Capítulo 65.

Katherine:

Jamás me sentí tan feliz en toda mi vida como en estos últimos días en Cornualles. Haciendo un recorrido por mis recuerdos desde que William y yo nos casamos, puedo decir que nunca estuvimos tan cerca el uno del otro y no lo digo a nivel sexual, sino en todos los sentidos, tan solo con mirarnos a los ojos ya sabemos que quiere decir el otro y eso me gusta, me gusta mucho.

   Lamentablemente, los días que pasamos en la casa veraniega llegan a su fin, William debe regresar porque tiene mucho trabajo pendiente todavía, a pesar de haber dejado a Claus encargado de todo y confía ciegamente en su amigo, hay ciertos asuntos que como duque debe atender.

   Estiro mi cuerpo entre las sábanas antes de levantarme y envolver una sobre mi cuerpo desnudo. Camino con intensiones de ir al cuarto de baño para asearme y vestirme, pero mis ojos se desvían al espejo de cuerpo entero y noto las marcas rojas sobre mi cuello.

   Dejo caer la sábana que me cubría y detallo que tengo más de las marcas que dejó William sobre mi piel en mis senos y entre mis muslos.

   Tan solo recordar la intensa noche de pasión que pasamos me sonrojo. Jamás me cansaré de este hombre que me consume de buena manera. Me hace desearlo a cada instante y mas ahora que probé las mieles del deseo carnal que solo él despierta en mi.

   Bajo las escaleras rumbo al comedor después de vestirme y desde el pasillo puedo escuchar la voz de William dando órdenes.

—Buenos días —saludo y me siento al lado de mi esposo quien sonríe apenas me ve.

—Buenos días mi amor.

   Toma mi mano y besa mis nudillos justo cuando la muchacha de servicio comienza a servirnos el desayuno.

—Nos iremos después de mediodía.

   Asiento con un deje de nostalgia. Desearía que estos días no acabaran y que no tuviéramos que regresar, pero el deber y el trabajo no se pueden dejar solos y mi amado esposo como el duque de Edimburgo  tiene muchos deberes ahora.

   Tomo cuchillo y tenedor en mis manos y desvío la vista hacia el cuello de William, tiene un pequeña marca roja, casi morada en él y me avergüenzo de inmediato.

   La vergüenza se sube a mi rostro, porque la marca está a vista de todos y sabrán lo que hicimos en las cuatro paredes de nuestra habitación.

—Deberías cambiarte la camisa por una de cuello alto.

   William me mira y sonríe de lado, es una de esas sonrisas que hace que mi vientre se acalore de inmediato.

—¿Por qué debería hacerlo? —me pregunta y se acerca más para hablarme un poco más bajo— Me gusta, me recuerda todo lo que hicimos anoche cariño.

—Pero todos pueden verla y me avergüenza que sepan lo que hicimos.

—¿Te avergüenza que los demás sepan que soy tuyo?, ¿Crees que nadie sabe lo que hacen los esposos entre las cuatro paredes de su habitación?

   Siento el calor como sube hasta mis orejas.

—Además, no es la única que tengo —dice burlándose de mí.

—¡Bendito Dios!

   No puedo evitar alzar un poco la voz sorprendida y William se ríe a carcajadas a mi lado. Vuelve a tomar mi mano y deja otro beso en ella.

—Come, antes de irnos te mostraré todas mis marcas de guerra.

   Asiento avergonzada, pero hago lo que me dice. Después del desayuno damos un corto paseo por la playa y subimos a nuestra habitación donde ya todo está guardado en las maletas. Sobre la cama está uno de mis vestidos y un traje simple para William.

   Me mira con picardía, se lo quiere decirme antes de que lleve sus manos a su camisa y comience a desabotonar uno a uno los botones dejándome ver su pecho desnudo.

   Abro los ojos y llevo las manos a mi boca cubriendo la sonrisa que no se porqué se me escapa cuando veo las marcas de mis dientes en su piel.

   Acerco mi mano a su hombro y paso mi dedo sobre la marca, luego acaricio la otra que está en su pecho.

—Lo siento —digo apenada, él mueve la cabeza y luego se da la vuelta para mostrarme la espalda— ¡¿Yo hice eso?! —exclamo sorprendida.

