiro profundamente y siento como sus manos callosas acarician mi rostro con dulzura.
—Cariño, ¿Estás bien?
«No, no lo estoy»
Me lanzo a los brazos de papá tratando de recomponer los pedazos rotos de mi corazón como cuando era niña, pero no se puede componer algo que está roto desde los cimientos.
—Cariño... ¿Dónde está tu marido? —La pregunta de mi padre me hace temblar el cuerpo.
«¿Cómo voy a decirles que el hombre que más amo en este mundo, me fue infiel con mi propia hermana?»
Me quedo callada sintiendo el calor de los brazos de mi padre mientras mamá se mantiene a mi espalda. Pero la poca calma que logré obtener por cinco minutos se ve interrumpida cuando el aroma del perfume de Anne invade el salón.
—Escuche un coche, ¿Quien llegó?
Ella no puede verme, papá me oculta con su cuerpo, pero al escuchar su voz, la rabia se apodera de mi, el cuerpo me arde de rabia y me levanto del sillón para verla parada en la entrada del salón.
Imágenes de ella desnuda debajo de William entre las sábanas de la cama que compartí con él invaden mi cerebro y camino hacia ella con zancadas rápidas.
—¡Tú, de todas las personas que podían destrozarme la vida, jamás pensé que tú fueras la más vil y despiadada!
Mi mano choca tan fuerte en su mejilla que sus manos van a parar contra la pared y me mira atónita. Otra cachetada cruzada suena en su rostro, hasta que mi padre me detiene agarrándome de los brazos.
Anne me mira sorprendida con los ojos muy abiertos. Jamás imagino que su hermana tierna y dulce arremetiera contra ella de esta manera, pero es poco para lo que se merece.
—¡¿Pero qué demonios está pasando aquí?!
Escucho la voz de mi padre, pero no aparto los ojos de mi hermana quien comienza a llorar abrazando a mi madre.
—¿Pueden explicarme qué es lo que sucede entre ustedes dos?
No miro a nadie más, si no a la desleal que tengo enfrente. La mujer que destrozó mi vida y mis sueños.
—¡Les dices tú o les digo yo! —amenazo y la veo temblar de miedo.
Niega con la cabeza baja y se lleva las manos al vientre abultado y doy un paso atrás con el pensamiento que se me viene a la cabeza.
—¡No! —grito—¡Júrame que no es de él!
Suplico con el miedo enterrado en mi pecho.
—No, mi hijo es de mi marido —dice con tanta seguridad que deseo creerle, pero me ha mentido tantas veces que me cuesta hacerlo.
—¡Exijo una explicación ahora mismo! —grita papá volteándome para que lo vea— Katherine, Anne hablen ya, miren cómo está su madre.
Veo a mamá llorando apretando el brazo de Anne y me entristece ser yo quien tenga que darles la noticia, así que, tomo aire para llenarme de valor.
—Me voy a divorciar del duque —digo bajo la mirada atónita de todos.
—¡¿Pero qué locura es esta?! —espeta papá esperando que dé mis razones.
—A partir de ahora regreso a esta casa si ustedes me reciben de vuelta —debo parpadear varias veces para contener las lágrimas, no me voy a desmoronar al lado de la causante de todo.
—¡Bendito sea Dios! —solloza mamá.
—¿Que te hizo ese desgraciado? —las manos de papá aprietan mis antebrazos tan fuerte que creo que no se da cuenta que me está haciendo daño.
—¿Que, que me hizo? —miro a Anne quien me ve con ojos suplicantes— Pueden preguntárselo a la mujer que se hace llamar mi hermana.
Mamá y papá la miran con el ceño fruncido y ella da un paso atrás
—Anne, Cariño, ¿Qué hiciste? — la voz de papá es baja e inquisidora.
—Yo... Yo... —Anne titubea, pero papá me suelta y se va contra ella agarrándola por el brazo.
—Dime que hiciste para que tu hermana te abofeteara, para que hable de esta manera.
