Capitulo 66.
Narrador omnisciente:
William entró en la casa con la rabia aún hirviéndole en las venas. Toma un respiro profundo antes de dirigirse a las escaleras y subir sigilosamente a su habitación rogando no encontrarse a su esposa dentro para no darle ninguna explicación, al menos no hasta la hora de dormir.
Camina por el pasillo y entra a su alcoba cerrando la puerta a su espalda. Se dirige al cuarto de baño donde piensa tomar un baño con agua fría. Deja la ropa sucia en un rincón y se mete a la tina.
Envuelve en sus caderas una toalla y de reojo ve su imagen en el espejo donde maldice por verse los arañazos marcados en su cuello. La piel rasguñada está inflamada y es muy difícil de ocultar.
—¡Demonios!, ¿Como voy a ocultarle esto a Katherine?
Va al armario y de su guardarropa saca una de las camisas de cuello alto, que lo ayuda a disimular un poco las marcas al menos hasta la noche.
Baja y en la entrada pide al cochero que lo acompañe hasta los terrenos donde viven los empleados y al llegar a la casa donde se está quedando Olivia, abre de golpe la puerta.
Olivia ante la intromisión suplica, pero William no se deja convencer y la toma del brazo arrastrándola hacia el coche donde la mete a la fuerza. Cierra el pestillo desde afuera y pide a algunos trabajadores que lo ayuden con las pertenencias de ella.
Llevar a Olivia hasta las puertas de la mansión donde vivió junto a su marido no fue tarea fácil, ya que al reconocer el camino se volvió toda una fiera en contra de William.
Gritó, pataleó y lo maldijo un sin fin de veces, mientras él se mantuvo estoico el resto del camino. Olivia al ver que no lograba el interés de William y convencerlo de que la dejase ir, lo abofeteó.
Con rabia la agarró de las muñecas y espetó:
—¡Si vuelves a ponerme una de tus sucias manos encima, olvidaré que eres una mujer!
—¡Te lo pido William!, ¡Por favor no me lleves allí, me matará! —suplica, pero él continúa haciendo caso omiso a su demanda.
Al ver el portón de rejas castañas, el rostro de Olivia palidece y comienza a temblar.
—¡Te lo suplico, por lo que más quieras, no me entregues! —las lágrimas ruedan por su rostro y por un momento muy corto, él siente pena por ella, pero luego recuerda todo lo que ha hecho y le pide al cochero que siga el camino hacia la entrada.
—¡Eres un maldito infeliz William! —rugió tan fuerte que sus cuerdas vocales se estremecieron— ¡Me las vas a pagar!
Cuando el coche frena frente a la entrada, William nota que todas las luces de la primera planta están encendidas. Olivia se aferra con las uñas a la pequeña puertecilla del coche haciendo casi imposible que él la haga bajar, pero doblándole un poco los dedos meñiques, logra que su agarre se torne débil y logra bajarla y arrastrarla camino la puerta.
Grita y se retuerce como poseída para poder zafarse y huir, pero el agarre de William es más fuerte y no le deja la tarea fácil. Sube los pocos escalones hasta que llega a la puerta y toca la aldaba tres veces.
Al cerrojo le dan dos vueltas y la cara de un hombre mayor aparece en una rendija de la puerta. De reojo William ve a Olivia quien al momento de abrir la puerta se detiene en su sitio.
—¡Mi señora Olivia! —alzó la voz sorprendido el hombre de servicio.
Ella toma una gran bocanada de aire y le habla al hombre, tratando de disimular su nerviosismo.
—¿Dónde está mi marido, Carlile?
—El señor salió de viaje hace dos días mi señora —dijo y Olivia soltó el aire de sus pulmones—. Tenía que resolver algunos asuntos urgentes.
—¿Dijo cuando regresaba? —pregunta y el hombre niega con la cabeza— ¿Hay alguien más en la casa Carlile? —vuelve a preguntar.
—No, mi señora, lady Bethanie y el joven Xavier, están en la villa con sus tíos.
—¿Y Russel? —pregunta y su voz automáticamente cambia.