   Tiene las marcas de mis uñas en toda la espalda.

»—Lo siento, me dejé llevar... Es que tú, bueno estabas —balbuceo mis palabras y él sonríe.

—Si fuera por mi, mostraría orgulloso cada una de las marcas que dejas en mi cuerpo, pero si lo hago, todos sabrán lo fogosa y excitante que eres en la cama y eso lo quiero solo para mi.

   Las mariposas comienzan a revolotear en mi estómago y sonrojada bajo la cabeza, pero coloca su dedo índice debajo de mi barbilla y sube mi rostro.

»—Me encanta que seas así, que te dejes llevar por mis besos y mi cuerpo —mis ojos se conectan con los suyos y toma mi mano para colocarla sobre el gran bulto que se endurece dentro de sus pantalones—. ¿Sientes eso? Es lo que provocas en mi cada vez que te tengo cerca y cuando te pienso.

   Guía mi mano sobre su pantalón de arriba a abajo encendiendo el fuego en mi sexo.

»—Me gusta cuando me muerdes, cuando pones tu dulce boca sobre mi, cuando clavas tus uñas en mi piel, eso me hace sentir vivo, porqué sé que me deseas tanto como yo a ti.

   Sin decir nada más, choca sus labios contra los míos incendiándome en el acto. Rodeo su nuca con mis manos mientras él me toma de las caderas acercándome a su dureza.

   No pienso, solo logro llevar mis manos a sus hombros y me trepo sobre él envolviendo su cintura con mis piernas. Me lleva contra la pared donde apoya mi espalda y aprieta su miembro duro como el fierro contra mi sexo dolorido por atención.

   Gimo cuando baja sus labios a mi cuello y con una mano empieza a subir mi vestido hacia mi cintura.

   Siente la humedad que emana de mi entrepierna cuando desliza un dedo sobre mi enagua y sus ojos se oscurecen cuando nuestras miradas se conectan.

—Estas mojada para mi —lleva su mano dentro de la tela y acaricia mi entrada dándome placer—. Se siente tan caliente.

   Frota mi botón de placer en círculos desatando el deseo inmediatamente de tenerlo dentro de mi. El primer orgasmo me estremece, haciendo gemir su nombre:

—William.

—Así es cariño, córrete para mi.

   Jadeo con la respiración entrecortada y muevo la cadera hacia adelante para hacer presión sobre su mano.

   El calor me sube por el cuerpo cuando veo que lleva los dedos que tenia sobre mi sexo a su boca y los lame limpiando mi excitación.

   No se porqué algo que debería ser tan impropio me excita y me enciende más al igual que sus palabras.

—Voy a hacerte venir tantas veces en este instante que tus piernas temblaran y pedirás clemencia para que te suelte.

—William, por favor —suplico.

—¿Duele? —se mofa de mí deslizando su mano hacia la cremallera de su pantalón para soltar el miembro que salta inmediatamente hacia adelante.

«Dios, como algo así cabe dentro de mi», es la pregunta que me hago cada vez que veo su miembro.

   Se acaricia varias veces y no pierdo ningún segundo de los movimientos que hace, el líquido preseminal se derrama y muerdo mi labio inferior.

   William sonríe de medio lado ante mi gesto y vuelvo la vista a sus ojos.

—¿Lo quieres no? —asiento como si fuera una niña pequeña cuando le ofrecen un helado—. No será ahora, no tenemos tiempo para demorarnos más y yo tampoco puedo aguantar sin estar dentro de ti.

   Lleva de nuevo su mano a mi sexo y siento como separa mis carnes con sus dedos.

—William, no me tortures más, te necesito.

   Palabras mágicas las que acabo de decir, porqué toma su miembro y lo clava dentro de mí completamente.

   Suelto el aire cuando siento que esta todo adentro y comienza a moverse con fuerza mientras permanezco con la espalda clavada a la fría pared.

—Estas tan caliente aquí adentro.

   Dice y jadeo. Me aferro a su cuello cuando el instinto me hace llevar la cabeza hacia atrás y arquear la espalda cuando siento las venas de su miembro golpeando mis carnes.

»—Se siente tan bien estar dentro de ti —dice y más me calienta— Me aprietas con fuerza y me gusta.