Ella no deja de llorar y me desespera que con sus lágrimas los convenza de dejarla en paz.
—Diles Anne —amenazo—, diles cómo vilmente enredaste a Richard en un matrimonio forzado, fingiendo que eras doncella cuando tiempo antes te habías entregado a otro.
—¡Basta! —grita y se tapa los oídos cuando mi padre la suelta sorprendido por mis palabras.
—Dile, cómo manipulaste todo a tu beneficio para obligarlo a que te desposara y cuando apareció el hombre con el cual perdiste tu virtud te le entregaste sin respetar a tu marido.
—¡Anne por Dios! —espeta mamá cubriéndose la boca sin poder creer lo que digo.
Papá me mira y luego a ella sin creerlo, pero al ver la determinación en mis ojos la agarra de nuevo.
—Dime que tu hermana está equivocada —le exige— ¡Habla ya!
Ya no puedo contener más las lágrimas y las dejo salir.
—Yo... Todo fue obra de Eleanor —confiesa al fin—. Ella me obligó a enredar a Richard, yo no quería.
—¡¿No querías?! —grito— ¡Siempre estuviste encima de él, siempre le coqueteaste sabiendo que era mi prometido!
—¡Solo me divertía! —me grita zafándose del agarre de papá— ¡Cuando Eleanor me descubrió y se dio cuenta que Richard estaba enamorado de mí, me obligó a hacerlo!
—¿Con que te obligó? —pregunta papá ente dientes.
—Dijo que si no lo hacía se lo iba a contar a todos.
Papá se lleva las manos a la cabeza y mamá sollozando se va contra él.
—¡Por Dios James!
—¿Quien es el hombre que te quitó la doncellez Anne?
Pregunta papá, pero ella se queda callada.
»¡Habla, porque cuando tenga su nombre lo mataré!
Doy un paso atrás ante la amenaza de papá asustada, pero de tarde o temprano se va a enterar de quién fue.
»¡DIME QUIEN FUE, MALDITA SEA!
—¡WILLIAM! —grita cubriéndose el vientre— Pero no sabía que era él, él me dijo que se llamaba Dominik y luego se fue de viaje por él océano y tardó meses en regresar, pensé que jamás volvería y se había burlado de mí, después de prometerme que se casaría conmigo.
»Yo lo amaba y por eso le entregué mi doncellez, juró que regresaría y nos casaríamos. Eleanor lo descubrió un día cuando bajaba por el balcón y empezó a amenazarme y luego de que tú regresaste a casa después de que la tía Gertrude hablara con la reina.
Ya está las caretas han caído.
Mamá toma asiento con las manos cubriéndole el rostro, mientras que papá se mantiene erguido en su lugar y yo solo me permito asirme del espaldar de uno de los sillones para no caerme ante la confesión de mi hermana.
—A todo lugar que yo iba, encontraba a Richard y poco a poco me fui fijando en él, hasta ese día que entró borracho a la casa y Eleanor nos dio un té y nos adormiló a los dos, lo último que recuerdo de esa noche es que al despertar al día siguiente estaba desnuda con él en mi cama.
—¡Voy a matar a esa desgraciada! —espeta papá con los puños tan apretados que los nudillos los tiene completamente blancos.
—Cuando volví a saber de Dominik... William, fue el día de su compromiso..
—¡Y desde ahí han estado viéndose a escondidas! —grito interrumpiéndola, pero niega con la cabeza.
—No, nunca estuvimos juntos, siempre se ha mantenido fiel a ti.
—¡Mientes!
—No miento, me despreció la misma noche que en un momento de locura me le ofrecí desnuda en las caballerizas.
La bofetada de papá sobre el rostro de Anne la hace girar la cabeza a un lado.
—¡James! —grita mamá y se va proteger a Anne entre sus brazos.
No puedo creer que mi papá, el hombre que nunca nos ha puesto una mano encima lo haya hecho por primera vez.
Anne toma aire y me mira con la
mano en su mejilla enrojecida.