«Debe ser el hijo de su marido, con el que tuvo un amorío», pensó William.
—Se fue con su padre mi señora.
De repente, todo el temor y nerviosismo de Olivia desapareció y se transformó en una mujer segura de sí misma.
—Puedes largarte —le habla a William, quien no espero una segunda vez para pedirle al cochero y al hombre que bajaran sus pertenencias y las dejaran en la entrada.
Viéndose libre al fin de la amenaza de Olivia, volvió a subir al coche donde ordenó al cochero ir a casa.
Mientras William dejaba a Olivia en casa de su marido, Katherine quien se entretuvo toda la tarde hablando con Sophy, al ver lo tarde que era, cenó sola y luego subió a su habitación donde se encerró en el cuarto de baño para asearse.
Al quitarse el vestido y con intenciones de dejarlo en el rincón de la ropa sucia, un trozo de tela blanco manchado de sangre la alarmó. Se agachó a recogerlo e inmediatamente reconoció la camisa de su marido.
La sangre la escandalizó, la marca de labial le oprimió el pecho y el aroma a perfume de mujer la hizo entrecerrar los ojos. Llenando sus pensamientos de imágenes de William con otra mujer.
Se puso el albornoz y esperó de pie cerca de la puerta con la camisa entre sus manos a que William entrara por esa puerta para enfrentarlo.
William entró a su casa agotado por todo lo vivido en el día a causa de Olivia y lo único que deseaba en ese momento era acostarse junto a su esposa, pero una cosa es lo que se desea y otra la que sucede, ya que al abrir la puerta de su habitación, rogando que Katherine estuviera ya dormida y no tener que darle ninguna explicación por la noche de hoy, la camisa manchada es lanzada a sus pies, apenas pone un pie dentro de la alcoba.
Se agacha, recoge la camisa y al levantar la vista, lo primero que ve es el rostro enojado de Katherine, quien ya tiene los brazos cruzados al pecho.
—Cariño, no es lo que parece —dijo—. Puedo explicártelo todo. No es lo que crees, lo juro, jamás te faltaría el respeto de esa manera.
La mirada de su esposa es de rabia pura, sus ojos parecen llamas de fuego ardiendo.
—Y que es lo que estoy creyendo según tú William —habla con los dientes apretados.
—Puedo explicártelo, si me lo permites —pide William cauteloso—. Fue Olivia.
Katherine enrojece de rabia y apretando los puños a ambos lados de su cuerpo grita:
—¡Te acostaste con Olivia!
—¡Por Dios no! —espeta horrorizado con el simple pensamiento.
Luego de que William le relatara lo ocurrido, la rabia de Katherine se intensificó al punto de levantarse de la cama donde estaba sentada y dar zancadas hasta la puerta.
—Cariño, ¿Qué haces? —preguntó justo cuando la alcanzó antes de que abriera la puerta y saliera al pasillo.
—¡La voy a echar de mis tierras! —alzó la voz.
—No hace falta, yo mismo la llevé a casa de su marido.
—¡No quiero que vuelva a pisar estas tierras! —advierte—, ¡no quiero que te vea, no quiero que te toque nunca más!
Espeta y no solo de rabia, también de celos y es algo que excita a William, porque sabe que no está dispuesta a compartirlo con nadie y él tampoco está pensando en serle infiel. Solo le pertenece a ella y hará lo que su esposa quiera.
Deja que vea las marcas que Olivia dejó en su cuello y luego ella va por algo para limpiarlas.
—Mira como te dejó esa desquiciada —espeta molesta.
—No es nada que no se borre en un par de días.
—No la quiero aquí de nuevo, así su padre se arrodille ante ti William —suelta la advertencia.
—No volverá a pisar nunca más el suelo por donde caminas.
La mañana siguiente en el desayuno, William le habla a Katherine sobre Filipa y esta se escandaliza porque nunca pensó que Antoine fuera de esos hombres a los que les gustan las doncellas tan jovencitas.
William al verla tan abrumada, tuvo que romper el secreto que por tanto tiempo mantuvo guardado y confesarle a Katherine las inclinaciones de Antoine.