   Clavo mis uñas en sus hombros y no me importa dejarle otra marca, ahora no puedo pensar más que en mi propio placer y todo lo que me hace sentir este hombre.

   Sus testículos chocan contra mis glúteos al mismo tiempo que gruñe sobre mi pecho. Muerde uno de mis pezones y se siente tan bien. Me presiona más contra la pared mientras sus manos se aferran a mis caderas y yo a las suyas.

—Katherine, te amo.

   Grita y le respondo con la misma frase cuando siento que mi interior se aprieta y mi cuerpo comienza a convulsionar. Siento como su semilla se derrama dentro de mi al mismo tiempo que mi cuerpo se estremece.

—¡Dios, eso fue magnífico! —dice con sus labios sobre mi cuello.

—Lo fue —respondo aún aferrada a su cuerpo y con la espalda contra la pared.

   Permanecemos así unos minutos mientras nuestras respiraciones se ralentízan y al mismo instante que sale de mi, ya siento su falta. Con mucho cuidado me baja, mis piernas parecen gelatina, las rodillas me fallan y William debe sostenerme de la cintura para no caerme al suelo.

   Caminamos al cuarto de baño y nos metemos los dos a la bañera que aún tiene el agua caliente.

   William toma la esponja y frota mi cuerpo con ella. Primero mi espalda, luego pasa a mi pecho donde se mantiene por más tiempo lavando mis senos y luego a mis piernas, dejando mi sexo de último, al cual le dedica su tiempo con sus manos, dejando la esponja de lado.

—Mmm —dice cuando me acaricia con el dedo medio—. ¿Lo quieres no?

   Sabe lo que quiero porque siente mi respiración y como mi cuerpo reacciona a su tacto.

—Siii —respondo soltando el aire y de una vez, introduce su dedo dentro de mi.

   Tenso los muslos y los abro lo más que puedo para que tenga mayor acceso. Aprieta uno de mis pezones enviando la descarga eléctrica por mi cuerpo y entreabro los labios por la falta de oxígeno mientras que él entra y agrega un dedo más.

—William... Más rápido —ordeno y lo siento reírse detrás de mi—... Más fuerte.

—Lo que ordene su excelencia.

   Mete un tercer dedo y como todo un maestro, toca el punto exacto que me hace gritar, cuando mi cuerpo reacciona.

—Así cariño, vamos sigue corriéndote con mis dedos.

   Cuando mi cuerpo deja de estremecerse me siento cansada. Saca sus dedos de mi interior y termina de lavarme.

   Una sensación extraña se acumula en mi pecho cuando su mano acaricia suavemente mi vientre.

—¿Estás tomando algún tónico anticonceptivo? —pregunta y niego con la cabeza— me encantaría que en estos días hayamos concebido un bebé.

   Un bebé de William y mío, es mi sueño más anhelado desde que lo conocí.

—»Y si no lo estás, siempre podemos seguir haciendo la tarea.

   El camino a casa es largo y cansino. Apoyo mi cabeza sobre su hombro sintiéndome cansada y cierro los ojos unos instantes.

—Llegamos cariño —dice apenas me despierta.

   Estiro mi cuerpo antes de que William abra la puerta y me ayude a bajar del coche.

Ada nos recibe en la puerta con una sonrisa de oreja a oreja y me sonrojo al notar que me detalla más de lo normal.

—¡Estas radiante mi niña! —dice y se que puede notar que ya no soy la doncella que se fue de aquí hace unos días atrás.

—¿Todo marchó en orden mientras no estuvimos, Ada? —pregunta mi esposo mientras ella asiente con la cabeza.

—Todo está orden, Simon aún no ha llegado, Claus a hecho un excelente trabajo con los campesinos y en cuanto a Olivia... —se calla unos segundos— No ha dejado de aparecerse por aquí. Se escabulle entre los arbustos y ya le he advertido más de una vez que no puede pisar los terrenos de la casa, pero insiste en que necesita hablar contigo.

—Ahora no tengo ánimos de enfrentarme a ella —responde William cuando entramos al recibidor.

—También dejaron esto hace dos días atrás.

Ada le entrega a William un sobre real sellado con el sello de la reina. Lo abre y comienza a leerlo.

—¡Vaya! Parece que ahora si tenemos que hacernos cargo de nuestros títulos como duque y duquesa mi amor.