—William te ama, me lo repitió miles de veces después de mi insistencia en hablar con él, pero luego supe de mi embarazo y algo cambió en mí, decidí dejarlo en paz para que fuera feliz contigo ya que fui yo quien te arrebató el amor primero —llora—. Juramos no decir nada por el bien de nuestros matrimonios, pero Richard nos escuchó a mí y a Penélope hablar y se enteró de todo.
Se seca las lágrimas con el dorso de la mano, mientras que las mías no dejan de caer.
—Richard me echó de casa, no sin antes humillarme y llamarme ramera infinidades de veces y abofetearme —mira a mi padre— Y se que merezco todo lo que sucedió, porque yo lo provoqué, pero William te ama Katherine —me mira—, nunca más volvimos a estar juntos después que se fue en ese viaje.
Mis piernas pierden su fuerza y caigo sobre el sillón.
—No pierdas tu matrimonio por mi culpa. Sé que estuvo mal ocultarlo, pero era lo mejor para los cuatro.
—¡Richard debe perdonarla James! —le pide preocupada mamá a mi padre—, es el padre del bebé de nuestra hija.
—Richard renegó de su hijo mamá —le responde mi hermana y la veo cuando las lágrimas vuelven a invadirla—. No cree que sea su hijo, además deseó que mi bebé no naciera.
—¡Es un monstruo! —miro la cara de mamá quién se abraza a papá abatida.
Sé que mi hermana actuó mal y que Richard no pueda perdonarla, pero desear la muerte de una criatura inocente que no tiene la culpa de nada es demasiado vil.
—Mi hijo solo llevará mis apellidos, como yo —dice enderezando la espalda—. Richard va a introducir la demanda de divorcio y se desentenderá de nuestro hijo, seré una madre soltera.
—¿Qué van a decir los nobles cuando se enteren de esto? —le pregunta mamá a mi padre alarmada.
—Eso es lo que menos me importa ahora querida.
—Necesito volver a mi habitación —dice Anne antes de llamar a Josephine para que la acompañe.
Veo cómo Anne sale del salón con nuestra nana y las paredes se cierran sobre mi, siento que me ahogo y me levanto de golpe saliendo por la entrada principal. Escucho las voces de mis padres detrás de mí, pero no me detengo. Corro escaleras abajo y me adentro en el bosque sin rumbo fijo, sin detenerme siquiera para respirar, hasta que llego a la laguna donde grito sacándome todo el dolor que aprisiona mi pecho.
Caigo de rodillas en la orilla mojándome el vestido, ni el agua fría la siento en mis extremidades, pero estando allí, me permito llorar y llorar sacándo toda mi pena.
——————————-
William:
—Se ha ido.
La voz de Ada retumba en mis oídos cuando entra al despacho. Apenas Katherine se alejó de mi para irse me encerré allí. No iba a ver cómo se marchaba el amor de mi vida rompiéndome el corazón en mil pedazos.
El vaso de whisky baila en mi mano y lo llevo a mis labios bebiéndome de golpe el líquido que me quema la garganta.
—¡Eso no va a hacer que la recuperes William!
Ada me arrebata la botella que está sobre la mesa y el vaso de la mano, pero ni me muevo ni me inmuto ante su escena, no tengo ganas de discutir con ella.
Me duele que Katherine me haya dejado y en parte la entiendo, pero no puedo sacar de mi mente, sus ojos llenos de dolor y decepción, confío en mí y yo la rompí.
Intenté explicarle todo, pero no me lo permitió, el maldito de Richard tergiversó la historia a su favor y ella ahora me odia.
Le rogué, le supliqué que se quedara y habláramos, pero me negó ese beneficio y cómo iba a dármelo, si al principio de nuestro matrimonio la traté horriblemente.
Ada habla y habla, pero no escucho nada de lo que dice, sólo puedo repetir en mi mente las palabras llenas de dolor de Katherine al enterarse de mi historia con su hermana.