Al quedar todo aclarado, Katherine dio su aprobación para que la portuguesa viniera a verla y darle el visto bueno.
Sé que puede oírse arrogante de parte de la duquesa, pero no todo el mundo es apto para ser la dama de compañía de una dama de sociedad. Para ser doncella tiene que tener conocimiento de etiqueta y protocolo, además de jurar fidelidad y discreción a su señora.
Aclarado el asunto. Luego del almuerzo, Katherine da un paseo por el jardín en compañía de Sophy, cuando ven un coche que se detiene en la parte trasera de la casa que da a la cocina.
Katherine reconoce a Antoine que baja del coche en compañía de una mujer que viene cubierta con una capa roja que le cubre el rostro y la cabeza.
—Debe ser la joven de la que me habló William esta mañana —le dice a Sophy quien desvía la mirada hacia el coche.
—Deberías estar en la entrevista que le hará tu marido, al final de cuentas, es quien estará contigo casi todo el tiempo.
Katherine asiente.
—William me llamará apenas termine, pero deberías ayudarme con eso, ya que tienes más experiencia que yo —le pide y Sophy mueve la cabeza en símbolo de aprobación.
Pasa un rato cuando Katherine es solicitada en el despacho de William. Camina por el pasillo en compañía de Sophy y toca a la puerta. Luego de la autorización de entrada de su marido, ella entra junto a su ex dama de compañía.
—Katherine, ella es la joven de la que te hablé.
Los ojos de Katherine se abren de para en par asombrada al ver las semejanzas que tiene con Filipa: Ojos azules, cabello rubio, estatura y contextura.
A cierta distancia cualquiera podría confundirlas, pero de cerca notarían de inmediato que no son la misma persona. Donde Katherine tiene la nariz fina, labios llenos y rostro perfilado. Filipa tiene la nariz regordeta, labios finos y un rostro redondo.
—Es un placer conocerla su excelencia —dice cuando se levanta después de hacerle una reverencia.
—¿Cuál es tu nombre? —pregunta luego de corresponder el saludo.
—Filipa, su excelencia.
—Muy bien Filipa, te tendré unos días a prueba —estira su mano hacia Sophy y la llama—. Sophy te estará supervisando, después del periodo de prueba decidiré si te quedas o no.
—¡Muchísimas gracias su excelencia! —suelta emocionada Filipa—, no tendrá quejas mias, se todo lo que se necesita para ser una dama de compañía, no creo que la etiqueta de Gran Bretaña sea tan distinta a la mía.
Katherine le sonríe y le pide a Ada que la lleve a su habitación cuando ella se acerca al despacho.
Como dijo Filipa, Katherine no ha tenido queja alguna de ella. Ya han pasado quince días de prueba y ya está decidido qué será su nueva dama de compañía.
—¿Lista mi amor? —le pregunta William cuando entra en la habitación donde Filipa le está arreglando el cabello para la celebración en casa de la reina.
—Te ves muy guapo querido esposo.
William lleva un smoking negro sin cola, el cabello peinado hacia atrás atado a una coleta. Extiende los brazos a los lados y gira para que Katherine lo detalle completo.
—Lista mi señora —avisa Filipa y Katherine se levanta llevando los bucles a su espalda.
William no la mira, la admira de arriba a abajo, como si estuviera frente a una deidad, lo que hace que ella se sonroje.
—Te ves magnífica con ese vestido mi amor.
Mi amor, cariño, mi esposa, mi
mujer, excelencia, son las palabras que salen de su boca cada vez que le habla.
Las celebraciones de la reina son una extravagancia de lujos y derroche de dinero y está celebración no es la excepción.
El camino a la entrada principal está iluminada por antorchas elegantes, los cascos de los caballos y las ruedas de los coches hacen ruido cuando pasan por el camino de grava, que lleva hasta la puerta donde una pareja con su cuerpo completamente pintado de blanco e inmensas alas están parados sobre unos pedestales.
El coche donde están William y Katherine llega a la entrada donde uno de los sirvientes les abre la puerta para que desciendan del vehículo.