Dice y toma mi mano para dejar un dulce beso. Me extiende la hoja y la leo dejándome sorprendida.

—Tienes quince días para preparar el vestido que usarás en el inicio de la temporada.

Se me hace un nudo en la garganta al ver la invitación que nos ha hecho la reina, para el inicio de la temporada para las nuevas doncellas de este año.

—¿Solo llegó esta? —le pregunto a Ada.

—Si —responde y no puedo dejar de sentir pena por Simon y Claus.

Simon no es poseedor de ningún título nobiliario, solo iba como acompañante de William en las celebraciones, aunque siempre fue tratado con respeto y por el lado de Claus, el que su padre lo haya desheredado lo deja fuera de cualquier celebración que se haga dentro de la casa real.

William se acerca a mi y toma mi rostro entre sus manos haciendo que fije mi vista en él.

—Iremos a esa celebración sin nuestros amigos, pero cuando nos toque el turno, los invitaremos y los trataremos como lo que son.

—La reina puede que lo tome como una ofensa William —advierte Ada.

—¡Que lo tome como quiera! —espeta molesto— ¡En mi casa mando yo! Y al que no le guste, que se vaya al infierno.

—¡William! —lo reprendo.

—Lo lamento cariño, pero así será, los recibiremos con bombos y platillos de ser necesario.

Le creo, William siempre ha sido un hombre que a pesar de tener un título tan alto e importante nunca ha hecho sentir a nadie por debajo de él y esa es una de las cosas que me gusta de mi marido.

   Subimos a la habitación donde Ada y yo comenzamos a guardar la poca ropa que no use.

—Por cierto, ya que Sophy y Jazmin se casaron, ¿No crees que necesitarás una nueva dama de compañía? —suelta ella de repente.

No me había puesto a pensar en ello, desde que Sophy se fue y luego se escapó con Claus, siempre recibí la ayuda de Ada, sin embargo, ella tiene razón, no puedo delegarle más trabajo del que ya tiene.

—Tienes razón, enviaré al mensajero a casa de mis padres para que me envíen a alguna de las doncellas de la casa.

Después de acomodar todo en su lugar, veo que William toma su perfume y rocía un poco sobre su ropa.

—¿Vas a salir? —pregunto y asiente— pensé que íbamos a quedarnos aquí el resto del día.

—Debo ir al club —no puedo evitar mi cara de decepción.

—Dejar a Antoine con todo el trabajo tampoco es bueno y necesita descansar un poco.

Deja un tierno beso en mis labios y después de que lo veo salir por la puerta, salgo y voy en busca de Sophy quien cuando me ve sonríe.

—¿Y bien, cómo fue todo? —pregunta y no puedo evitar sonrojarme.

—¡Fueron los mejores días de mi vida! —respondo con toda la propiedad de cada palabra.

Empiezo a contarle todo, desde que llegamos obviando lo propiamente íntimo y ella sonríe feliz por mi. Me acerco al ventanal para tomar un poco de aire fresco y calmar las palpitaciones que comienzan a acelerarse en mi pecho por los recuerdos vividos y un movimiento extraño entre los arbustos me hace fijar la vista en uno de ellos.

—¡Ahg!, es la mujer esa de nuevo —suelta con molestia Sophy asomándome sobre mi hombro.

—¿La conociste? —le pregunto y asiente.

—Si, desde que ustedes dos se fueron de viaje no ha dejado de venir ni un solo día. Ada hasta la ha espantado con agua.

   No dejo de mirar por la ventana el enorme arbusto que se mueve de lado a lado y por un segundo puedo ver el rostro de Olivia asomándose por el centro de las ramas.

—Creo que William va a tener que conversar seriamente con su padre antes de que cometa alguna locura.

   Sophy asiente ante mis palabras y nos apartamos de la ventana.

—La reina nos ha invitado a William y a mí a la primera celebración de la temporada —la pena se dibuja en su rostro aunque trate de disimularlo, me doy cuenta—. Lamento mucho que los padres de Claus sean tan estrictos.

—Si, yo también —responde dejando caer los hombros—. Claus creyó que después de mostrarles nuestra acta de matrimonio, ellos me aceptarían, pero su padre enfureció más y lo desheredó inmediatamente.