«Qué cosas tiene el destino preparadas, justo cuando estaba decidido a confesarle todo, llega este mal nacido y le cuenta todo a su favor»
—¿Me estás escuchando William? —espeta cuando golpea las palmas de las manos en contra del escritorio.
—¡¿Qué quieres Ada?!
Le respondo ya cansado de que no me deje solo.
—¡Qué, ¿qué quiero?, que tomes un coche y salgas a buscarla, le expliques todo y huyan de aquí.
—No va a creerme, prefirió creer en la palabra del otro inútil, en vez de quedarse y dejarme explicarme.
Es la verdad, aunque me cueste admitirlo, después de todo lo que pasó entre nosotros, prefirió creerle a él y negarme el beneficio de la duda.
—¡Pues encuentra un modo!, ¡Eres William Ferguson el duque de Edimburgo y ella tu esposa, su lugar está contigo!
—¡No voy a obligarla a estar en un lugar que no quiere Ada.
«Por más que me duela y me queme por dentro, no voy a obligarla».
—Pues ve y búscala, haz que te escuche así tengas que gritarle desde el jardín hacia su ventana.
La veo sin dar crédito a sus palabrería.
—¡¿Es que acaso perdiste la cabeza Ada?!
—Ella tiene razón querido amigo —dice Simon entrando al despacho seguido de Claus.
—¡No perdí la cabeza —responde Ada—, tienes un duelo con ese hombre dentro de dos días y solo tienes el día de mañana para aclarar todo con ella y huir!
—¡No voy a ir a ninguna parte Ada! —digo furioso— No soy ningún cobarde para escapar, si él quiere matarme, pues que lo haga, qué más da.
Si no tengo a Katherine conmigo, para que quiero seguir viviendo. Al ella irse se llevó todo de mí, mi corazón, mi alma, mis sentimientos.
En unas horas más, sus padres se enterarán de todo y no me extrañaría que el duque viniera por mi pellejo y luego de meterme un tiro, irá al registro para solicitar nuestro divorcio.
—Estas completamente loco si crees que voy a permitir que te enfrentes a ese hombre y que te mate. Hablaré con tu abuelo, a él si le harás caso.
—¡De esta casa no te vas a mover Ada! —la amenazo levantándome de la silla golpeando los puños en el escritorio— ¡No vas a meter a nadie en esto, te lo advierto Ada, si mi abuelo interfiere, te pondré de patitas en la calle!
La amenazo y ella pone los brazos en jarras mirándome con el ceño fruncido.
—¡Entonces iré a hacer mis maletas!
Con eso, sale del despacho dejándonos a los tres hombres solos.
—¿Qué has pensado hacer William?
Miro a Claus sin tener idea de lo que voy hacer. Preferiría estar emborrachándome que estar aguantando a este par, pero son como mis hermanos y están aquí para darme su apoyo.
—Toma un coche y vete a la mansión Kensington —la idea descabellada de Simon hace que lo mire con él entrecejo fruncido— ¡No me mires así!, ¡Sabes que tienes que decirle la verdad!
—¡Ella no quiere escucharme! —espeto— ¡Maldita sea! Estoy frustrado, cansado de que todos me digan lo que tengo que hacer, ¿crees que ya no lo he pensado?!
—¡¿Entonces prefieres quedarte aquí sentado, vaciar el minibar, ahogándote en tu miseria?!
Niego con la cabeza, por supuesto que quiero ir hasta la hacienda Kensington y traerla así sea sobre mi hombro como un cavernícola, pero no puedo obligarla a que me escuche si no quiere, aunque me esté muriendo por dentro.
—Necesito pensar... Déjenme solo.
******
Paso la noche en el despacho. Apenas dormí un par de horas.
Me levanto con la espalda dolorida y apoyando mis manos en las caderas me estiro hacia atrás para que truenen mis huesos. Cuando me estoy enderezando, la puerta del despacho se abre de golpe dejándome ver la figura de mi abuelo con la cara enrojecida de rabia.