—La reina siempre tan extravagante —susurra William al oído de Katherine, quien está absorta viendo la decoración.
El hombre en la puerta golpea dos veces el bastón sobre el suelo de mármol anunciando su llegada.
—Sus excelencias... Lord y lady Ferguson, duques de Edimburgo.
Dos golpes más se escuchan sobre el mármol y Willian y Katherine descienden los cortos escalones antes de entrar de lleno en el salón.
—Que despilfarro de dinero —comienza a quejarse William al oído de su esposa al ver el lujoso lugar—. Tantas personas del pueblo que mueren por un centavo para comprar una miga de pan y la reina lo gasta en excentricidades
—¡William! —lo reprende Katherine ya que cualquiera puede llegar a oírlo.
Las copas de champaña no tardan en llegar a sus manos y William las recibe entregándole una a su esposa, no sin antes darle una advertencia:
—La champaña para ti será controlada por mí esta noche. Aunque estoy curioso de cómo será hacerte el amor un poco ebria.
—William —las mejillas de Katherine se tornan rosadas por las palabras de su esposo y la anticipación comienza a revolotear con mariposas en su estómago.
Los duques de Sussex llegan acompañados de su hijito mayor Phillip, quien tiene cara de pocos amigos.
—Tanto tiempo sin verlos —los saluda su hija—, ¿Pasa algo? —pregunta viendo a su hermano.
—Simplemente prefería quedarme en casa descansando de mi viaje —dice algo molesto—, pero al parecer alguien está muy desesperada para que encuentre pareja.
—Hijo, eres el único que aún está soltero —suelta su madre y él pone los ojos en blanco—. Además si querías quedarte para vigilar a Kassandra solo lo hubieses dicho.
Phillip resopla ante la confesión de su madre y el ceño de su hermana se frunce sin tener conocimiento alguno de los hablan. Sin embargo la sonrisa delatora de su padre la hace caer en cuenta.
—¿Te gusta Kassandra? —pregunta y él suelta un bufido desinteresado.
—Creo que sí —suelta William haciendo que Phillip lo vea con mala cara.
—No confío en ella, es todo —dice y se aleja hacia un grupo de doncellas donde coloca su nombre en las etiquetas atadas sus muñecas.
—Tu padre lo ha descubierto siguiéndola por los rincones —susurra lady Caroline para que nadie más la escuche—. Además el otro día cuando regresó de Suiza, revisé sus ropas y tenía guardada una de las pañoletas que ella utiliza para cubrirse el cabello.
—¿Entonces para qué vino a buscar pareja? —preguntó William quitándole las palabras de la boca a su esposa.
—Queremos llevarlo al límite y se dé cuenta que la ama, es todo —habla lord James—. Sabes lo terco que es tu hermano y hasta que no llegue a su punto no dará su brazo a torcer.
Una trompeta escandalosa resuena por todo el lugar dando entrada a los reyes, quienes caminan con la cara en alto hacia la plataforma alta donde están sus tronos.
Las reverencia de todos ante la realeza no se hace esperar y cuando el Rey asiente, los músicos toman sus instrumentos y la melodía de un vals comienza a sonar.
Doncellas solteras en busca de un esposo están en fila a la espera de que los jóvenes interesados se acerquen a ellas para el primer baile.
Un hombre con cuerpo bien formado y vestido de cupido aparece entre la multitud y comienza a formar a las parejas en el centro de la pista.
Otra extravagancia de la reina al parecer, en esta temporada se ha fijado la meta de emparejar a más parejas que la temporada pasada.
El cupido busca a Phillip para juntarlo con la nieta de lord Xanders, antiguo amigo del padre de lord James.
Katherine fija la mirada en la pareja y frunce el ceño, el cual su esposo nota de inmediato y mira en la dirección que ella mira.
—No es su tipo —le susurra a su esposo al oído.
—¿Cómo lo sabes? —pregunta.
—Porque tiene la tez muy blanca —responde sin apartar la vista de su hermano, quien no se nota del todo cómodo ante la doncella—. A Phillip no le agradan, sabe que no es mujer de dar paseos matutinos bajo el sol y él adora hacer eso.