—¿No han tenido contacto con su madre o su hermana? —pregunto y ella niega.

—Una vez nos encontramos con Penelope en el pueblo, ella se nos acercó y nos dio su apoyo, pero días después me enteré que su padre la envió fuera cómo castigo.

   Una lágrima rebelde se desliza por su mejilla.

—Hablaremos con el rey y veremos si se puede negociar algún título para Claus y Simón, estoy segura que con las tierras y el dinero que tienen ahora se podrá hacer algo.

—No me importan los títulos nobiliarios —responde con seguridad—. Lo que me gustaría es que Claus pueda acercarse a su madre y a su hermana, se ve que son muy unidos.

   Asiento y le pido que me lleve a conocer su lugar para cambiar de tema y se alegre un poco, cosa que funciona porque apenas le digo una sonrisa se dibuja sobre sus labios.

————————————
William:

   Camino hacia la entrada del club donde ya están varios caballeros sentados con sus respectivas compañías. Busco con la mirada a Antoine y no lo veo por ningún lado. Me acerco a la barra y le pregunto al cantinero por él y me informa que está arriba en su casa, cosa que me extraña.

   Saco mi reloj del bolsillo y son las 05:20 de la tarde, no es hora de almorzar.

   Subo las escaleras que dan a la puerta de su casa y toco varias veces antes de escuchar el cerrojo moverse.

   Me sorprende ver a Filipa en casa de Antoine y vestida como si viviera en esta casa.

—¡Milord! —dice sorprendida y no puedo evitar verla dos veces porque tiene ciertas similitudes con mi mujer— No lo esperábamos.

   Se aparta de la puerta dejándome entrar y veo por encima lo arreglado que está todo para ser la casa de un hombre soltero. No es que Antoine sea desordenado, todo lo contrario, siempre ha sido un hombre pulcro y e orden es una de sus cualidades, sin embargo, nunca fue detallista como para tener en su decoración jarrones con flores y telas bordadas debajo de ellos.

—Buenas tardes Filipa, estoy buscando a Antoine, en el club me dijeron que estaba aquí.

—Si, se está aseando. Ya le aviso que está usted aquí... con permiso.

   Tomo asiento en el sofá de la sala y la veo perderse por el pasillo.

«¿Vivirá aquí?», me pregunto. «¿Será que ahora cambió sus gustos y ya le gustan las mujeres y encima de la edad de ser su hija?».

   Sacudo la idea de mis pensamientos mientras ella reaparece por el pasillo parándose frente a mi.

—Antoine estará aquí en unos minutos, ¿Quiere algo de beber?

—Brandy, por favor.

   La sigo con los ojos, toma un vaso corto y toma la botella oscura en sus manos, saca el corcho y vierte el contenido en el vaso. Detallo la familiaridad de ella en la casa.

«Sabe dónde está todo, definitivamente vive aquí con Antoine».

   Me remuevo en mi asiento un poco incómodo ante la idea de que ellos vivan juntos, no por mal, sino que ella es una jovencita y Antoine es un poco mayor y las habladurías pueden destruirla si alguien se llega a enterar.

   Extiende el vaso hacia mí y lo tomo al mismo tiempo que suelto la pregunta que me revolotea en la cabeza desde que la vi.

—¿Estás viviendo aquí con Antoine? —me ve con los ojos muy abiertos.

—Yo... Yo, milord —titubea nerviosa.

—Es un si o un no, tan simple como eso, ¿Vives o no aquí con Antoine?

   Repito la pregunta, pero Antoine llega y nos interrumpe.

—Mi señor, bienvenido.

—Dime Antoine, ¿Filipa vive aquí contigo? —no me voy por las ramas.

—Vive aqui mi señor, pero no es lo que usted piensa.

—¿Y que es lo que pienso Antoine?

—Filipa vive aqui por su seguridad —frunzo el ceño—, ella es quien limpia mi casa y hace días se sintió seguida por alguien, así que lo ofrecí que se quedara aquí y le pago por hacer los quehaceres.

—¿Te siguieron? —le pregunto directamente y asiente— ¿Lo viste, lo reconociste?

—No milord, iba camino al club cuando sentí que alguien venía detrás de mi, estaba oscuro y me asusté, regresé aquí con el señor Antoine y me dijo que me quedara aquí con él.