—¡¿Explícame cómo fue que le permitieron la entrada a ese hombre en tus tierras?!
Se para frente a mí con la espalda recta y el bastón apoyado en el suelo. Lord Ferguson es alto, pero no más que yo, sin embargo, en estos momentos con la furia destilando por sus ojos me siento pequeño ante su altura.
—Aún no he tenido tiempo de averiguarlo.
—¡Pues averígualo y despide al incompetente!
He visto a mi abuelo un par de veces enojado, pero esta vez, es la peor de todas.
—¡Explícame cómo fue que ese mequetrefe se atrevió a decirle esa cantidad de mentiras delante de tí y encima amenazarte con un arma!
El golpe seco de su bastón contra el suelo retumba en todo el despacho.
—¡ADA! —grito llamándola.
—A Ada no la vas a tocar William, ella solo te está protegiendo.
—¡Le advertí que no te metiera en esto!
—Me Meto porque soy tu abuelo y eres lo único que tengo.
Sus ojos se ablandan y suelta el bastón para acercarse a mí y tomar mis mejillas.
»No voy a permitir que vayas a un duelo con ese cobarde —mis ojos se encuentran con los suyos y veo la preocupación en ellos—. No voy a perderte a ti también, ya una vez casi se me escapa la vida viéndote en una cama moribundo, no voy a pasar por lo mismo de nuevo y mucho menos verte en una cárcel por asesinato.
—No voy a ir a la cárcel si es lo que te preocupa.
«Porque no pienso disparar si Katherine no me perdona».
—Fui al registro civil antes de venir hacia acá y hay algo que debes saber —mi abuelo me mira preocupado—. El idiota ya introdujo la demanda de divorcio por adulterio.
Me quedo en mi sitio apretando la mandíbula.
«Ahora si no hay nada que evite las habladurías entre los nobles, nuestras familias quedarán en boca de todos»
Aunque no es que me importe mucho la verdad, ninguno de ellos me da de comer. La única opinión que me importa es la de Katherine y ella no quiere escucharme.
—Lord Richard anda regando por ahí que apenas Katherine esté libre de ti y él de su hermana, la desposará.
—¡SOBRE MI CADÁVER!
La sangre me hierve de solo pensar que ese imbécil le pueda poner un dedo encima a mi mujer. El cuerpo me tiembla incontrolablemente lleno de rabia. Siento como mi abuelo me zarandea para que reaccione, pero no puedo. Las imágenes del cuerpo de Katherine debajo de ese malnacido me nublan el conocimiento. El ardor sobre mi mejilla me hace parpadear varias veces hasta que reacciono.
—¡Por Dios hijo, ¿Me estás escuchando?!
—Debo ir a hablar con mi esposa.
Dejo a mi abuelo en el despacho y corro hacia la entrada de la casa bajando las escaleras de dos en dos y hasta de tres en tres.
—¡Ensillen mi caballo ya mismo!
Vuelvo a entrar esquivando a mi abuelo en el pasillo y subo a mi habitación para cambiarme de ropa. Me visto lo más rápido que puedo y bajo encontrándolo en el mismo sitio donde lo dejé.
—¿A dónde crees que vas muchacho?
Lo veo y noto la preocupación en su rostro.
—¡Voy a recuperar a mi mujer!
Con eso dicho, salgo y de un salto subo sobre el lomo de mi caballo y tenso las riendas golpeándolo con el fuete para que se mueva. Se levanta en sus dos patas delanteras, antes de soltar un relincho y sale a toda velocidad cuando se coloca en sus cuatro patas.
«No voy a permitir que ese imbécil le ponga un dedo encima a mi mujer, así tenga que cargarla sobre mis hombros va a oírme. Grite o patalee me va a escuchar».
**************
Otro capítulo largo, espero lo disfruten.
Recuerden darle cariñitos a mis protagonistas dejándoles una ⭐️
No olviden que esto es un borrador y puede contener errores.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top