Mientras la celebración se extiende, los hombres se apartan y forman un grupo para charlar entre ellos bajo la mirada de los reyes. En cuanto a las mujeres, Lady Caroline conversa con sus dos hijas. Anne acaricia su vientre un poco abultado y Katherine la observa con anhelo, pues pensaba que con los días que pasó con su amado esposo en la casa veraniega habían podido engendrar a su primer hijo, sin embargo, la llegada de su período la noche anterior le confirmó que no lo está.
Una voz masculina en la espalda de Katherine la hizo voltear de repente.
—Es un placer volver a verla lady Katherine.
Ella tuvo que hacer memoria, para recordar a aquel hombre elegantemente vestido que estaba frente a ella, pero él al darse cuenta de que no lo recordaba le habló.
—Es una pena que no recuerde Milady, soy Vincent.
El rostro de aquel hombre le vino a la memoria. Vincent fue el caballero que habló con ella en aquel jardín de su primera y única temporada, cuando ella y Richard estaban enamorados.
—Mis disculpas, lord Vincent, tanto tiempo sin verlo que no lo recordaba.
—Disculpas aceptadas Milady.
Lord Vincent tomó la mano de Katherine y le besó el dorso con cierto interés en ella, que la incomodó haciendo que ella apartara la mano de inmediato.
Lord Vincent se quedó mirándola e incómoda le presentó a su madre y a su hermana que estaban a su lado.
—Encantado de conocerlas, estoy para servirles a ustedes y a Dios.
Katherine esperaba que él se fuera, sin embargo se quedó intentando tener una charla con ellas, pero el aroma de un perfume masculino a su izquierda la hizo voltear y ver que su esposo estaba a su lado con la mandíbula apretada.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó a lord Vincent molesto dejando atrás a su esposa y acompañantes.
—William —Katherine lo llamo cautelosamente, para que no armara un escándalo.
—Fui invitado por la reina —respondió lord Vincent con aires de suficiencia.
—¿Se conocen? —preguntó Katherine al ver lo tenso que está su marido.
—Oh si lady Katherine, soy el primo de su marido.
La sorpresa del parentesco le cae como agua fría sobre el cuerpo.
—Tu no eres nada mío —espeta William entre dientes.
—El apellido del primo de tu abuelo dice lo contrario.
Lord Vincent sonríe satisfecho porque ha logrado irritar a William.
—Tu madre lo engatusó para que te lo diera, sólo eres un simple bastardo.
Lord Vincent no responde, pero en sus ojos se puede notar la molestia que el comentario de William le causa.
—Bastardo o no, seré yo quien se quede con toda la fortuna Ferguson —amenaza antes de carcajearse, Katherine se estremece al escucharlo.
—¡Sobre mi cadáver, te quedarás con lo que es mío! —William intenta irse contra él, pero ella lo detiene.
—Pronto querido primo, todo lo que tienes será mío... Todo.
Vincent fija sus ojos en Katherine y William lo nota, este lleno de rabia toma a lord Vincent del saco con fuerza y lo acerca a él para amenazarlo.
—¡No te atrevas a tocarle un solo cabello a mi mujer!, porque serás hombre muerto.
Lord Vincent sonríe al ver que todos los están viendo, ya que logro su cometido de irritar a su primo. Katherine nerviosa toma el brazo de su esposo para que lo suelte y antes de soltarlo, lo empuja.
—¡Lárgate de mi vista!
Lord Vincent sonríe acomodándose el saco y antes de irse mira hacia Katherine.
—Fue un placer volver a verla Milady... Con permiso.
William respira agitado aún con la rabia hirviendo en sus venas. Toma a Katherine de la cintura y salen al jardín.
Un caballero estaba observando todo desde lejos y en silencio. Con una copa en su mano sigue con la vista a la pareja que acaba de salir y luego mira hacia Lord Vincent quien ya está charlando con unos hombres en una esquina.
Sin pensarlo, deja la copa sobre la mesa que tiene cerca y camina en dirección a lord Vincent, interrumpiendo su charla.