—Saben que esto es de muy mal ver ante los nobles, si se sabe andarás en boca de todo el mundo —advierto.

—El que trabajara para un club masculino tampoco era bien visto mi lord, sin embargo, en el mercado nadie me ha tratado mal.

   Una idea se cruzó por mi cabeza.

—Mi esposa necesita una dama de compañía ya que la suya se casó recientemente, puedo hablar con ella y preguntarle si está de acuerdo de que tú seas su nueva dama de compañía.

   Los ojos de Filipa se abren con asombro.

—Eso sería maravilloso Milord, gracias —responde feliz.

—No te hagas muchas ilusiones, aún debo hablar con ella y veremos si acepta o no. Lo importante es sacarte de aquí y que no te perjudique ni a ti ni a Antoine, que siempre ha tenido una conducta intachable. 

   Tomo el brandy de un sorbo y dejo el vaso sobre la mesita de centro.

»—Necesito que vayamos al club Antoine, hay que revisar las cuentas de estos días.

   Regreso a casa antes de la hora de la cena y en la mesa le comento a Katherine lo de Filipa, afortunadamente accede emocionada de conocer a la doncella que guarda ciertas similitudes con ella, como su contextura, cabello y ojos, de lo demás son muy distintas.

——————————
   A la mañana siguiente dejo a mi esposa desnuda y dormida boca abajo aún en la cama, la sábana solo la cubre de la cintura para abajo, su piel aterciopelada brilla con los primeros rayos del sol que se asoman por el ventanal.

   Me acerco dejándole un tierno beso en la coronilla y salgo de la habitación.

—Envíame un mensajero al despacho Ada, por favor.

   Envío al mensajero a casa de Antoine para informarle a Filipa que arregle todo para que en la tarde pasen por ella y salgo de la casa rumbo a las caballerizas donde tomo mi caballo y galopó hacia las tierras donde duerme el personal.

—Debo saber que carajo quiere ahora Olivia.

   Detengo el caballo en la casa más apartada de mis tierras detallándola por fuera, es una casa decente en una sola planta, con todas las comodidades que un empleado mío puede tener.

   Bajo del corcel y me acerco a la puerta. Levanto la mano y toco varias veces antes de que Olivia aparezca con cara de recién levantada.

   Lleva unas cintas de tela atadas a las hebras de su cabello para que formen los bucles que mayormente usa como peinado y la bata semitransparente que lleva puesta deja muy poco a la imaginación.

   Abre los ojos sorprendida cuando me ve y se abalanza a mis brazos rodeándome el torso.

—¡William viniste a verme!

   Suelta y agarro sus manos haciendo que me suelte.

—Ya estoy aquí, ¿Que demonios quieres decirme?

—Por favor pasa, no estoy en condiciones de hablar contigo en estas fachas en la entrada de esta casa.

   Las últimas palabras las dice con asco, pero no puede quejarse, tiene todo en ella para que pueda vivir cómodamente, menos una doncella que la atienda.

   Entro y me invita a sentarme mientras me pide que espere que va a arreglarse.

—No tengo mucho tiempo Olivia, dime lo que tienes que decirme de una vez.

   Digo y desaparece encerrándose en una de las habitaciones. Resoplo y espero como un idiota por no sé cuánto tiempo hasta que ella reaparece en el recibidor, se ha quitado las cintas que sostenían los futuros bucles, dejándolo caer por sus hombros, se maquilló, pero no se quitó el camisón y el albornoz transparentes.

—¿Quieres algo de beber? —pregunta poniendo una voz suave.

—No quiero nada, dime que querías hablar conmigo para irme, tengo cosas que hacer para estar perdiendo el tiempo contigo.

—Aprendí la lección, por favor, regrésame a tu casa —pone las manos sobre mis muslos y me asquea su simple toque—. Yo no pertenezco aquí, por favor William, por los viejos tiempos.

—No —respondo tajante—. Dale gracias a Dios que aún estás aquí y no donde tu marido pueda encontrarte y ponerte en boca de todos. 

—Ya sabes que ese matrimonio nunca fue de mi agrado, mi padre me obligó a desposarme con él, porque yo te amaba y aún te amo.