—Buenas noches caballeros —dice y luego se fija en su objetivo.
—Thomas Chapman Milord, es un placer.
La charla entre ellos dos se extiende y como buen conversador que es lord Thomas, logra conseguir toda la información que necesitaba a lord Vincent. Información que le servirá con su venganza hacia William.
Después del altercado de William con lord Vincent, la celebración se torna pesada para ellos y deciden irse temprano.
———————
Los días han pasado rápidamente y como se acostumbra en la nobleza inglesa, los nuevos esposos en cada temporada son los siguientes en dar una fiesta en sus casas.
Los nuevos duques de Edimburgo ya se preparan para la celebración en su casa. Como miembros de la realeza tienen el deber de invitar a todos los nobles y eso incluye a lord Chapman, quien a pesar de todas las desavenencias que tienen en su contra, es el suegro de su hermana.
Quien a estas horas debe estar recibiendo de manos del mensajero la invitación.
Lord Chapman sonríe complacido ante la invitación y el baile de máscaras le cae como anillo al dedo para poner en marcha su venganza contra William. Sin esperar más, salió rumbo al lugar donde tiene su oficina clandestina reuniéndose con Brunell para preparar su nefasto plan.
——————-
Flores, jarrones, sillas y mesas van de aquí para allá en el inmenso jardín de la casa Ferguson donde esta noche se celebrará la primera fiesta de la temporada de los nuevos duques.
El día está soleado lo que no augura lluvia. Como lo había dicho William hace un tiempo, le envió al Rey una carta solicitando títulos nobiliarios para Claus y Simon, este último regresó de su luna de miel justo después de la fiesta en casa de la reina.
Por lo que esta noche se presentarán como los nuevos barones. Esperando que el padre de Claus no ponga trabas al nuevo título de su hijo.
Mientras que el personal de servicio va y viene preparándolo todo para esta noche, Katherine permanece acostada en su cama, un malestar estomacal le ha impedido salir de su habitación poniendo en riesgo la fiesta de hoy.
—La duquesa debe permanecer en la cama su excelencia —le dice el médico a William apenas termina de revisar a Katherine.
—No puedo quedarme en la cama doctor, tenemos una celebración hoy y todos esperan el primer baile como esposos —Katherine intenta convencer al médico, pero este se niega rotundamente.
Al ver que no llegaron a nada con el médico. Katherine se sienta frustrada apoyando la espalda en el espaldar de su cama.
—Tendremos que suspender todo —dice William.
—No, no podemos hacer eso, no a tan solo horas de la celebración.
Mientras William discute con su esposa cómo resolverán lo de esta noche, Filipa entra en la habitación con una taza de té para su señora.
Katherine observa a su dama de compañía y de repente se le ocurre una idea un poco arriesgada.
—Filipa —dice—. Filipa me cubrirá esta noche.
La cara de William y Filipa hacia Katherine es de sorpresa pura.
—¡¿Te has vuelto loca mujer?! —suelta William de repente.
—No, ella puede suplirme William —Filipa la mira extrañada.
—¡No voy a bailar mi primer baile con una mujer que no es mi esposa!
Espeta William y Katherine pone los ojos en blanco.
—Bajaré para el primer baile, luego subiré y me cambiaré con Filipa.
—Esto es muy arriesgado cariño, creo que será mejor que suspendamos la fiesta.
—¡No suspenderemos nada! Y nadie se dará cuenta, la máscara cubrirá nuestros rostros, nadie lo notará.
Después de tanta discusión William accede al arriesgado plan de su esposa.
—Vamos Filipa, se que puedes hacerlo —la doncella asiente sabiendo que el plan es muy, muy arriesgado, sin embargo acepta.
———-
Todo está preparado para la celebración. Los invitados no tardan en llegar y Katherine baja junto a su esposo a recibirlos.
Una hora más tarde los músicos toman su lugar en la esquina del salón donde comienzan a tocar acordes de la primera melodía.
William toma la mano de su esposa y la lleva al centro de la pista donde comienzan a bailar su primer baile como los nuevos duques de Edimburgo.