   Y aquí vamos de nuevo con el cuento de nunca acabar. Aparto sus manos de mi y me levanto, pero ella se aferra a mi camisa arrugándola.

—»¡Por favor William, te necesito!

   Siento su mano detenerse en mi entrepierna y lo aprieta fuerte.

—Sabes que sientes algo por mi, yo lo sé, tu miembro me lo ha afirmado.

   La tomo con furia de las brazos y la aparto de mi. Miente porque mi miembro no reacciona ante su toque.

—¡No vuelvas a tocarme! —le advierto y camino a la puerta con la intención de irme, pero se abalanza sobre mi espalda rodeándome la cintura con sus piernas y comienza a   jalar mi camisa sacándola de mis pantalones.

—¡Sabes que me deseas! Somos el uno para el otro William.

   Siento como abre la carne de mi cuello con sus uñas y como puedo la quito de encima de mi. Camino a la puerta, pero el pomo no cede.

—¡Maldita sea Olivia! ¡¿Dónde está la llave?! —grito, no puedo quedarme encerrado aquí con esta loca.

—No sé —dice burlándose de mí y la rabia me hierve en las venas—. Estaba ahí en la puerta.

—¡No estoy para tus juegos Olivia! ¡Dame la maldita llave o rompo la puerta!

—Primero hazme el amor y te dejo salir.

   Se desata el albornoz y luego desliza el camisón por sus hombros quedando ante mí totalmente desnuda. 

—»Hazme el amor William y te juro que abriré esa puerta y podrás irte con tu mujer, jamás volveré a molestarte.

   Mi cuerpo tiembla de rabia.

—Por última vez Olivia, dame la maldita llave y vístete que pareces una ramera ofrecida y necesitada —doy un paso amenazador adelante hacia ella—. Escúchame bien porque no lo repetiré una vez más, jamás, jamás fornicaria contigo, me das asco —doy otro paso—. Eres insignificante ante mis ojos, la única mujer que amo y despierta mis deseos carnales es mi esposa, ella sí hace que viva con el miembro endurecido todo el día.

   Se cubre los oídos con las manos y prieta los ojos con fuerza evitando oírme, pero sigo hablando y hablando para que se una vez por todas entienda que ella y yo nada que ver.

—Katherine es y será la única mujer a la que ame y hasta después de muerto la amaré ¡¿Estás entendiendo ahora?!.

—¡Noooo! —grita y se viene contra mí para besarme, pero aparto la cara para que sus labios no choquen contra los míos—¡Mientes, mientes, mientes!

   La agarro de las muñecas y la lanzo fuertemente haciendo que caiga sobre el sofá. Algo brilla en el pequeño mini bar y reconozco la llave, voy a buscarla mientras Olivia solloza sobre el sofá aún desnuda.

—Ve arreglando tus cosas que esta si no te la dejo pasar, ahora si vas a irte porque yo mismo te llevaré a casa de tu marido.

—¡William, por favor! —suplica atemorizada, pero ya no me importa.

   Giro la llave en la cerradura y salgo en busca de mi caballo, subo en él y voy a donde están los empleados con Claus, necesito entretenerme con esta rabia corriendo por mis venas no puedo llegar a la casa y menos ver a mi esposa.

   La piel del cuello todavía me arde cuando llego a doce está Claus dando órdenes. Me ve con el ceño fruncido y no le presto atención.

—¡Necesito esa cerca reparada para esta tarde! —grito aún enojado.

—Hey cálmate amigo, los empleados no tienen la culpa de que el momento con tu mujer haya sido tan intenso —dice Claus y lo miro entrecerrando los ojos.

—No estaba con Katherine.

—¿Entonces con quien estuviste?

—Estaba en casa de Olivia.

—¡Fornicaste con Olivia! —grita Claus y los empleados voltean a vernos.

—¡No forniqué con ella!

—Pues es lo que parece, tienes la camisa por fuera, arrugada, te faltan par de botones, los arañazos en tu cuello sangran y ni hablar de la
mancha de labial.

—¡Maldita loca! —grito y los empleados que están cerca voltean a verme —Esto es obra de Olivia.

—¡¿Que?!

   Le cuento todo lo sucedido a Claus   y llega a la misma conclusión que yo, Olivia debe irse de mis tierras cuanto antes.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top