Antes de que termine la música, el estómago de Katherine se resiente, pero ella continúa hasta que la música deja de sonar y sin más demora, sube a su habitación donde la espera Filipa ya peinada como ella.
Se quita la máscara y el vestido que se pone Filipa e inmediatamente se acuesta débil. William le da el tiempo prudente y sube a la habitación, donde ve a la doncella de su esposa vestida con las ropas de Katherine.
—Esto me da escalofríos —dice él al ver el parecido—. Bien, hagamos esto, Sophy y Jazmin estarán cerca de ti en todo momento, para que nadie se dé cuenta Filipa.
—Sí mi señor, prometo no hacer que me descubran.
Filipa baja de la mano de William con el corazón latiéndole desenfrenadamente en el pecho. Aprieta el brazo de su señor con fuerza cuando llega al último escalón y entra al salón con él, quien debe poner su otra mano sobre la de ella para tranquilizarla.
Todo está saliendo bien, nadie se ha dado cuenta de que es otra mujer quien está suplantando a Katherine, ya que como le dijo William, Sophy y Jazmin están siempre con ella, hasta que cierto caballero se le acerca para saludarla.
—Estas bellísima Katherine —le dijo lord Thomas.
Filipa se pone nerviosa al reconocer al hombre que la abordó en el club de caballeros de su señor.
Se tensa en su sitio cuando comienza a hablarle, pero no puede responderle porque sabe que si lo hace, el teatro se caerá.
—Esperaba aunque sea un gracias de tu parte, pero veo que tu esposo te ha prohibido hablar con los invitados.
Lord Thomas no le quita los ojos de encima y ha notado que está un poco nerviosa ante su presencia.
—No es que su excelencia le haya prohibido hablar con usted Milord —suelta Jazmin tomando del brazo a Filipa—. Simplemente con los acontecimientos pasados no crea que ella se sienta cómoda ante su presencia.
Lord Thomas arruga la frente y entrecierra los ojos ante la osadía de Jazmin, queriendo responderle da un paso adelante amenazante, pero Richard llega para apartar a su padre del trío de mujeres.
—Vamos, lord Golter quiere hablar contigo.
Las tres mujeres respiran tranquilas al ver cómo lord Thomas se aleja con su hijo.
—Eso estuvo cerca —suelta Sophy mientras que las otras dos asienten.
Mientras la fiesta se desarrolla sin ningún imprevisto dentro del salón, Brunell se encuentra en las afueras esperando la señal de su patrón para llevar a cabo su plan esta misma noche.
Espera recostado en el tronco de un árbol seco con un puro entre sus labios, un caballo atado a la madera y un pequeño saco donde tiene algunas cuerdas.
Observa su reloj de bolsillo impaciente para empezar con el asalto a la propiedad, donde apenas vea que salga Katherine a tomar el fresco, se abalanzará sobre ella llevándosela.
Las horas siguen pasando y no hay rastros de la duquesa en el jardín. El bufido del caballo y varias pisadas lo alertan escondiéndose detrás del tronco.
Brunell asoma con cautela la cabeza y cuando reconoce a su patrón sale a su encuentro.
—Aún no sale su mujer patrón.
Lord Thomas gruñe descontento.
—No podemos hacer nada —se queja—. Está siempre en compañía del par de chismosas de sus doncellas.
—Entonces, ¿No hará nada para llevársela? —pregunta Brunell ganándose una mala mirada del conde de Essex.
—¡Que no acabas de escuchar lo que acabo de decir! Maldita sea, ¡hoy era mi oportunidad de llevarla conmigo muy lejos!
Lord Thomas da un golpe al tronco seco haciendo que los pájaros que dormían en los árboles cercanos salieran de sus nidos.
—» No será esta noche, pero pronto estará en mi cama pidiéndome que la monte —espeta mirando hacia la casa Ferguson—. Vigílala, hasta que encuentres la oportunidad de llevarla ante mi.
Brunell asiente y se va después que ve a su patrón subirse a su coche.
—Ya veremos a quien le pide que la monte primero patrón, ese dulcesito lo probaré yo primero.
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